Lo primero: producir para generar trabajo y riqueza, y ser económicamente libres

Lo ambiental y lo productivo en el agro. La coyuntura discursiva construida por los medios de comunicación y las redes sociales, alimentados por influencers y otras nuevas categorías similares, los han instalado en categorías diametralmente opuestas: lo productivo en una suerte de “eje del mal”, y lo ambiental en el de lo “políticamente y socialmente correcto”.

Como integrantes del Movimiento Nacional Justicialista, para el cual el trabajo es el pilar de la organización social, es nuestra obligación romper esta concepción simplista para avanzar hacia nuestra Patria libre, justa y soberana. Precisamente, la cuestión “ambiental”, tal como se presenta e impacta políticamente en la actualidad, la considero asociada, inicialmente, al principio de nuestra Argentina “económicamente libre”.

Venimos asistiendo a iniciativas productivas que se ven o se pueden ver bloqueadas por la argumentación del impacto ambiental: la producción de fertilizantes, la minería, la producción de salmones, la producción porcina, la exploración de petróleo offshore, la agricultura en el periurbano, etcétera. Así, llegamos a la paradoja de que tenemos una política para promover la forestación, pero no contamos con inversiones que transformen esa materia prima en productos industrializados, con la consiguiente creación de puestos de trabajo, desarrollo local y agregación de valor en origen.

Que la cuestión ambiental inicialmente sea ubicada en la dimensión de la Patria “económicamente libre” entiendo que es el punto de partida para que sea políticamente soberana y socialmente justa. Si no generamos riqueza en nuestro territorio, difícilmente podamos avanzar en la realización como sociedad.

Curiosamente ha sido el peronismo el primero en instalar la cuestión de la ecología, cuando en los años 70 Perón hablaba del desastre ambiental que veía en los países centrales y señalaba que éramos “los ricos del futuro”, por el enorme capital natural que tenía nuestro país y la Patria Grande latinoamericana. Hoy es el futuro del que hablaba nuestro líder. Nuestro deber es convertir ese capital natural en desarrollo, para sacar de la pobreza al 40% de nuestros compatriotas. El punto es que lo podemos hacer de una manera cuidadosa, preservando esa riqueza natural para las generaciones que vienen. Dicho esto, entremos en la problemática presente, de la cual nuestro compromiso militante nos obliga a salir.

Hay un cierto “ambientalismo”, organizado en un sinnúmero de Organizaciones No Gubernamentales, que está efectivamente operando como quinta columna del colonialismo, para que continuemos sumergidos en la dependencia. Tal vez sea la forma más sofisticada y refinada del imperialismo jamás vista.

Reconozcámonos como un país agropecuario, o mejor dicho aún, un país agrobioindustrial. Hasta ahora son las cadenas agrobioindustriales la fuente más potente de generación de riqueza para el país, y en su base está el productor rural en cualquiera de sus formas. Es conocida la creatividad y la eficiencia de nuestras y nuestros productores a la hora de manejar sus cultivos, lo cual convierte a la Argentina en uno de los países más competitivos del mundo produciendo alimentos. Pero nuestro sistema sufre el embate de un ambientalismo sin base científica, pero tremendamente potente en lo discursivo y comunicacional, que transformó herramientas tecnológicas eficientes y económicas como los fitosanitarios en “agrotóxicos”.

Cuáles son las consecuencias de esto. Sin que haya evidencia científica en su contra, esta corriente –que influencia particularmente a la sociedad urbana– busca la prohibición de productos libres de patentes, fabricados localmente por una red de empresas nacionales, medianas y pequeñas que llegan al productor a bajo costo.

Como las malezas, los insectos y los hongos deben ser combatidos para no afectar la producción de los cultivos –y más aún, la viabilidad económica del agricultor– a medida que se van prohibiendo deben ser reemplazados por productos más caros, muchos de ellos protegidos por patentes, e incluso importados sin un mínimo valor agregado industrial en nuestro territorio. Es necesario que la sociedad sepa que hoy existen tecnologías de aplicación selectiva y que es posible monitorear el recorrido de las máquinas aplicadoras y las condiciones ambientales para que sean las adecuadas para la tarea, de manera de minimizar el riesgo de exposición y de deriva. Por otra parte, también es cierto que los productos mayormente utilizados son cada vez de menor toxicidad.

La Argentina es uno de los pocos países del mundo con capacidad científico tecnológica para desarrollar cultivos intervenidos genéticamente, sea por transgénesis o edición génica. La interacción entre lo público y lo privado ha llevado al desarrollo de cultivos capaces de sostener la productividad en condiciones de sequía. Es un logro que nos llena de orgullo, porque se inició en una universidad estatal, continuó con el apoyo del CONICET, y finalmente se desarrolló comercialmente con el apoyo de una compañía privada cuyos accionistas son masivamente productores argentinos. Se trata de un hecho más que relevante, ya que hasta el presente todos los cultivos transgénicos utilizados por nuestros productores han sido desarrollados por grandes compañías globales, con asiento en los países centrales. Pero este logro soporta una campaña en contra solo por el hecho de ser “transgénico”, aun cuando no haya una sola sospecha de afectación a la salud humana o el ambiente. Nuestra política, como justicialistas, tiene que superar esta visión dicotómica funcional a la dependencia que nos quieren imponer desde el exterior.

Es absolutamente posible explotar nuestros recursos naturales de manera sustentable, cuidando la salud de nuestra gente y del ambiente. Lo que no podemos es resignar el desarrollo que surge de la actividad económica tutelada en la dimensión ambiental y social por el Estado argentino.

En lo que al agro compete, necesitamos una cadena agrobioindustrial potente y competitiva, que atraiga inversiones, cree empleo, desarrolle las comunidades locales y genere riqueza y divisas para nuestro país. Todos en el peronismo tenemos que estar convencidos de que este es el camino hacia la Patria libre, justa y soberana. Esa debe ser la prioridad de nuestras políticas. Cumplir con lo que expresaba el general Perón: ser los ricos de este presente, armonizando desarrollo económico y social, con cuidado ambiental y sanitario.

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