China y Estados Unidos: la ética detrás de los proyectos tecnológicos. ¿Y América Latina?

Este artículo esboza lineamientos centrales de las éticas que sostienen los proyectos políticos económicos y tecnológicos que actualmente se disputan la hegemonía a nivel mundial.

Mientras aceptemos la concepción de la tecnocracia que propone la salida a un mundo en crisis y a la incertidumbre mediante la dependencia a la tecnología hegemónica, nos privaremos también de la construcción de “muchas tecnologías”. Junto con la propuesta tecnológica dominante, absorbemos y nos subordinamos a “una cultura”, a una visión de la técnica y a la tecnología única, global y universal. Esta concepción lleva a incorporarnos sumisamente en el lugar que las cadenas de valor globales dejan para nosotros: dadores de datos, consumidores y usuarios, y capaces de crear, gracias a nuestro gran sistema público de ciencia y tecnología, algunos nichos de producción.

Pensar en la técnica y la tecnología como universales, por fuera de un proyecto político y social, es una victoria de la colonización cultural que nos limita a pensar que el problema es cómo adquirir la tecnología, y no cómo y desde dónde desarrollarla. Pero para comprender el problema tenemos el gran desafío de dilucidar el horizonte cultural en el cual se produce la tecnología (Kusch) e interpelarnos como Estado y Comunidad respecto de cuáles son los basamentos éticos en los cuales vamos a estructurar nuestra tecnología. ¿Los de la vigilancia, la seguridad, el monopolio y el secretismo? Esa es la propuesta angloamericana.

Poner en el centro del desarrollo tecnológico lo humano, lo comunitario, la construcción de puentes y las necesidades sociales de nuestra región implica subvertir el orden tecnológico global y pensar nuestras propias categorías y nuestras propias herramientas de desarrollo. Sin duda, en un mundo globalizado, esto implica comprender cuáles son los proyectos tecnológicos en danza, para poder construir esa tercera posición desde la realidad efectiva de la geopolítica. Las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que utilizamos se encuentran enmarcadas y son parte de proyectos económicos, políticos y sociales: son parte de las fuerzas de producción, y en esta era aceleran las crisis de las viejas instituciones, consolidándose como parte de las nuevas relaciones sociales, mediando, ordenando y reglando la vida. Estas tecnologías se consolidan expandiendo su radio de influencia: reconfiguran las reglas de juego en la economía, pero también median las relaciones interpersonales, situándose en el ámbito de la comunicación, aceleran la crisis de los partidos políticos y los movimientos sociales, y reconfiguran las reglas de la democracia.

 

Estados Unidos: vigilancia y lo financiero especulativo

Las TIC que mayormente utilizamos y conocemos en nuestra región, las que nos afirman en cada click que le damos a nuestro celular, son las provenientes del Silicon Valley, una tecnología que nació al calor del desarrollo y la consolidación del modelo neoliberal angloamericano. Estas tecnologías capitalistas vienen con su sello de origen: la cultura anglosajona y el modelo neoliberal.

Luego de la segunda guerra mundial, el proyecto de la industria militar digital tomó impulso. Bajo el lineamiento geopolítico estadounidense, se apalancaron –aún más– a las “Telcos”: grandes fábricas como Ericsson, IBM o HP, que dieron grandes saltos tecnológicos. Así también, la creación de la World Wide Web, el 12 de marzo de 1989, fue hija de la Investigación, Desarrollo e Innovación de Estados Unidos. En los 90 el semillero del Silicon Valley fue dando sus primeros frutos corporativos en el software y se comenzaron a destacar empresas como Google (Alphabet), Apple, Microsoft y luego, ya en 2004, Facebook. Todas ellas de la mano de la política militar, de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y del pentágono.

En paralelo, la industria hollywoodense construyó otra historia, ocultando el entrecruzamiento cívico-militar: la “historia rosa” donde se muestran a los “genios” en su garaje haciendo descubrimientos individuales, solo gracias a su mérito. Esto nunca existió, por más que se hagan miles de películas y series. Luego, la industria de la comunicación y del espectáculo, pero también la academia, sostuvieron el mito de que en las Redes Sociales “somos libres e iguales”, el poder aparecía diluido, pero en realidad solo se ocultaba, volviéndose cada vez más ubicuo, el gran objetivo de las GAFAM –las grandes de la tecnología: Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft–: que “desaparezca” Internet.

