Algunas ideas para una Argentina futura

Me atrevo a iniciar una serie de reflexiones sobre nuestra Argentina que –como científico, tecnólogo y docente en el área de la Defensa Nacional– trataré de exponer con el fin de iniciar un debate acerca del Proyecto Nacional, los resultados de hechos del pasado –con sus virtudes y sus errores– y su proyección a un futuro donde deseamos sea alcanzada la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación, de una vez por todas. Por eso dejo de lado ahora este presente de grieta y campaña electoral, el día a día, para pensar en términos estratégicos, donde debemos discernir la evolución de los hechos.

Está a la vista que tenemos una situación económica y social complicada, que debemos superar, pero no debemos olvidar que la política “verdadera” es la internacional. Por lo tanto, para poder resolver los problemas internos no podemos dejar de lado nuestro flanco externo. Estamos como estamos en gran parte como resultado de lo que sucede en ese flanco. Una economía nacional subordinada a los grandes centros de poder internacionales y la acción de ciertos actores interiores que provocaron en muy corto tiempo un endeudamiento externo poniendo a nuestra Patria de rodillas la han inhabilitado para resolver nuestros problemas de empleo, educación y otras necesidades elementales que tenemos como Nación. Esto no lo puede resolver mágicamente un buen o una buena economista –por lo menos no uno o una que no sepan de política y que amen a su país, porque hay muchos y muchas economistas que suelen despreciarlo– sino que debe ser un trabajo político, sobre todo. Pero político de verdad.

Hoy tenemos: depredación del Mar Argentino por europeos, chinos y otros; la ocupación de Malvinas por Gran Bretaña y su fortificación militar, desafiando nuestra proyección antártica, devastando nuestros mares y dando permisos de pesca a empresas entre las cuales se encuentran españolas –¿no era que España nos apoya?–; un momento muy delicado de la política internacional, fricciones entre Gran Bretaña y la Federación Rusa acerca de Crimea, que han llegado a disparos de artillería de disuasión y sobrevuelos de aeronaves militares sobre fragatas y destructores que invaden aguas territoriales rusas; provocativas maniobras de la OTAN en el Mar Negro y en el Báltico; fricciones en Siria; continuos incidentes en el mar de China; y ahora la derrota de Estados Unidos y la victoria Talibán. Todo esto hace de este mundo un sitio inestable. De acuerdo con datos del año 2020, en valores absolutos el presupuesto militar de Estados Unidos es superior a la suma de los doce países que lo siguen en el ranking. Gran Bretaña, aun en medio de la crisis sanitaria que atravesó en ese año, inició un incremento sustancial en su presupuesto, como se puede ver en la Tabla 1.

El panorama desde el punto de vista de la política mundial guarda el contexto de una especie de Guerra Fría, con enfrentamientos limitados en distintos escenarios. Otra forma de apreciar la situación es decir que el mundo se prepara para una Guerra Global, que ojalá no suceda. Este mundo convulsionado está coqueteando con un conflicto a gran escala, de gran riesgo para la especie humana. Argentina no está fuera: los movimientos de Gran Bretaña en nuestro sur implican que podríamos tener a futuro una crisis militar: de acá a uno, a dos o cien años… la posibilidad existe y no se puede negar. Obviamente, no es que debemos simplemente pregonar un aumento del presupuesto militar como una respuesta a esta situación, pero tampoco significa desconocer la necesidad de recuperar las capacidades de nuestras descuidadas fuerzas armadas, aunque de ninguna manera es la solución que debemos buscar para ganarnos el respeto en el ámbito internacional. Es muy importante mantener una capacidad industrial de defensa, y por supuesto llegar a una capacidad de disuasión creíble ante las amenazas que provienen fundamentalmente del Atlántico Sur: como vimos, no provienen precisamente de nuestros vecinos. Basta ver declaraciones de las autoridades británicas respecto al conflicto de Malvinas, cerradas a cualquier intento de negociación y poniendo obstáculos en la adquisición de materiales para la Defensa.

