Arco y flecha: justicia social para la unión nacional

“Esa disertación del 10 de junio fue histórica por las reacciones que desató, entre los jugadores locales y los visitantes. Un desconocido y atrevido coronel de la periferia desafiaba al poder imperial robándole ideas a la cultura centroeuropea no liberal. El liberalismo tradicional, la oligarquía expresada por la gran prensa y el profesionalismo militar se escandalizaron. ¿De dónde habría salido ese coronel que utilizaba parábolas en su prédica y definía cosas como estas? ‘Un país en lucha puede representarse por un arco con su correspondiente flecha, tendido al límite máximo que permite la resistencia de su cuerda y la elasticidad de su madera y apuntando hacia un solo objetivo: ganar la guerra. Sus fuerzas armadas están representadas por la piedra o el metal que constituye la punta de la flecha, pero el resto de ésta, la cuerda y el arco, son la nación toda, hasta la última expresión de su energía y poderío’. Sobre esta base, el coronel asentó otras dos nociones de rigor: la justicia social y la unión nacional, posible verdaderamente si la primera fuese una realidad” (Fermín Chávez, La conciencia nacional).

 

Génesis

En 1883, el entonces mayor en el Estado Mayor del ejército alemán, barón Colmar von der Goltz, publicó un texto sobre organización de ejércitos y conducción de guerra. Lo tituló La Nación en Armas. El autor partió a Turquía, tras dar a conocer este libro. Allí permaneció trece años, impulsando la reorganización de la estructura bélica otomana. Tras su retorno a Alemania le fue confiado el comando de la Quinta División de Infantería en Fráncfort del Óder. Posteriormente se desempeñó como comandante del Cuerpo de Ingenieros y Zapadores-Pontoneros e inspector general de Fortalezas (1898); comandante del I Cuerpo de Ejército (1902); e inspector general de la Sexta Inspección de Ejército (1907). En las maniobras imperiales de 1911 fue designado comandante de una agrupación de ejército. Allí consiguió obtener con fuerzas inferiores un éxito por doble envolvimiento. Hacia 1913, tras ser ascendido a mariscal de campo, se le otorgó el retiro, después de 52 años de servicio. Luego del estallido de la Primera Guerra Mundial se reintegró a la actividad militar. Cumplió funciones en Bélgica, Turquía y en la Mesopotamia asiática. En abril de 1916 murió a causa de tifus exantemático en Bagdad (von Mudra, 1927).

Hacia 1927 se editó en Argentina una versión en castellano, que se presentó al lector como la sexta edición de la obra antigua y simultáneamente primera edición de la nueva redacción, en base a las experiencias de la Guerra Mundial: una adaptación de dos tomos del libro, a cargo del hijo del autor, el coronel Federico von der Goltz.

El capitán Juan Domingo Perón se había incorporado en 1926 a la Escuela Superior de Guerra de la que saldría como oficial del Estado Mayor. La cátedra de Historia Militar se encontraba entonces a cargo del general Rottjer, que lo incorporó a ella, brindándole la posibilidad de ejercer una ayudantía que luego lo catapultó a la titularidad de la asignatura, reemplazando a su mentor (Pavón Pereyra, 1993). En ese contexto llegó a sus manos el libro de von der Goltz. La definición de “Nación en Armas” le permitió al joven oficial comprender no solo el concepto de guerra moderna, en un momento en que el Ejército Argentino apuntaba a consolidar su profesionalismo, sino a vislumbrar un análisis integral de la realidad socioeconómica argentina. No estoy planteando resumir el ideario del futuro líder justicialista a la impronta de un solo autor. Me interesa situar la incidencia de su lectura en futuros planteos y alocuciones que se desarrollarán tomándolo como una fuente de importancia medular.

