Sin unidad de concepción e identidad no hay unidad del peronismo

El Peronismo ha revivido varias veces en su historia a las dos crisis más severas que puede tener una fuerza política: las de unidad y de identidad. Cada vez que pierde unas elecciones se recluye en su mantram preferido: “unidad, unidad, unidad”. Mientras vivió Juan Domingo Perón esa unidad se simplificaba en el encolumnamiento de los sectores tras su figura, aun con todas sus discrepancias. La palabra de Perón era santa, y todos la acataban. Desde que murió el líder en 1974, el Peronismo vivió acunado en una permanente atomización y todos los esfuerzos de unidad fueron ficticios, resultado de conglomerados más o menos vinculados por fuertes intereses personales, cuyo único objetivo siempre fue llegar al poder. En el mejor de los casos la unidad fue –pese a ser advertidos por el propio Perón– un “amuchamiento”, apenas útil para poner en funcionamiento al Partido Justicialista y enfrentar circunstancias electorales. En 1983, de forma amañada, ese partido decía que tenía más de dos millones de afiliados. La abultada cifra impresionaba, pero no impidió la derrota electoral. Sin embargo el “amuchamiento”, un mecanismo imperfecto, fue repetido hasta el hartazgo.

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¿Unidad de concepción en el peronismo actual?

“Juan Perón decía que la unidad del justicialismo sólo se podía lograr gracias a una concepción común acerca de la validez de la doctrina, y no resolviendo en elecciones limpias quién tiene más votos: la unidad de concepción es el origen de la unidad de acción. El único fundamento de la unidad políticamente efectivo y moralmente justificable es la afirmación de ideales compartidos. Esta es la solución para resolver a la vez las dos crisis crónicas del peronismo: la de unidad y la de identidad”(Antonio Cafiero, 2010).

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El trabajador como sujeto político del peronismo: ¿actualidad o anacronismo?

“No existe para el Peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan”. La frase, contundente como el resto de las 20 verdades peronistas, fue expresada por Juan Domingo Perón el 17 de octubre de 1950. El máximo referente del Movimiento Justicialista determinó fehacientemente su sujeto político: es el trabajador a quien le habla. Esta decisión, que ya transitó más de siete décadas y se mantiene vigente en el discurso político del universo panperonista actual, no fue azarosa ni infundada. La sociedad argentina, históricamente atravesada por corrientes migratorias y altamente atomizada por diferentes identidades culturales, no encontraba grandes puntos de cohesión social, salvo una jerarquía igualitaria ante la diversidad: la categoría universal de trabajador.El mundo laboral unificaba así al descendiente de italianos que trabajaba en una industria metalúrgica del conurbano con el autóctono de Tucumán que se desempeñaba en un ingenio azucarero.

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