Paso a la verdad

Era mentira todo lo que Macri había prometido, y era mentira que podía seguir mintiendo impunemente. Era mentira la “pesada herencia”. Era mentira que el marketing podía sustituir a la política. Era mentira que se pudiera disolver la potencia transformadora del peronismo. Y es mentira que el único camino de la Argentina sea hincarse ante los dictados de la globalización neoliberal.

El triunfo electoral del Frente de Todos ha sido como un ventarrón para disipar el ruido del discurso oficialista y toda la basura mediática con la que nos querían ocultar la realidad. El mundo se parece cada vez más al 1984 de Orwell, pero la versión pueril de las usinas del poder económico no ha podido cambiar la historia.

Pese a los esfuerzos para hacernos vivir en un presente de ficción, hay una memoria histórica. El macrismo nos retrotrajo a lo peor del pasado. Como aquel presidente que se propuso honrar las deudas con “el mundo” a costa del hambre y la sed de los argentinos, o los que concebían al país como “una perla de la corona británica”, o –más cerca en el tiempo– el frondicismo y el menemismo, traicionando su programa, o los econometristas que imparten la recurrente receta del ajuste y los sacrificios para “pasar el invierno” hasta el próximo semestre, esgrimiendo la monserga de terminar con el “populismo”. Frente a esas remembranzas ominosas, existe otra memoria de los logros de gobiernos que supieron ser fieles a la voluntad y a los intereses de la mayoría social, desde los mejores tiempos del yrigoyenismo y del peronismo.

Los últimos gestos desesperados del proscenio macrista superan el récord que ostentaba hasta ahora el desdichado presidente de la Alianza. Creer que con algunas dádivas y rectificaciones tardías pueden comprar al electorado insulta al sentido común. Nos avergüenza tener en la jefatura del Estado a un títere mimado por las agencias del mundo capitalista y despreciado por su pueblo. ¿Se acuerdan de lo que dijo Perón a Braden, acerca de ser un prócer para ellos y un hijo de puta para su país?

No se trata sólo de ineptitud. Hay una lógica en el desempeño de este desgobierno y en la inexorable macrisis: es la ideología del liberalismo para “los mercados”, no para los ciudadanos, es decir, la conocida libertad del zorro en el gallinero. Los neoliberales son como el escorpión de la fábula, que termina aguijoneando y hundiéndose con la rana, porque es “su naturaleza”.

Hay una dimensión internacional de las finanzas, del dinero, de los intereses del “mundo” que quiere explotar nuestros recursos, y al que los ceos ven como su lecho materno y su fuente de jugosos empleos. Es una perversión que nos gobiernen los hombres y las mujeres de negocios. La esfera privada es el reino del lucro, la ventaja y el egoísmo individual, y en la gestión pública hace falta una disposición de servicio solidario, con sensibilidad histórica y conciencia nacional, que controle y enderece la propensión dominante de las empresas. Hace falta la política, entendida en el mejor sentido de la palabra.

Es lo que nos enseñó hace muchos años J.D. Perón en su mensaje esencial, aquel que los gorilas nunca le perdonarán. Porque también la derecha más astuta se quiere apropiar de Perón y desvirtuarlo. Por lo cual los asesores gubernamentales instruyeron a sus voceros para definir al enemigo como kirchnerismo, aunque alguno menos hipócrita les advirtió: ¡es el peronismo, estúpido!

Es inevitable la vuelta al poder del movimiento popular. En la prospectiva electoral hay que ganar la Ciudad de Buenos Aires, que no puede seguir siendo un reducto privilegiado de espaldas al interior. Y es hora de planear una solución trascendente: federalizar el conurbano, para que, como sucede en cualquier distrito, las rentas que aporta el sector más rico se distribuyan subvencionando las zonas más postergadas de la urbe, que es de hecho una sola ciudad. Es absurdo que siga siendo el mosaico actual.

Se abre, además, un horizonte de esperanza en nuestra América. México, Argentina y Bolivia pueden ser la vanguardia del vuelco que necesitamos para recuperar el camino de la verdad, la independencia y la solidaridad, hacia un futuro que, para que sea duradero, habrá que construir a escala continental. Hacia allá vamos.

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