Diez notas para la construcción de un debate público

  1. ¿Qué es el neoliberalismo? Jorge Alemán lo define como “una construcción positiva, que se apropia, no solo del orden del Estado, sino que es un permanente productor de reglas institucionales, jurídicas y normativas, que dan forma a un nuevo tipo de racionalidad dominante”. Ubicamos al orden del Estado en las instituciones que tradicionalmente funcionaron y funcionan como dispositivos clásicos de poder y control social: educación, fuerzas de seguridad, legislación, otros códigos deontológicos, justicia, academia, etcétera.
  2. ¿Quién lo ejerce? El ejercicio del discurso neoliberal se encuentra en manos del poder fáctico: hoy está compuesto por los propietarios de los medios de producción, el capital financiero y los medios de comunicación. Es decir, son los integrantes del poder fáctico quienes hablan a través de los dispositivos de poder. Y al hablar construyen una realidad económica, social, política, cultural y subjetiva.
  3. El discurso neoliberal tiene como objetivo la preservación de los intereses del mercado, independientemente de toda frontera y por sobre cualquier individuo. Es en este punto donde el neoliberalismo requiere que el Estado, como función, esté lo más ausente posible. Para esto, se sirve de herramientas como el lawfare y otras tantas que existen, pero aún no las hemos nombrado.
  4. Tomando el punto anterior, es entonces del Estado desde donde se deben construir los mecanismos que limiten a la mano invisible del mercado y sus efectos destructivos sobre las sociedades, los cuerpos y el medio ambiente. Pero el Estado no tiene la capacidad necesaria para realizarlo por sí solo.
  5. Requiere sociedades colectivamente enlazadas, con objetivos acordados y pactados. Movimientos de raíz comunitaria y que hagan eco de su entramado histórico, con memoria. En nuestro país, y particularmente en nuestro movimiento, podemos ubicar principios como horizonte: una patria políticamente libre, socialmente justa y económicamente soberana.
  6. Una vez que sepamos hacia dónde queremos ir, podemos acordar por qué caminos transitar.
  7. La metodología debe estar a la altura de la época. Con esto me refiero a que los pueblos y sus conductores deben utilizar las herramientas existentes en la actualidad que poseen todo el potencial necesario para construir la patria que deseamos. El trabajo se realiza en todos los niveles y sectores: en los movimientos sociales, en las universidades, en las escuelas, en las agrupaciones, en los ministerios y en los barrios.
  8. Se requiere un mínimo de acuerdo sobre la agenda de discusión política. Es necesario rediseñar cómo se da el debate público y pautar reglas de juego claras. Recordemos el detabe en el Congreso de la Interrupción Voluntaria del Embarazo: en 2018 se escucharon opiniones basadas en creencias personales dignas de la edad media, pero en 2020 en el debate –si bien no estuvo exento de posturas morales y religiosas– se visibilizó un ordenamiento en la modalidad del trabajo legislativo. Si bien el tema no fue tratado plenamente desde la salud pública, podríamos ubicar un progreso en el tratamiento.
  9. Propongo evitar falacias y falsas dicotomías. No son ellos los malos y nosotros los buenos. No podemos sostener la identidad en la oposición. Podemos exigirnos rigurosidad argumentativa y alojar la diferencia del lazo social. “Volver para ser mejores” tiene un poco de esto.
  10. Debemos reencontrarnos con categorías superadoras de cualquier discurso individualista: el humor y la ternura.

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