La verdadera historia, invisibilizada desde sus comienzos, es que estos grandes logros tecnológicos se desarrollaron bajo el comando militar en función de los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Las redes de datos originales fueron desarrolladas y promovidas por el Pentágono y Wall Street. Dos grandes hitos marcaron a fuego el devenir de esta tecnología: los atentados a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, y el apalancamiento financiero especulativo de fines de los 90. El gobierno de Bush hijo se legitimó mundialmente a través de la caída de las torres gemelas y la guerra en contra del “terrorismo”, logrando imponer un modelo totalitario ejecutado mediante la vigilancia total. Estas tecnologías, como relata con detalle Edward Snowden, se utilizaron para este propósito. Para muestra hace falta un botón, decía mi abuela: Facebook nace el 4 de febrero del 2004, justo el mismo día en que se cancela el proyecto LifeLog del Pentágono.[1] Nació como contratista de Estados Unidos, para luego ir acumulando poder propio, siempre atravesado por los designios del Estado profundo. Estos fueron los pasos previos para el desarrollo de un modelo geopolítico totalitario que Zuboff denomina “instrumentalismo”.[2]

Fue a fines de los 90, con la caída de la ley Glass-Steagall y la especulación financiera, que se apalanca como nunca el desarrollo tecnológico. La crisis de las “punto com” evidencia cómo las tecnologías acumulaban dinero barato, fácil, a través de inversiones arriesgadas. Pero luego de esta crisis los inversores exigen mejoras en las tasas de rentabilidad, lo cual pone presión y objetivos a otra escala a las Startup de la tecnología.

El giro que implicó para Alphabet (Google) comenzar a utilizar el excedente de información conductual, para construir perfiles psicosociales de consumidores y usuarios y venderlos para publicidad, desencadena el desarrollo del “capitalismo de la vigilancia”, con la consecuente manipulación social. Este cambio ético fue posible porque estuvo habilitado, sostenido y legitimado desde el modelo capitalista neoliberal, financiero y especulativo. Estas tecnologías vinieron a salvar la crisis sistémica del capitalismo. Se desarrollaron en plena expansión de la dominancia hegemónica de Estados Unidos, acompañadas de la nula regulación de este nuevo territorio y del ocultamiento a la población de todo lo que se estaba ejecutando. La ética neoliberal atravesó el desarrollo tecnológico del Silicon Valley desde el comienzo, construida sobre los pilares de la geopolítica de Estados Unidos y el financiamiento de grandes fondos financieros de inversión.

 

China: defensa y ética del “ganar-ganar”

Muy diferente fue el desarrollo de las TIC en China. En sus comienzos tuvo una marcada orientación defensiva, para luego convertirse en una política central de Estado, manteniendo éste las riendas del desarrollo tecnológico. Los últimos 40 años de China han sido asombrosos en términos de crecimiento y de reducción de las desigualdades sociales.[3] El Producto Interior Bruto de China (PIB) pasó de unos 150.000 millones de dólares en 1980 a 12,24 billones en 2017. A lo largo de esas décadas, el desarrollo de las nuevas tecnologías, si bien siempre estuvo en escena, pasó de ser algo rudimentario y una “copia” a estar en el centro de la política y ser el más sofisticado a nivel mundial.

La primera postura del gobierno chino frente a la expansión de Internet, una tecnología que no manejaba, fue defensiva, propia de un país que comprendió lo que estaba en juego en términos geopolíticos. Lo podemos observar en la construcción de la “Gran Muralla de Fuego” –un gran cortafuegos, cuyo nombre hace referencia a la Gran Muralla China. Oficialmente se llamaba Proyecto Escudo Dorado y comenzó sus operaciones en noviembre de 2003. Esta iniciativa permitió defender a la población y a la estructura económica y política de China de la vigilancia estadounidense.

