La unidad, el ajedrez y la doctrina

“Ganar la elección es para nosotros un medio para servir al país (…) El primer acto es cuantitativo. (…) Cuando pasamos a la acción de gobierno, es otra cosa. Al gobierno hay que llevar lo mejor que se tenga, lo más capaz, porque hay que realizar una acción para el bien del país”. (Juan Perón)

“Así como la organización se articula en el espacio, toda lucha se articula en el tiempo. Hay cosas que son permanentes, como es una ideología, y nosotros la tenemos. Arriar las banderas de la justicia social, independencia económica y soberanía política, es muy difícil porque son permanentes”. (Juan Perón)

 

La hora actual reclama la unidad del campo nacional. Dejar de lado los intereses particulares en pos de nuestra Patria y las mayorías populares. Perón remarcaba que “no debemos hacer lo que nos conviene a nosotros, sino lo que conviene a todos”. Se trata de no mirar tanto al costado, sino enfrente, donde está el enemigo principal. Así, “el mundo debe salir de la etapa egoísta y pensar más en las necesidades y esperanzas de la comunidad”. Nos proponemos reflexionar brevemente sobre algunos núcleos problemáticos en torno a la unidad y puntales donde asentarla.

La doctrina no debe entenderse como un “resto fósil”, sino más bien como un elemento vivo que urge poner en práctica. No obstante, hay quienes asumen posturas que pretenden anclarse solo en el presente, en donde cuesta dilucidar principios doctrinarios, ya que todas las cuestiones se encuentran enteramente sometidas a los cambios de la sociedad actual. Eso lleva a un accionar vacío de contenido y por tanto a una práctica política alejada de nuestra tradición nacional. La teoría sin la práctica deviene en idealismo, y la práctica política sin teoría corre un serio riesgo de caer en la falta de valores.

Perón contenía en su análisis doctrinario los elementos de cambio y permanencia. Ambos eran fundamentales para “vencer al tiempo”. Sin embargo, más allá de su legado escrito, es cierto que sus palabras se apoyaron también en su presencia, en su ascendencia sobre los distintos sectores y en sus dotes personales para la conducción. 45 años después de su partida física, el abanico de interpretaciones y posteriores lecturas es mucho más difícil de unificar.

Quizás John William Cooke no tomó dimensión en su momento que, cuando esbozó una pregunta, lanzó también una maldición sobre el movimiento nacional: cuando Perón no esté, ¿que significará ser peronista? No obstante, creemos que es posible franquear estas diferencias si como militantes peronistas nos mueve el deseo de mantener viva la llama del movimiento histórico que nos brindó los años más felices como pueblo y que de alguna u otra manera nos sigue convocando y conteniendo dentro de una misma “fuente”.

Hay una idea de Perón que se repite mucho pero se practica poco, esa de “primero la Patria, después el movimiento y por último los hombres”. No solo se practica mucho, sino que en gran medida se invierten los términos. El presente reclama con urgencia retomar esa máxima, pues la patria está en peligro, pero no como mera retórica: la gravedad de la situación amenaza con una crisis terminal. En este marco, el peor de los nuestros es mejor que el mejor de ellos, teniendo en cuenta asimismo que muchas veces lo “perfecto” suele ser enemigo de lo bueno.

Que la unidad del campo nacional –en su más amplia concepción– es el camino para derrotar en las urnas al gobierno de la oligarquía que llevó a cabo una de las peores, sino la peor, administración económica de la historia argentina no sólo para los sectores populares, sino mayormente para los sectores nacionales en su conjunto, parece ser una idea en que coinciden todos –o casi, casi todos– los integrantes del campo nacional –en el sentido más amplio–, y fundamentalmente el pueblo argentino. Los forjistas pensaban que “el pueblo está en la raíz de lo nacional. Es lo menos bárbaro, en el sentido que daban los antiguos a la palabra. Es menos foráneo, menos perturbado, por la generalización de lo particular de otros. Está en lo particular suyo, y de ahí salen sus generalizaciones. Razona de sí para afuera, y no de afuera para sí. Por eso acierta siempre en las cosas grandes de la Patria”. No obstante, por diferentes razones esa unidad o el triunfo electoral es una duda.

En el peronismo histórico y las ideas de Juan Perón podemos encontrar algunas respuestas y orientaciones a esta problemática presente. Esto último, entendiendo que el peronismo histórico no es pasado, sino futuro, pues es el que nos da el norte en relación a la construcción política, al mismo tiempo que en vinculación al proyecto de país. La oligarquía lo tiene claro, por eso cuando avanza lo hace sobre los pilares de la nación construida por el peronismo.

Rastreando en nuestra historia e ideas nos encontramos con una cuestión interesante para pensar esta coyuntura: la unidad de concepción que consideramos que hoy encuentra problemas, lo que hace difícil pensar en la unidad de acción. Perón argumenta que “en este tipo de preparación de multitudes lo que hay que presentar en un punto de partida es una unidad de concepción, para que esa unidad de concepción, consecuente en la marcha del tiempo, vaya realizándose con absoluta unidad de acción. Solamente así es posible vencer en los grandes movimientos colectivos”. Y más adelante continúa: “La unidad de concepción está en la teoría y en la doctrina; y la unidad de acción está en la buena conducción del conjunto de esta doctrina y de esta teoría”.

