La dimensión social como eje central en los procesos de integración regional

Los “asuntos sociales” entraron al juego de la integración regional y se tornaron un elemento fundamental al momento de pretender alcanzar una integración regional con desarrollo. La salud, la educación, la cultura, la movilidad, los derechos humanos, el desarrollo económico-productivo, la inclusión y la igualdad están entre las cuestiones más destacadas que se hicieron presentes y con ellas se conformaron grupos de trabajo específicos para cada caso. Los mismos se abocaron a cada una de las problemáticas existentes, donde una serie de acuerdos, tratados y declaraciones fueron el sustento de decisiones sobre políticas públicas a llevar a cabo. La era progresista tiene como característica fundante la presencia del Estado como actor principal en el juego de la política y como dinamizador del mejoramiento de la calidad de vida de los pueblos, basándose en la igualdad, la equidad y la justicia social orientadas a una mirada emancipadora que intentaba retomar la idea bolivariana de la Patria Grande.

No entraremos en esta oportunidad en detalles o especificaciones acerca de las acciones de los dos bloques que serán mencionados. Sin embargo, tomaremos a la UNASUR y al MERCOSUR a modo de ejemplos. El primero, un bloque inactivo, y el segundo es un bloque que no solo parece poder sostenerse en el tiempo, sino que además amplía sus perspectivas de intervención en otros temas que exceden lo netamente comercial.

La conformación de UNASUR es el claro ejemplo de un bloque cuyas bases esenciales están fundamentadas en las personas, las familias, su promoción y protección, lo que implica el fomento a una participación no solo activa, sino también emancipadora. Todo ello bajo un proceso de desarrollo económico y productivo con crecimiento, equilibrio y armonía, sin descuidar la solidaridad subregional. Desde su conformación, la UNASUR revaloriza el “desarrollo social” a partir del concepto de “derecho al desarrollo”. Así lo explicita el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas de 2008: “un derecho humano inalienable en virtud del cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados para participar en un desarrollo económico, social, cultural y político en el que puedan realizarse plenamente todos los derechos humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo y a disfrutar de él. El derecho humano al desarrollo implica también la plena realización del derecho de los pueblos a la libre determinación, que incluye, con sujeción a las disposiciones pertinentes de ambos Pactos internacionales de derechos humanos, el ejercicio de su derecho inalienable a la plena soberanía sobre todas sus riquezas y recursos naturales”. Si bien los primeros años de la UNASUR fueron avasallantes en cuanto al protagonismo indiscutible en asuntos que afectaban a las democracias y las soberanías de la región, el cambio en la dirección política de gran parte de los estados miembros y su vuelco a derechas más radicales y neoliberales en sus gobiernos dejó sin efecto el lugar estratégico que supo ocupar. Junto con este giro se abandonó la máxima pretensión de la UNASUR: arribar a una Ciudadanía Suramericana.

Por su parte, el MERCOSUR surge como un bloque exclusivamente económico y comercial, sin contemplar durante varios años desde su conformación la dimensión social. Claro está que su nacimiento se da en el marco de la era neoliberal y bajo las reglas del Consenso de Washington imperantes por ese entonces, donde el libre comercio fue el motivo estelar.

Para el año 2003, y en concordancia con la oleada progresista, pero con especial empuje de los presidentes Kirchner y Lula, aparecen esas aristas sociales en las cuales el Mercosur no tenía ningún tipo de participación o injerencia. Se pretende entonces darle un enfoque al desarrollo regional con perspectiva social que contemple la búsqueda de la dignidad de las ciudadanas y los ciudadanos y respete la diversidad de los territorios y sus culturas. De esta manera, el eje deja de ser “lo comercial” para pasar a ser “lo político”, que marca el rumbo al proceso de integración, mientras que el Estado como tal se encarga de procurar buenas relaciones sociales interestatales, fundadas en la reducción de asimetrías vigentes y la solidaridad subregional. En este contexto surgen grupos de trabajo que tienen como actividad fundamental la elaboración de políticas centradas en tópicos que hacen al interés de la dimensión social, pero que no por ello descuidan o solapan las cuestiones comerciales. Las relaciones laborales, el empleo, la seguridad social, la integración de las zonas fronterizas, la niñez, la vejez, la salud y la educación están entre los temas más trabajados a escala regional y de manera integral. Asimismo, se hizo foco en el tipo de integración productiva más pertinente para fomentar el desarrollo económico y productivo más adecuado para la región.

Si tuviéramos que hacer hincapié en una de las diferencias clave entre las políticas sociales del MERCOSUR y las de la UNASUR, podríamos decir que la “inclusión” es el concepto que marca y sostiene a todas y cada una de las ideas esbozadas en el tratado de la UNASUR, concepto sobre el cual no enfatizan las políticas mercosureñas.

Los casos mencionados dan cuenta de la necesidad de crear bloques que sean multidimensionales y que retomen la cuestión social como reto para generar mejoras a escala regional, permitiendo así un mejor y mayor nivel de integración. Entender la integración regional desde un punto de vista netamente económico parecería ser un error, o al menos parece no ser suficiente. Sumar la dimensión social supone un desafío distinto y requiere de un trabajo más arduo y de mayor compromiso, no solo de los Estados parte, sino también de toda la ciudadanía. Parecería ser otro error pretender lograr altos niveles de desarrollo económico y productivo sin contemplar que para ello se necesita la satisfacción de las necesidades básicas de las comunidades, el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, la efectividad en el cumplimiento de sus derechos: en resumidas cuentas, el acceso al Buen Vivir. Pensar una integración regional que no sea social, cultural y política primero, que no considere como eslabones fundamentales a sus habitantes, sus saberes y su diversidad, es algo así como querer lograr una integración regional ficticia, no real. No poder fortalecer y enraizar la dimensión social como centro de todos los movimientos y acciones posibles hace que cada giro de los liderazgos gubernamentales desarme o ponga freno a lo que se vino trabajando, y ese a mi humilde entender es el mayor de los desafíos a enfrentar, si se pretende lograr una integración regional fuerte y duradera.

Bibliografía

MERCOSUR Social (2006): Declaración de Principios. Montevideo.

Instituto Social del Mercosur (2012): Plan Estratégico de Acción Social del MERCOSUR. Asunción, Tekoha.

Instituto Social del Mercosur (2012): La dimensión social del MERCOSUR. Marco conceptual. Asunción, Tekoha.

Sanahuja JA (2010): La construcción de una región: Suramérica y el regionalismo posliberal. Una región en construcción. Madrid, CIDOB.

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