“Libertad, libertad, libertad”: la pandemia y el grito sagrado del progresismo

El filósofo argentino Juan José Sebreli, que se contagió de COVID-19 el año pasado, en una entrevista al diario Infobae, con sus noventa años, alzaba la voz para decir: “La desobediencia civil es un elemento fundamental para la democracia, como la división de los tres poderes o la libertad de expresión. Hay una división entre legalidad y legitimidad. En el gobierno del Tercer Reich se podían hacer fusilamientos. No tenían legitimidad. ¡El que obedece a ciegas no es democrático! Este gobierno es legal, pero no legítimo”. También aludió al término infectadura y, claro, a la violación de los derechos humanos por los gobiernos que tomaron medidas de restricción a la circulación durante la pandemia. Otro filósofo, el irlandés Jhon Bury (1861-1927), afirmaba: “Se puede creer o no en la doctrina del Progreso, pero, en cualquier caso, la frase civilización y progreso ha quedado estereotipada para indicar el juicio bueno o malo. (…) Los ideales de libertad y democracia, que poseen su propia y antigua validez, adquieren un nuevo vigor cuando se relacionan con la idea de progreso”. Los progresistas, liberales o marxistas, como señala Bury, realizaron una operación silenciosa. Primero, quitándole valor y historicidad a las palabras; y luego, renombrándolas. De allí que progresistas como Sebreli a grito pelado mencionen las palabras progreso, democracia, libertad y derechos humanos.

Ahora bien, esta mezcolanza no es ingenua. Tampoco es inofensiva para nuestros destinos. La doctrina del Progreso surge ligada a la explotación de todas las periferias por las potencias del Atlántico Norte. Aquello que progresistas, liberales y marxistas llaman capitalismo. A nosotros, como señala el pensador nacional Fermín Chávez, “esas categorías impuestas por el iluminismo del siglo XIX no nos sirven; por mejor decir, nunca nos sirvieron”. Repasemos: el progreso nos fue presentado como una idea fuerza que tiene un punto cero –por ejemplo, los tiempos de nuestros salvajes “indios y gauchos”– que transita a borbotones hacia un núcleo que en algunos momentos se vuelve errante, pero que se encuentra entre los mares del Norte. Nos han explicado qué son los derechos humanos, qué es la democracia y cuándo tenemos o perdemos la libertad. Pero aún no nos han dicho por qué razón cuando somos libres, democráticos y gozamos de todos los derechos humanos sufrimos miseria, desnutrición, desigualdad y violencia. ¿Será que ser libres, como grita Sebreli, en realidad no nos hace libres?

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