Notas sobre Movimiento

La lectura del número anterior de la revista Movimiento –28, de diciembre de 2020–, además de producir interés por la amplia y sustanciosa variedad de las temáticas abordadas, suscita algunas reflexiones. Para nosotros, en particular, la sempiterna reflexión acerca de lo que el peronismo es –y las posibilidades de ensayar respuestas a esa cuestión– es…

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La Unidad Básica: ¿podrá la dirigencia sin las bases?

Estoy escribiendo esta nota en un contexto regional donde predominan los gobiernos neoliberales, y en ese marco voy a desarrollar mi reflexión sobre la unidad y la militancia. En el sistema neoliberal podemos identificar tres frentes fundamentales con los que operan sobre nuestra sociedad: el económico, el cultural y el institucional. El económico está basado en la defensa del sistema financiero, el cultural trabaja sobre la idea del individualismo y la meritocracia, y el institucional ataca directamente a nuestras instituciones y a la práctica política en general. En este sentido, los partidos políticos se ven afectados: desde la llegada del neoliberalismo a la política no han dejado de corromperlos y deslegitimarlos, vaciándolos de contenido, cuerpo y forma, y transformándolos en muchos casos en una mera herramienta electoral –que no es poca cosa– por la que entramos en disputas feroces o en unidades poco legítimas. Así se desacreditan nuestras herramientas institucionales, logrando alejar la voz del pueblo de quienes en teoría los representan.

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La unidad hoy – Homero. R. Saltalamacchia

Con una conciencia mayor o menor, o con diferencias de juicio al respecto, todos podemos repetir que no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época mundial. Esto importa, pues la política ahora, si bien seguirá desplegándose con peculiaridades nacionales, es cada vez más dependiente de la capacidad de las fuerzas en oposición de establecer unidades trasnacionales (Vitali, Glattfelder & Battiston, 2011).

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La unidad del Peronismo

No hace falta tener las últimas encuestas en la mano para darse cuenta de que la actual división entre peronistas nos resta posibilidades de triunfar en las próximas elecciones. Si finalmente deciden ir por fuera quienes hoy disienten con la conducción del Partido Justicialista –incluyendo no sólo al llamado “peronismo disidente” sino también a quienes llamándose peronistas apoyan a Proyecto Sur o expresiones partidarias similares– no sólo perderán irremisiblemente, sino además serán eventualmente responsables del triunfo de una reedición de la malograda Alianza de 1999.

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El albatros debe volver a remontar el vuelo

El peronismo es un movimiento creado desde el poder. Respondió a una crisis completa de representatividad del sistema de partidos en 1940 y a la aparición de nuevos actores sociales: la clase obrera y el empresariado industrial nacional, resultado de la sustitución espontánea de importaciones, a consecuencia de la guerra. Se organizó desde arriba y su triunfo electoral en 1946 –inesperado para el establishment– fue un voto a favor de las políticas económicas y sociales que había comenzado a desarrollar la revolución militar de junio de 1943. El pueblo argentino votó por la continuidad de esas políticas y dio legitimidad a un poder cuyo origen era una breve sucesión de golpes de estado militares.

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Sin unidad de concepción e identidad no hay unidad del peronismo

El Peronismo ha revivido varias veces en su historia a las dos crisis más severas que puede tener una fuerza política: las de unidad y de identidad. Cada vez que pierde unas elecciones se recluye en su mantram preferido: “unidad, unidad, unidad”. Mientras vivió Juan Domingo Perón esa unidad se simplificaba en el encolumnamiento de los sectores tras su figura, aun con todas sus discrepancias. La palabra de Perón era santa, y todos la acataban. Desde que murió el líder en 1974, el Peronismo vivió acunado en una permanente atomización y todos los esfuerzos de unidad fueron ficticios, resultado de conglomerados más o menos vinculados por fuertes intereses personales, cuyo único objetivo siempre fue llegar al poder. En el mejor de los casos la unidad fue –pese a ser advertidos por el propio Perón– un “amuchamiento”, apenas útil para poner en funcionamiento al Partido Justicialista y enfrentar circunstancias electorales. En 1983, de forma amañada, ese partido decía que tenía más de dos millones de afiliados. La abultada cifra impresionaba, pero no impidió la derrota electoral. Sin embargo el “amuchamiento”, un mecanismo imperfecto, fue repetido hasta el hartazgo.

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De aquellos polvos vienen estos lodos

Guillermo O’Donnell caracterizó regímenes políticos abordándolos en su inicio o plenitud. Siendo su discípulo contrera,hice al revés. Busqué caracterizar al sistema político argentino estudiando sus crisis. En primer término lo hice con el golpe de 1955 y luego con el de 1976. Luego haría lo mismo con la crisis del 2001-2003.Este enfoque me llevó a entrevistar a muchos que trataron de evitar la pérdida del poder en 1955 y en 1975-1976.Esto resultó en una veta realmente rica y sugerente que me lleva así a conceptualizar características del sistema político argentino que afectan a instituciones tales como la Presidencia, el Congreso y el Poder Judicial, y la adopción –sinbeneficio de inventario– del mito de que la división de poderes es democrática en su origen y funcionamiento, además delas falencias de los partidos, especialmente el partido-movimiento que fundó Perón. En esta ocasión me concentraré en la falenciao característicadel movimiento peronista, tan renuente a amoldarse a las prácticas de un partido político propiamente dicho, como dice Maurice Duverger. Las falencias de la Presidencia, el Congreso y el Poder Judicial solo serán enumeradas. No hay tiempo ni espacio para todo.

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