 

La Nación en Armas

El análisis de von der Goltz comienza con una historia de los conflictos bélicos. Entre 1792 y 1914 la cronología de la guerra forma un conjunto uniforme, al que imprime su sello el concepto de ejército formado por la nación entera y la conducción que busca la decisión por acciones rápidas y potentes, tal como Napoleón las realizó por primera vez a fines del siglo XVIII. La “Gran Guerra” de 1914 implicó el inicio de un nuevo período que tuvo un asomo inicial en la confrontación ruso-japonesa (1904-1905). Los gobiernos empezaron a apoyarse en la suma de las fuerzas existentes en sus pueblos. La era anterior a 1914 creó –no solo en el terreno político, sino también en el sentido económico, cultural y social– las condiciones previas para la producción de nuevos fenómenos en la naturaleza de la guerra. El progreso de la técnica y la industria, con el consiguiente aumento del bienestar y de la población en numerosos países del nuevo y el viejo mundo, y la necesidad de obtener víveres en el extranjero a cambio de productos industriales, crearon aquella densa red que el comercio y el tráfico mundial habían tejido alrededor del planeta. De esa manera se entrelazaron entre sí los destinos de las naciones de una manera hasta entonces no sospechada (von der Goltz, 1927). El prusiano manifiesta que un pueblo no es una entidad rígida e inalterable: el movimiento es una constante en su desenvolvimiento, adoptando según las circunstancias líneas ascendentes o descendentes. En el primer caso, crecerán sus aspiraciones económicas o territoriales a expensas de vecinos o rivales; en el segundo, no cederá espacio o riqueza graciosamente, pese a su visible debilidad. Por consiguiente, es menester que en todo momento se encuentre preparado para la defensa de sus bienes, es decir, suficientemente armado para la guerra.

En el porvenir las guerras serían completamente de incumbencia de las naciones. Todo sujeto, por opuesto que sea a los arrestos bélicos, sentiría el deber de dedicarse a ellas tan pronto como esté en juego la victoria o la derrota de la patria. La clave era el encadenamiento completo de la vida militar con la vida nacional, de modo que la primera perturbara lo menos posible a la segunda y que, por otra parte, todos los medios de la última hallaran su expresión en la primera. El servicio obligatorio general significaría, desde su adopción, que los hombres no se alejan completamente, sino sólo en forma pasajera, de su trabajo y, sin embargo, todos los hombres sanos resultan disponibles para el ejército en caso de guerra. El ejército imperial de 1914 pudo recibir en la movilización el poderoso incremento de sujetos aptos ya instruidos, siendo el marco del mejor y más aguerrido ejército que había visto el mundo. Era la nación en armas alemana, con la limitación de que no era su expresión total, a causa –según von der Goltz– de no haber aplicado, sino en forma incompleta, el servicio militar obligatorio general (von der Goltz, 1927).

 

Apuntes de Historia Militar

En 1932 el mayor Perón publica el volumen Apuntes de Historia Militar. De acuerdo con lo expresado por el historiador estadounidense Joseph Page (1984), es un escrito especialmente preparado para el curso de Historia Militar que dictaba en la Escuela Superior de Guerra, en el que expone el tema “La Nación en Armas”. En el tercer capítulo del libro señalaba que era la teoría más moderna de la defensa nacional. “Hoy los pueblos disponen de su destino. Ellos labran su propia fortuna o su ruina. Es natural que ellos en su conjunto defiendan lo que cada uno por igual ama y le interesa defender de la patria y su patrimonio. Las luchas del presente son de pueblos contra pueblos, donde cada uno de sus componentes comparte por igual la gloria del éxito o soporta las desgracias de la derrota” (Perón, 1951: 139). “A la Nación en Armas corresponde la movilización y organización integral. Hoy la preparación para una guerra ha pasado a ser no sólo tarea de militares, sino de todos los habitantes, gobernantes y gobernados, militares y paisanos. Debemos aclarar que el concepto de la preparación integral del país comprende todas las actividades y fuerzas vivas de la nación, en el sentido de sus aspectos físicos, intelectuales, materiales, morales, etcétera” (Perón, 1951: 142). “En doctrina, resulta singularmente sencillo indicar el procedimiento: a) la política fija el objetivo político del país de acuerdo con las necesidades o aspiraciones del Estado. Pone a la diplomacia en acción para conseguirlo por todos los medios pacíficos. Previendo de que ello no sea posible, busca crear las mejores condiciones políticas para el caso de que el objetivo deba conseguirse por medios violentos. b) Demostrada la impotencia de la diplomacia y producida la crisis política, debe ser reemplazada aquella por la guerra, para el logro del objetivo. Como la política le ha creado las mejores condiciones, la guerra será de características ventajosas y el éxito del ejército dará al político y al Estado el objetivo previsto” (Perón, 1951: 145).

