Maradona para académicos

En estos días las y los maradonianos atravesamos momentos sombríos por el paso a la inmortalidad de nuestro héroe. Quedan anécdotas y gambetas filmadas, pero ya no lo veremos tirar un nuevo caño. La noticia corrió el mundo y llegó, claro, a las y los intelectuales, que en su formato siglo XXI siempre tienen algo para decir, o peor, para alumbrar. La intelectualidad de hoy en modo periodístico ha descendiendo al infierno de los letrados y, como les pasa a los grandes que juegan en la B, cuesta salir de esos agujeros sin barro bajo los botines. Las nuevas son que los Pumas han bastardeado a Maradona y que Maradona expresa el machismo más aterrador. Neomarxistas y feministas hurgaron en sus bibliotecas y dictaminaron que lo que ocurre en realidad no es más que la lucha de clase contra clase, género contra género. Dicen que una vez más debemos entender nuestros problemas a partir de la lucha entre nos. Desde este rincón del conurbano sur, donde Maradona realizó sus primeras gambetas, me gustaría humildemente dejar algunas contraseñas para entrar en el mundo de las y los maradonianos.

Debo decir que el problema es mucho peor y se relaciona directamente con aquello que Rodolfo Kusch llamaba “el miedo a pensar lo nuestro”. Un miedo que según este filósofo nacional implica mirar a los costados para saber si lo que sentimos está bien o mal. El antropólogo José Imbelloni habló también de este problema, aludiendo a que las y los académicos estudian “lo que el pueblo sabe”: generalmente lo estudian mal, designándolo como “la sabiduría de lo vulgar”. No es casual que gente de esta fauna, como Beatriz Sarlo, hable “de los saberes del pobre”. El folklorista León Benarós estudió la cultura argentina y llegó a una conclusión: en las sociedades actuales las personas viven en comunidad y, como comunidad, ellas y sus integrantes tienen un destino común, porque solo compartiendo con el o la semejante encuentran la forma de recibir aquello que como seres sociales necesitan.

No es ilógico entonces que estos académicos, que no se incluyen ni incluyen a la comunidad en sus cavilaciones, no comprendan el sentir de las y los maradonianos, trazando extrañas fórmulas para explicar algo que no entienden. Otro gran pensador nacional, Roberto Fontanarrosa, ha sintetizado el problema en una frase: “no me importa lo que Maradona hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía”.

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