Venta de datos, monopolización de la comunicación y jaque a la democracia: el imperio Facebook

Los tres impactantes hechos salidos a la luz en los últimos días muestran la urgente e imperiosa necesidad de ordenar y regular el espectro digital por parte de los organismos globales y regionales y de los Estados, así como de una política activa por parte de los movimientos nacionales y populares en la región.

Una vez más, documentos internos de Facebook, esta vez filtrados por una extrabajadora, Frances Haugen, muestran cómo esta red social prioriza sus ganancias por sobre el bienestar social y sobre la salud mental de los y las jóvenes, y cómo, incluso dentro de sus redes –gracias a la configuración de algoritmos, a los cuales nadie tiene acceso– se fomentan adicciones, llegando a la manipulación social. Por otro lado, se “robaron” de Facebook más de 540 millones de registros que terminaron en un foro de hackers para ser vendidos al mejor postor. Mientras, el lunes 4 de octubre se produjo una caída de las redes que son propiedad de Mark Zuckerberg: Facebook, Instagram, Messenger y WhatsApp.

¿Están concatenados los hechos? No de una manera lineal, sin duda, pero sí muestran una lógica estructural que tenemos que problematizar para que nos permita ganar en grados de conciencia respecto de cuáles son las tareas históricas frente a estos grandes monopolios de Internet y las tareas político institucionales de nuestro tiempo. Analicemos una por una.

 

Se trata de los Datos

Un grupo de hackers sustrajeron los datos personales de más de 1.500 millones de usuarios de Facebook que se encuentran a la venta en un foro. Esto podría permitir a los ciberdelincuentes dirigirse a internautas de todo el mundo. Este hecho se viene repitiendo cada vez con mayor asiduidad: no olvidemos el caso de Cambridge Analytica. Estos hackers están lejos de las y los activistas-militantes de la red por causas como el software libre: son pequeñas estructuras que lucran con la venta de información… digamos, como Facebook, pero sin la construcción de un imperio de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Justamente ese es el primero de los problemas: ¿por qué Facebook acapara todos estos datos de nosotros? ¿Le paga a alguien por obteneros? ¿Cuánta monetización logra con ellos? Todas preguntas sin respuestas, mientras los datos no se tomen como una problemática global y se avance en reglamentaciones claras.

Un correo interno filtrado de Facebook, publicado por DataNews –un medio de comunicación belga– aclara: “esperamos más fugas de datos y creemos que es importante que se tome como algo normal”. Facebook tiene más de 2.320 millones de usuarias y usuarios registrados alrededor de todo el mundo. La información de todos ellos es lo que está en disputa.[1]

Las transnacionales de las TIC hacen fortunas con nuestros datos, se roban entre empresas y se revenden en el “mercado negro”. Todo este descalabro es propio de la lógica del capitalismo financiero especulativo, bajo un modelo neoliberal que utiliza sin ningún tipo de regulación y escrúpulos nuestra información personal. Esa información adquiere vital importancia para el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA); para el mejoramiento continuo de los medios de producción que hacen que una mera información al azar pueda tener un sentido y pueda utilizarse en un procesamiento en tiempo real para construir perfiles psicosociales de la población y así vendernos mercancías; y también para incrementar un mercado de futuros conductuales en donde se apuesta a cuál va a ser nuestro comportamiento y se manipula para que sea como se invirtió. En este mundo se desarrollan también un conjunto de hackers y empresas que consiguen datos para su reventa y para la ciberdelincuencia más llana.

Todo este mundo privado, clandestino, en donde se hacen fortunas, es el que, desde los movimientos sociales, los activistas y los Estados Nacionales tenemos que poner sobre la mesa. Los datos deben concebirse como bienes comunes, no como materias primas, en donde los Estados, bajo un sistema democrático de acceso a la información, deben ser los principales ordenadores y reguladores. Este camino permite no solo la desmonopolización de las TIC, sino el fortalecimiento de la capacidad estatal en la planificación social, el desarrollo de políticas públicas y de las TIC, y la IA al servicio de las mayorías.

La caída de los gigantes

La caída de los servicios de Facebook se prolongó este lunes por más de seis horas e hizo que más de 3.500 millones de usuarios y usuarias de todo el mundo no pudieran ingresar a sus cuentas personales. En los 90 la supuesta ineficiencia de los servicios que estaban en manos del Estado fueron el caballito de batalla para impulsar sus privatizaciones. ¿La caída de Facebook puede permitir construir el distanciamiento necesario para poner en cuestión la monopolización de nuestras vías estratégicas de comunicación? Ese lunes utilizamos las llamadas y el email, y Telegram estalló. Vimos las alternativas más a mano con las que contábamos. Descubrimos, por unas horas, que un mundo sin Facebook es posible. Las GAFAM –las gigantes tecnológicas, la sigla refiere a Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft– en su desarrollo monopólico han intentado por todos los medios la construcción de un sistema ubicuo, sin principio ni final. Estas caídas, que muestran sus límites y los coloca en evidencia, los ponen realmente nerviosos.