Tabla 1

Tomando algunos elementos académicos del ámbito de política de Defensa deberíamos valorar el factor científico tecnológico en la llamada fórmula de Cline, un autor reconocido en ciencia política, donde expresa en su forma original que:

Pp = (C + E + M) x (S + W)

Pp corresponde al poder nacional percibido, C es la masa crítica –población y territorio– del país en cuestión, E la capacidad económica, M la capacidad militar, S la concepción estratégica y W la voluntad nacional. Si bien el factor científico y tecnológico está incluido dentro de la capacidad económica en la fórmula original, hoy se acostumbra a ponerlo en forma explícita:

Pp = (C + E + T + M) x (S + W),

T representa el nivel científico y tecnológico de la nación en cuestión.

Como muestra esta fórmula, demostrativa por supuesto, el poder nacional aumenta cuando mayores sean esos factores. Nos centraremos en “T” a partir de ahora.

Podemos ver en la Tabla 2 la inversión en investigación y desarrollo por país, donde se puede apreciar que el orden es más o menos el mismo, salvo que en este caso China se encuentra casi a la par de Estados Unidos.

 

Tabla 2

País/Región Inversión en I+D

(Millardos de US$,
PPA)

% DE PBI,
PPA
Inversión en I+D per cápita

(US$ PPA)

Año Fuente[1]
Estados Unidos 473.4 2.742% 1442.51 2013 1
China 409 2.1% 298.56 2015 2
Unión Europea 388.3 2.03% 764.3 2014 3
Japón 179.8 3.584% 1413.9 2014 3
Alemania 109.4 2.869% 1351.1 2014 3
Corea del Sur 91.6 4.292% 1518.47 2014 1
India 66.5 0.85% 39.37 2015 4
Francia 60.0 2.256% 905.8 2014 3
Reino Unido 44.8 1.701% 692.9 2014 3
Rusia 42.6 1.187% 290.21 2014 1
Brasil 35.4 1.15% 177.89 2012 5
Taiwán 32.4 3.006% 1383.84 2014 1
Italia 27.4 1.287% 452.14 2014 1
Canadá 25.7 1.612% 723.5 2014 3
Australia 23.3 2.12% 986.86 2014 7
España 21.9 1.243% 475.5 2018 6
Países Bajos 16.3 1.973% 967.8 2014 3
Turquía 15.3 1.007% 198.36 2014 1
Suecia 14.2 3.161% 1468.1 2014 3
Suiza 13.1 2.967% 1647.90 2012 1
Bélgica 12.4 2.465% 1102.9 2014 3
Polonia 11.6 1.004% 301.06 2014 1
Israel 11.2 4.109% 1361.56 2014 1

 

Se pueden sacar conclusiones de las dos tablas. Si vemos el caso de Arabia Saudita, es uno de los mayores inversores en la defensa, al nivel de Reino Unido, Rusia y Alemania, como se puede ver en la Tabla 1. Pero todo el mundo sabe que el poder nacional de estas naciones es considerablemente mayor que el de los sauditas, teniendo en cuenta fundamentalmente la capacidad tecnológica, lo que se ve en la Tabla 2, donde Arabia Saudita está muy atrás. En otras palabras, se puede comprar el armamento más sofisticado, pero no la capacidad de producirlo.

Mal que nos pese reconocer, el desarrollo científico y tecnológico tiene una fuerte relación con el desarrollo armamentístico y militar: muchos productos de uso civil son resultado de desarrollos para la Defensa.

