Dónde estamos parados

Desde una perspectiva macro es posible sostener que Argentina padece un largo ciclo de desarrollo económico escaso, que pone en evidencia que su capacidad para impulsar un desenvolvimiento económico adecuado ha sido insuficiente en los últimos 40 años. El crecimiento porcentual promedio de su PBI –medido a precios constantes– entre 1980 y 2019 alcanza tan solo a 1,9%, según la información contenida en el banco de datos del FMI Wold Economic Outlook Database, de abril de 2020. El crecimiento porcentual promedio del PBI per cápita, a paridad de poder adquisitivo para el mismo lapso, fue de un magro 0,6%. Desde luego, se puede discernir que hubo momentos y gobiernos en los que a unos les fue mejor y a otros peor. Pero la performance general entre los años indicados es la que cantan los números recién mencionados.

En el plano de lo coyuntural, la situación es peor. Los años de la presidencia de Mauricio Macri fueron un espanto. Sin dificultades y sin problemas mayores a la vista, lejos de aminorar esa rémora que viene de lejos, Macri la hizo más espesa. Por una parte, debido a su completa incompetencia como primer mandatario. Y por otra, como consecuencia de la práctica de endeudar y fugar, y de otras artimañas realizadas a expensas del erario público que cobijó. El crecimiento porcentual promedio del PBI, medido a precios constantes durante su período presidencial, fue el siguiente: -2,1% en 2016; +2,7% en 2017; -2,5% en 2018; -1,2% en 2019. En tanto que el crecimiento porcentual promedio del PBI per cápita, a paridad de poder adquisitivo en dicho período, fue: -3,1% en 2016; +1,6% en 2017; -3,5% en 2018; -3,1% en 2019.

Tres años de crecimiento negativo del PBI de cuatro que gobernó es ya, per se, un enorme bochorno que no tiene paragón con ninguno de los gobiernos democráticos desde diciembre de 1983. Este pésimo desempeño se replica en el comportamiento del crecimiento porcentual del PBI per cápita, como se desprende de los datos consignados. Pero hay más todavía. Dejó un verdadero tendal en materia de endeudamiento externo. Despilfarró dólares en amplia cantidad, debido a la incalificable ausencia de control de la cuenta capital del Banco Central, incumplió pagos con Club de París y tomó un descabellado crédito con el FMI, entre otros de sus múltiples desatinos.

En 2014, la entonces presidenta Cristina Kirchner negoció con el Club de París una ampliación a 5 años del período de pago de un crédito de vieja data tomado con esa entidad. Macri, en 2019, decidió dejar impago un saldo de 1.900 millones de dólares. En medio del azote del COVID-19, Alberto Fernández encontró en 2020 que esa deuda alcanzaba ya a 2.125 millones. En la actualidad ha crecido a 2.485 millones de dólares. La amplia mayoría de los analistas especializados indican que con este Club se podrá alcanzar un acuerdo si previamente se formaliza un arreglo con el FMI. El aberrante crédito que Macri tomó con el FMI –en complicidad con su viejo amigo y socio en emprendimientos empresariales privados, Donald Trump, cuando ambos eran presidentes– arrancó con un monto de 44.128 millones y llega hoy a alrededor de 46.000 millones de dólares. Y está sujeto a condiciones de pago siderales, absolutamente inalcanzables hoy para nuestro país.

Este es el legado coyuntural absolutamente negativo que el PRO le ha dejado a Alberto Fernández, al que se debe sumar el azote de la pandemia, que ha requerido una amplia política de cuidados, ha afectado el desempeño del PBI en 2020 y ha impactado fuertemente sobre la situación social y laboral del país.

Recientemente, el presidente Fernández se entrevistó con los primeros mandatarios de Portugal, España, Francia e Italia, se reunió con el Papa Francisco en el Vaticano y mantuvo, incluso, una reunión con Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, para exponer la compleja situación argentina actual y solicitar ayuda para resolver los apremiantes problemas de las sobretasas y los plazos de pago. El saldo de este raid fue muy provechoso. Con todos ellos encontró comprensión y buena voluntad para ayudar. El propio Fernández twitteó, en viaje de regreso a Argentina, que la gira había sido muy positiva y que se habían “alcanzado los objetivos” buscados.

Pero atención, que la aquiescencia del FMI para con Argentina requiere, sobre todo, el avenimiento de los Estados Unidos, que es el aportante mayor a esa entidad, en la que rige un régimen de votación calificada. Con el peso de un pasado de débil crecimiento y un presente de insuficiencia financiera que podría colocar a nuestro país en una nueva situación de default, lo que suceda en la inmediata coyuntura dependerá de la crucial decisión de Washington.

Alberto Fernández ha hecho lo que debía hacer. Y lo ha hecho bien. Habrá de nuevo que conjugar de la mejor manera posible una voluntad de crecer hasta donde podamos con lo nuestro –que debería, además, tratar de resolver a favor del campo nacional y popular la pugna esterilizante que se expuso al comienzo de esa nota– pero al mismo tiempo disponer de una hoy indispensable ayuda externa, en el contexto de un mundo incierto que, además de una pandemia devastadora, atraviesa también una reacomodación o redefinición de las relaciones de poder a escala mundial, todavía incipiente. Sin dudas, una empresa notoria y exigente, cuyo paso inicial –y prueba de fuego, podría decirse– depende, paradojalmente, tanto de nosotros mismos como de la marcha positiva de nuestras relaciones con el exterior.

No atravesamos hoy, lamentablemente, esa “hora de los hornos” en la que “no ha de verse más que la luz”, que apuntó José Martí –pletórico de fervor independentista– en carta a José Dolores Poyo, fechada el 5 de diciembre de 1891. Al contrario. Una vez más el peronismo está haciéndose cargo de un descalabro producido por un liberalismo –o un neoliberalismo– incompetente para gobernar, pero experto en consumar negocios pingües que arruinan la economía nacional y llenan las arcas de empresarios o dirigentes políticos inescrupulosos. Lo que nos toca ahora, otra vez, es desenvolver un proceso de recomposición y recuperación económica que recabará colaboración externa que nos permita retomar de nuevo un camino para el desarrollo. ¡Nada más y nada menos!

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