Lo adolescente por-venir: la crisis vital como oportunidad

La adolescencia presenta un desafío para todas las subjetividades. Es ese encuentro con lo desconocido, con aquello que no se puede expresar, pero que des-ordena el interior. El presente artículo expone teorizaciones de diversos autores sobre este periodo del ciclo vital, las cuales permitirán aproximarnos a un entendimiento sobre la temática que sin duda ayudará a problematizar cómo acompañar a quienes lo transitan. Acompañamiento que implica que los sujetos puedan reconocer sus orígenes y mirar hacia el futuro con ojos de autor, con la mirada atenta tanto afuera como adentro. Esa fusión de la realidad y lo intrapsíquico irá delineando un devenir adulto. Este proceso no sucede sin ser inundado por la incertidumbre. Entonces, andamiar la expresión y acercar herramientas que ayuden a significar los acontecimientos será crucial para un exitoso desenlace de este período.

Sigmund Freud (1905) expuso que desasirse de las figuras edípicas e incestuosas, deslibidinizarlas para poder construir algo propio, es necesario para el desarrollo favorable de la transición adolescencia-adultez. Favorable en tanto el sujeto se vuelve protagonista de su propia historia. Tarea no menor que requiere de la implicación del o de la adolescente en ella. El entretiempo de la sexuación (Córdova, 2019) es la categoría conceptual que permite pensar una frontera entre las dos sexualidades diferentes que expuso Silvia Bleichmar al retomar las teorizaciones de Freud sobre la sexualidad infantil. A diferencia de Bleichmar, Freud consideraba que la sexualidad era una sola, dividida en dos tiempos (Córdova, 2013).

Según Grassi, la adolescencia es un tiempo de frontera que posee sus propios trabajos psíquicos: lo puberal, lo adolescente, la juventud. El autor retoma a Gutton, quien sostuvo que la pubertad es activadora de aquello puberal originario propio de la temprana díada madre-infans (Córdova, 2010).  En este tiempo de frontera el adolescente debe enfrentar un resurgir de una nueva oleada sexual, cuya característica es que se corresponde con lo ahora genital: lo puberal. Es decir, aquello que no pudo integrarse psicosomáticamente cuando infans deviene trauma cuando adolescente.

El trauma (Córdova, 2019) es constitutivo del psiquismo, ya que, si no fuera por los primeros cuidados que lo provocan, no existiría un favorable desarrollo del sujeto. Es aquello que permite al o la adolescente implicarse desde un nuevo lugar en relación con su propio proyecto de vida, lo que posibilita el encuentro con lo inédito y le permite recrear(se). Lo adolescente resignifica lo puberal. Lo adolescente trabaja con el acontecimiento, con lo aún no inscripto, de manera tal que dialécticamente pasado y presente puedan empezar a sentar las bases de lo que será la juventud –entiéndase dialécticamente a aquello que Freud nombró nachträglich o après coup-avant coup según Lacan (Córdova, 2019). Estos tres trabajos psíquicos del entretiempo son tres momentos lógicos que permiten conceptualizar el trabajo de desexualización de las figuras parentales, tal como expresamos al inicio.

Este trabajo de lo adolescente sólo es posible mediante la historización duelante (Córdova, 2019). Duelante en tanto la pérdida de los padres como se los conocía hasta el momento, en tanto cuerpo infantil devenido capaz de procrear: revisitar la infancia, despedir al niño o niña que ya no se es, y hacerle lugar al adulto o adulta por venir.

Para Piera Alaugnier, historizar permite que el yo-identificado devenga yo- identificante, permite investigar y conocer cuál es el deseo parental que lo precede, permite que la repetición del trauma puberal dé lugar a lo creativo que adviene con el acontecimiento de lo adolescente. Se construye de esta manera una escena de sus orígenes, lo que habilita la posibilidad de que la pulsión autoerótica dé paso a la pulsión de saber, en aras de la construcción de un proyecto identificatorio o la autoconstrucción continua del yo por el yo. Construcción necesaria para que lo yoico se proyecte en un movimiento temporal, proyección gracias a la cual existe (Grassi, 2010).

Metapsicológicamente hablando, el yo ideal y la identificación con lo parental devienen en una actividad más dominada por el ideal del yo (Córdova, 2020) y la desidentificación, en una actividad más propia de la renuncia de la satisfacción pulsional autoerótica, más cercana a la sublimación pulsional en metas sociales y en logros compartidos con otros u otras. Es aquello que nombramos implicación en el inicio de nuestro recorrido.

El sujeto forma parte del proceso: es quien historiza, investiga, busca, cuestiona y pone en des-orden su mundo (Córdova, 2010). Sin su esfuerzo, nada de esto sucedería. Este proyecto en un esbozo saludable y esperable de la juventud.

