Argentina: una política exterior justicialista para el Siglo XXI

A un posible cambio de gobierno le sobrevendrá una necesaria reorientación de objetivos políticos para recuperar nuestra dignidad perdida por la imposición del recetario neoliberal que ha enfermado nuestras raíces del ser nacional.

Toda política es política exterior. Siguiendo las intuiciones estratégicas de Juan Domingo Perón, debemos definir el espacio, campo de maniobras y relaciones que nos tocará vivir entre Estados, de cara a la tercera década del Siglo XXI.

El mundo del siglo XXI se aparece como multipolar, o pluripolar, como definió Perón en el Modelo Argentino de 1974. La potencia hegemónica, Estados Unidos, lo es en términos militares, económicos y de hegemonía cultural. Será China, y en menor medida la Federación Rusa y la Unión Europea, quienes intentan disputar su primacía. Se asiste a la conformación de nuevos espacios regionales (Alianza del Pacífico) y otros en retroceso (UNASUR y ALBA), junto a otros grupos asentados décadas atrás (MERCOSUR), así como a países con un nuevo peso específico mundial propio: China, India, Rusia, Brasil y Sudáfrica. Y organismos como el Consejo de Seguridad, que cada vez le cuesta imponer una paz duradera a regiones en conflicto por los intereses contrapuestos de las potencias integrantes del grupo; o el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, quienes cada vez son menos representativos, máxime por los resultados de sus políticas monetarias impuestas a países donde el deterioro económico y social se agudizó, como en la actual Argentina.

Ninguna nación tiene posibilidades de desarrollo si no dispone de un conocimiento adecuado de las relaciones actuales de poder en el mundo y el lugar que le corresponde o que le puede convenir a sus intereses en ese campo de relaciones de fuerza. La Argentina debe dejar de pensar su política exterior y de inserción internacional en los viejos parámetros de alineamiento automático con Estados Unidos y con Europa Occidental. No puede tener sólo una construcción de inserción en el Atlántico. Debe comenzar en serio a definirse como una Nación Bicontinental –americana y antártica–, una nación marítima y del hemisferio sur que debe buscar, primero, la vinculación con los estados suramericanos y luego con el resto. La Cuenca del Plata como espacio geoestratégico es fundamental pero insuficiente: debemos pensar en Suramérica como unidad, tratando de extender nuestros intereses y negociaciones con Centroamérica y las naciones del Caribe.

La óptica Norte-Sur debe ser superada con una nueva inserción internacional más realista e inteligente, que supere la relación desigual y dependiente del mundo organizado. La Argentina debe profundizar aún más su participación en los grupos internacionales surgidos en la lógica de los países no alineados –como el grupo de los 77 más China– y también del BRICS, que nuclea a las nuevas potencias económicas China, Brasil, Rusia, India y Sudáfrica. Los países del BRICS suman casi el 25% del Producto Bruto mundial, tienen alrededor del 43% de la población del planeta y el 20% de toda la inversión mundial. Esto los hace atractivos como ámbito de negociación regional, pues son mercados que demandan insumos estratégicos, alimentos y bienes industriales. Otro aspecto importante del BRICS es la búsqueda de inversiones en otros países o espacios económicos emergentes.

La integración latinoamericana debe abandonar utópicas declamaciones para lograr ser una “realidad efectiva” –y necesidad imperiosa–, principalmente con Brasil. Nuestro principal socio comercial debe contar con nuestra amplia colaboración, hasta el punto de imponerla inteligentemente por más que haya sectores en Brasilia que no vean la necesidad de sumarnos ya que su propia impronta podría hacerles ver que podríamos sobrar. Lo mismo desde Buenos Aires: que sientan que las políticas de Itamaraty nos superan y nos repleguemos a acciones de corto alcance y poco rendimiento efectivo como, sin desmerecer, vender limones a los Estados Unidos. Hoy Brasil, con su actual cambio político, puede ofrecer grandes ventajas a nuestro país, ya que negociando en bloque puede contribuir a ser una “cara amable y racional” para países como Rusia, China y el mundo árabe, frente a la posición brasileña de alineamiento –Bolsonaro mediante– a Estados Unidos, Israel e Italia, mientras que profundiza su crítica al régimen chino y a países comunistas o musulmanes por cuestiones ideológicas.