En general, el estado de guerra es un caso extremo donde se pueden ver las fallas de los sistemas técnicos y productivos de las diferentes naciones, al igual que las virtudes correspondientes. Tomaré un ejemplo histórico como ilustración. Si analizamos el caso de la Italia de entre guerras mundiales, podremos ver que en esa época alcanzó un desarrollo avanzado en Ciencia y Tecnología. Contaba con una respetable capacidad industrial, era un país avanzado en lo aeroespacial, siendo pionera en la aviación de reacción –el avión experimental Caproni Campini realizó el vuelo Milán-Roma en agosto de 1940– además de aviones a hélice, como el Macchi MC 205, a la altura, si no superior, a los aviones alemanes, ingleses y estadounidenses. Italia poseía además desarrollos de radares innovadores que no se llegaron implementar durante la guerra, y muchas cosas más. A esto podríamos sumar que los grandes descubrimientos de Enrico Fermi sobre la física de neutrones –que fueron la base del desarrollo de la energía nuclear tanto civil como militar– los hizo en la Universidad de Roma en los años 20. Como sabemos, Fermi debió emigrar a Estados Unidos cuando la locura antisemita de Mussolini –de la mano de Hitler– amenazó entre muchos a la esposa de Fermi, que era judía. Pero, más allá de las aberraciones del nazi-fascismo y solo pensando en la performance de guerra –entiendo que es difícil desde el punto ético hacer esta abstracción, pero creo que ilustra lo que deseo exponer–, durante la Segunda Guerra Mundial las armas italianas en general eran antiguas y las que tenían en desarrollo, si bien eran de vanguardia, no vieron la luz durante la guerra o, si llegaron, Italia no tenía capacidad de producción significativa. Eso sucedió con los mencionados Macchi MC 205, ya que Italia no podía producir suficientes aviones. Ni radares, que eran superiores a los de los aliados tuvieron listos al mismo tiempo que Italia salía de la guerra. Y no mencionemos los desarrollos nucleares si no hubiesen expulsado a muchos de sus científicos, como Fermi.

Con lo que podemos concluir que los desarrollos científicos tecnológicos solo sirven si llegan a la etapa de producción adecuada para su uso. Lo cual suena obvio, y esta conclusión va más allá de la tecnología militar.

Volvamos a la historia: luego de la guerra, los científicos de los países vencedores –como Estados Unidos y Gran Bretaña– aplicaron su conocimiento al desarrollo de sus naciones. Con una Europa devastada, muchos de ellos emigraron al continente americano. Algunos arribaron a nuestras playas.[2] En Argentina generalmente somos muy autodenigratorios con nuestra historia, como decía Don Arturo Jauretche. Esto viene de lejos.[3] Solemos decir que en Argentina recibimos una enorme cantidad de criminales de guerra nazis en la postguerra, y no mencionamos que también llegaron a los países vecinos. Tiene cierta lógica a partir de la lejanía de nuestro país y la intranquilidad que tenían estas “personas” –si se las puede llamar personas– de que alguien las descubriera. Muchos entraron con documentos y nombres falsos, generalmente ante la vista gorda de los aliados occidentales. Se omite decir que muchos más nazis entraron en Estados Unidos y Canadá, sin mencionar que la mayoría se quedó en la entonces Alemania Occidental, donde Estados Unidos buscaba apoyos ante la eventualidad de una Tercera Guerra Mundial contra la Unión Soviética, lo que parecía inminente en 1948 y1949, con el bloqueo a Berlín. Entre estos inmigrantes “nazis” –habría que aclarar que algunos eran simples alemanes a los que les tocó vivir ese periodo nefasto en su patria– llegó una cantidad no demasiado grande de científicos que colaboraron en el desarrollo de la aeronáutica y la investigación nuclear en Argentina. Como ingeniero nuclear y estudioso de la historia de la energía nuclear en nuestro país, me gustaría afirmar que el aporte en dicha tecnología no se reduce al conocido Ronald Richter en la isla Huemul, sino a muchos buenos científicos de bajo perfil. Alguna vez trataré de profundizar esto a partir de mis diálogos con algunos actores de esa época. No solo eran alemanes: había polacos, franceses y de otras nacionalidades que venían del bando aliado, huyendo de una Europa destruida y buscando un nuevo hogar. Muchos de estos científicos de un bando y del otro fueron profesores en nuestras universidades. En otras palabras, ni en la actual FADEA ni en la isla Huemul se estaba gestando el Cuarto Reich.[4] Vemos cómo se tergiversa la historia con el caso del célebre Wernher Von Braun, el artífice del desarrollo espacial de Estados Unidos. En general, casi nadie hace hincapié en su pasado nazi. De hecho, era miembro del partido, y destruyó gran parte de Londres con sus desarrollos V1 y V2, pero además usó una enorme cantidad de mano de obra esclava que era obligada a trabajar en condiciones penosas en los programas que Von Braun dirigía. Pero por necesidad de los poderosos, en el marco de la carrera espacial y la guerra fría, los prontuarios se pueden limpiar. Como decía con ironía Abelardo Ramos: “los científicos nazis solo vinieron a la Argentina”. Lo peor es que muchos autores que se consideran serios lo repiten como un hecho real.

