Un buen primer paso que anticipó las PASO

Rosario fue la ciudad elegida por el binomio Fernández-Fernández para cerrar su campaña presidencial, con actividades que fueron desde la firma de un acuerdo federal con los gobernadores y pre-candidatos a gobernación del Frente de Todos, hasta el masivo acto que impactó en la cuna de la Bandera, a orillas del Paraná y del monumento que caracteriza a la urbe.

La elección del lugar no fue al azar: se sumaron la afectividad de Cristina Fernández con la figura de Belgrano y la retribución de Alberto Fernández al peronismo santafesino, artífice del frente electoral que unió a catorce fuerzas políticas para poder recuperar la gobernación provincial y permitió el primer entendimiento en el cual el Frente Renovador se sumó a una construcción conjunta con el Partido Justicialista en sus variopintas versiones, desde Unidad Ciudadana a la Liga de los Senadores, hasta llegar a fuerzas de izquierda como el PC y PSOL. Ese primer paso fue el antecedente de la construcción del Frente de Todos, cuyo éxito con el triunfo de Omar Perotti imposibilitó el armado de una tercera vía con poder de fuego. Derrotado el Partido Socialista que gobernó 12 años, la conformación de una alternativa que incorporara al partido de la rosa perdía potencia, y sin el Frente Renovador culminó en la construcción de un estrecho cantero del medio como fórmula débil, configurada detrás de un referente técnico político de renombre, acompañado de un gobernador de una provincia con leve caudal electoral.

El escenario inevitable de polarización generaba incertidumbre, el blindaje mediático y las consultoras no pudieron prever lo que la calle hablaba, y menos lo enunciado por Cristina en Rosario: “ningún dirigente político, sea de derecha o de izquierda, o del centro o de abajo, duerme en la calle, ni sus familias. Ningún dirigente político, sea del partido que sea, se queda sin trabajo. Ningún dirigente político come una vez al día, o come salteado, o no puede comprar remedios. El que pasa estas cosas y estas penurias es el pueblo. Entonces, los dirigentes tienen la obligación moral, ética y democrática de ponerle fin a esta situación”. En Rosario se duplicó la tasa abierta de desempleo en tres años y medio, y empeoraron drásticamente las condiciones de vida de sus ciudadanos. El peronismo no pudo triunfar en la ciudad en la elección de la intendencia por una magra diferencia del 1,5% frente a su rival radical, integrante del frente progresista, pero sí permitió a los Fernández imponerse 20 puntos por encima de la alianza Juntos por el Cambio, condicionando el triunfo provincial. A 50 o a 100 kilómetros de la ciudad que reunió 100.000 almas al cerrar la campaña, al oeste, lejos del Paraná y cerca de la provincia de Córdoba, los resultados se tiñeron de amarillo: fue en la cuenca lechera de centro-oeste y en el sur-oeste atravesado por el monocultivo de soja, lo que abre un desafío de cara a las elecciones generales.

El compromiso federal que presentó Alberto en la Facultad de Derecho rosarina –este oxímoron de un candidato porteño en defensa del federalismo, con un hijo llamado Estanislao, al igual que el caudillo federal santafesino López, quien en su época bregó por el proyecto artiguista de los pueblos libres– se plasmó en el contundente triunfo del Frente de Todos en la mayoría de las provincias argentinas, incluida la brillante performance de Kicillof en Buenos Aires.

El desafío, luego del éxito político en la conformación de un gran frente electoral de unidad nacional y el compromiso con el interior profundo, sigue siendo el viejo dilema del peronismo: las tensiones que presenta la cuestión agraria y si la invitación de Todos puede llegar a entusiasmar con sus propuestas para interpelar al sector más reñido electoralmente que se expresó en los mapas al interior de provincias como Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. Estos sectores presentan una conducta especulativa en sintonía con la cotidianeidad atravesada por este proyecto de plan de negocios y timba financiera que caracteriza a Cambiemos, aunque tampoco se encuentran muy conformes con este modelo para pocos. La decisión de Cristina de ubicarse como vicepresidenta y apoyar a Alberto Fernández para ampliar la base electoral permite una posibilidad de encuentro y nuevo entendimiento con sectores aún heridos por la resolución 125, en su momento firmada por Martín Lousteau. Asimismo, la muy buena performance electoral de Matías Lammens en un territorio tan hostil como la Ciudad de Buenos Aires, perforando el techo histórico, abre a pensar que todo puede ser posible de cara a octubre. Desde aquella jugada maestra en mayo, cuando Cristina Fernández gestó la fórmula de triunfo, incluso reconfigurando el tablero hasta frente al propio imperio, demostrándole que no iba a poder llevar adelante la estrategia de impechment como la de Brasil. Jugada maestra. Un paso firme que deberá sostenerse a octubre.

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