Lejos de esos momentos iniciales, en la actualidad y principalmente con el gobierno de Xi Jinping –ingeniero de formación– China se convierte en un líder tecnológico. Esto se aprecia en el XIV Plan Quinquenal (2021-2025) y en la estratégica “Made in China 2025”, donde ya se posiciona como una superpotencia de fabricación avanzada en el próximo decenio. Se dirige prácticamente a todas las industrias de alta tecnología.[4]

Mientras el modelo estadounidense se basa en la estimulación financiera y la desregulación total del desarrollo tecnológico –lo cual permitió la monopolización y la consolidación de las grandes corporaciones de la tecnología– el modelo chino es un difícil equilibrio entre el desarrollo público y privado, con financiamiento público y privado, pero bajo los lineamientos del gobierno chino, quien los hace cumplir al ritmo de fuertes sanciones y leyes antimonopolio. Esto se produce sobre todo a partir de 2020, ya que la actual China ya logró igualar en escala y capacidad a las corporaciones estadounidenses, siendo líder en muchos aspectos de las nuevas tecnologías, y es el momento de frenar las inversiones hacia el ámbito improductivo parasitario que proponen algunas de sus corporaciones, y así evitar su desconexión con la economía real. También, como toda potencia, es innegable el vínculo entre el desarrollo civil y militar de estas tecnologías. Esto se puede observar en muchas empresas de la ciudad china de Shenzen, como Huawei, que tienen vínculos con el ejército chino; o Baidu, que cuenta con financiación del ejército chino para diseñar el China Brain (‘Cerebro Chino’), un proyecto de investigación también centrado en el Big Data y la interacción humano-máquina. Por otro lado, es innegable que hay una fuerte concepción que liga la tecnología a la vigilancia extrema de los ciudadanos, con el objetivo de bajar los actos delictivos. Tiene la particularidad de que la empresa líder en los equipos de vigilancia (Hisense) no accede a los datos: solo lo puede hacer la policía y el Estado Chino.

Es el Estado chino quien marca el camino, los tiempos y el modo del desarrollo tecnológico. Los avances se encuentran subordinados a las líneas geopolíticas de la “prosperidad común” y la “nueva fase de desarrollo” anunciada por Xi Jinping a finales de 2020, y se centran en tres puntos clave: la seguridad nacional, la prosperidad comunitaria y la estabilidad. China quiere que su desarrollo tecnológico no impulse distracciones, sino valor para el país, y no solo para esas grandes empresas.[5] Un ejemplo de cómo el Estado modifica e incide en el sector tecnológico se puede observar en la obligación de las grandes corporaciones –como Alibaba y Tencent– a aportar parte de sus ganancias en el achicamiento de la brecha digital, el desarrollo de zonas industriales en conjunto con los gobiernos locales y el sistema de atención primaria de la salud, entre otras cosas. Encuadrar a las grandes corporaciones no es tarea fácil. China ha cambiado la forma de tratarlas desde fines de 2020, cuando se endurecieron las leyes antimonopolio y se presentaron nuevas directrices para mantener a raya a estas corporaciones. El gobierno chino, mediante la Administración Estatal de Regulación del Mercado, tiene dos herramientas claves para encuadrarlas: fuerte lucha en contra de la competencia desleal y límites al uso que dan las empresas a los datos de usuarios. Es muy compleja la regulación, pero en los últimos años el gobierno chino la entiende como estratégica para que estas corporaciones no avancen hacia una lógica rapaz y neoliberal de ganancias a costa de todo.

Otro ejemplo de cómo China pone por delante el bienestar social y el desarrollo con equidad es la regulación de los videojuegos en línea. El gobierno los calificó de ‘opio espiritual’ y en el Economic Information Daily, un periódico controlado por la agencia gubernamental de noticias Xinhua, un teórico experto fue más allá e indicó que “ninguna industria puede desarrollarse de forma que destruya una generación”.

También el cambio de lógica se puede observar en el proyecto de la Ruta de la Seda Digital, que avanza con otra ética de relaciones económicas internacionales: las de “ganar-ganar”. Este proyecto es llevado adelante por el Grupo Hengtong, uno de los principales fabricantes de cables de fibra de alimentación y fibra óptica de China, el cual encabeza un consorcio de empresas de telecomunicaciones de África, Pakistán y Hong Kong para instalar el cable Pakistan East África Connecting Europe (PEACE). Así también, el 27 de enero de 2021, la empresa estatal de telecomunicaciones argentina ARSAT informó que el presidente Alberto Fernández y su par chileno Sebastián Piñera firmaron un acuerdo para construir el primer cable submarino de Internet que conecta Sudamérica con el Asia-Pacífico.