Piñeiro Iñíguez que Perón era un estudioso obsesivo de las contingencias propias de la Primera Guerra Mundial. Muchos de sus camaradas de armas lo consideraban el experto principal en los temas vinculados con esa conflagración. A partir de sus lecturas sobre el conflicto llegó a concluir que la industrialización era una tarea impostergable en función del desarrollo económico y la defensa nacional. Esta convicción se articulaba con el concepto bélico central que Perón adoptó con relación a la guerra moderna: la “Nación en armas”. Investigadores relacionados con corrientes historiográficas críticas del peronismo sostienen que sus ideas económicas se limitan a esta noción: si la confrontación moderna precisaba de la participación de todo el pueblo, era preciso contar con las necesidades satisfechas de ese pueblo para poder utilizarlo en caso de un conflicto armado. No es descartable que Perón haya comenzado su acercamiento a la problemática económica desde plataformas generalizadas, pero a partir de ellas sus ideas se irían transformando en conceptos de mayor complejidad y elaboración (Piñeiro Iñíguez, 2013: 454).

 

Cátedra de Defensa Nacional

Perón consideró al período 1930-1935 el más fértil de su vida intelectual y docente. Publicó varios trabajos: Moral Militar, Higiene Militar, la adaptación de un trabajo alemán sobre gimnasia y un estudio en la Revista Militar sobre las campañas del Alto Perú (1810-1814). En 1931 el Círculo Militar, en su Biblioteca del Oficial, editó El frente oriental en la Guerra Mundial. En diciembre de ese año Perón fue ascendido al grado de teniente. Los Apuntes de Historia Militar fueron lanzados al año siguiente, siendo reeditados en 1934. Entre 1933 y 1934 fueron publicados los dos tomos de La Guerra Ruso-Japonesa. Los almanaques del Ministerio de Agricultura correspondientes a los años 1935 y 1936 incluyeron un trabajo de investigación suyo referido a la Toponimia Patagónica de etimología araucana, luego publicada en forma de libro (Pavón Pereyra, 1993).

Su actividad académica en la Escuela Superior de Guerra le dejaba tiempo para fungir como ayudante del jefe de Estado Mayor y ayudante de campo del ministro de Guerra (1932-1936), el general Manuel Rodríguez, brazo ejecutor en el Ejército del presidente Agustín P. Justo. En diciembre de 1936 fue promovido a teniente coronel. Entre 1936 y 1938 fue agregado militar en la embajada argentina en Santiago de Chile. Tras un breve período de once meses en Argentina –durante el que enviudó por primera vez– cruzó el Atlántico con la misión de representar al país en Italia, permaneciendo en dicha nación y sirviendo en varias unidades alpinas entre 1939 y 1941. Fue testigo directo del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Retornó para ser designado profesor de una escuela de instrucción de montaña en la provincia de Mendoza. Ascendió a coronel el 31 de diciembre de 1941. El 18 de mayo de 1942 fue asignado a la inspección de tropas de montaña con sede en Buenos Aires, al mando del general Farrell, que fuera su superior en la región cuyana (Potash, 1971).

