Las cuatro dimensiones de las políticas de Derechos Humanos

Gracias a años de lucha y compromiso de los organismos de derechos humanos, sobrevivientes y expresas y presos políticos, sumados a los avances obtenidos en el periodo democrático y la potencia que les imprimió su institucionalización por parte de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, las políticas públicas de derechos humanos se han convertido en pilares de la vida en democracia y en columna vertebral del respeto ciudadano. No solo ponen a la Argentina en lo más alto a nivel mundial como un ejemplo a seguir, sino que también construyen una comunidad con conciencia de nuestro pasado reciente que no olvida lo sucedido y que, inspirada en valores como la memoria, la verdad, la justicia, el respeto a la participación política y el goce de derechos, va vigorizando a nuestra joven democracia que sigue creciendo.

Cabe destacar que son los estados quienes violan en reiterados casos los derechos humanos de los pueblos, incumpliendo su rol de garantes de los mismos. Por eso, el caso argentino merece no solo ser reconocido, sino convertirse en objeto de investigación permanente para poder seguir construyendo acciones y normativa que fortalezcan estos derechos ante cualquier intento de ser vulnerados.

Ahora bien, es necesario comprender que esta clasificación de derechos y su correspondiente actualización han crecido sustancialmente, y hoy podemos ubicar como derechos humanos indispensables el acceso al agua, el trabajo, la conectividad, el alimento sano, el hábitat, el medio ambiente sustentable o la vivienda, así como la lucha contra flagelos tales como la discriminación, las adicciones y la violencia institucional, entre otros. Por tanto, es importante conocer las cuatro dimensiones que permiten seguir construyendo ciudadanía y la posibilidad de formular más políticas que mejoren la calidad de vida de nuestros pueblos.

 

Señalización

Refiere a las marcas o huellas urbanas que, construidas colectivamente entre la sociedad civil, sus organizaciones y los niveles del Estado, indican lugares, espacios, sitios o esquinas donde se han cometido gravísimas violaciones a los derechos humanos. También recuerdan nombres o especificidades de esta temática, teniendo por objeto interpelar e invitar a reflexionar a las comunidades circundantes de esos territorios. Entre las más populares, encontramos placas, monolitos, monumentos, baldosas, carteles y –recientemente– otros elementos, como árboles, que van modificando la urbanidad y dejándonos esas preguntas que generan la duda o el interés por profundizar sobre el tema. Al mismo tiempo, todas estas expresiones constituyen una política de reparación simbólica para familiares, amigos y víctimas de esas violaciones de los derechos humanos.

 

Difusión

En este caso citamos las producciones artísticas, musicales, gráficas, digitales, etcétera, que se especializan en trabajar la temática y mantener la agenda pública en movimiento y activa. Podemos encontrar sitios que permiten acceder a la actualidad en tiempo real de los juicios de lesa humanidad, programas de televisión y radio, canales digitales, espacios en publicaciones, entre otros aportes, con la importante tarea de seguir informando a la sociedad todo lo referido a estas políticas que tanta importancia para la vida en democracia tienen.

 

Creación

Es aquí donde aparece con fuerza el rol de Estado, que acompañará a las organizaciones y colectivos de derechos humanos, investigadores, investigadoras y demás profesionales del tema, para construir mancomunadamente actividades, normas y programas que permitan generar acciones concretas sostenidas en el tiempo que logren fortalecer el respeto por los derechos humanos, su vigencia y su goce pleno. Aquí destacamos las ordenanzas, las leyes, los decretos, los programas y las políticas públicas.

 

Gestión

Por último, será la gestión de estas acciones, la que las siga institucionalizando e incorporando a la vida cotidiana de los estados en todos sus niveles, ámbitos decisorios e instituciones. Es importante remarcar esta dimensión, ya que si una política pública no se institucionaliza corre el serio riesgo de desaparecer por distintos motivos, como el desfinanciamiento, la pérdida de legitimidad o incluso el agotamiento de la sociedad civil, que no cuenta con la burocracia del Estado para poder sostener acciones a lo largo del tiempo.

Debemos una vez más sentirnos orgullosos de nuestro país, que tanto ha sufrido desde 1955 con el nefasto bombardeo a la Plaza de Mayo; pasando por distintas dictaduras, hasta llegar al genocidio de 1976 que costó la vida de 30.000 compatriotas; la guerra en Malvinas; la herencia neoliberal; la entrega del Patrimonio Nacional de los 90 y el economicidio macrista. Pero siempre, absolutamente siempre, hemos podido ponernos de pie y proponer, gracias a la lucha inclaudicable de nuestro Pueblo, otro camino posible.

El juicio y el castigo a los represores; la recuperación como espacios de Memoria de los centros clandestinos de la dictadura; la restitución de legajos de trabajadoras y trabajadores desaparecidos; las leyes reparatorias; el pedido de perdón por parte del Estado; sumados a otras conquistas democráticas que garantizan derechos humanos, como la asignación universal por hijo; la estatización de los fondos de las pensiones y jubilaciones; la garantía de medicación gratuita para nuestros adultos mayores; son batallas ganadas que hacen saber que vamos por el camino correcto. Pero tampoco debemos olvidarnos de las cuentas y las herencias pendientes: enjuiciar a los responsables civiles del terrorismo de Estado; derogar las leyes ilegales que dejó la dictadura que siguen vivitas y coleando, como la terrible ley de entidades financieras; terminar con la desigualdad; derrotar el desempleo; y erradicar la imposibilidad del acceso a una vivienda, entre otras demandas impostergables para nuestro Pueblo.

Share this content:

Deja una respuesta