La construcción del poder hegemónico

A la pregunta “qué es el poder” solo se le puede contestar que no es una cosa, sino que es una práctica: no se tiene, sino que se ejerce. Desde un punto de vista ético, “el poder en sí mismo no es bueno ni malo; en sí mismo es neutro; es lo que el hombre hace de él: en manos de un hombre bueno, es bueno; es malo en manos de un hombre malo” (Schmitt, 2010: 40).1 Así, entendemos por “poder” una acción, no un argumento. No es solo la decisión de actuar, sino que es la manifestación del acto mismo. El poder es la capacidad de poner en movimiento la realidad,2 cosa que la idea no puede hacer de por sí, a menos que un hombre o un colectivo la encarne y la ponga en acción, transformando la realidad y creando nuevas perspectivas. Tal como sostuvo José Ortega y Gasset, el valor de la idea está dado por la calidad humana del sujeto que la encarna.

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