Una reflexión sobre el resultado de las elecciones del 27 de octubre

El 27 de octubre, un frente liderado por el peronismo ganó las elecciones presidenciales en forma clara y contundente. Fue derrotado en las urnas el gobierno representante de valores e intereses antinacionales y antipopulares. Sin embargo, el porcentaje de votos cosechados por Mauricio Macri fue manipulado por sectores representados por ese candidato para tratar de disimular la derrota y minimizar nuestro triunfo, y generó cierta decepción en las filas propias. Tal vez la mayor diferencia obtenida en las PASO alimentó una expectativa demasiado grande, pero una vez más el árbol no debe taparnos el bosque. En este sentido, puede resultar útil repasar algunos antecedentes históricos para colocar en perspectiva la importancia del resultado electoral, con vistas a retomar desde el gobierno un proyecto que contenga los valores e intereses nacionales y populares.

En las elecciones presidenciales del 24 de febrero de 1946, cuando el peronismo compitió por primera vez en las urnas como expresión de una mayoría anhelante de vivir en una Patria Justa, Libre y Soberana, la Unión Democrática, representativa de los intereses y valores culturales opuestos, obtuvo casi el 43 por ciento de los votos. El General Perón se impuso con cerca del 53 por ciento, es decir, por diez puntos de diferencia. Unos años después, el 1 de noviembre de 1951, los partidos que habían conformado la Unión Democrática, ya entonces disgregados, alcanzaron casi el 34 por ciento de los sufragios, mayormente captados por el candidato de la Unión Cívica Radical, Ricardo Balbín, exponente del antiperonismo de la época. Un Perón consolidado en el poder, luego de más de cinco años de gestión a favor de la mayoría del pueblo, se consagró con el 63,4 por ciento.

Luego de dieciocho años de proscripción, el 11 de marzo de 1973, el candidato ungido por nuestro líder, Héctor Cámpora, triunfó con el 49,6 por ciento de los votos. Distintas fuerzas expresivas del antiperonismo, como la Unión Cívica Radical de Balbín, la Alianza Popular Federalista de Francisco Manrique, la Alianza Republicana Federal de Ezequiel Martínez y la Nueva Fuerza de Julio Chamizo, que se presentaron por separado, reunieron el 41 por ciento. Ese mismo año, el 23 de noviembre, se realizaron nuevas elecciones con Perón como candidato. Entre Balbín y Manrique obtuvieron más del 36 por ciento de los sufragios. El General, en el pináculo de su gloria y su liderazgo, se consagró presidente con casi el 62 por ciento.

El 14 de mayo de 1989, producto del adelantamiento de las elecciones por la debacle del gobierno de Raúl Alfonsín, un Eduardo Angeloz candidato del partido que había fracasado estrepitosamente en la gestión –dato relevante para la comparación con el resultado del 27 de octubre pasado–, con el lápiz rojo en la mano –como símbolo de políticas antipopulares–, llegó al 37 por ciento de los votos, mientras que otro exponente de esas políticas, Álvaro Alsogaray, superó el 7 por ciento. Entre los dos sumaron más del 44 por ciento. Carlos Menem, en nombre del salariazo y la revolución productiva –que luego no cumplió, vale recordar– reunió el 48,5 por ciento.

Por último, el 27 de abril de 2003, un Menem que ya todos sabíamos que representaba lo contrario al peronismo y un López Murphy reciclado de la vertiente más conservadora y antiperonista de la Unión Cívica Radical, sumaron entre sus respectivas candidaturas casi el 41 por ciento de los sufragios. El riojano, que ocupó el primer lugar, desistió de presentarse a la segunda vuelta donde debía enfrentar a Néstor Kirchner, que había obtenido poco más del 22 por ciento.

Como podemos ver en estos ejemplos de comicios realizados en distintos momentos de la historia argentina de los últimos 73 años, se repite, con las particularidades de cada caso, un alineamiento de los votantes en torno a dos expresiones de intereses y valores antagónicos. Cada quien puede ponerle el nombre que considere más adecuado a esta división de la sociedad –y a los dos términos de esta división– que ha ido mutando en sus formas, pero no en el fondo, que fue variando cuantitativamente sin alterar demasiado los posicionamientos estructurales. El desafío que tenemos nuevamente por delante es consolidar y ampliar desde el gobierno una mayoría con la fuerza suficiente para retomar el proyecto nacional y popular inconcluso.

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