Es cierto que después de la Segunda Guerra Mundial se inició un avance en la industria aeroespacial y también en el conocimiento nuclear, más allá del fracaso Richter y sus proyectos mal concebidos, que merece un análisis más extenso en otro trabajo. Pero la fábrica de aviones argentina ya existía mucho antes de la guerra. Argentina fabricaba sus aviones civiles y de combate. Es más: Argentina desarrolló y fabricó tanques antes de la llegada de estos inmigrantes. Por lo tanto, el desarrollo científico tecnológico nacional viene de antes. Vamos a ejemplos poco conocidos: en 1916, Raúl Pateras voló el primer helicóptero de la historia en Buenos Aires. Sin embargo, no tenemos grandes fábricas de helicópteros argentinos, aparte de la heroica CICARE SA. También la primera cosechadora autopropulsada fue creada en Santa Fe por el ingeniero Alfredo Rotania en el año 1929. Hoy a esa industria la dominan empresas multinacionales. También hubo desarrollos importantes que comenzaron en nuestros laboratorios y llegaron a nuestra sociedad desde fuera de nuestras fronteras. Por ejemplo, los resultados de las investigaciones del doctor César Milstein en el Malbrán nos llegaron a través de laboratorios extranjeros.

Sabemos que la partitura científico tecnológica está compuesta por la investigación básica y aplicada, el desarrollo y finalmente la producción. La transferencia tecnológica vertical es el hecho que permite transitar ese camino entre el laboratorio y la fábrica. Por supuesto, la transferencia tecnológica horizontal es la que adquirimos, ya sea a través de personal extranjero que prosiga sus estudios aquí, como pasó en la fábrica militar de aviones de la postguerra, o bien cuando directamente se compra una determinada tecnología de tipo comercial o militar. Pero la capacidad de producción adecuada es nuestro principal problema. Como la Italia de la Segunda Guerra. Carecemos de desarrollo por falta de capacidad productiva.

Si la hubiera incluido en la Tabla 2, Argentina se encontraría en el puesto 35, muy atrás en comparación con Brasil. Sin embargo, es la calidad de la investigación argentina la que prevalece, a pesar de todos los intentos que existieron para reducirla a la nada en diversos vaivenes políticos. Recordemos al brillante economista que mandaba a ocuparse de la vajilla a los científicos argentinos. Eso que hace posible que a pesar de todo mantengamos cierta calidad: es porque se ha creado escuela.

La escuela o la tradición científico-técnica están dadas fundamentalmente por las instituciones donde se agrupa el conocimiento, que son con su impronta colectiva las responsables de que la inercia siga en los malos momentos. Estas instituciones son las universidades, los centros de investigación provinciales o nacionales, los institutos, etcétera. No importa quién sea nombrado en algún puesto de dirección, la inercia permite en muchos casos que el sistema siga avanzando. Y aunque eso no puede durar ad infinitum –en algún momento la inercia cesa– los resultados obtenidos están mucho más allá que el puesto en la Tabla 2.

