Representaciones, emociones y sentimientos del personal de salud durante la pandemia en el ámbito laboral y familiar

Nos proponemos compartir experiencias del personal de salud en sus ámbitos laborales y familiares durante la pandemia.[1] Todas las personas entrevistadas,[2] menos un director médico que se negó a hacerlo, han sido vacunadas y la mitad ha pasado por la experiencia de padecer COVID-19.

 

Actitudes, percepciones y opiniones sobre la vacunación

Cuando se les preguntó qué opinaban sobre la campaña vacunación, la mayoría respondió que es muy buena, excepto cinco profesionales que la consideran limitada y demorada en su alcance, debido a fallas en la gestión del gobierno: según ellos, con la vacunación escalonada nunca estará completamente vacunada toda la población, porque en algún momento se va a ir la inmunidad de las primeras personas que se hayan vacunado. Además, consideran que se desconocen los efectos adversos de la vacuna. De las quince personas entrevistadas, tres hicieron hincapié en que se tendría que haber informado mejor sobre la vacuna y que los medios de comunicación deberían tener un código de ética o un límite ante la mala información. Las restantes entrevistadas destacaron la importancia de estar vacunadas, aunque algunas se sintieron conejillos de Indias por ser las primeras: ante la incertidumbre sobre esta enfermedad se dispusieron a vacunarse y confiaron en su protección. Algunas admiten que sintieron temor ante la vacuna por disponer de limitada información, pero se la aplicaron igual. Cinco agentes de salud –residentes médicos y de psicología, y enfermeros– reconocen que el personal de salud que aún no ha completado las dos dosis es por haberse negado por miedo a efectos adversos, no por falta de vacunas. Algunos expresaron que hubo dificultades para acceder a las vacunas en la primera etapa, porque faltaban en todo el mundo, y consideran efectiva la gestión del gobierno nacional para la compra y la distribución de las vacunas en todo el territorio. No pudieron elegir qué vacuna aplicarse, y sólo la Sputnik V es la mencionada como “elegida” o “deseada”: las otras no se mencionaron. Destacan también la importancia de que el personal de salud haya pasado por la experiencia de vacunación, demostrando confianza y seguridad para que el resto de la población accediera sin problemas.

 

Conflictos laborales en el ámbito público y privado

Cuando se preguntó qué conflictos surgieron en el ámbito laboral en la pandemia, las y los agentes del ámbito público los describieron en relación con la calidad de los elementos de cuidado personal y la precariedad laboral. En cambio, en el sector privado hubo desacuerdos sobre el modo de uso de los equipos de protección, rotación de turnos y seguridad en salas de espera. Los conflictos laborales en el sector público al inicio se debieron a la falta o baja calidad de equipos y elementos de seguridad –camisolines, barbijos, anteojos, botas– lo cual fue resuelto por la petición a las autoridades y donaciones. Otros conflictos fueron vinculados con el orden de prioridad para mejorar contrataciones y designaciones, problemas anteriores a la pandemia que se hicieron más visibles –región NEA– y otros más con el impacto producido por los primeros contagios en el personal de salud y la incertidumbre generada por la seguridad del uso de equipos de protección personal que llevó a una grave crisis en la conducción, exigiendo recambios del equipo directivo –Patagonia.

En el sector privado, los conflictos laborales fueron ocasionados por las dudas sobre la implementación de los barbijos ante las variaciones del discurso oficial del Ministerio de Salud y OMS, las rotaciones de personal, el aumento de trabajo frente a las licencias del personal exceptuado y la resistencia del cumplimiento del protocolo en la sala de espera en la guardia.

 

Reconocimiento de la sociedad y las autoridades

Ser reconocidas por la sociedad: la mayoría lo mencionó solo en los primeros meses, cuando la población aplaudía en los balcones al personal de salud. Luego esa expresión de gratitud se disipó. Algunos de estos gestos tomados de experiencias del exterior resultaron emotivos. El personal no médico entrevistado coincide en que el reconocimiento de la población y de las autoridades se concentró en las y los médicos, invisibilizando otras disciplinas que operan en el campo de la salud. Se sintieron y se sienten muy expuestos ante este virus y con escaso reconocimiento social. Pocas voces discrepantes consideran que el pago por sus servicios es suficiente como reconocimiento. Las diferencias se presentan según categorías profesionales, y no entre sector público o privado.

 

Las relaciones en el ámbito familiar

Al indagar sobre los conflictos en el ámbito familiar en relación con su trabajo, la mayoría afirmó que no los tuvo. Se debió a que cancelaron o minimizaron las visitas a familiares por los riesgos de contagio; otros hicieron ajustes de convivencia acordes a las medidas de cuidado y prevención: no compartir el mate, no realizar reuniones numerosas en el domicilio, recurrir a llamadas telefónicas o videollamadas para contactar, o buscar un nuevo hogar para adultos mayores. Si bien la afirmación sobre la ausencia de conflictos se expresó con cierta contundencia, la mayoría del personal declaró preocupación, angustia o conflictividad por la salud de sus seres queridos, manifiestas en la jerarquización de sentimientos y emociones, donde el “temor por la salud de un familiar o ser querido” ocupó los primeros lugares.

