El MERCOSUR Salud: ¿cuesta abajo frente a la pandemia?

El MERCOSUR tiene la oportunidad de mancomunar acciones y cooperación para la producción regional de vacunas para la COVID-19, facilitando un acceso más equitativo, así como otros futuros episodios con potencial pandémico, generando beneficios para todos en la región. Si no lo hace, la integración regional en salud una vez mas quedará reducida a lo que cantó Carlos Gardel en el tango Cuesta abajo: “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”.

Sin duda, uno de los principales problemas a nivel regional es cómo enfrentar la alta dependencia de insumos estratégicos para la salud: equipos de protección personal, medicamentos y vacunas. El acceso a la vacuna constituye un requisito importante para volver a la “normalidad” y para retomar el camino del crecimiento. No obstante, la desigualdad en el acceso a la vacuna significa que los países desarrollados alcanzan la “normalidad” más rápidamente que los países en desarrollo, como los del MERCOSUR. Solo a manera de ejemplo, en las Américas ya fueron aplicadas 527,5 millones de vacunas, de las cuales apenas 17,6% corresponden al MERCOSUR. El 75% de la producción mundial de vacunas está concentrada en los países desarrollados, y muchos de estos países han optado por el “nacionalismo de vacunas”,[1] comprando dosis que superan las necesidades de sus poblaciones, e incluso prohibiendo la exportación de vacunas e insumos necesarios para su producción, dificultando el acceso a los países en desarrollo.

Frente a la pandemia, han sido hechos esfuerzos sin precedentes en la investigación y desarrollo de vacunas, pero debido a este nacionalismo, apenas unos pocos países desarrollados tienen acceso a sus beneficios. Es en este contexto que los ministros de Salud del MERCOSUR se han reunido el 16 de junio de 2021, y han suscrito un Acuerdo sobre la “Pandemia de COVID-19”. El acuerdo, lejos de significar una estrategia común para la producción regional de vacunas, se limita a un petitorio a la OPS-OMS para que “logre acceso equitativo, transparente, efectivo y a precios asequibles a las vacunas contra la COVID-19, de acuerdo con la realidad de nuestro subcontinente, incluso mediante el Mecanismo COVAX”.

La OPS se ha alineado a la OMS con relación al mecanismo COVAX. Dicho mecanismo es una alianza público-privada, con primacía de actores como el Fondo Global, la Alianza de Vacunas-GAVI y la Coalición para las Innovaciones en Preparación ante Epidemias-CEPI. Se ha evidenciado la escasa capacidad decisoria de OPS-OMS. La lentitud del COVAX en estados parte del MERCOSUR han generado importantes críticas,[2] e incluso conflictos que afectan el prestigio de la OPS. En Paraguay, el representante de la OPS tuvo que salir del país ante serias críticas de la canciller y las autoridades del gobierno por la demora en las vacunas comprometidas.

El mecanismo COVAX fue creado como una pata del llamado “ACT Accelerator” (Acelerador de Acceso a Herramientas para COVID-19)[3] como un mecanismo de colaboración global para apoyar el desarrollo y el acceso equitativo a tests diagnósticos, tratamientos y vacunas para COVID-19. Sin embargo, el mecanismo ha demostrado su fracaso, si consideramos que Haití, el país más pobre de las Américas, hasta el momento de escribir este artículo no ha recibido una sola dosis por medio suyo, e incluso generó críticas sobre su transparencia y rendición de cuentas. En tal sentido, si buscamos avanzar en el acceso equitativo de vacunas en el MERCOSUR y en Latinoamérica, son precisos otros mecanismos de gobernanza, pensando tanto en la producción local como en la negociación regional.

Otros puntos de la Declaración de ministros del MERCOSUR abogan por mantener un “diálogo regional continuo sobre el impacto desigual en el acceso a medicamentos, vacunas y otras tecnologías sanitarias contra la COVID-19, con miras a la adopción de acciones conjuntas que garanticen el derecho humano universal a la salud y a la vida”; y “Promover la transferencia de tecnología y producción regional de insumos críticos para la lucha contra la pandemia”.