Una situación –no menor– que entra en discusión son los sistemas de protocolos cerrados que utiliza la red social, versus otros sistemas de protocolos abiertos que utilizamos para comunicarnos, como en el email.[2] Esto, que aparece como algo muy técnico, es sin duda un problema político, ya que hace al grado de monopolización de la comunicación en la web. No podemos ver el protocolo detrás de los servicios de Facebook, como no podemos ver la estructura de sus algoritmos. Todo está sellado bajo el secreto comercial. Lejos estamos de la comunicación como un derecho humano, cuando las herramientas que se utilizan para construirla son privadas, transnacionales y monopólicas.

Facebook, el laboratorio social

Algunos autores y autoras afirman que Facebook queda preso en un “modelo de negocios”. Esto implicaría que puede cambiar su lógica. Desde mi punto de vista, Facebook es parte de una nueva fracción del capital que intenta imponer otra lógica de valorización. Esto implica que todas estas manifestaciones que Frances Haugen saca a la luz, pero que ya denunciaron Snowden y Julián Assange, entre otros, no son excesos, sino que son manifestaciones de comportamientos estructurales que hacen a su lógica de acumulación. En este marco podemos sintetizar lo que muestran estas filtraciones en:

  1. Las reglas acerca de cuál es la información circula en sus múltiples redes sociales las pone Facebook, y hace “excepciones para personas poderosas”.
  2. A pesar de tener información acerca de las afectaciones en la salud mental que produce el funcionamiento de los algoritmos en los y las adolescentes, no ha hecho nada por revertirlo –ya que necesita que estén conectados a sus plataformas permanentemente para obtener los valiosos datos.
  3. Se recompensan los contenidos más viralizados, más allá de que sean mensajes de odio y profundicen la polarización social. De manera estructural genera un estado de emocionalidad permanente en las sociedades. Como plantea Frances: “Facebook gana más dinero cuando se consume más contenido. La gente se involucra más con cosas que provocan una reacción emocional. Y a cuanta más rabia se les expone, más interactúan y más consumen”.

Una sociedad disgregada, dividida, es una sociedad que queda a merced de los grandes poderes fácticos, como las GAFAM. ¿Qué interés tendría Facebook en impedir que esto se produzca, siendo que también le permite su exorbitante valorización?

La democracia

Las GAFAM se han hecho dominantes y monopólicas en Internet y en las TIC, y a su vez han avanzado en la apropiación de la comunicación y de la socialidad, podríamos decir: de la naturaleza humana. Estas corporaciones son hijas del modelo neoliberal financiero especulativo. No escapan a esta lógica, y en este mundo nuevo, el de las TIC, sin reglas claras, avanzan exponencialmente para lograr sus objetivos geopolíticos.

Podemos señalar algunos aspectos claves de este nuevo mundo que necesitan regulación político institucional urgente: a) los datos y el extractivismo de información; b) las escalas de estas corporaciones; c) la monopolización de las TIC; d) el contenido de Internet; e) la regulación del espectro digital.

El sistema alegal en el cual se manejan las GAFAM son un problema para muchos otros sectores del poder. The Wall Street Journal, cuyo dueño es News Corp –Rupert Murdock– plantea: “sería bastante fácil concluir que Facebook es terriblemente poderoso y que solo podremos controlarlo con una intervención agresiva del gobierno.” Mientras que Joe Biden expone que plataformas como Facebook “están matando a la gente por la desinformación”. La desregulación ha llegado a un grado tan alto que ya hay una ofensiva por parte del parlamento de Estados Unidos para desmonopolizar a estas corporaciones de las tecnologías. El acuerdo sobre un impuesto mínimo global del 15% a las multinacionales va a afectar directamente a corporaciones como Facebook y Amazon. Al mismo suscriben 136 países y es impulsado por Biden y Yelen –secretaria del Tesoro de Estados Unidos. También muestra la necesidad del propio capital, en medio de la crisis, de reconfigurar las reglas de juego internacionales.

Así como se encuentran en juego millones de dólares y la posibilidad de generar una redistribución, también se encuentran en juego miles de millones de datos personales y la democracia como sistema político institucional. Estas transnacionales cambian las reglas de juego con manipulaciones, privilegiando la instalación masiva de mensajes en función de acuerdos políticos y utilizando los datos para inducirnos al candidato al que tenemos que votar. Estos hechos pueden ser –o no– una oportunidad para que, desde los Estados, los movimientos sociales y la comunidad en general demos batalla y pongamos patas para arriba esta lógica del lucro a partir de nuestra naturaleza humana en las TIC.

Verónica Sforzin es socióloga y doctora en Comunicación (UNLP), docente de la Facultad de Psicología (UNLP), investigadora del CIEPE, coordinadora de la comisión de Comunicación y Tecnología de los equipos técnicos del PJ Nacional y directora de Evaluación, Monitoreo e Información Social (SIEMPRO-CNCPS).

[1] Recientemente se ha descubierto cómo Facebook almacena contraseñas de cientos de millones de cuentas en texto plano, y aunque solo empleados de la compañía tienen acceso a ese fichero, su descubrimiento no deja de ser inquietante.

[2] Para más información se puede ver https://program.ar/que-podemos-aprender-de-la-caida-de- whatsapp.

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