En el tema de número de patentes: Argentina no se caracteriza por destacarse en eso, pero eso no significa que no se haga nada, como tal vez piensa alguno de nuestros economistas. Es por ejemplo el caso de la Comisión de Energía Atómica, que tiene una innumerable cantidad de desarrollos no patentados, y los pocos que tiene los llevaron a cabo personas que se tomaron el trabajo de patentar desarrollos existentes de antes.

Es fundamental que el sistema tenga una integración entre la experiencia y la juventud: no desechar el conocimiento de las y los más viejos, y darle vuelo a las y los más jóvenes. No debemos olvidar que las viejas y los viejos de hoy son los jóvenes de ayer, como la canción de Serú Girán. Y las y los jóvenes de hoy serán las y los viejos de mañana, aunque no lo crean. Esto, tan obvio, parece haber sido olvidado por muchos. Hay algo que debe ser permanente, que es el conocimiento, que evoluciona y no tiene edad. Va más allá de la vida de los actores de cada periodo. La base del conocimiento de hoy es el conocimiento de ayer: son uno. Eso es lo que da vida a la escuela, más allá de lo anecdótico. Nosotros, actores de un momento, somos anécdotas.

El hoy de nuestra Patria es resultado de quienes ayer iniciaron su construcción y de quienes siguieron sus pasos, que a veces iban en dirección opuesta. Y en el caso científico y tecnológico, estas idas y venidas se pueden apreciar. Por ejemplo, en 1969 la Argentina lanzaba seres vivos al espacio: se puede ver la historia del mono Juan, primer astronauta argentino. ¿Por qué tantos años después no hubo intentos de enviar un ser humano al espacio? Por suerte, continúa el desarrollo satelital argentino: sabemos que lo de INVAP y otros organismos es más que meritorio, pero también sabemos que hasta que no tengamos un acceso al espacio con un lanzador propio, todo esto es relativo. Por eso son importantes los desarrollos del Tronador II y otros, y hay desarrollos privados, como el caso de Tlon SA.

Respecto al desarrollo nuclear, la construcción de centrales de tecnología propia es lo que nos va a dar cierta autonomía energética, más allá de los avances que tengamos en el ciclo de combustible. Si bien son importantes, los reactores de investigación y centros de producción de radioisótopos no guardan la relevancia de las centrales nucleares. Corea del Sur empezó después de nosotros y ya lo logró. Al respecto: ¿cómo puede ser que el único desarrollo superviviente de los intentos de construir centrales nucleares argentinas –que es el CAREM– tenga cerca de 40 años y aún no esté congelado su diseño? Por supuesto, eso no es responsabilidad de quienes hoy están a cargo del proyecto, sino de la falta de una coherencia en la política científico-tecnológica en el largo plazo. Me consta –porque lo viví– que el proyecto CAREM estuvo a punto de ser cerrado en el año 2000, para resurgir en 2003.

Por otra parte, el aporte de nuestros científicos y nuestras científicas en salud debe concluir en elementos de uso masivo por parte de nuestro pueblo, ya sean test, vacunas, tratamientos, etcétera, y no que todo acabe en un anuncio político que a la larga no resulta en un impacto en la población. Podríamos mencionar cosas similares en todos los ámbitos, desde el agropecuario hasta la industria alimentaria, donde siempre nos falta el empuje para alcanzar un liderazgo internacional. El trabajo de la clase dirigente es facilitar y no entorpecer que se logre el ansiado desarrollo científico tecnológico integral en todos los órdenes.

La defensa de la soberanía –de la que hablábamos al principio– pasa fundamentalmente por un desarrollo científico y tecnológico que nos permita hacer uso de nuestras capacidades, tanto para la Defensa como para el bienestar de nuestro Pueblo: incrementar el término T de la fórmula de Cline que vimos antes. Un desarrollo científico tecnológico integral nos pondrá en posición de resolver en forma política nuestros conflictos del Sur, lograr una custodia apropiada de nuestro mar y una capacidad inherente que nos permita negociar con Gran Bretaña una solución al conflicto de Malvinas. Eso sin necesidad de entregarnos a los brazos de China o de Rusia, con los que sin duda debemos mantener las mejores relaciones y cooperar en todo lo posible.