Según Fermín Chávez, en esta sede, estratégicamente ubicada frente al Jardín Botánico, comenzó a organizar el Grupo Obra de Unificación (GOU), clasificando a jefes y oficiales por sus tendencias y afinidades: decididos, dudosos, hablados dudosos, “cipayos”, no hablados. El GOU proponía “inculcar una única doctrina y animar al cuerpo de una absoluta unidad de acción”. La organización se activó en noviembre, tras el reemplazo del entonces ministro de Guerra Juan Tonazzi por el general Pedro Pablo Ramírez. Conformado en su mayoría por coroneles neutralistas y opositores a la hegemonía de Justo, algunos profesaban simpatías nacionalistas y otros se identificaban como radicales. Lejos se hallaban de una logia pronazi (Chávez, 2012).

Las muertes repentinas de Alvear y Justo entre fines de 1942 e inicios de 1943 provocaron un notable vacío de poder. En febrero, el presidente Castillo, un antiguo magistrado catamarqueño, conservador y neutralista, se definió por su mentor político, el empresario azucarero salteño Robustiano Patrón Costas, aliadófilo. El general Ramón Molina convenció a los radicales de la necesidad de presentar un candidato militar: el ministro Ramírez. El golpe estalló el día 4 de junio. Inicialmente comandado por el general Rawson, dos días después fue institucionalizado por el propio Ramírez (Chávez, 2012). El investigador alemán Peter Waldmann (1984: 228) da cuenta de los pormenores posteriores con precisión: “Los enfrentamientos fueron desencadenados por el golpe militar de junio de 1943, el cual, al alejar del poder a la élite tradicional, provocó una pugna entre los demás factores de poder, que se esforzaron por ocupar la posición vacante. El punto de partida de Perón no era particularmente favorable, comparado con otros oficiales que luchaban por el mismo adjetivo, pues su grado militar no era muy alto. Sin embargo, compensó esa desventaja muy pronto al destacarse como líder pragmático de los oficiales que habían intervenido en el golpe y ganar prestigio y poder por medio de una liga informal de oficiales, el GOU. Su energía, su habilidad y sus dotes oratorias le valieron además muchos adeptos entre la oficialidad joven y la protección de algunos de los jefes militares de mayor jerarquía e influencia. Con su ayuda fue eliminando a todos sus rivales y comenzó a acumular importantes funciones en el gobierno, de modo que, a mediados de 1944, un año después del golpe, era el líder político reconocido por las fuerzas armadas”. La victoria de Perón se produjo porque tenía objetivos políticos y un programa propio, distantes de la mera copia de regímenes extranjeros.

 

Significado de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar

El 10 de junio de 1944, en calidad de ministro de Guerra, Perón pronunció una conferencia en la inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. En dicha ocasión retomó como categoría central el concepto de “Nación en armas”. La alocución, titulada Significado de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar fue estructurada en torno a seis aspectos: a) el tema; b) la guerra, fenómeno social; c) si se quiere la paz, el mejor medio para conservarla es prepararse para la guerra; d) características fundamentales de la guerra; e) defensa nacional –objetivos políticos, acción de la diplomacia y conducción de la política externa, Fuerzas Armadas, acción política interna, acción industrial, acción comercial, acción económica, acción financiera–; f) conclusiones. A continuación, se transcriben fragmentos de su exposición en esos seis aspectos (Perón, 1944).

“Las dos palabras, Defensa Nacional, pueden hacer pensar a algunos espíritus que se trata de un problema cuyo planteo y solución interesan e incumben a las fuerzas armadas de una nación. La realidad es bien distinta. En su solución entran en juego todos sus habitantes; todas las energías, todas las riquezas, todas las industrias y producciones más diversas; todos los medios de transporte y vías de comunicación, etcétera, siendo las fuerzas armadas únicamente, como luego veremos en el curso de mi exposición, el instrumento de lucha de ese gran conjunto que constituye ‘la Nación en Armas’”.