Para Puget (1999) la adolescencia implica abandonar lo autoerótico narcisista, a partir de una nueva marca inaugurada por un primer encuentro sexual. Marca que permite nuevas inscripciones, que habilita que advenga una implicación diferente del sujeto en relación con reinscripciones de marcas ya conocidas. Que el cuerpo erógeno y autoerótico pueda dar paso a un cuerpo sexuado vincular que se encuentre con un otro u otra con quien exista la posibilidad de establecer un vínculo de amor, la posibilidad de procrear, y no sólo un otro u otra que sean tomados como objeto –por ese cuerpo dominado por lo puberal– teniendo como único fin satisfacer la pulsión. La autora sostiene que la exosexuación permite abrir el sistema familiar y escribir una historia personal. Implicarse subjetivamente en su presente.

Por otro lado, Puget (1999) también señala que la endosexuación o endogamia permite establecer un modelo parental que influirá en la elección de pareja. Lo que recuerda a lo que Piera Alaugnier (1991) denominó capital fantasmático, haciendo referencia a que la matriz relacional establecida en la dinámica familiar de la infancia despliega un abanico de opciones en el campo de las posibles relaciones, en el campo de los futuros hallazgos de objetos a investir, es la singularidad del campo del deseo del sujeto. Son aquellos primeros encuentros con los objetos infantiles los que irán tejiendo un entramado de identificaciones simbólicas inmutables que servirán de base segura para explorar con identificaciones imaginarias cambiantes. Eso da la pauta que lo familiar se transmite al sujeto, influyendo en él.

El bagaje de experiencias, hábitos, costumbres y contenidos inconscientes –el objeto transgeneracional (Tisseron, 1997)– inscriptos en los antepasados son transmitidos como herencia. Son varias las vías de vehiculización –verbal, no verbal, sensorio-motriz, etcétera– de la transmisión psíquica (Kaës, 2000). Esta exigencia demanda al yo un trabajo de elaboración mediante los trabajos de historización y duelo.

La transmisión es imposible de evitar y puede resultar ventajosa o problemática para el trabajo que deba realizar el sujeto con ella. Abraham y Torok postulan los términos introyección e inclusión para dar cuenta de la transmisión de objetos transformables o no transformables, respectivamente (Kaës, 2000).

Frente a lo no elaborado por sus padres o a lo no transformable, la o el adolescente tienen la opción de implicarse en el acontecimiento que les exige el trabajo de lo adolescente, para poder así historizar y duelar su origen, para metabolizar esa cripta o fantasma de antaño (Tisseron, 1997), es decir, aquello originario puberal no inscripto psicosomáticamente, lo no metabolizado.

Frente a la posibilidad de implicarse y ser protagonista de la propia historia aparece la juventud en el horizonte: es aquel movimiento que permite al sujeto ser dueño de su propia historia, escribir su propio guion y hablar como protagonista, tomando las riendas de la transformación que sucede gracias a esa implicancia subjetiva que habilita que el deseo recorra nuevos e inexplorados caminos. Quizás todos seamos un poco adolescentes frente a los nuevos desafíos. Tal como enunció Kaës: “No alcanza con nacer dentro de una familia; es necesario también nacer de la familia” (Lastra y Saladino, 2019).

 

Referencias

Aulagnier P (1991): “Construirse un pasado”. Revista de APdeBA sobre Adolescencia, XIII-3.

Córdova N (2013): Adolescencia: confluencia del bifasismo sexual en el entretiempo de la sexuación. Ficha de Cátedra.

Córdova N (2019): Duelo e historización. Construir(se) un pasado. Elaborar un duelo. Inédito.

Córdova N (2019b): Del trauma puberal al acontecimiento adolescente. Parte I. Inédito.

Córdova N (2020): Del yo ideal al ideal del yo. La construcción de un horizonte en tiempo de distopías. Ficha de cátedra.

Freud S (1905): “Metamorfosis de la pubertad. Tres ensayos para una teoría sexual”. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu, 1976.

Grassi A (2010): “La investigación histórica familiar”. En Entre niños, adolescentes y funciones parentales, Buenos Aires, Entreideas.

Grassi A (2010): “Adolescencia reorganización y nuevos modelos de subjetividad”. En Entre niños, adolescentes y funciones parentales. Buenos Aires, Entreideas.

Kaës R (2000): “Introducción”. En Transmisión de la vida psíquica entre generaciones, Buenos Aires, Amorrortu.

Lastra S y G Saladino (2019): “De la genealogía al proyecto identificatorio. Algunas puntualizaciones acerca de adolescencia y transmisión”. En Entramados vinculares y subjetividad. Niños, niñas, adolescentes y familias en psicoanálisis.  Buenos Aires, Entreideas.

Puget J (1999): “Historización en la adolescencia”. Cuadernos de ApdeBA, 1, Niñez y Adolescencia. Buenos Aires, Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires.

Tisseron S (1997): “El psicoanálisis ante la prueba de las generaciones”. En El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Buenos Aires, Amorrortu.

 

Abel Cunto es acompañante terapéutico, estudiante de Psicología (UBA), y cursó estudios de canto lírico y camarístico y de teatro musical.

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