Los desafíos del peronismo en las próximas elecciones

“Moreno, voy a decir,
sigún mi saber alcanza:
el tiempo solo es tardanza
de lo que está por venir”.
(Martín Fierro)

 

Así le responde Fierro al envite que le hace el Moreno, en la célebre payada, en la segunda parte del poema nacional, en la parte del reencuentro con los hijos y el hermano del viejo enemigo, cuya muerte lo había arrastrado hasta el desierto y las tolderías.

Lo que está por venir, en medio de una peste como el mundo no conocía desde los finales de la Primera Guerra Mundial, son las elecciones de medio tiempo, donde serán reemplazados los diputados y las diputadas que obtuvieron sus bancas en las elecciones de 2017, cuando la actual oposición liberal y apátrida obtuvo un importante éxito. Si el Frente de Todos logra mejorar los resultados de las elecciones presidenciales y obtener una mayoría más cómoda en la Cámara de Diputados, nuestro gobierno podrá revertir una relación de fuerzas parlamentarias que, de alguna manera, ha servido para ralentizar y, en algunos casos, inmovilizar sus iniciativas. Este es, a mi modo de ver, el objetivo táctico principal de la próxima contienda.

Toda especulación, toda discusión programática, toda otra tensión en el seno de nuestra alianza de gobierno está supeditada a este objetivo. Estoy convencido de que la dirigencia de los distintos sectores que componen la coalición de gobierno ha sido consciente acerca de la imprescindible unidad. En todos los chisporroteos generados alrededor, sobre todo, de la difícil situación económica, de los aumentos de precios, por un lado, y de tarifas, por el otro, lo que ha sido evidente es que las discusiones en el seno del gobierno han girado acerca de distintas respuestas técnicas y políticas a esa situación, y no alrededor de intentos de algún sector de la coalición de avanzar sobre los espacios de otros sectores. Ha sido respetada en todo momento la lógica de una coalición política de gobierno. Y en el momento más álgido de la ofensiva opositora –la irresponsable sentencia de la Corte Suprema de Justicia desautorizando razonables medidas de emergencia del Poder Ejecutivo Nacional– la respuesta tranquilizadora fue la aparición en un acto público de los distintos dirigentes del oficialismo en un discurso coincidente.

Más allá de los intentos divisionistas de la oposición mediática –que da espacio y amplía la vocinglería agitativa ideológica del showman Mario Guillermo Moreno o el reflorecido rencor de Florencio Randazzo– no hay en el horizonte amenazas secesionistas que puedan hacer un rumbo en la nave Frente de Todos. En lo profundo de la sociedad argentina, más allá de las inmensas dificultades económicas, el peronismo, el Frente de Todos y Alberto Fernández continúan recibiendo la adhesión y el apoyo. Y contra las agoreras jeremiadas de la oposición, la campaña de vacunación ha sido y sigue siendo ejemplar. La provincia de Buenos y –sobre todo– el Área Metropolitana eran una prueba de fuerza para el gobierno, tanto nacional como –con mayor razón– provincial. Los resultados deben ser considerados como una verdadera victoria política, organizativa y de gestión. El pueblo argentino es consciente de esto e imagina, porque lo vivió más duramente que nadie, cómo habría sido la situación si gobernara la actual oposición.

La unidad, entonces, es el mecanismo táctico capaz de garantizar un triunfo en las elecciones de septiembre. El otro objetivo, que tiene un alcance estratégico, es, a mi entender, lograr un crecimiento significativo de los votos del Frente de Todos en la Ciudad de Buenos Aires que permita avizorar un triunfo en las elecciones del 2023, donde se elegirá un nuevo jefe de Gobierno. Reconquistar de alguna manera la conducción política de la ciudad de Buenos Aires tiene la misma importancia que tuviera, en 1880, el triunfo de las fuerzas nacionales sobre las porteñas comandadas por Carlos Tejedor, en la Batalla de los Corrales. A mi entender, la nefasta autonomía otorgada a la Capital Federal en la reforma constitucional de 1994 se ha convertido en un caballo de Troya contra cualquier política de recuperación nacional. El sueño húmedo del establishment económico y financiero radicado en la ciudad es generar las condiciones de una pequeña ciudad-estado –Singapur o Liechtenstein–, un mini Uruguay sin campaña, refugio de dinero en negro, paraíso fiscal y guarida de cuentas off shore.

Buenos Aires debe ser recuperada. Constituye el gobierno de mayor presupuesto y la ciudad de menor índice de pobreza per cápita del país. Los sucesivos gobiernos del PRO solo han favorecido al negocio inmobiliario, sin haber realizado la más mínima inversión en infraestructura, omisión hecha de las vías de transporte colectivo –pomposamente llamadas Metrobus– y un florecimiento repentino de canteros y maceteros gigantes en las esquinas, sin ninguna utilidad práctica. Ni subterráneos, ni pasos a nivel, ni escuelas, ni hospitales, ni obras de urbanización, desagüe, agua o electricidad. Toda la gestión de catorce años se ha reducido a un puro maquillaje que solo ha beneficiado al sistema empresarial amigo de contratistas y a especuladores inmobiliarios, por un lado, y a incrementar silenciosa pero ininterrumpidamente la desconexión de la Capital Federal, sede del gobierno nacional, del conjunto de las leyes del país.

El manejo de la pandemia dejó expuesta la fragilidad y la evanescencia de la gestión, sospechosa de todo tipo de corrupción administrativa. La jurisdicción más rica del país se desentendió abiertamente de las dificultades generadas por las medidas dirigidas a controlar la dispersión del virus. No hubo ni hay a futuro planes de apoyo a las distintas áreas de la actividad comercial e industrial perjudicada por la pandemia. Mientras provincias de menores recursos fiscales –como Formosa– han creado líneas de apoyo a productores, productoras, trabajadoras y trabajadores afectados por los cierres preventivos, la Reina del Plata se ha desentendido completamente de sus “súbditos” y ha intentado convertir esa desatención en rebeldía al “autoritarismo” del gobierno nacional, que se ha hecho cargo tanto de las medidas responsables para controlar la pandemia, como de los necesarios apoyos económicos a los sectores perjudicados.

Las próximas elecciones deben tener para las y los peronistas el objetivo local de aumentar la representación en la legislatura porteña del Frente de Todos y generar las condiciones para que un candidato o candidata del Frente triunfe en el 2023. Si estos dos objetivos se logran, la Argentina podrá continuar desplegando las políticas nacionales y populares que han caracterizado a nuestros gobiernos desde 2003. Y así completar la definición del Martín Fierro sobre el tiempo:

“y si el hombre lo divide
sólo lo hace en mi sentir
por saber lo que ha vivido
o le resta por vivir”.

 

Julio Fernández Baraibar es director académico del Instituto Independencia.

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