Deuda externa y financiamiento al desarrollo

Durante los cuatro años de gobierno del espacio Cambiemos, liderado por Mauricio Macri, al igual que en los años 90, la política económica se ajustó estrictamente a la creencia neoliberal de que el financiamiento de la inversión depende esencialmente de los recursos externos. Como lo demostró nuevamente la experiencia argentina, una política indiscriminada de atracción de inversión y financiamiento extranjero, en vez de impulsar el desarrollo, impulsa la especulación, desintegra el espacio interno, fractura las cadenas de valor y expulsa al capital argentino, reduciendo la tasa de inversión y aumentando la vulnerabilidad de la restricción externa.

Es preciso reconocer que el financiamiento de la inversión descansa, en primer lugar, en el ahorro interno y, complementariamente, en recursos externos. La inmensa mayoría de las inversiones en el mundo corresponde a las empresas y los estados nacionales. La primera prioridad, por lo tanto, es retener y reciclar el ahorro interno en el proceso productivo, calmando la economía y generando las condiciones para que el lugar percibido como más rentable y seguro para invertir nuestro ahorro sea la Argentina. Después, todo los demás, incluso “la vuelta a los mercados” internacionales, viene por añadidura.

Debemos recordar que, en el marco de políticas heterodoxas no alineadas con el paradigma neoliberal, durante el periodo 2003-2015 la inversión aumentó a tasas anuales del orden del 25% y la relación entre inversiones y PBI alcanzó un máximo histórico para la época. Esta mejora extraordinaria en las inversiones y en la situación patrimonial del país se financió, en su totalidad, con ahorro interno. El favorable contexto en el mercado mundial favoreció a la economía argentina, pero los logros señalados obedecen, en lo fundamental, al cambio de rumbo de la política económica.

En la actualidad, a pesar de la pandemia, los niveles de inversión que se computan desde fines del año pasado reiteran la existencia de ese proceso virtuoso. El acceso al mercado financiero internacional va a resultar difícil, teniendo en cuenta la extraordinaria acumulación de deuda externa –donde se destaca la ya renegociada deuda con actores privados que asumieron una quita financiera de 37.000 millones de dólares y la asumida en términos insustentables y pendiente de reestructuración con el FMI. Una fuente de financiamiento importante pasa a ser, en consecuencia, el Presupuesto. En el plano nacional se reinvirtieron los recursos que se ahorraron en la refinanciación de la deuda, volcándolos a la duplicación de la inversión pública y al fortalecimiento de la inversión educativa, sanitaria y en ciencia y tecnología, aspectos estratégicos del desarrollo nacional.

Adicionalmente, la política financiera del gobierno anterior pesa sobre las posibilidades de financiarse en el mercado de capitales local que dicho gobierno defolteó y que el gobierno actual ha logrado ir reconstruyendo, pero que tiene dificultades todavía para operar con la profundidad y los plazos que se requieren para impulsar una escala adecuada de inversión para el desarrollo.

De modo que las principales fuentes existentes de financiamiento del desarrollo son el autofinanciamiento público y privado, el crédito de inversión y el acceso al mercado de capitales. Las restricciones derivadas del sobreendeudamiento macrista han agudizado la restricción externa, es decir, la disponibilidad de divisas dentro del sistema, tensionando a través del mercado del dólar los precios relativos de toda la economía. En ese marco, el sistema de financiamiento requiere desdoblar la retribución al ahorro –que debe ser positiva en términos reales– del costo del crédito, para cuya bonificación se requiere de recursos presupuestarios como los que se administran en la actualidad a través del FONDEP.

La herencia del macrismo de casi cuatro años de inestabilidad económica, alta inflación y desinterés por la economía real, ajuste permanente y concentración de la capacidad prestable en instrumentos de corto plazo del BCRA con altísimas tasas de interés para evitar la dolarización de los excedentes, alcanzaron niveles reales incompatibles con la actividad productiva y constituyen una de las herencias más complejas para desactivar: llevaron el peso del crédito privado sobre el PBI del 11,6% de fines del 2015 al 8% de 2019, el más bajo entre las primeras 50 economías del mundo, que a pesar de la pandemia se ha podido recuperar hasta 13% del PBI.

 

La existencia de una banca de inversión

El desarrollo económico implica la transformación de la estructura productiva, la agregación de valor a los recursos naturales, el despegue de las actividades intensivas en tecnología, el apoyo al empresariado nacional, la capacitación de los recursos humanos, la integración de las cadenas de valor, la integración territorial y la competitividad de la producción argentina de bienes y servicios transables. El desarrollo implica un proceso de transformación estructural que no se produce espontáneamente por el libre juego de las fuerzas del mercado y que requiere de un Estado activo.

El financiamiento de la ampliación de la capacidad productiva, con contenidos crecientes de valor agregado y densidad tecnológica, descansa en tres fuentes fundamentales: el presupuesto público, que con su aporte direcciona las prioridades; los recursos propios de las empresas; y la transferencia de ahorro excedente de los diversos sectores sociales hacia la ampliación de la capacidad productiva. El flujo de recursos privados depende de la rentabilidad de las empresas y del rol del sector financiero y del mercado de capitales, como enlace entre la producción de bienes y servicios y las fuentes de ahorro interno y, complementariamente, de fondos externos.

Impulsar una política de desarrollo pospandémica implica profundizar la red de financiamiento para la inversión que nuestro gobierno ha venido desarrollando en el sistema financiero argentino, articulando un sistema institucional amplio y de carácter federal de fondos para préstamos de largo plazo, con bonificaciones de la tasa de interés (FONDEP) y garantías provenientes del Estado (FOGAR) a través del Ministerio de Desarrollo Productivo. Es principalmente en virtud de esta red de financiamiento de la inversión que el sector financiero puede alcanzar la condición de protagonista esencial del desarrollo económico.

Como en otros casos, no existe un solo modelo de banca de desarrollo e inversión. En su descripción más actualizada, el concepto genérico de banca de desarrollo se entiende como: a) la existencia de créditos de largo plazo dedicados a promover la inversión en proyectos prioritarios y fomentar las exportaciones; b) una operatoria con recursos en moneda nacional; c) la capacidad en la formación del precio del crédito de largo plazo; y d) la existencia de entidades controladas por los estados nacional y provinciales. Adicionalmente, se considera en esta línea de ideas que no se puede dejar de hacer referencia a la necesaria coordinación con los diversos fondos aplicables al financiamiento a plazo y hoy disponibles, donde se destaca el FGS con origen en recursos previsionales, que recientemente constituyera un FF para proyectos estratégicos, instrumento llamado a tener un rol fundamental en la oferta de recursos para proyectos de largo plazo.

La eficacia del financiamiento se potencia cuando se realiza una ‘apuesta’ a favor de determinados sectores productivos que puedan definirse como ‘estratégicos’ y que por sus propias particularidades generan significativos retornos a la economía. Esto se garantiza por la existencia en la actualidad de una clara política industrial, de fomento de las pymes y de innovación tecnológica.

Un aspecto esencial complementario a la banca de inversión es el fortalecimiento y la ampliación del Sistema de Sociedades de Garantía Recíproca y Fondos Públicos de Garantía, que ha alcanzado una extensa experiencia en nuestro mercado, favoreciendo el acceso de las PYMES al fondeo bancario y en el Mercado de Capitales.

 

Kelly Olmos es consejera nacional y coordinadora de la Comisión de Financiamiento del Desarrollo de los Equipos Técnicos del Partido Justicialista nacional.

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