El trabajo en conjunto con empresarios locales permite que éstos puedan desarrollarse e incorporar tecnología, muy diferente a comprar “llave en mano” la tecnología ya diseñada y elaborada para solo ser meros consumidores de ella, que es lo que viene pasando bajo la hegemonía estadounidense.

 

La comunidad como centro del desarrollo tecnológico

“La tecnología está entonces condicionada por el horizonte cultural en donde se produce. Uno necesita una máquina para una determinada finalidad que se relaciona con el lugar, el tiempo y las necesidades de una determinada comunidad. (…) Es difícil concebir una tecnología que crea máquinas universalmente, al margen de una utilidad contingente y manifiesta. De modo que a la defensa de la tecnología habría que restarle el margen de universalidad un poco mítica con que la utilizamos” (Rodolfo Kusch).

La economía del conocimiento basada en el desarrollo de las TIC y la inteligencia artificial trae la consolidación de varias tendencias: a) la escala global, para poder concentrar la mayor cantidad de datos posible y desarrollar la inteligencia artificial; b) la monopolización: el procesamiento de esta información necesariamente se tiene que realizar centralizadamente; c) la concentración del conocimiento. Estas disposiciones estructurantes marcan las nuevas dificultades geopolíticas de regiones como América Latina y el Caribe que, para avanzar en grados de soberanía, tienen que contrariar estas tendencias. Sin duda el proyecto chino, si bien impone estándares tecnológicos bajo la concepción de ganar-ganar, permite acuerdos que posibilitan el desarrollo propio de tecnología.

Por el grado de dependencia que ya venimos teniendo con el modelo anglosajón, comenzar a manejar el doble estándar tecnológico es sin duda una de las claves actuales para construir las condiciones objetivas de desarrollo de lo propio. Esto permite generar ciertas condiciones, pero no es suficiente. Desde nuestra región tenemos la doble tarea de permitir un rápido desarrollo tecnológico, pero también generar los espacios y los tiempos del debate social respecto de cómo construir una tecnología que vaya acorde a nuestras necesidades. Necesitamos, en palabras de Kusch, negar lo dominante, para poder ganar el tiempo y el espacio de un desarrollo tecnológico acorde a nuestra diversidad cultural y a nuestras necesidades actuales. El “aquí y ahora” como punto de partida es esencial para inventar y no errarle. No avanzar en el camino de la afirmación, de la construcción de meros “nichos de producción” acordes a los intereses transnacionales, perdiendo cada vez mayores grados de soberanía.

Necesitamos que el Estado empoderado sea no solo el gran planificador, regulador y financiador, sino también el gran articulador de intereses: los intereses entre los diversos sectores industriales y las Startup de software, hardware e infraestructura propia; pero también entre los movimientos sociales y políticos; entre los medios de comunicación, etcétera. De manera concertada, estos actores tienen que ser parte de los debates y del diseño de los lineamientos de este desarrollo. Estas nuevas tecnologías, a diferencia de otras, por el alcance y la escala, tienen una estructural tendencia a la concentración y al totalitarismo tecnocrático, siendo proclives a la vigilancia y la manipulación social. Es por esto que la ciudadanía y las organizaciones libres del pueblo, en sus múltiples expresiones, tienen que ser parte del diseño y de la implementación de la política pública en tecnología.

La ética, a diferencia de la moral, es una construcción colectiva. La tecnología que impulsemos tiene que devenir de lo comunitario y lo colectivo. Una tecnología que construya puentes y no genere divisiones, que permita la tecnologización del campo, pero también de la estructura de PYMES, para generar la consolidación de toda la estructura productiva; que promueva la participación social, que permita el desarrollo y la federalización de la medicina, de la educación –en un país que concentra el conocimiento y el acceso en los centros urbanos–; que sea una herramienta para la democratización de la comunicación. Todo eso es posible si las riendas del proyecto se tienen desde un Estado nacional, popular, federal y participativo. Un Estado con una ética comunitaria, antes que empresarial.