“Los estadistas que actualmente dirigen la guerra de los principales países en lucha, ya sea bajo el signo del ‘Nuevo Orden’ o bajo la bandera de las ‘Naciones Unidas’, muestran a los ojos ansiosos de sus pueblos una felicidad futura basada en una ininterrumpida paz y cordialidad entre las naciones, y la promesa de una verdadera justicia social entre los Estados. Este espejismo no puede ser más que una esperanza para pueblos que, agotados en una larga y cruenta lucha, buscan en una esperanza de futura felicidad el aliciente necesario para realizar el último esfuerzo, en procura de un triunfo que asegure la existencia de sus respectivas naciones”.

“Las naciones del mundo pueden ser separadas en dos categorías: las satisfechas y las insatisfechas. Las primeras, todo lo poseen y nada necesitan… A las segundas, algo les falta para satisfacer sus necesidades… Las naciones satisfechas son fundamentalmente pacifistas, y no desean exponer a los azares de una guerra la felicidad que gozan. Las insatisfechas, si la política no les procura lo que necesitan o ambicionan, no temerán recurrir a la guerra para lograrlo. Tenemos así las naciones pacifistas y las naciones agresoras. Nuestro país, es evidente, se encuentra entre las primeras”.

“El concepto de la ‘Nación en Armas o guerra total’, emitido por el mariscal von der Goltz en 1883, es, en cierto modo, la teoría más moderna de la defensa nacional, por la cual las naciones buscan encauzar en la paz y encauzar en la guerra hasta la última fuerza viva del Estado, para conseguir su objetivo político. (…) Un país en lucha puede representarse un arco con su correspondiente flecha, tendido al límite máximo que permite la resistencia de su cuerda y la elasticidad de su madera y apuntando hacia un solo objetivo: ganar la guerra. Sus fuerzas armadas están representadas por la piedra o el metal que constituye la punta de la flecha: pero el resto de esta, la cuerda y el arco, son la Nación toda, hasta la última expresión de energía y poderío. Es también necesario que todas las inteligencias de la Nación, cada una en el aspecto que interesa a sus actividades, se esfuerce también en conocerla, estudiarla y comprenderla”.

“Nuestro país, como pocos otros en el mundo, puede ostentar objetivos políticos confesables y dignos. Sólo aspiramos a nuestro natural engrandecimiento mediante la explotación de nuestras riquezas, y a colocar el excedente de nuestra producción en los diversos mercados mundiales, para poder adquirir lo que necesitamos”.

“Así, nuestra diplomacia, que tiene ante sí una constante tarea que realizar estrechando cada vez más las relaciones políticas, económicas, comerciales, culturales y espirituales con los demás países del mundo, en particular con los continentes, y dentro de estos, con nuestros vecinos, cuenta como argumento para esgrimir, además de la hidalguía y munificencia ya tradicionales de nuestro espíritu, con el poder de nuestras fuerzas armadas, que debe ser aumentado en concordancia con su importancia, para asegurarles el respeto y la consideración que merecen en el concierto mundial y continental de naciones”.

“No creo equivocarme si expreso que durante mucho tiempo sólo han sido las instituciones armadas las que han experimentado las inquietudes que se derivan de la defensa nacional de nuestra Patria, y han tratado de solucionarlas, creando el mejor instrumento de lucha que han podido. Pero es indispensable, si no queremos vernos abocados a un posible desastre, que todo el resto de la Nación, sin excepción de ninguna especie, se prepare y juegue el rol que en ese sentido a cada uno le corresponde”.

“Es indudable que una gran obra social debe ser realizada en el país. Tenemos una excelente materia prima; pero para bien moldearla, es indispensable el esfuerzo común de todos los argentinos, desde los que ocupan las más altas magistraturas del país, hasta el más modesto ciudadano. La defensa nacional es así un argumento más que debe incitarnos para asegurar la felicidad de nuestro pueblo”.

