Pandemia, políticas sociales y sistema de salud

En Argentina, cuando se piensa en políticas sociales enseguida nos vienen a la cabeza algunas imágenes de distintas realidades sociales, de sectores de la sociedad que se encuentran dentro del amparo de diversas estrategias sociales, tales como AUH y AUE, programas de empleo y capacitación por parte del Estado, comedores populares, espacios de desarrollo comunitario de atención a infancias, familias, adultas y adultos mayores desde la organización de las comunidades, etcétera. Estas son las distintas maneras en que nuestro Pueblo se organiza y cómo el Estado se hace presente para equilibrar las desigualdades propias del sistema capitalista en el que vivimos.

En estos tiempos tan revolucionados que nos toca vivir, en sociedades complejas, parece oportuno orientar la mirada, alertar los sentidos y las políticas públicas, entre ellas las políticas sociales vigentes, en sintonía con una perspectiva de derechos. Para ello, es necesario plantear una mirada desde la reinvención de algunas otras, y es en este camino que compartimos las reflexiones que siguen.

Como primera reflexión: la pandemia de COVID-19 es una tragedia para la cual el mundo no estaba preparado. Su irrupción fue tan repentina que encontró a la mayoría de los países indefensos por la ausencia de Estados fuertes y el debilitamiento de sus sistemas de salud. Hace décadas el mercado financiero posó sus intereses en el sector salud, para sacar rentas extraordinarias de su capacidad de producción de riquezas. Quienes conforman dicho mercado necesitaban debilitar el rol regulador y de gobernanza que el Estado tenía sobre el sistema sanitario en la mayoría de las naciones. En este contexto la pandemia encuentra a los sistemas sanitarios desfinanciados, poco organizados y desarmados o convertidos en subsistemas, como fue en la Argentina, donde predominan las lógicas del mercado que limitan los mejores abordajes para enfrentar contingencias de esa naturaleza. En la misma lógica, la atención médica en muchas comunidades alrededor del mundo tiene más que ver con la capacidad de renta individual de las personas que con la necesidad sanitaria concreta. Las elecciones que las trabajadoras y los trabajadores realizan en el sector privado sobre el de la seguridad social ponen de manifiesto desigualdades que realzan a quienes son las principales víctimas del sistema de salud, también en la pandemia, en todo el planeta: las poblaciones más empobrecidas, quienes necesitan la presencia de Estados fuertes.

Es importante poner la mirada activa en lo que la pandemia nos permite tener: una pintura muy clara del estado de situación de la organización social y económica global y singular. También abre algunas ventanas de oportunidades para pensar primero y accionar después algunas transformaciones de fondo en nuestros modos de vida, de ejercitar nuestros derechos y reclamarlos.

En nuestro país, el inicio de la pandemia coincidió prácticamente con el cambio de gobierno. Desde el primer momento el poder político se puso a la cabeza de la lucha contra el virus y sus consecuencias. El presidente Alberto Fernández comandó –y aún lo hace– todas las decisiones respecto al modo de enfrentar la pandemia. Fue claro respecto a la importancia primordial del cuidado de la salud de los argentinos y las argentinas. La política tomando decisiones por sobre los intereses sectoriales.

El objetivo de este texto es destacar la importancia que tiene seguir recuperando un Estado fuerte y activo, con capacidad de resolución y gobierno sobre las vicisitudes de la realidad. La rápida recuperación del rol rector y ejecutor del Estado nacional en áreas vitales como la salud, la educación y demás políticas sociales hizo posible el armado de una red de intervención social que permitió amortiguar el impacto de la pandemia en los grupos de la sociedad más vulnerados. En la provincia de Buenos Aires se observa mucha presencia y acción estatal en la búsqueda activa de casos y seguimientos, donde además de la salud se han detectado situaciones que ameritan la intervención del Estado desde un abordaje integral, con un fuerte componente de lo social. Durante la pandemia el porcentaje de infectados se mantiene estable entre los barrios más empobrecidos y los centros de mayor poder adquisitivo –alrededor del 16%–, mientras en la Ciudad de Buenos Aires, donde el Estado local libró parte de esas acciones a actores privados sin presencia estatal fuerte, el índice de contagios en barrios populares triplica al de los barrios más “acomodados”.