También será importante replantearnos la relación con los países que conforman la Alianza del Pacífico, en especial Chile y Perú, por nuestra cercanía geográfica y lo vital de sus puertos para que nuestros productos crucen hacia Oceanía y el Oriente. El Medio Oriente y los países de la ex Unión Soviética, así como las naciones africanas, son mercados potenciales que deben ser trabajados en conjunto con Brasil y el Mercosur.

Estados Unidos, en tanto potencia continental, a pesar de su política aislacionista en temas económicos y comerciales debe encontrarnos fortalecidos en bloque, ya que su elección natural es Brasil y Chile como socios. De todas formas, no es el ataque ni la diatriba lo que los acercará, ni el deponer nuestras banderas soberanas, sino el brindar oportunidades de relaciones fructíferas sin resignar nuestra dignidad nacional. Igualmente se aplica este análisis con el Reino Unido, más teniendo a nuestro favor su crisis política con relación a su permanencia o no en el espacio “europeo”. Negociando con empresas británicas a costa de nuestra soberanía no traerá dividendos ni soluciones.

Insistir con el MERCOSUR es la mejor opción, pues es nuestro espacio de integración más cercano: conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay –con la perspectiva de inclusión de Ecuador y Bolivia, y la separación forzada de Venezuela– es un espacio de integración de más de 250 millones de habitantes y quizás el quinto Producto Bruto Interno entre espacios económicos regionales del mundo. Tiene ventajas que no sabe o no puede aprovechar por desigualdades estructurales en cada nación, ya que si bien tiene la potencialidad de autoabastecerse de alimentos y energía, y aun exportar ambos rubros. Además posee, en apariencia, nulas hipótesis de conflicto entre sus miembros, salvo por la presencia colonialista de Gran Bretaña en las Islas Malvinas y el futuro debate de nuestra soberanía antártica con Chile y el Reino Unido.

Una política activa desde el MERCOSUR será la creación de empresas binacionales, plurinacionales o multilatinas (Techint, Arcor, Bimbo, Camargo Correa, etcétera) en extracción de minerales como el litio, fundamental en materia de celulares y comunicaciones, antes de que sean las multinacionales de siempre las que extraigan toda la riqueza de nuestros suelos y profundidades.

Nuestros objetivos nacionales, según mi perspectiva, se podrían resumir en:

  1. Repensarnos como Nación ante un mundo multipolar, desde una perspectiva justicialista de “respeto de la soberanía de los Estados, autodeterminación de los pueblos y el pluralismo ideológico”, siguiendo a Juan Domingo Perón.
  2. Tercera Posición y Patria Grande son conceptos irrenunciables, así como la integridad territorial, en base a la reivindicación de nuestra soberanía en Malvinas y la Antártida.
  3. Defender nuestros recursos naturales: abastecimiento de agua potable y energía: petróleo, biomasa, hidroelectricidad, energía eólica, energía atómica, y nuevas formas de energía no contaminantes.
  4. Afincar un perfil industrialista, sin desdeñar el rol tradicional de productores agropecuarios, amén de lograr el desarrollo de la minería y el cultivo de soja sin contaminantes.
  5. Definir MERCOSUR como prioridad, afianzar la articulación con los países del BRICS y fomentar la relación con la Alianza del Pacífico.
  6. Definir segmentos estratégicos del comercio de exportación y núcleos de mercado con Estados Unidos y la Unión Europea.
  7. Consignar un papel activo del sector científico tecnológico, acompañando nuestro desarrollo económico y social “puertas adentro” y “fronteras afuera”.
  8. Replantear la educación, la cultura y la identidad propia, en base a nuevas demandas sociales, de cara a las próximas generaciones.
  9. Priorizar el rol de las fuerzas armadas y de las fuerzas de seguridad como agentes en comunión con su pueblo, en un contexto de paz y concordia, sin desdeñar su capacitación, financiamiento y aprovisionamiento.
  10. Cimentar, como señaló Perón, una “conducción de una política exterior auténticamente fundada en las grandes coincidencias nacionales, al servicio de nuestro pueblo, único protagonista y destinatario de la misma”.

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