La nordomanía hegemónica

“El verdadero inventor de una idea con relación al mundo moral es el que la transforma en sentimiento, la realiza en conducta y la propaga en ejemplo” (José Enrique Rodó).

Si bien la obra Ariel fue y es la más leída y la más famosa de Rodó, veremos lo que sostiene sobre la importancia de los reformadores morales y su perspectiva política sobre la Nordomanía, cada día más hegemónica: es la admiración a Estados Unidos y a Europa. ¿Será por la comunicación hegemónica? ¿O por la geopolítica del poder? Mientras, los universitarios y las universitarias queremos hacer una relación más equitativa Sur-Sur.

El filósofo uruguayo José Rodó diferenciaba entre formular ideas y propagar sentimientos, exponer una verdad y entrañarla en la conciencia de las personas, para que tome forma real y activa. En Liberalismo y jacobinismo (1906) decía que las revoluciones morales –como la que pretendemos, si queremos modificar la plutocracia por la democracia– no se realizaban sólo con revelar y propagar ideas, porque tienen como condición esencialísima “suscitar un entusiasmo, una fe, que, cundiendo en el contagio psíquico de la simpatía y manteniéndose triunfalmente en el tiempo, concluya con fijarse y consolidarse en hábitos y renueve así la fisonomía moral de las generaciones”. La idea, para que se haga carne en la acción, debe trascender al sentimiento, que es el resorte de la voluntad. Sin el sentimiento, para Rodó, la idea queda aislada e inactiva en la mente.

Los grandes reformadores morales eran “creadores de sentimientos y no divulgadores de ideas”. Para ello, es necesario que el reformador transforme primero en sí mismo la idea en sentimiento, “que se apasione y exalte por su idea, con la pasión que arrostra las persecuciones y el martirio, y además que demuestre la constancia de ese amor por medio de sus actos, haciendo de su vida la imagen animada, el arquetipo viviente, de su palabra y su doctrina”.

Para quienes creen en la supremacía de la racionalidad y el cientificismo, los ideales de justicia parecerían irracionales o vinculados al irracionalismo, aunque sabemos que nuestros comportamientos históricos se producen más por los ideales, las creencias y pasiones, por intencionalidades y voluntades, que por las ideas abstractas calculables y descifrables que responden a la causalidad. Como sostenía Montesquieu, “entre griegos y romanos la admiración por los conocimientos políticos y morales fue llevada hasta una especie de culto. Hoy no tenemos estima más que por las ciencias físicas, nos ocupamos únicamente de ellas, y el bien y el mal políticos son entre nosotros más bien un sentimiento que objeto de conocimiento”.

Algunos intelectuales argentinos que padecen de nordomanía –como la definió Rodó a principios de siglo– continúan cuestionando la soberanía argentina sobre las islas Malvinas, y acusan a quienes la defienden y defendieron durante la guerra –dentro y fuera del país, dentro y fuera de las cárceles– de belicistas o enanos nacionalistas.

La nordomanía sigue en otros países del sur, según sean las perspectivas políticas o conveniencia. Sin embargo, no hace falta ser expertos en geopolítica para saber que las Malvinas están en el sur y la OTAN es la Organización del Tratado del Atlántico Norte –¿o será por el mapa invertido que hizo Torres García, un pintor también uruguayo, como Rodó? Igualmente, ahora sabemos que la tierra gira y que es esférica, que no es plana. Sabemos que hace 40 años fue la recuperación de las islas Malvinas y muchos latinoamericanos y latinoamericanas apoyaron dicha recuperación, a pesar de la dictadura genocida. Más allá de la respuesta magnífica del secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Guillermo Carmona, a Boris Johnson –diciendo que cuando no hay razones aparece la retórica militarista, ya que el británico envió un mensaje sobre los casi 40 años de “la invasión, ocupación y liberación”, y no habló de la usurpación británica de 1833–, ¿qué hizo y qué hace la OTAN apoyando en el extremo sur a los británicos? Las Malvinas, la Antártida y las islas del Atlántico Sur son del pueblo argentino. Todas y todos volvemos a reclamar su soberanía. Somos más que quienes viven en las islas Malvinas. Si arguyen la autodeterminación de los pueblos, cualquier equipo de fútbol de barrio tiene más población. Pero no se discute la soberanía popular.