Argentina y Brasil son dos de los Estados parte del MERCOSUR que ya cuentan con una experiencia significativa en la transferencia de tecnología para la producción de vacunas de COVID-19. Argentina desde el sector privado del laboratorio MabScience ha recibido parte del proceso de transferencia tecnológica, produciendo el principio activo para la vacuna de AstraZeneca; y el laboratorio Richmond está trabajando con la transferencia tecnológica de la vacuna Sputnik. Brasil cuenta con una importante experiencia con la transferencia de la vacuna AstraZeneca a la FIOCRUZ, y el Instituto Butantan con la vacuna Coronavac. Paraguay hizo gestiones con el Fondo Ruso de Inversión (RDIF) para que en dicho país se haga el fraccionamiento y envasado de la vacuna Sputnik V.

Asimismo, otros países de la región, como Cuba, han planteado desarrollos e innovación científica y tecnológica a partir del desarrollo de una vacuna propia. El proyecto de su “Soberana 02” está siendo desarrollado: la vacuna es producida por el Instituto de Vacunas Finlay y por el Centro de Inmunología Molecular.[4] En la base de datos de la OMS hay dos proyectos del Instituto Finlay dentro de las 83 vacunas en etapa clínica. También en etapa “preclínica”, el Instituto Butantan y la Universidad de Sao Paulo de Brasil están desarrollando un proyecto íntegramente nacional denominado “Butanvac” con una tecnología similar a la vacuna de la gripe. En Argentina, el CONICET y la Universidad Nacional de la Plata están desarrollando una vacuna mucosal basada en el uso de fragmentos de la proteína S, ubicada en la cubierta del SARS-Cov-2, el virus que causa la COVID-19. Proyectos de investigación y desarrollo se encuentran en marcha en otros países, como Chile, México y Ecuador, entre otros, involucrando iniciativa pública y de actores privados de la región.

Los mecanismos de integración regional deberían ser un medio para mancomunar esfuerzos y abordar los actuales desafíos de salud, que van más allá de las fronteras de los países del bloque. Frente a la pandemia, lejos de promover mecanismos o arreglos de cooperación frente a la COVID-19, los países se replegaron a su interior y cerraron las fronteras, obstaculizando la libre circulación de personas y factores de producción que planteaba el Tratado de Asunción. Hubo tensiones económicas que generaron cuestionamientos al bloque. El MERCOSUR tiene que salir de su letargia, convirtiéndose en un arreglo de gobernanza que permita el acceso de las vacunas para toda la población del bloque, e incluso con proyección para el resto de los países de la región. La diplomacia regional de la salud no puede reducirse a hacer petitorios o enunciar la idea de establecer “diálogos regionales” o “promover la transferencia tecnológica”, sin saberse entre qué actores. Por las capacidades científicas y tecnológicas y del complejo productivo industrial de la salud de algunos de los estados parte, tendrían capacidades para la elaboración e iniciar el camino hacia un “Plan Regional para la Producción de Vacunas”, permitiendo un acceso más equitativo a la vacuna. El propio MERCOSUR nació con la idea de la creación y la integración de cadenas de producción, que debería orientarse a la producción regional de vacunas. Esto implica integrar los esfuerzos y capacidades de investigación y desarrollo de los Estados parte para la producción de vacunas con tecnologías de tercera generación.

Es necesario articular capacidades de producción del sector público y del privado, tanto a nivel de los Estados parte del MERCOSUR como articulando con otros procesos de integración como la CELAC, la Comunidad Andina y el PROSUR, para que en conjunto se pueda avanzar en la “soberanía productiva” de vacunas en la región.

Este camino, lógicamente, requiere financiamiento. Algunos mecanismos podrían ser de suma utilidad, como el Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM).[5] Este Fondo fue pensado sobre todo para las economías menores y las regiones menos desarrolladas: hasta que no accedan a la vacuna será muy difícil retomar la senda del desarrollo.

