A SETENTA AÑOS DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

La sangrienta Segunda Guerra Mundial finalizó tras el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Japón se rindió. Sus aliados Alemania e Italia ya lo habían hecho. Hitler se había suicidado en abril y el territorio alemán quedó dividido en cuatro zonas ocupadas por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética (URSS). El nuevo conflicto sería ideológico: de un lado, la URSS comunista cerca la Europa oriental más los Balcanes, y del otro lado las democracias occidentales, Estados Unidos y sus aliados. La bipolaridad se instalaba con el inicio de la era nuclear. La Conferencia de Yalta que daría fin a la guerra reunió en febrero 1945 al presidente de Estados Unidos, Franklin Roosevelt, al premier de Gran Bretaña, Winston Churchill, y al jefe de la URSS, Stalin. Esa conferencia pacificó relativamente al mundo, mientras las tres potencias se repartían continentes. El contexto de posguerra parecía ser promisorio. Se hablaba de paz, de reconstrucción y de concierto entre las naciones. En ese marco, en abril de 1945 se realizó la Conferencia de San Francisco (Estados Unidos) que dio fin a la fracasada Sociedad de las Naciones nacida en 1920. El 24 de octubre de 1945 se creó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que incluyó a 54 países firmantes de su Carta. Luego se sucedieron varias conferencias, la primera en París, en 1946, creando o ratificando los primeros acuerdos de paz.

Mientras tanto, en Argentina, sobresalía la figura de Juan Domingo Perón en su función de secretario de Trabajo y Previsión, notable político y docente en estrategia militar, integrante del GOU. Cuando el gobierno de Pedro Pablo Ramírez cae, le sigue Edelmiro Farrell, ambos presidentes de facto. Este último encarcela a Perón en la Isla Martín García. El 17 de octubre de 1945 Perón es rescatado de su cautiverio y aclamado por una multitud de trabajadores como nunca antes se había visto. En febrero de 1946 el general Perón asume la Presidencia de la Nación en comicios irreprochables.

Después de todas las atrocidades ocurridas, los líderes mundiales se preparaban para implementar la Carta de las Naciones Unidas. En 1947, con la ONU más consolidada, se inició la gestación de un texto que definiría los ejes humanitarios a construir y sostener. Para ello se creó una comisión ad hoc que –luego de varios acuerdos– daría a luz la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El francés René Cassin presentó el primer proyecto a la comisión; Eleanor Roosevelt presidió el Comité de Redacción; y otras 16 personas representaron a diversos estados de los cinco continentes. Después de un año de acuerdos, el proyecto se envió en septiembre de 1948 a los estados para su observación, y finalmente la Asamblea General de la ONU, reunida en París, por la Resolución 217A puso a votación el texto acordado. Solo ocho estados –de los 54 presentes– se abstuvieron de votar, pero ninguno votó en contra. Así se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 1948.

En ese mismo año se habían reunido los estados americanos (21 países) en Bogotá, Colombia, a fin de fundar una organización continental con el objetivo de constituir un foro político para la toma de decisiones, el diálogo multilateral y la integración de América. Esa organización se formó el 30 de abril de 1948 como Organización de los Estados de América (OEA) con sede en Washington.

Simultáneamente, en 1948 el entonces presidente argentino Juan Domingo Perón designó embajador en la OEA y también firmó en diciembre la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El espíritu de esa época de postguerra fue sostener la paz y el concepto de universalidad. Pero el mundo había quedado dividido en un bloque oriental y otro occidental. El esfuerzo estaba en encontrar un terreno común, y ese fue el accionar de la ONU desde su creación. Anteriormente, los tratados o acuerdos entre países se denominaban “internacionales”. Y se hablaba de los “Derechos del Hombre”. La Declaración Universal modifica ese criterio y adopta la palabra “Universal” que coordina con la palabra “Humanidad”. La línea Universalidad-Derechos-Humanos fue el cambio de paradigma que cambió la historia del derecho.

Mientras tanto, en Argentina, al año siguiente de la incorporación a la OEA y a la ONU, y firmada la Declaración, el gobierno del general Juan Domingo Perón plantea una nueva Constitución Nacional que modificaría la de 1853. Esa propuesta de 1949 recogía el espíritu de la época: visión de la Humanidad y búsqueda de paz, luego de las atroces guerras mundiales en las que Argentina no había sido parte, pero sí víctima de desabastecimiento. El gobierno de Perón impulsaba una fuerte industrialización y una economía independiente, la ampliación masiva del trabajo y la conformación de sindicatos. En pocos años, la masa de trabajadores mejoró su bienestar, sumado al aporte de un Estado productivo y protector. Se dejó así de depender del mercado externo, para alcanzar una productividad que, además del agro y la ganadería, generaría su propio sistema industrial, tecnificándose y levantando en pocos años el país hacia una etapa de desarrollo. La Fundación Eva Perón institucionalizó los derechos del pueblo en acción directa, abarcando desde los derechos de la infancia hasta los de la ancianidad, desde la educación hasta la salud, desde el trabajo hasta la vivienda. Y le agregó el voto femenino, que llegó a las urnas a mediados de 1952, estando Evita ya gravemente enferma.

En Argentina, los Derechos Humanos fueron arrasados desde junio de 1955. Sucesivos gobiernos de facto y escasos años de gobiernos civiles no abrevaron en los Derechos Humanos. La sociedad tampoco los conocía. Cuando se redactó en Costa Rica la Convención Americana de Derechos Humanos (1969), más conocida como Pacto de San José, Argentina no formó parte. Recién a partir del 10 de diciembre de 1983 comenzó un nuevo período democrático con derechos humanos, que –aún con tropiezos– permanece vigente. El camino recorrido ha sido escarpado, con avances y retrocesos. Así como en Europa la guerra genocida generó –desde el horror– el acuerdo sobre los Derechos Humanos y creó instituciones sobre la sangre de millones de personas, nuestra sociedad también recién después del horror del Terrorismo de Estado tomó conciencia y descubrió la existencia de los Derechos Humanos. Dos generaciones completas –la de los sobrevivientes y la de las madres o familiares de los caídos–aprendimos del pasado. Ese aprendizaje obliga a re-pensar la historia, y sostener la profunda razón del mantra Nunca Más. Para pensar en prospectiva el camino que sigue, hay que poner ya mismo la mirada hacia adelante. Hoy la sociedad entera sabe y comprende el sentido ético, jurídico y político de los Derechos Humanos. Son los derechos que abren la ruta hacia la paz. Pero también sabemos que la paz se construye con memoria, con verdad, con dignidad y con amor fraterno hacia el Pueblo y la Patria. Cuando concluya este año, se habrán cumplido 35 años de democracia y 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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