Así que tomamos la palabra como latinoamericanos y latinoamericanas. Volvemos a cuestionar la ayuda de la OTAN en plena guerra. Mientras tanto, América Latina se juntó para hacer una declaración que se llamó Declaración de Lima, donde firmaron casi todos los latinoamericanos y las latinoamericanas. Pero no dejaron entrar a la Argentina.

Ahora, cualquier institución pública tiene que poner en los papeles institucionales “Las islas Malvinas son argentinas”. ¿Qué dirán los países que tienen acuerdos con la OTAN en plena democracia, y qué dirán en plena guerra entre Rusia y Ucrania, cuando algunos quieren aliarse a la OTAN?

 

La Declaración de Lima

Los representantes de las organizaciones y partidos políticos democráticos y populares de América Latina que suscribimos la presente Declaración, reunidos en la ciudad de Lima con el propósito de expresar nuestra solidaridad con la lucha anticolonialista del pueblo argentino encaminada a recuperar su legítima soberanía sobre las Islas Malvinas, manifestamos a los gobiernos y opinión pública de América Latina y el mundo:

Primero: La batalla por la reivindicación de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas es un capítulo más de la lucha por la independencia política latinoamericana, que culminará únicamente cuando sean definitivamente eliminados de nuestra región todos los vestigios de dominación colonial aún existentes.

Segundo: En esta legítima lucha anticolonial, el pueblo argentino único depositario de la soberanía popular– cuenta con el respaldo militante e incondicional de todas las fuerzas democráticas, populares y progresistas de la región, siguiendo así el ejemplo dado por los Libertadores en las batallas independistas de América Latina.

Tercero: Para alcanzar la victoria contra la potencia colonial es necesario fortalecer la unidad interna e internacional. Por lo tanto, constituye un imperativo categórico lograr con urgencia la reconciliación de la familia argentina, de tal forma que sea posible conseguir la formación de un sólido frente patriótico único de carácter nacional; es fundamental igualmente la unidad de los países y fuerzas populares de la región alrededor del legítimo derecho argentino sobre las Islas Malvinas, que dejó ya de ser únicamente una aspiración nacional para devenir en una causa auténticamente latinoamericana.

Cuarto: Apoyamos en consecuencia la demanda del pueblo argentino de avanzar en estos momentos de emergencia nacional hacia el establecimiento de un gobierno democrático que garantice las libertades públicas única forma de alcanzar el necesario consenso interno– para lo cual es esencial y oportuna la vigencia inmediata del derecho de todos los argentinos que por razones políticas se encuentran exiliados en el exterior, de regresar a su patria para unirse a la lucha contra la potencia colonial, así como la aplicación de una amplia amnistía para los procesos políticos y sindicales y una respuesta al problema de los desaparecidos.

Quinto: Deploramos por tanto la negativa del actual Gobierno de Argentina de permitir el retorno al país de los doctores Ricardo Obregón Cano y Oscar Bidegain, exgobernadores por elección popular de las provincias de Córdoba y Buenos Aires respectivamente, quienes han solicitado la documentación correspondiente a través de las embajadas argentinas en México, España y Perú.

Sexto: La posición de los Estados Unidos en el conflicto, de alinearse junto a la potencia imperialista cuya flota naval arremete y mancilla territorio latinoamericano, ha demostrado la inoperancia de los actuales sistemas regionales de organización política (OEA) y de seguridad colectiva (TIAR).