Una vez le preguntaron a Indira Gandhi si su política era pro-rusa o pro-Estados Unidos. Ella contestó: “nuestra política es pro-India”. De eso se trata. Pero si seguimos siendo el país de los grandes anuncios y de la tecnología demostrativa, eso no será posible, más allá de ciertos éxitos aislados.

 

Carlos Rubén Calabrese es ingeniero Nuclear, doctor en Ingeniería Nuclear, magíster en Defensa Nacional. Gerente general de la Comisión Nacional de Energía Atómica (2006-2015). Profesor de Ciencia y Tecnología para la Defensa y miembro del Consejo Académico de la Escuela de Defensa Nacional (2000-2008).

[1] 1. “Research and development (R&D) – Gross domestic spending on R&D – OECD Data”. data.oecd.org. 2. http://www.stats.gov.cn/tjsj/sjjd/201605/t20160531_1362661.html. 3. “Research and development expenditure (% of GDP) Data”. data.worldbank.org. 4. 2016 Global R&D Funding Forecast. 5. “Research and development expenditure (% of GDP)”. World Bank. 6. “Research and development (R&D)”. 7. “Australian Bureau of Statistics – gross expenditure on R&D (GERD)”. www.abs.gov.au.

[2] Como sabemos, en todas las épocas la historia contada por los vencedores suele reducirse a una puja de buenos contra malos. Los aliados eran los buenos y los del Eje los malos, tal cual las películas de Hollywood suelen mostrar. Claro que razones había, por los genocidios contra judíos, gitanos, eslavos, etcétera, impulsados por los nazi-fascistas, pero no debemos olvidar que Stalin fue genocida de su pueblo con cifras de víctimas comparables a los nazis –por supuesto, Hollywood lo recordó en épocas de la Guerra Fría. Y no olvidemos que el inmaculado Winston Churchill se cobró la vida por hambre de algunos millones de bengalíes durante la Segunda Guerra Mundial, al priorizar darle de comer a las tropas que “defendían” a la India –en realidad, al Imperio Británico. Por supuesto esto está dentro de la amnesia de Hollywood, que aún sigue pintando a Churchill como poco menos que un santo estadista en una cruzada contra el mal. Es que, cuando se trata de víctimas de piel oscura, la matanza impacta menos que si las victimas tienen piel clara.

[3] Es consabida la frase: “porque echamos a los ingleses en 1806, 1807 y 1845, hoy no somos como Australia y Canadá”, o muchas idioteces más. Pareciera que no conocen el caso de Belice, o los padecimientos de la India, o el desastre que dejaron en varios países africanos, etcétera. Por otro lado, países como Canadá fueron repoblados por británicos, pasando por encima a los pueblos originarios y también a los franceses, que habían llegado antes. Algo parecido pasó en Australia: implantaron una población a su gusto. Es decir que, así como hicieron en nuestras Malvinas en 1833, de haber triunfado las invasiones de 1806-1807 seguramente el pueblo hispano habría sido expulsado y reemplazado con anglosajones. En otras palabras, Argentina no sería Argentina. Pero bueno, es solo una especulación contrafáctica.

[4] Una anécdota personal de los años 80, siendo yo un joven ingeniero: a una reunión del Centro de Estudios Peronistas de Energía Atómica asistió el gran Jorge Abelardo Ramos, un referente histórico de la izquierda nacional. En un breve discurso improvisado dijo algo que solía repetir: “Al terminar la Segunda Guerra Mundial, cientos de científicos nazis emigraron a Estados Unidos y allí automáticamente se convirtieron en capitalistas y democráticos. Al mismo tiempo, cientos de científicos nazis fueron a la Unión Soviética y se convirtieron automáticamente en marxistas estalinistas. En la primera presidencia de Perón, algunas decenas de científicos alemanes emigraron a Argentina… y así se dio la curiosa situación de que la Argentina de los 50 era el único país del mundo que tenía científicos nazis”.

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