Es trascendente ver el rol de las trabajadoras y los trabajadores de los distintos estamentos del Estado durante la pandemia. Son ellos y ellas quienes tienen la posibilidad y la capacidad de transformarse y transformar el funcionamiento del Estado, y desde ahí mejorar su intervención en la vida de la comunidad. Ese rol es central para el éxito de cualquier transformación que se proponga a partir de la implementación de políticas públicas. Para ello, el Estado se encuentra realizando diferentes estrategias en sus distintos niveles centrales y territoriales, con la firme convicción de que la transformación es de y para las trabajadoras y los trabajadores, en pos del bienestar de nuestro Pueblo. La pandemia mostró cómo la organización de las trabajadoras y los trabajadores, la dotación de sentido de sus acciones y las decisiones certeras de quienes dirigen políticamente marcan una diferencia en el modo en que las sociedades logran resolver sus dificultades. Decisiones y acciones pensadas, organizadas y planificadas dieron como resultado políticas públicas en sentido amplio, eficaces y efectivas.

Aquellas provincias y municipios que se pusieron al frente de la lucha contra la pandemia, con la presencia e intervención de sus trabajadores y trabajadoras, marcaron la diferencia para muchas personas y familias en cuanto a la posibilidad de acceso a la salud, la educación y la alimentación, de ser contemplados por un Estado y de cubrir otras tantas necesidades que los tiempos neoliberales se encargaron de generar en nuestro Pueblo.

En este último año y medio, el Estado nacional, provincial y municipal, a partir de la organización generada desde quienes los gobiernan y de sus trabajadores y trabajadoras, lograron reequipar al sistema de salud, tanto para la atención de la alta complejidad como para la presencia territorial más extendida. Equipamiento, insumos, ampliación en número de trabajadores y trabajadoras, entrenamiento de las personas que conforman los equipos de salud, articulación interjurisdiccional y entre los tres subsectores, son algunos de los campos de intervención y mejora que permitieron que en lo que va de la pandemia el Pueblo haya tenido la asistencia sanitaria adecuada, incluso en los peores momentos.

Las transformaciones en el sistema de salud están sucediendo. Trabajar por una profunda reforma del sistema de salud es necesario, es posible y es el momento adecuado para hacerla. La pandemia puso en evidencia cómo el Estado tomó las decisiones políticas necesarias para robustecer el sistema sanitario argentino, al sector público principalmente, y dio apoyo, acompañó y acogió la parte más debilitada del sector privado para la atención de toda la ciudadanía. Estas acciones de políticas públicas que apuntan a una inserción en el territorio, a la organización por complejidad creciente, al abrazo a sus trabajadores y trabajadoras, a poner un enorme presupuesto en el sector, tiene incidencia directa en la mejora de la calidad de vida de las personas, así como en el desarrollo social de las comunidades. Así pensamos el camino.

Como último eje de reflexión: la campaña VACUNATE PBA contra la COVID-19 es la muestra de la capacidad de reinvención del sistema de salud, de quienes forman parte de ella y de quienes somos cuidados y atendidos por ella. El mayor objetivo y más complejo se está realizando día a día: el de su llegada hasta el rincón más alejado de nuestra patria, a todos los habitantes de nuestro país, a fin de garantizar nuestro derecho al acceso al recurso más valioso hoy: la vacuna. Estado presente, conductores y conductoras tomando buenas decisiones, trabajadoras y trabajadores dotados de sentido en la tarea, cumpliendo con alta calidad y amorosa calidez. La campaña de vacunación puede ser una ventana de oportunidad para repensar algunas prácticas en el sistema de salud, y para la reinvención de las políticas sociales.

Es imprescindible pensar un sistema nacional integrado de salud, donde la articulación entre los tres subsectores –público, seguridad social y privado– sea moneda corriente, y en el que las acciones del sistema sanitario sean planificadas en conjunto con el resto de las políticas sociales. Es una de las tareas pendientes a mejorar, como así también la capacidad del Estado de generar mayor igualdad y equidad. Todos los esfuerzos que se hagan tendientes a integrar esos tres subsectores deben tener como norte la recuperación del sistema de salud como garante de derechos, donde las reglas de juego sean claras, precisas y con la firme determinación de que la salud sea un derecho y no una mercancía.

En esto el lugar del Estado es el de gobernanza del sistema. Solo desde el Estado se le puede poner freno a la ambición enloquecida de sectores especulativos. No es casualidad que los poderes concentrados quieran un Estado ausente. Ya lo decía una vieja propaganda de la dictadura militar: “achicar el Estado es agrandar la Nación”. A confesión de parte, relevo de pruebas.

De cara al futuro, invitamos a ver esta oportunidad en la pandemia. El Estado es central para el desarrollo y la organización de nuestras comunidades. Las trabajadoras y los trabajadores del Estado deben ser protagonistas de esa transformación, y para eso es imprescindible darles las herramientas necesarias. El sistema nacional integrado de salud puede ser la locomotora de este movimiento de desarrollo inclusivo de nuestra comunidad.

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