Padre Carlos Mugica: un hombre de ideas que actuaba

El pasado 7 de octubre habría sido el cumpleaños del Padre Carlos Mugica, nacido en Buenos Aires en el año 1930. Esta nota no tiene por motivo realizar una biografía suya –bastante conocida, por cierto–, sino más bien indicar las fuentes de inspiración que motivaron muchas de sus acciones y opiniones. En otras palabras, la idea es explicar que este mártir de la Iglesia y del pueblo argentino se acercó a posturas tercermundistas, no solo inspirado en los conceptos de justicia social o caridad cristiana, sino también en un profundo estudio de muchas de las lecturas de su época y anteriores, especialmente las surgidas a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. Esta breve reseña nos debería bastar para saber que estuvimos cerca de un hombre muy formado, convencido emotiva e intelectualmente de lo que decía y de lo que hacía.

En el ámbito europeo, se puede decir que el Padre Mugica inspiró su tarea docente y pastoral especialmente en los escritos de cuatro autores: Teilhard de Chardin, Emmanuel Maunier, Ives Congar y Michel Quoist. Del jesuita Teilhard de Chardin el Padre Mugica tomó la idea de que con la evolución aparece la noción de tiempo, y que ésta lleva al desarrollo de todos los seres vivientes. Dicho proceso, en el caso del hombre, involucra también sus ideas, es decir toda la realidad –tanto material como espiritual– que lleva una complejidad creciente, camino por el cual el hombre va haciéndose cada vez más hombre. Por eso, para el Padre Mugica luchar por su liberación es una obligación moral y espiritual de la Iglesia Católica. No hacerlo contradice al Evangelio.

De Emmanuel Mounier –siguiendo la línea de lo anterior– el Padre Mugica tomó el concepto de que para liberar a los oprimidos lo que hay que hacer es romper con el medio, con la cultura dominante que nos lleva a valores contrarios al Evangelio. Por eso Mugica planteó y practicó la idea del testimonio cristiano, el cual fue desde sus orígenes una idea derivada de las Sagradas Escrituras, esta vez como pensamiento, pero también como acción. De ahí las declaraciones permanentes del Padre Mugica, quien enunciaba que si la muerte se le cruzaba en el camino sería una consecuencia del testimonio de su fe cristiana: como decía Mounier, nuestras acciones deben estar destinadas al testimonio y nunca al éxito personal.

De Yves Congar, sacerdote dominico discípulo del filósofo cristiano Jacques Maritain, Mugica tomó su concepción acerca de las jerarquías eclesiáticas. En tal sentido, luchó siempre para que se reconociera que sólo la gracia de Dios es la que hace santa a la Iglesia, y que ello no santifica indirectamente a las jerarquías católicas: la obediencia es una virtud en la medida que las autoridades de la Iglesia cumplan con los preceptos y los mandatos cristianos. No puede ni debe haber una obediencia estricta y pasiva de los sacerdotes ni de los fieles. Por ello, siguiendo las enseñanzas de Congar, la Iglesia debe asimilar los valores humanos, aceptando la diversidad cultural del mundo. Por supuesto, estos conceptos se dan de patadas con el viejo tomismo desarrollado y profundizado por siglos a través de los distintos papas. Congar –y por supuesto Mugica– hacen hincapié en que la liberación del hombre no es sólo una tarea de los sacerdotes, y por ello se debe incrementar y profundizar el rol de los laicos en tareas sociales y en el apoyo a la pastoral de la Iglesia.

Finalmente, y hablando de la pastoral cristiana, Mugica puso en práctica los criterios del padre Michel Quoist, el cual en sus “Oraciones para rezar en la calle” decía que los sujetos de las súplicas no podían ser idealizaciones, sino hombres concretos de carne y hueso: por ejemplo, un hombre abandonado por su mujer, un alcohólico en la calle, un delincuente o un esclavo. No hace falta recordar el trabajo de Mugica en las Villas Miseria y sus oraciones específicas. Seguramente la más conocida es “Meditación en la Villa”.

Esta breve reseña también involucra fuentes americanas. Quizás las principales hayan sido las de monseñor Helder Cámara, y algunos textos de Ernesto Che Guevara y de Camilo Torres. Obviamente, del primero comparte las lecturas europeas comentadas más arriba, pero además la idea de Cámara de oponerse al foquismo, ya que representaba un mesianismo que no respetaba los tiempos de los pueblos: eran decisiones de arriba que no permitían acompañar los procesos sociales que siempre están en manos de los pueblos. La Iglesia, en tal sentido, debía acompañar los justos reclamos sociales y apoyar las iniciativas del pueblo para su liberación, pero de ninguna manera permitir o practicar la lucha armada de pequeños grupos. En cambio, el Padre Mugica siempre asimiló a Camilo Torres y Ernesto Guevara con Jesucristo, ya que –salvando las distancias– los tres habían sido grandes idealistas que dieron testimonio de sus ideas y practicaron desde distintos espacios la ética y la solidaridad para el bien común. Para el padre Mugica –más allá de las banderías sectoriales– Camilo Torres y Ernesto Guevara eran fiel testimonio de lo que debe ser un hombre que lucha por la liberación de sí mismo y de sus semejantes.

El Padre Carlos Mugica fue un hombre coherente, producto de su época, un pastor, el primer cura villero, quien puso en ejecución un pensamiento teológico nuevo que venía –con todas las ingenuidades del caso– a tratar de liberar al hombre. Su opción por el peronismo cobraba sentido por todo lo dicho más arriba. Por sus ideas –creemos– fue asesinado. No fue la interna del peronismo de su época la que lo mató. Quizás ella haya sido el medio. Fueron sus ideas corrosivas para la época y su compromiso de pastor los que lo llevaron al martirio. ¿Se habrá entendido su mensaje?

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