Evita, “irrecuperablemente” peronista

¡Menos mal! Evita era “irrecuperablemente” peronista. Me enteré por La Izquierda Diario.

Hace un par de años, conversando con una joven compañera jujeña, se me llenó la cabeza de dudas. Puteaba tanto a Perón diciendo que era facho, creador de la Triple A y todo ese discurso tan difundido, que en un momento le pregunté: ¿si vos puteás tanto a Perón, desde dónde te sentís peronista? Su respuesta fue: “de Evita, yo soy peronista de Evita”.

En verdad, no es el único caso que conozco. Existe una construcción imaginaria de un peronismo de pureza revolucionaria, no contaminado con militares –como el general Perón y otros– ni con sindicalistas morochos de dudoso aspecto, ni con pensamientos cristianos –aunque los predique un Papa– ni de toda esa confusa fauna peronista.

Pero el peronismo tiene 75 años de historia: tres cuartos de siglo. Por aquí han pasado todos, los mártires, los héroes, los buenos, los más o menos, y algunos francamente malos. Pero al final quedan los balances. Y en los balances históricos, el peronismo es la única fuerza nacional y popular munida de una doctrina futurista que es capaz de cuestionar la hegemonía del capital concentrado internacional.

A pesar de los pesares, sigue siendo una gran fuerza política con un enorme arraigo popular, por eso algunos buscan apropiarse de sus mitos, de sus símbolos y de parte de su historia. En este intento de apropiación, desde el progresismo, desde la izquierda e incluso desde algún “republicanismo”, toman la imagen de Evita, la separan de Perón y el peronismo, y la reinventan como bandera de un nuevo cóctel político.

Es tan fuerte y ruidoso ese discurso que finalmente uno duda. ¿Será que en realidad Evita había leído a Marx –o a Marta Harnecker– y en 1945 se proponía crear el partido de la vanguardia revolucionaria que condujera al proletariado hacia la revolución socialista? ¿Será que el mensaje subliminal de La Razón de mi Vida era ese y no lo vi?

Bueno, navegando en estas confusiones en las que solemos caer los creyentes, encontré en las páginas de La Izquierda Diario la respuesta a mi crisis de fe: según ellos, Evita era profunda e incurablemente peronista de Perón. La nota lleva por título: “Hace cien años nacía Eva Perón, una figura controvertida”. La frase “figura controvertida” me motivó a leerla. La firma Soledad Domenichetti, quien confiesa que su abuelo materno el día que murió Evita “descorchó una sidra para festejar” y que su abuela paterna “no paraba de llorar”. No aclara cómo estaba planteada la lucha de clases en esa familia.

Veamos la línea que baja el diario del partido. Dice Soledad: “Hay que tener en cuenta que los primeros años del gobierno peronista se correspondieron con un período de bonanza económica excepcional en los años de la inmediata posguerra, lo que explica las posibilidades de brindar importantes concesiones a la clase trabajadora; a cambio de la subordinación del movimiento obrero y sus organizaciones al Estado. Y, a su vez, ayudaron a construir el mito de Evita como ‘abanderada de los pobres’”. Anotemos: el peronismo dio importantes concesiones a la clase obrera “a cambio de la subordinación del movimiento obrero y sus organizaciones al Estado” y eso ayudó a construir el mito de la “abanderada de los pobres”.

“En 1948, se creó la Fundación Eva Perón (…) que se ocupó de brindar derechos elementales que debía garantizar el Estado, intentando desligar en la conciencia de los trabajadores sus luchas de la obtención de estos derechos. De esta forma el papel de Eva le permitía al régimen peronista simbolizar el protagonismo de los trabajadores y el pueblo pobre acompañando al proyecto burgués de Perón, perdiendo de esta forma su independencia política”. Anotemos: el papel de Evita era “brindar derechos elementales” y “simbolizar el protagonismo de los trabajadores (…) acompañando al proyecto burgués de Perón”.

