Pensamiento Nacional y emancipación

Producidos los procesos de emancipación nacional en Nuestra América, y fracasado el proyecto sanmartiniano y bolivariano de la Patria Grande, emergen una veintena de patrias chicas que van a buscar su inserción al mercado internacional a partir de la producción de materias primas. En nuestro caso nacional, esa configuración de país dependiente –si bien anteriormente también hay proyectos en ese sentido– se dio sobre todo después de la Batalla de Caseros, y más aún luego del fatídico –para el campo nacional y la posibilidad de un proyecto antagónico– Pavón. Así, mientras en el Norte de América se avanza con un proyecto de cohesión y desarrollo, en Nuestro Sur se emprende el camino contrario: la balcanización y la condición semicolonial de los “nuevos países”, ahora más fortalecidos en sus fronteras. La Argentina, con Mitre a la cabeza, aparece como un caso paradigmático de conformación de una nación que solo tiene una independencia formal, pero una dependencia real.

Es el triunfo del proyecto de la oligarquía porteña, surgida plenamente como tal –antes tenemos una burguesía comercial anglocriolla, por un lado, y estancieros bonaerenses, por el otro– también luego de Caseros. Esa clase social que basa la construcción de su riqueza en la apropiación de una enorme renta agraria diferencial, y al igual que su antecesora –la burguesía comercial porteña, y más aún– no tiene una identidad nacional, sino que se siente extranjera en su país de nacimiento. Esa oligarquía piensa en términos coloniales y es quien se beneficia con el proyecto semicolonial.

De esto se desprende que esa clase social –que sobre todo a partir de la última dictadura cívico-militar va también a ligarse fuertemente a los negocios financieros– no tiene un interés nacional. Siempre entabla un proyecto de sumisión para beneficiarse y perpetuarse como clase. El desarrollo industrial es antagónico a su interés. Así, el país para pocos que contempla es agroexportador o ligado a la valorización financiera.

Es por esto último que en nuestro país la “alternancia democrática” –que antes se daba principalmente por medio de golpes de Estado– se revela traumática, ya que no es como en los países con la cuestión nacional resuelta, donde los distintos proyectos políticos –con sus matices, claro– “juegan” para el interés del país. Aunque en diversos momentos históricos los diferentes actores políticos pueden “jugar” dentro del orden semicolonial, sin discutirlo, todos parten de un mismo proyecto dependiente –con una discursividad de izquierda o de derecha, por decirlo de algún modo. Cabe mencionar que en la Argentina –como en el resto de las “patrias chicas”– esta clase social es parte del eslabón necesario para el desarrollo del proyecto imperial. Está de acuerdo con él y la beneficia enormemente, por lo que está dispuesta –y lo hizo reiteradamente– a derramar ríos de sangre con tal de que predomine su interés que, insistimos, no es el nacional, sino el imperialista.

En los países semicoloniales con una cuestión nacional a resolver, como la Argentina, pensar en nacional aparece como una tarea central e insoslayable para el análisis de la realidad nacional y para la posibilidad de configurar un movimiento nacional que avance en la emancipación de la Patria. De pensamientos enajenados de nuestra realidad sólo pueden surgir soluciones coloniales para los problemas propios, y sobre todo para el problema central, que es la dependencia. Tenemos afortunadamente en nuestro país un conjunto de ideas nacionales que sirven de brújula en las luchas del presente. El movimiento nacional ha construido un conjunto de ideas que, si bien no siguen –y en muchos casos debemos decir: afortunadamente– la lógica académica, son ideas con un alto nivel de coherencia, que consideramos han servido mucho más al desarrollo de las luchas del pueblo argentino por su emancipación que las toneladas de artículos académicos o papers, o en el formato que se quiera.

Vale entonces preguntarse por la pertinencia y la validez de este cúmulo de ideas que han sido útiles para la conformación de un proyecto nacional. Las demás, como parte del entramado de la cultura oficial-liberal, han servido más a los proyectos de sumisión y colonización que otra cosa. Es importante también pensar en el para qué de las ideas, y el para quién. Partiendo de estas ideas o preguntas es que consideramos y revalorizamos las ideas nacionales. La idea abstracta, sin aplicación a la realidad nacional –y, cuando la tiene, cumple un papel mayormente colonial–, es mero fetichismo intelectual. Las ideas nacionales son tales no por su origen geográfico, sino más bien por su correspondencia con las necesidades nacionales, que no son otras que las del pueblo argentino. Tienen validez teórica y pertinencia metodológica.

Negar la tradición nacional de nuestras ideas es una “ceguera intelectual” que parte de la idea de que lo de afuera –Europa y Estados Unidos, claro– es mejor y que lo propio no está a su altura. La validez de una idea debe medirse en su contexto, en tanto sea plausible aplicarla a la propia realidad. La matriz cultual iluminista adoptada por la clase dominante desde comienzos del siglo XIX en nuestro país ha sido parte de la conformación de una visión elitista y de un orden dependiente. La aplicación de ideas abstractas a una realidad concreta ha llevado incluso a grandes matanzas.

Hay muchos temas que incluso se repiten –y más de una vez son anteriores acá–, pero claro, ¡mejor si están escritos en inglés, francés o alemán! Ese es el criterio de validez que muchas veces se utiliza. Asimismo, las ideas cientificistas poco y nada han aportado a la lucha por la emancipación nacional –más bien al contrario. Difícil encontrar a alguien que haya muerto y ordenado su vida en base a esas ideas. En cambio, en el pensamiento nacional podemos encontrar muchos ejemplos, cuestión que no puede ser dejada de lado al momento de establecer su validez y pertinencia.