Desde el punto de vista de la diplomacia de la salud, un bloque como el MERCOSUR debería tratar de incidir sobre el COVAX, abogando por un funcionamiento más transparente y promoviendo un acceso más equitativo de la vacuna en la región. En el pasado, la Red de Oficinas de Relaciones Internacionales de los ministerios de Salud de la extinta UNASUR constituyó un eficaz medio para armonizar posiciones regionales sobre aspectos sustantivos de la salud global. Retomar este mecanismo de articulación y consenso podría ser una herramienta de suma utilidad para abogar por una perspectiva regional y demandar mayor transparencia y un funcionamiento eficaz del COVAX, o de otros ámbitos de gobernanza global.

El director general de la OMS, doctor Tedros, señaló que, “a pesar de todas nuestras diferencias, somos una raza humana que comparte un mismo planeta y nuestra seguridad es interdependiente. Ningún país estará seguro hasta que todos estemos seguros”.

Las poblaciones de Latinoamérica compartimos también una identidad y una historia conjunta, donde nos hemos integrado frente a diferentes desafíos que atentaban contra nuestra soberanía. En una coyuntura como la actual, con un alto impacto humanitario, económico y social, es momento para articular los ámbitos de gobernanza regional en salud, uniendo los esfuerzos del MERCOSUR, Comunidad Andina, PROSUR y la CELAC, y proponiendo un foro donde los ministros de Salud de la región asuman un fuerte protagonismo y aborden conjuntamente los desafíos de salud de nuestra región. De no ser así, como dice el tango, tendremos que resignarnos al “dolor de ya no ser”.

 

Sebastián Tobar es sociólogo BS, MPH, asesor e investigador del Centro de Relaciones Internacionales en Salud/CRIS de la Fundación Oswaldo Cruz, Brasil. Paulo M. Buss, MD, MPH, DSc, es director del Centro de Relaciones Internacionales en Salud/CRIS de la Fundación Oswaldo Cruz.

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[1] El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha apuntado que las vacunas están llegando rápidamente a los países de altos ingresos, mientras que los más pobres del mundo no tienen ninguna. Ha destacado que el mundo ha alcanzado un desgarrador récord: “La pandemia de la COVID-19 se ha cobrado ya dos millones de vidas. El impacto mortal de la pandemia se ha visto agravado por la ausencia de un esfuerzo global coordinado. En memoria de esos dos millones de almas, el mundo tiene que ser mucho más solidario. Ahora es el momento”.

[2] En Uruguay, el ministro de Salud, Daniel Salinas, cuestionó los “magros resultados” del mecanismo impulsado por la OMS y señaló que recibió sólo 48.000 dosis del millón y medio que se reservó. En el caso de Brasil, el doctor Luizinho ha señalado que “la Organización Mundial de la Salud, en el programa Covax Facility, ha dejado a Brasil de lado. La Organización Mundial de la Salud tiene países privilegiados que no tienen la circulación pandémica y viral que Brasil tiene”, y afirmó que la cantidad de dosis asignadas por COVAX a países de África y el sudeste asiático fue “desproporcionada” respecto a las enviadas a América y Brasil.

[3] Acceso al Acelerador de Herramientas COVID-19 es una iniciativa de colaboración global para acelerar el desarrollo, la producción y el acceso equitativo a nuevos diagnósticos, terapias y vacunas, compuesta inicialmente por el BMGF, CEPI, Gavi, Fondo Mundial, UNITAID, Wellcome Trust, OMS, socios del sector privado y otras partes interesadas.

[4] Se aguardan los resultados de la Fase 3, que se encuentra en plena ejecución. Los estudios están en pleno desarrollo e involucran a 90.000 voluntarios de La Habana y de varios distritos, constituyendo el mayor ensayo científico de la historia cubana.

[5] El FOCEM es un fondo destinado a financiar proyectos para promover la convergencia estructural; desarrollar la competitividad; promover la cohesión social, en particular de las economías menores y regiones menos desarrolladas; y apoyar el funcionamiento de la estructura institucional y el fortalecimiento del proceso de integración.

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