El peronismo y las organizaciones sindicales

Quienes somos peronistas entendemos que cada una y cada uno debemos ser parte y contribuir a la organización del pueblo para participar activamente de las transformaciones que la Patria necesita. El mensaje de La Comunidad Organizada hoy cobra más vigencia que nunca.

El modelo sindical argentino fue concebido por Perón en los años de su primera presidencia. Respondió a la necesidad de organizar a las y los trabajadores en un proceso de creciente industrialización del país, donde florecía el crecimiento económico año tras año y cada rama veía incrementada su producción. La participación del sector del trabajo en el ingreso nacional llegó al 50% –el famoso fifty-fifty– y fue posible gracias a la implementación de exitosas medidas, como el salario mínimo, el aguinaldo, las vacaciones pagas y la sanción de la ley 14.250 de convenciones colectivas, que proporcionó a las organizaciones sindicales la posibilidad de discutir salarios y condiciones de trabajo anualmente, constituyéndose a lo largo de los años en una herramienta redistributiva. A través de un virtuoso proceso de traslado de los fondos excedentes del sector agropecuario hacia la industria a través del IAPI, se fomentó el crecimiento exponencial del país. En este proceso fue clave la participación de dirigentes sindicales y sus organizaciones para el diseño y la ejecución de políticas públicas.

Luego del derrocamiento de Juan Perón, el movimiento obrero organizado pasó por persecuciones, proscripciones, encarcelamientos y desaparición de militantes y dirigentes. En aquellos largos años de proscripción, el movimiento sindical supo ser faro por sus luchas en la resistencia, como la toma del frigorífico Lisandro De la Torre, los sabotajes del sindicato de Luz y Fuerza, el Cordobazo y otras acciones que generaron las condiciones para el rechazo de la población a los sucesivos golpes de Estado y a gobiernos democráticos condicionados, durante los diecisiete años que transcurrieron hasta el regreso del general Perón al suelo argentino.

Sin dudas, la noche más oscura llegó con la última dictadura cívico militar, donde la mayor cantidad de detenidos-desaparecidos formaba parte de las organizaciones sindicales, y cuyos dirigentes fueron quienes encabezaron las demandas del pueblo, tal como sucedió en la histórica marcha de “Paz, Pan y Trabajo”, enfrentándose a la dictadura y marcando un rumbo clave para la recuperación de la vida democrática.

Durante el menemismo, en nombre del peronismo se llevaron adelante medidas de ajuste, privatizaciones y desindustrialización. El surgimiento del Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) y de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) permitieron una bocanada de aire fresco al sindicalismo, que desde esas expresiones se opuso con claridad y contundencia a todas las medidas en contra de las y los trabajadores que aplicó aquel gobierno. Con la llegada de la Alianza, el resultado fue por todos conocidos, una de las más grandes crisis de nuestra historia.

 

Néstor y Cristina

En esos años se recuperaron derechos, el país empezó a prosperar y a salir adelante. Néstor y Cristina convocaron a la participación y a la refundación de un país para todas y todos. Algunos y algunas comenzaron su militancia en barrios, universidades o clubes, y otros y otras desde nuestra identidad de trabajadores y trabajadoras que se volvía a dignificar, desde nuestras organizaciones sindicales, siendo parte de lo que fue la construcción de un proyecto colectivo que retomó las banderas de independencia económica, soberanía política y justicia social.

Nos vimos convocadas y convocados, siendo protagonistas y partícipes de las transformaciones que se gestaban después de años muy dolorosos para nuestro país. La creación de cinco millones y medio de puestos de trabajo, el restablecimiento de las paritarias que fueran precedidas de aumentos salariales otorgados por decreto, la recuperación del aparato productivo, la reestatización de empresas centrales como AYSA, Aerolíneas Argentinas o YPF, la asignación universal por hijo, la moratoria previsional, el programa PROGRESAR, permitieron años de crecimiento con inclusión social. Una vez más, con la plena participación de las y los trabajadores a través de sus organizaciones sindicales.

Tal como dijo Néstor Kirchner, recordando a Perón en ocasión de su natalicio en la quinta de San Vicente (2010): “A nosotros nos preocupa que un pueblo siga teniendo más trabajo, más empleo, más poder adquisitivo, que pueda estudiar, que pueda tener la Asignación Universal, que se pueda jubilar, que le puedan aumentar los sueldos, que se pueda sentar con los pibes a la noche el viejo, la vieja, con los chicos, para soñar con una Argentina diferente y cada día mejor. En esa Argentina donde el pibe le vuelva a preguntar al papá o a la mamá cómo te fue en el trabajo, y el papá o la mamá le pregunte al pibe: cómo te fue, querido, en la escuela”.

 

Macrismo

En los cuatro años de macrismo vimos la destrucción del poder adquisitivo, del trabajo y de la producción argentina. Los tarifazos, los despidos masivos, el endeudamiento externo más grande de nuestra historia y la persecución a opositores, fueron una constante. En esos años fuimos encontrándonos en las calles, resistiendo el ajuste, y en 2017, con Cristina a la cabeza, conformamos Unidad Ciudadana en representación de todos aquellos sectores perjudicados por Cambiemos. Propuesta política que fuera fundamental para nuestro Frente de Todos y para la construcción del 2019 y la vuelta de un gobierno popular con Alberto y Cristina.

El movimiento de mujeres fue clave para frenar iniciativas, como aquel tristemente recordado proyecto de ley de “Equidad de Género e igualdad de oportunidades en el trabajo” que presentó Macri a principios de 2018: una reforma laboral encubierta, con el objetivo de intervenir sindicatos ante el incumplimiento de alguna de sus cláusulas.

La militancia activa de las mujeres sindicalistas de todas las centrales –construyendo una expresión de unidad del movimiento de trabajadores y trabajadoras, coordinando con las organizaciones del movimiento de mujeres y articulando la calle y el Congreso– fue central para impedir esta reforma laboral encubierta y lograr una importante unidad, anticipando lo que luego sería la comunión del campo popular para poner freno a las políticas de ajuste y construir una propuesta que devolviera la esperanza al pueblo.

 

Última reflexión y desafío actual

Las organizaciones sindicales aseguran la participación de trabajadores y trabajadoras en sus ámbitos y su representación a través de órganos fundamentales, como son las comisiones internas, instancias de las que también emergen los nuevos cuadros sindicales, secretarios y secretarias generales de seccionales y delegados y delegadas de base que fortalecen la vida democrática y la participación sindical. Aquí se encuentran también las discusiones y los nuevos debates de los movimientos de mujeres y diversidades que permearon en la sociedad en general y en las organizaciones del pueblo en particular, y el sindicalismo no es la excepción.

Este tiempo que viene, y a 90 años de existencia de nuestra histórica Confederación General del Trabajo, es importante que nuestras organizaciones sindicales y nuestro movimiento obrero se inscriba en su larga tradición de pensar el modelo de país, siendo parte integrante y fundamental en las políticas de gobierno, en el diálogo tripartito y en el acompañamiento a nuestro pueblo y al presidente Alberto Fernández. Acompañamiento que implica la incorporación de nuevas demandas y luchas, la igualdad de género y de oportunidades en los sectores de trabajo –y en su reflejo, que son las estructuras orgánicas–; una mayor participación de las trabajadoras y trabajadores en el ingreso nacional; y el abordaje de los debates acerca del futuro del trabajo. Siempre poniendo en el centro a la persona humana, como marca el Papa Francisco, una garantía que, hemos visto, solo existe cuando conduce los destinos de nuestra Patria un gobierno popular.

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