No pretendemos aquí negar otras tradiciones de pensamiento, pero sí ponerlas en tensión con las nacionales, tomando en cuenta la validez de las diferentes tradiciones y nutriéndonos de ellas. Lo que no se puede aceptar es la negación de todo el pensamiento nacional en base a prenociones y desconocimientos. No se puede aceptar la incorporación de los valores universales como absolutos, la adopción de lo ajeno en detrimento de lo propio.

El imperialismo penetra en los países oprimidos no sólo a través de su estructura económica, sino también culturalmente: actúa disolviendo los márgenes de la comunidad nacional, y al fin y al cabo impide la conformación de una conciencia nacional. De ahí que el pensamiento nacional “ponga sobre la mesa” la dependencia y la discuta fuertemente. La cuestión nacional aparece en el centro de la discusión en países como el nuestro. Es necesario discutir la estructura económica dependiente, y más aún hoy, en plena expansión inusitada del capital transnacional en detrimento de las soberanías nacionales y la dignidad de los pueblos. Sin su ruptura se revela imposible avanzar en la implementación de un proyecto nacional ligado a los sectores populares.

Asimismo, de esto se desprende la revalorización de la cultura nacional. Pues en esta reivindicación de lo propio se encuentra también una obturación a la penetración imperial, y los rasgos distintivos de la fisonomía nacional. De la mano de la reivindicación cultural también estrechamos lazos con los países hermanos latinoamericanos, pues la tradición cultural es compartida entre nuestros pueblos. Es imperiosa la reconstrucción de nuestra historia cultural a partir de los abordajes de las problemáticas nacionales. Esta relectura es tomando a la cultura nacional como la cultura popular. Esta cultura en perspectiva histórica aparece como conciencia nacional en oposición al vasallaje y la expoliación.

Es evidente que hay ideas que sirven a la emancipación nacional y otras que son útiles a las ataduras coloniales. Mientras las clases dominantes y sus satélites medios se distancian del país, el pueblo se aferra a lo nacional. La colonización pedagógica penetra las conciencias estrechando los márgenes del pensamiento, rompiendo con el sentido común –como el sentido despojado de las ideas del aparato cultural–, por lo que es necesario animarse a pensar por uno mismo, romper con las enseñanzas, en tanto fueron aprendizajes contra nosotros mismos. Las ideas coloniales no nos dejan pensar. Es menester que dejen lugar a las nacionales. Se trata de crear caminos propios.

De esta forma, el campo político argentino no se divide en izquierdas y derechas. Basta un recorrido por nuestra historia para dar cuenta de que, si nos basamos en esa oposición, poco podemos entender de los procesos políticos en nuestro pasado y nuestro presente. Esas son aristas del país semicolonial. Lo que divide la política en nuestro país es lo nacional y lo colonial. Esos son los verdaderos dos proyectos políticos que se han enfrentado y se enfrentan en nuestra nación. La Nación y el Pueblo contra el imperialismo y la oligarquía.

La lectura de nuestro pasado se vincula directamente con el accionar político. Es por ello que se hace necesario revisar la historia desde una perspectiva popular y latinoamericana. La reivindicación y el rescate de la tradición profunda de nuestro pueblo, del federalismo, de la Patria Grande, contra los proyectos de las minorías oligárquicas y el imperialismo. La falsificación de la historia es nodal en la colonización pedagógica, por eso la necesidad de rescatar acontecimientos negados, personajes silenciados, y también mirar los mismos sucesos y personajes, desembarazándonos de la óptica liberal que los ha tergiversado o abordado desde sus propios intereses.

La revisión del pasado servirá para la reconstrucción del tejido social, para el entrelazamiento entre lo individual y lo colectivo, con nuestra identidad. En fin, la revisión de la historia para cimentar una conciencia nacional. El revisionismo histórico es una necesidad y una herramienta política de los pueblos que luchan por su emancipación. Por eso no es casual que los “profetas del odio” hablen del fin de la historia, de mirar adelante dejando de lado el pasado.

Aunque pensemos solamente en la práctica política sin teoría, hay una visión del mundo y de la política y negadora del pasado que también termina teniendo repercusión en nuestra acción política. Consideramos asimismo la complementación de la teoría y la práctica. La teoría sin práctica es mero discurrir intelectual, y la práctica sin teoría conlleva errores –y repetición de los mismos– estratégicos y burocratización.

Es necesario romper con la supuesta “objetividad” en las ciencias sociales –que sólo existe en la cabeza de algún academicista o de alguien que pretende esconder sus intereses políticos detrás de la neutralidad valorativa– “buceando” en nuestras tradiciones culturales e indagando en aquellos pensadores y pensadoras que han sido catalogados fuera de la ciencia. Hay una estrecha relación entre la política y la ciencia, aunque algunos lo nieguen por conveniencia. El pensamiento nacional pone por delante la política. Es la primacía de la política, la revalorización en las ciencias sociales en relación a un proyecto nacional, a la transformación de nuestra realidad nacional y social.

Quitarse las anteojeras y pensar en nacional es entonces la tarea de la hora. Pensar en nacional no sólo es una herramienta de análisis, sino que se vincula estrechamente con la acción política. La respuesta a la penetración del modelo oligárquico-imperialista es la conformación del nacionalismo popular que se presenta –en general– como grandes frentes nacionales. La tradición frentista recorre la historia profunda de Nuestra América. Se trata de aunar a todos los sectores enfrentados en mayor o menor medida al imperialismo para romper el orden semicolonial. La conciencia histórica cuando es nacional se vuelve conciencia política para avanzar en la emancipación nacional. Así compartimos la exhortación de Manuel Ugarte: “ha llegado el momento de recapacitar. Hasta ahora hemos hecho lo que convenía a los extraños. Hemos sido lo que otros querían. Empecemos a ser y a pensar de acuerdo a nuestras necesidades”.

Share this content:

Deja una respuesta