 

Sentimientos y emociones durante la pandemia

El personal de salud entrevistado identificó cambios en relación con sus sentimientos durante la experiencia de la pandemia. Al inicio hubo mayor desconcierto, temores e incertidumbre. Con el correr de los meses, ganaron en sensaciones de seguridad: mayor conocimiento de la enfermedad, vacunación, etcétera.

Se les solicitó ordenar sentimientos y emociones experimentadas en una escala predeterminada. La preocupación y el temor por la salud de sus seres queridos fueron los sentimientos de mayor importancia. Les siguieron otros, donde primaba el estrés y el miedo. La inseguridad, el insomnio y la ira sólo fueron experimentados por dos varones con funciones directivas: trabajador social y médico. La indiferencia y la euforia fueron emociones que las personas entrevistadas en su mayoría refirieron no haber transitado, así como el temor por la propia muerte.

Al agregar otro sentimiento, algunas mencionaron la ansiedad, vinculada a la imposibilidad de controlar las situaciones –durante el primer momento de la pandemia: incertidumbre, tensión, noción de guerra– y a la situación de aislamiento a partir de las restricciones. Otras personas entrevistadas sumaron la soledad y la angustia, vinculadas con el temor por la salud de sus seres queridos, ante la posibilidad de transmitirles el virus por ser personal de salud. Asimismo, se observan reflexiones ante la limitación en los modos de vincularse con usuarios y usuarias de los servicios de salud, por el uso de elementos de protección personal y las restricciones en las interacciones interpersonales.

Se identifica una preeminencia de preocupaciones por eventuales contagios a sus familias y redes sociales significativas: amigos, compañeros. Si bien el tipo de trabajo que efectúan las expone a un mayor riesgo de contagios, ligan sus temores, preocupaciones o miedos a su red afectiva. Señalan de modo mayoritario estrés y ansiedad por la extensión de la pandemia y por la falta de cuidados de algunos grupos de la comunidad. La mayoría asume la tramitación de ansiedades y angustias de modo personal: un solo caso destacó la configuración institucionalizada de espacios de contención psico-social en el espacio laboral.

No se reconocen como héroes, pero sí en la primera línea de fuego y sin apoyo institucional para gestionar sus angustias y ansiedades.

Pilar Alzina es licenciada en Sociología (UBA), magister en Comunicación y Cultura (UBA), doctora en Ciencias Sociales (UBA), posdoctorado CONICET, docente e investigadora (UNQ-IESAC-UBA-TPRPS-Ministerio de Salud GCABA). Paula Danel es doctora en Trabajo Social (UNLP), investigadora adjunta (CONICET-IETSYS-FTS-UNLP). Agustina Favero Avico es licenciada en Trabajo Social (UNLP), magister en Derechos Humanos (UNLP) y doctoranda en Trabajo Social (UNLP), docente e investigadora (IETSYS-FTS-UNLP). Lucía Fretes es licenciada en Antropología Social (UNaM), magister en Ciencias Sociales (UNQui), docente e investigadora (UNaM). Guillermina Oviedo es profesora en Ciencias Antropológicas (UBA), doctora en Sociología (IDAES-UNSAM), docente e investigadora (UNPSJB, IESyPPAT). Lidia Schiavoni es antropóloga social, magister en Metodología de la Investigación Científica, docente e investigadora (DAS y PPAS-FHyCS, UNMi).

[1] Este artículo se basa en materiales producidos por la Red ENCRESPA, en el marco del Proyecto “Identidades, experiencias y discursos sociales en conflicto en torno a la pandemia y la post pandemia”, que forma parte del Programa de Investigación de la Sociedad Argentina Contemporánea (PISAC), Las ciencias sociales y humanas en la crisis de COVID-19 (Agencia I+D+i). Más información en http://encrespa.web.unq.edu.ar/.

[2] Entrevistamos a 15 personas entre mayo y junio del 2021, mayoritariamente mujeres (9). En relación con la composición de sus hogares: viven solos o solas (5), en pareja (4) y con sus parejas e hijos o hijas (2), sólo con sus hijos o hijas (2), o con su madre (1) y su hermano (1). Las áreas de acción relevadas fueron AMBA, NEA, Patagonia, Centro y Cuyo. La mayoría se desempeña en el sector público (11) y en el privado las restantes. Tienen diversas formaciones profesionales: Enfermería (4), Medicina (5), Psicología (2), Trabajo Social (2), Asistencia social y estimulación temprana. Operan en el primer nivel de atención (3), en servicios de máxima complejidad (6) y en niveles intermedios, ejerciendo varias funciones de dirección. La mayoría del personal de salud consultado tiene entre 29 y 55 años. Se procuró también que hubiera diversidad ideológica.

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