El futuro es nuestro

La cultura del encuentro

La pandemia del COVID-19 puso blanco sobre negro la realidad de nuestro país, enseñándonos de una manera muy cruda la importancia de un Estado presente, fuerte, capaz de cuidar la vida y la salud de las argentinas y los argentinos. Esta idea simple se lleva mal con las ideas que se venían instalando con una fuerza inusitada en el periodo anterior. Allí el individuo, el mérito que ese individuo hacía, separaba a la sociedad entre quienes merecían todo: el éxito, el progreso, las oportunidades, los beneficios de estar dentro de un sistema, reduciendo todo a que quien pueda pagarlo lo tenga, y quien no, no, porque, además de no tenerlo, no lo merece. Así instauran la cultura del sacrificio de las y los humildes en la fiesta de la abundancia de las y los privilegiados.

Estas ideas eran reafirmadas en abuelas y abuelos con la luz de sus casas apagadas, sin calefacción, tapados con una frazada, comiendo menos que antes y recordando el sacrificio de sus propios abuelos y abuelas, diciendo que así se sale adelante, aceptando estas ideas con resignación. Comprender que esa abuela –que sufre y se sacrifica y adopta esas ideas que la llevan a una resignación épica– es una compatriota a la que nuestro proyecto de país debe darle respuestas estructurales es la piedra angular de la cultura del encuentro que necesitamos impulsar en el seno de nuestra nación.

Estar al lado de cada argentina y argentino, escucharlos, trabajar a la par suyo para construir nuevas realidades, es el único camino que permitirá volver a abrazarnos a la esperanza de un país mejor con lugar para todas y todos. Eso tiene que hacerse carne en nuestra práctica política cotidiana, en nuestras ideas, haciendo de nuestra doctrina una guía para la vida y para el buen gobierno.

Desde el Ministerio de Cultura de la Nación trabajamos en el equipo de Lucrecia Cardoso en la Secretaría de Desarrollo Cultural para aportar un grano de arena en la integración federal y la cooperación internacional. Desde allí intentamos llevar estas ideas a la práctica, sumando a la vocación de servicio la profesionalización de los equipos de trabajo del gobierno, una gestión de puertas abiertas que logró estar a la par de las trabajadoras y los trabajadores de la cultura del país, de los gobiernos provinciales y locales, de las y los gestores culturales, de las organizaciones y entidades del sector, construyendo respuestas ante una demanda inabarcable, con el esfuerzo permanente de llegar a todas y todos, empezando por los últimos, como nos marcaba el rumbo el presidente Alberto Fernández.

 

La cultura de la transformación

Cuando pensamos la política en términos macroeconómicos, de correlaciones de fuerzas, desde la geopolítica, muchas veces el pragmatismo se transforma en posibilismo, reduciendo las opciones y las alternativas que visualizamos para abordar una situación compleja, como la que atraviesa nuestro país y el mundo en este contexto histórico con final abierto y cargado de incertidumbres. Allí la cultura de la transformación es la herramienta de los pueblos para forjar nuevas realidades, en escenarios adversos, frente a desafíos que aparecen a simple vista como imposibles de sortear. Eso exige confiar en nuestro pueblo como una cantera inagotable de ideas y experiencias históricas que han permitido levantarnos una y otra vez, saliendo de cada crisis que los intereses de la especulación financiera global y los malos gobiernos generaron. Transformar la realidad es una necesidad urgente. Hacerlo con un gobierno que tiene recursos limitados, en una economía golpeada por la crisis y la pandemia, son datos de la realidad que debemos ordenar para jerarquizar las mejores ideas, transformarlas en políticas públicas y llegar a cada territorio y a cada grupo social del país con respuestas inmediatas, primero para contener y luego con procesos que modifiquen las condiciones de vida para salir de los círculos viciosos, generando emergentes que mejoren sus condiciones.

El ejercicio de la responsabilidad es decidir transformar la realidad como una acción colectiva, en donde pueblo y gobierno somos uno y nuestro movimiento acciona en las dinámicas en que generamos las utopías, las adhesiones, y hacemos realidad aquello que soñamos en multitud. Allí la cultura como cartera de gobierno, el desarrollo cultural, la integración federal y la cooperación internacional se hacen carne para cuidar los empleos que tenemos, generar nuevos empleos, generar divisas y alentar nuevos emprendimientos, trabajando a la par de quienes están en el territorio gestionando cultura, haciendo industria, generando diversidad, abriendo oportunidades, construyendo puentes.

 

La cultura de la hermandad entre los pueblos

Zanjar la mirada a la que pretenden reducirnos entre grietas, unitarismos, eurocentrismos o neoposmodernismos, desandando las antinomias para encontrar las verdaderas contradicciones que debemos resolver como sociedad, es parte del aporte que debemos hacer desde los partidos políticos, aportando al análisis general una mirada crítica, sistemática, enfocando el proceso que vivimos de cara al desenlace que promovemos. Nos situamos ante el mundo como latinoamericanas y latinoamericanos: eso habla de nosotros en términos territoriales, pero más en términos culturales. Somos nuestras raíces. Esa singularidad es lo único que nos diferencia del resto del mundo. Eso que somos, a diferencia de otras latitudes. Ahí radica el valor de nuestra estética, de nuestra mirada, finalmente de nuestra participación en la construcción del mundo. Trabajamos para la hermandad entre los pueblos, por un mundo multipolar, o multicultural, lo que nos invita a pensar el mundo como una diversidad de pueblos que comparten entre sí los bienes y los servicios culturales en relaciones de mutuo beneficio.

Luego, las lógicas comerciales y en especial las financieras modelan un comercio y unas relaciones internacionales que asignan a estas relaciones características de corto plazo que buscan una ganancia empresarial en transacciones comerciales, base de las relaciones económicas, a las que queremos orientar hacia plataformas de comercio que permitan un desarrollo sostenido de las actividades de interés entre nuestros creadores y creadoras, emprendedores, emprendedoras, empresarias y empresarios, y el de los pueblos hermanos con los que tenemos vínculos históricos, por lo obvio, pero también con los que no tenemos una relación estrecha pero queremos cultivarla.

Para esto hemos generado un conversatorio para identificar y aprender de experiencias en marcha, a través de un ciclo que denominamos “Exportar cultura” en trabajo conjunto con la Cancillería y la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional que nos permite compartir e intercambiar las buenas prácticas que se desarrollan a lo ancho y largo de nuestro país, con emprendimientos de diferente envergadura, pero todos con la misma vocación de construir ese puente entre nuestra cultura y la de pueblos hermanos, a través del comercio, del intercambio y de la integración. Con la cultura de la hermandad entre los pueblos para amplificar nuestros vínculos con el mundo, la cultura de la transformación para generar nuevas realidades de justicia social, independencia económica y soberanía política, con la cultura del encuentro que es también la de la unidad del campo nacional y popular, y con la cultura del trabajo, tenemos un presente adverso, pero el futuro es nuestro.

 

Ariela Peretti es directora nacional de Integración Federal y Cooperación Internacional de la Secretaría de Desarrollo Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación.

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