Séptimo: Instamos consecuentemente a los gobiernos de los países latinoamericanos a proceder de inmediato a la reestructuración del sistema interamericano, para lo cual es necesario:

a) Crear un organismo político regional de conformidad con las disposiciones pertinentes de la Carta de las Naciones Unidas, en el que estén representados únicamente los Estados de América Latina y el Caribe, con exclusión de los Estados Unidos, potencia mundial con intereses y objetivos contrapuestos al resto de los países de la región.

b) Diseñar un nuevo sistema de seguridad colectiva que sirva a los intereses latinoamericanos y a la paz mundial, para lo cual es imprescindible empezar por encontrar soluciones a los conflictos bilaterales pendientes entre los países de la región y realizar reuniones urgentes para estos propósitos, tanto del Parlamento Latinoamericano, como del SELA y del Pacto Andino, así como la realización de una cita cumbre de presidentes latinoamericanos.

Octavo: La posición de los países de la Comunidad Económica Europea en este conflicto constituye un aval a la agresión británica y por lo tanto expresamos nuestro más categórico rechazo. Exigimos el inmediato levantamiento de las sanciones económicas impuestas por la CEE contra Argentina, así como la adopción de una posición constructiva de estos países en la búsqueda de la paz. Sólo así será posible proseguir los lazos históricos de cooperación entre América Latina y Europa. Del mismo modo no puede aceptarse la conducta indiferente y extremadamente pasiva de las Naciones Unidas en un conflicto en el que la agresión colonial se está traduciendo en el más inclemente bombardeo con pérdidas materiales y humanas. La prepotencia del gobierno británico exige la respuesta enérgica de los organismos internacionales llamados a preservar la paz e impulsar la cooperación entre las naciones del mundo.

Noveno: Finalmente, apoyamos los esfuerzos que se realizan en el marco de las Naciones Unidas para alcanzar una solución política negociada del conflicto, que debe basarse en el inequívoco derecho soberano de Argentina sobre las Islas Malvinas y el retiro de la flota británica del suelo latinoamericano.

Lima, 18 de mayo de 1982.

Firmantes: Bolivia: Javier Torres Gotilla, exministro de Estado y Exembajador en México. Brasil: Paulo Schilling, dirigente del Comité Brasileño de Solidaridad con los pueblos de América Latina y el Caribe. Costa Rica: Juan Echeverría Brealey, exministro de Gobierno del presidente Carazo; Humberto Vargas Carbonell, exdiputado del Movimiento Pueblo Unido. Chile: Carlos Morales, expresidente del Partido Radical de Chile y miembro actual de su dirección, exdiputado; Denise Pascal Allende, representante del Partido Socialista de Chile; Mario Díaz Barrientos, representante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Ecuador: Horacio Sevilla Borja, secretario ejecutivo de la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos (ALDHU); Enrique Gallegos Arends, subdirector nacional del Partido del Pueblo, Cambio y Democracia; Absalón Rocha, miembro del Consejo Directivo Nacional del Partido Democracia Popular (Unión Democrática Cristiana); Jorge Chiriboga Guerrero, secretario general del Partido Socialista Revolucionario Ecuatoriano, diputado por el Frente Amplio de Izquierda; Carlos Rodríguez, miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Frente Radical Alfarista (FRA) y presidente del Comité del Pueblo. Nicaragua: Freddy Balzán, secretario ejecutivo del Tribunal Antiimperialista de Centro América y El Caribe. Panamá: Roko Setka, miembro de la Comisión Política del Partido Revolucionario Democrático; Efraín Reyes Medina, director de Bayano, órgano de los Frentes de Mas del PRD; Mario Martínez Puente, periodista. Perú: Alfonso Barrantes, presidente de la Izquierda Unida; Ernesto Gabarra, diputado y secretario de Relaciones Internacionales de Acción Popular; Carlos Roca, diputado y secretario de Relaciones Internacionales del Partido Aprista Peruano; Roger Cáceres, senador y secretario general del Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos; Miguel Ángel Mufarech, diputado y presidente del Partido de Integración Nacional (PADIN); Jaime Montoya, secretario general del Partido Demócrata Cristiano del Perú. Uruguay: Juan Eyherachar, representante de Convergencia Democrática en Uruguay. Venezuela: Pompeyo Márquez, senador y secretario general del Movimiento al Socialismo; Américo Martín, diputado por la Nueva Alternativa, excandidato presidencial.

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