“Durante mucho tiempo, nuestra producción y riqueza ha sido de carácter casi exclusivamente agropecuaria. (…) El obrero argentino, cuando se le ha dado la oportunidad para aprender, se ha revelado tanto o más capaz que el extranjero. La defensa nacional exige una poderosa industria propia, y no cualquiera, sino una industria pesada. Para ello es indudablemente necesaria una acción oficial del Estado, que solucione los problemas que yo he citado, y que proteja nuestras industrias, si es necesario. Al mismo tiempo, es necesario orientar la formación profesional de la juventud argentina”.

“Surge, como condición óptima, la necesidad de disponer de una numerosa flota mercante propia, y de una poderosa Marina que la defienda. Es necesario, luego, extender las previsiones al desarrollo del comercio interno, asegurando una distribución adecuada de los productos destinados a satisfacer el abastecimiento de las fuerzas armadas y de la población civil, evitando la especulación y el alza desmedida de precios. Las vías de comunicación (ferrocarriles y viales) y las fluviales deben ser orientadas por una sabia política”.

“El consumo de productos en un país en guerra asume cifras fantásticas, y es necesario estimular al máximo la producción de riquezas, a pesar de que la mano de obra, la maquinaria y los útiles, las fuentes de energía y los medios de transporte, se encuentran ya exigidos al máximo”.

“Conocido es el aforismo atribuido a Napoleón: ‘El dinero hace la guerra’ y el de von der Goltz: ‘Para hacer la guerra se necesita dinero, dinero y más dinero’. En el establecimiento de las inversiones habrá que realizar la administración más severa y estricta”.

“La Guerra es un fenómeno social inevitable. Las naciones llamadas pacifistas, como es eminentemente la nuestra, si quieren la paz, deben prepararse para la guerra. La Defensa Nacional es un problema integral”.

Señala Waldmann (1984) que, en las dos iniciativas políticas más importantes de Perón –según su opinión–, las medidas de protección a la industria nacional y la legislación social, desempeñaron un papel esencial las consideraciones acerca de la defensa del país. En lo que respecta a las medidas de protección a la industria, parecían haberse basado en una consideración sobre la cual insistían los teóricos militares: que la capacidad defensiva de un país depende de su potencia económica, y en especial de su potencia industrial. Las reformas sociales emprendidas por el gobierno contaron con el beneplácito de las fuerzas armadas, pues éstas consideraban que las tensiones sociales iban en desmedro de la voluntad defensiva y de la disposición para la lucha de la población. Por consiguiente, las medidas que contribuyeron a hacer desaparecer las diferencias de clases y dieron lugar a una mayor homogeneidad social fueron bien recibidas. A partir de estos dos aspectos se conformó la génesis política del movimiento justicialista.

 

Referencias

Chávez F (2012): “La conciencia nacional. Historia de su eclipse y recuperación”. En Epistemología para la periferia, Remedios de Escalada. Edunla.

Page J (1984): Perón. Buenos Aires, Vergara.

Pavón Pereyra E (1993): Yo Perón. Buenos Aires, Milsa.

Perón JD (1944): “Significado de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar”. Buenos Aires, Revista Militar, junio de 1944.

Perón JD (1951): Apuntes de Historia Militar. Buenos Aires, Círculo militar.

Piñeiro Iñíguez C (2013): Perón. La construcción de un ideario. Buenos Aires, Ariel.

Potash R (1971): El ejército y la política en la Argentina, 1928-1945. De Yrigoyen a Perón. Buenos Aires, Sudamericana.

Von der Goltz C (1927): La Nación en Armas. Buenos Aires, Círculo militar.

Von Mudra K (1927): “Estudio de la personalidad del mariscal Colmar Barón von der Goltz”. En La Nación en Armas, obra citada.

Waldmann P (1984): El Peronismo 1943-1955. Buenos Aires, Sudamericana.

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