No se trata de medir o definir qué o quién es el peronismo, desde ya, o de usar el “peronómetro”. Pero hay núcleos centrales que orientan o definen una ideología política, o todo daría lo mismo. Hay aspectos doctrinarios que son los elementos centrales por lo cual perduran, y otros vinculados al tiempo histórico que son plausibles de adaptar. Perón establece que “las doctrinas no son eternas, sino en sus grandes principios”. Sin embargo, también alerta sobre la posibilidad de “deformaciones doctrinarias” que tienen como principal consecuencia la diversificación en grupos que apoyan tal o cual línea interna y terminan por disociar al conjunto: “no hay doctrina en el mundo que haya escapado a este tipo deformación por falta de unidad de doctrina”. Es preciso entonces “dar unidad de doctrina a los hombres; en otras palabras, enseñar a percibir los fenómenos de una manera que es similar para todo; apreciarlos también de un mismo modo, resolverlo de igual manera y proceder en la ejecución de una manera similar”.

Dada la cuestión nacional irresuelta, los núcleos problemáticos centrales siguen siendo los mismos. De ahí también la actualidad del ideario nacional. En este marco siempre ha hecho énfasis en las grandes problemáticas nacionales, no así en las particulares que tienden a dividir y segregar el campo nacional. Así, la tradición frentista no construye mayorías a partir de la sumatoria de las demandas de las minorías, sino que representa a las mayorías.

Ejes ordenadores son las tres banderas que toma el peronismo del sustrato profundo de la Patria: la independencia económica, la soberanía política y la justicia social. Para su realización el peronismo tuvo tres pilares en su construcción del gran frente nacional para dejar atrás el país semi-colonial. Una política de integración para la clase trabajadora organizada, una en relación a la iglesia y otra para las Fuerzas Armadas. Si pensamos en los últimos años, cuando esa política de integración encontró problemas, el frente nacional se agrietó y el movimiento nacional sin brújula quedó a la deriva. Es que, como se expresa en Conducción Política: “las deformaciones doctrinarias tienden a la diversificación de los grupos que las apoyan y terminan por disociar a las comunidades que las practican”.

En este sentido pensamos que se inocula el veneno que puede dar muerte a nuestra doctrina cuando es considerada como un elemento inerte, no pensando en su realización en el presente, y cuando algunos consideran que “el mundo es otro”, por tanto poco importa el hilo doctrinario que nos une a las generaciones pasadas y sólo valen las acciones “de coyuntura”. Así, se piensa que los aspectos doctrinarios están “pasados de moda”, “no van más”. Vale decir que este sector progresista ha sido en los últimos años el que mayormente tendió a prevalecer sobre el movimiento nacional, en sus interpretaciones y acción política. Es necesario también destacar que estos sectores, penetrados por la lógica posmoderna, utilizan no obstante esquemas a veces más añejos o siguen la “moda intelectual”, pero una característica los atraviesa siempre: mirar la realidad a través de “ojos ajenos”.

Perón también mencionó el fracaso que tarde o temprano enfrentan las causas sin doctrina: “las buenas causas se transformaron en las causas más atroces que ha tenido la humanidad por falta de una doctrina que asegurara la consolidación y la continuidad”. Antonio Cafiero por su parte entendía necesario un peronismo que volviera a hacer suya “la lucha por la idea y rechazar la noción de que lo único que cuenta en la política son las actitudes pragmáticas, desvinculadas de cualquier clase de connotaciones éticas y valorativas”. Por eso era necesario prevenir “acerca de los peligros que encierra el paulatino empobrecimiento de la política cuando se la confina al marco de una cultura pragmática que ha perdido el sentido de búsqueda de la verdad, de la idea y de los valores superiores”.

El próximo gobierno, si es nacional-popular, no se avizora con la posibilidad de ser profundamente transformador por la delicada situación en que deja al país el gobierno Cambiemos. Más bien será una transición que comience a establecer los pilares para cimentar un proyecto nacional que logre transformar la Argentina, como un engranaje hacia la posibilidad de un resurgimiento del peronismo y la profundización de un proyecto de liberación nacional.

¿Las chances electorales del peronismo se abrieron en el último tiempo por nuestras virtudes, por el proyecto de país que estamos proponiendo, o por la debacle económica del gobierno de Cambiemos? Sabemos que estas preguntas quedan en segundo plano cuando se juega tanto en esta elección. Sin embargo, es bueno hacérselas cuando seguramente en un futuro cercano debamos sentar las bases para sacar adelante al país del infierno en el que fue metido. En este sentido, la derrota del macrismo vendrá no sólo de su derrota en las urnas. Aunque esencial, es el primer paso para derrotarlo políticamente y enterrarlo históricamente con un proyecto que logre emancipar definitivamente la patria.

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