 

Bibliografía

Kusch R (1976): Geocultura del Hombre Americano. Buenos Aires, García Cambeiro.

Sforzin V (2020): “Los datos, las tecnologías, la comunicación y el rol del Estado. Apuntes para el debate”. En Libro abierto del Futuro. Argentina Futura. Jefatura de Gabinete de la Nación.

Sforzin V (2020a): “Los sentimientos son de nosotros/as, los datos son ajenos”. Movimiento, 20.

Sforzin V (2021): Geopolítica de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Una mirada desde América Latina. Buenos Aires, Acercándonos.

Zuboff S (2021): La era del capitalismo de la vigilancia. Buenos Aires, Paidós.

 

Verónica Sforzin es doctora en Comunicación y licenciada en Sociología por la UNLP. Docente. Autora del libro: “Geopolítica de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Un análisis desde América Latina y el Caribe”. Coordinadora del equipo técnico de Comunicación y Tecnología del PJ Nacional. Directora de Evaluación, Monitoreo e Información Social de SIEMPRO, Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales.

[1] LifeLog fue un proyecto de la Oficina de Técnicas de Procesamiento de Información de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) del Departamento de Defensa de Estados Unidos. De acuerdo con su folleto de solicitud de licitación en 2003, iba a ser “una ontología basado en (sub)sistema que captura, almacena y hace accesible el flujo de la experiencia de una persona en el mundo y sus interacciones con el fin de admitir un amplio espectro de asociados/asistentes y otras capacidades del sistema”. El objetivo del concepto LifeLog era “rastrear los ‘hilos’ de la vida de un individuo en términos de eventos, estados y relaciones”, y con la capacidad de “absorber toda la experiencia de un sujeto, desde los números de teléfono marcados y los mensajes de correo electrónico vistos a cada respiro tomado, paso dado y lugar ido”. Fuente: Wikipedia.

[2] La instrumentación e instrumentalización de la conducta a efectos de su modificación, predicción, monetización y control.

[3] Impulso económico iniciado en 1978 con programas de reformas económicas de Deng Xiaoping.

[4] Como automóvil, aviación, maquinaria, robótica, equipos ferroviarios y marítimos de alta tecnología, vehículos de ahorro energético, instrumental médico y tecnologías de la información, por mencionar solo algunas. Las principales corporaciones tecnológicas chinas son: Baidu: motor de búsqueda; Alibaba: plataforma de comercio en línea; Tencent: comercio en línea y posee Qzone, una red social parecida a Facebook; y Xiaomi y Huawei: se dedican sobre todo a fabricar terminales y a las telecomunicaciones.

[5] Específicamente en el último plan quinquenal se enfoca en siete sectores claves: a) semiconductores: es el gran problema actual, China necesita innovar en este sector para tener empresas y capacidad en diseño y fabricación de chips propios para ganar en autonomía; hoy son los Estados Unidos Qualcomm, Taiwan TSMC o Corea del Sur o Samsung los que más presencia tienen en esta área; b) biotecnología e investigación genética: China dice que se centrará en “vacunas innovadoras” e “investigación sobre seguridad biológica”; c) en exploración espacial –y terrestre– China se está convirtiendo en un gigante con sus misiones a la Luna o a Marte, entre otras; también está interesada en las profundidades terrestres y marinas; d) medicina y salud: indican que buscan investigar tratamientos como la medicina regenerativa para reparar células tejidos u órganos dañados; también en cómo evitar la propagación de enfermedades transmisibles; e) inteligencia artificial: es un tema que China lleva desarrollando a pleno motor desde hace unos años, con empresas como Alibaba o Tencent al mando; f) computación cuántica: de momento, empresas como Google –y no chinas– dicen haber alcanzado la ‘supremacía cuántica’; g) ciencia neuronal: un área en el que esperan investigar las enfermedades que están relacionadas con el cerebro, y cómo inspirarse en el funcionamiento del cerebro para desarrollar tecnologías más potentes. En este aspecto de conexión entre cerebro y ordenador, quien más ruido ha hecho últimamente es Neuralink de Elon Musk. Fuente: xataca.com.

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