“El 9 de septiembre de 1947 finalmente se sancionó la Ley de Sufragio Femenino. (…) La discusión dentro del peronismo era sobre cómo atender a esa realidad insoslayable, pero intentando que esa incorporación de las mujeres a la vida electoral fuera controlada: de ahí la conformación del Partido Peronista Femenino. La campaña por el voto femenino comenzó en enero de 1947 con una serie de discursos que pronunció Eva (…) y fue uno de los ejes que le sirvió para la construcción de su liderazgo. Al colocarse al frente de la campaña, capitalizó toda una historia de luchas infructuosas de grupos feministas y sufragistas de las últimas décadas. (…) Es por esto que ha quedado en el imaginario que fue Eva Perón quién otorgó el derecho al voto. El peronismo aprovechó la lucha de décadas que las mujeres traían consigo, sumándose de manera tardía a la pelea por el voto femenino”. Anotemos: Evita hizo mera demagogia –o populismo, lo llamarían ahora. Se apropió de las sufridas e infructuosas luchas “de los grupos feministas y sufragistas”. Es que el peronismo suele hacer esas maldades: apropiarse de infructuosas luchas de la izquierda y darle nuevos derechos al pueblo.

Se pregunta Soledad: “¿Evita feminista?”. “Hoy, en tiempos de marea verde, para algunos sectores Evita parece haberse transformado en un ícono feminista. ¿Lo es realmente?”. “La concepción de Eva (y con ella la del peronismo) sobre el rol de la mujer está desarrollada en la tercera parte de La razón de mi vida. Uno de los aspectos que más se destacan es sobre la cuestión de las mujeres y el hogar. Ese lugar, al tiempo que es tradicional y conservador, también se renueva. Pero esa renovación se hace en clave de revalorizar el lugar de mujer-esposa-madre, reforzando los estereotipos femeninos. Decía Eva: ‘El problema de la mujer es siempre en todas partes el hondo y fundamental problema del hogar. Es su gran destino. Su irremediable destino’. El peronismo les planteó a las mujeres que el mundo necesitaba ‘más hogares unidos y felices’”. Sonamos. Según nos cuenta Soledad, Evita tampoco era feminista.

Por si alguno insiste en considerar a Evita como la Fidel Castro en versión mujer, Soledad nos aclara: “La construcción del mito en relación a su personalidad y su rol como protectora y abanderada de los más pobres no escapó a las intencionalidades políticas del momento. Su figura ayudó a forjar la idea de que los trabajadores y sectores populares tienen que seguir líderes buenos y salvadores, en lugar de tomar en sus manos su propio destino y convertirse ellos mismos en sujetos de transformación real”. Anotación final: “Su figura ayudó a forjar la idea de que los trabajadores y sectores populares tienen que seguir líderes buenos y salvadores”. Líder bueno y salvador… no debe ser otro que el mismísimo Juan Domingo Perón.

Bueno, siempre pensé que no hay una Evita diferente al pensamiento y a la acción de Perón. Mucho menos una Evita contradictoria con Perón. O una Evita del látigo, que manipula a un Perón medio sumiso, como la pintó alguna olvidable película argentina. La lectura de la nota de La Izquierda Diario no hace más que confirmar mi presunción. Son trotskistas consecuentes: critican desde su visión al peronismo, y no separan a Evita de Perón y el peronismo. La hacen cómplice. En esto coincido absolutamente. Evita fue y es una parte inescindible del peronismo. Acompañó desde el primero al último de sus días un único proyecto, el mismo de Perón.

Para terminar, voy a citar palabras del compañero escritor Carlos Caramello: “La progresía globalizada ha hecho ingentes esfuerzos por apropiarse de Eva. Desarraigándola de su amor por Juan Perón, que era como su Patria. (…) Eva Perón, para mí, nace como Necesidad, vive como Pasión y se proyecta como Certeza. Pero, para comprenderlo, hay que tener un corazón peronista. Las cabecitas progres perfumadas, seguramente seguirán con su intento de apropiarse del mito, pero sólo su Pueblo, el Pueblo de Eva Perón, estará habilitado a llevar su nombre como bandera a la Victoria”.

 

Aldo Duzdevich es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad: Los montoneros que se quedaron con Perón.

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