Notas sobre la prensa de las resistencia(s): De Frente y El Líder: la transición de los vencidos (I)

El propósito de esta serie de notas es brindar información sobre aquella prensa que actuó –las más de las veces en situación de clandestinidad– durante los años de la proscripción, y que por esta vía llegó a expresar al movimiento peronista.1 Aquí nos referiremos a dos medios que no sobrevivieron sino muy poco tiempo al golpe de Estado del año 1955: el periódico sindical El Líder, y el semanario que dirigiera John William Cooke, De Frente (DF).2 Salvo en este último caso, y para el mes previo a su desaparición, no fueron medios clandestinos. El hecho de que prolongaran sus actividades en el momento inicial de la “Revolución Libertadora” permite considerar su línea editorial en un proceso dinámico, que comenzó con un golpe de Estado portante de un tono que buscaba cierta conciliación con la base social del gobierno derrocado, y que muy pronto mutó a las perspectivas más cerradamente antiperonistas.

 

De la amenaza al desenlace: prensa y política de junio a noviembre de 1955

El último año del peronismo en el poder estuvo signado por enfrentamientos entre un gobierno que ganaba abrumadoramente las elecciones (en los comicios para la Vicepresidencia, en 1954, había superado holgadamente el 60% de los votos) y una oposición que encontró en el conflicto con la Iglesia Católica un factor de cohesión clave que no tenía hasta ese momento. En medio de enfrentamientos que no reconocían precedentes de esta envergadura y que incluyeron hechos tales como el bombardeo a la Plaza de Mayo y la quema de algunos templos céntricos, el gobierno apostó a la pacificación del país entre junio y agosto de 1955. En ese contexto desfilaron referentes de la oposición (Solano Lima, Molinas, Palacios, Frondizi), haciendo uso de la palabra para señalar elementos críticos de la coyuntura, con la consiguiente réplica desde el oficialismo (Cooke, Leloir, Albrieu).

Como es sabido, el 16 de setiembre de 1955 el peronismo fue derrocado por un golpe militar encabezado por Eduardo Lonardi, que a su vez fue reemplazado el 13 de noviembre por Pedro Aramburu. El desplazamiento de los “nacionalistas” por los “liberales” en el marco de la “Revolución Libertadora” significó, asimismo, el tránsito a un antiperonismo más cerril que intentó borrar de la esfera pública toda manifestación que pudiera asociarse a los vencidos.

Entre junio y noviembre de 1955, pues, las condiciones para la expresión de ideas políticas a través de la prensa se diferenciaron bastante de las precedentes y de las subsiguientes. El intento de distensión propiciado por Perón luego de que se produjeran significativos hechos de violencia se reveló ineficaz. A su vez, la voluntad lonardista de propiciar una actitud moderada hacia los vencidos no tuvo mejores bases de sustentación. Entre ambas fechas se manifestaron, desde una perspectiva que no estaba reñida con la autonomía crítica y el reconocimiento de una realidad cambiante, dos medios peronistas que expresaron, en un contexto de crisis, la “renovación” partidaria y la defensa de los intereses del sindicalismo peronista, respectivamente.

El 25 de junio Alejandro Leloir asumía la presidencia del Consejo Superior del Peronismo (CSP) por renuncia de Alberto Teissaire, y John William Cooke la intervención partidaria en la Capital Federal. Los nuevos hombres tuvieron a su cargo la defensa de la política gubernamental en el marco de una sorprendente ampliación de los ámbitos de debate público: se llegó a conceder espacios gratuitos en los medios oficiales para que la oposición expresase abiertamente sus críticas. Mientras la prensa cegetista trocaba sus declamaciones beligerantes por una invitación a realizar un “borrón y cuenta nueva” (La Prensa, 6-7-1955), DF editorializaba con vistas a ganar para la “tregua” a la “oposición democrática”.

Cooke, efectivamente, convocaba a los partidos populares contra los “enemigos comunes”, y los llamaba a flexibilizar su actitud para que esa paz política entrara en buen cauce (DF, 70, 11-7-1955: “La única paz posible”). Este medio, que en el pasado inmediato se había distinguido por analizar la información desde una perspectiva más crítica que la del resto de la prensa oficialista, siguió –desde que su director pasó a ocupar las referidas funciones partidarias– una línea muy cercana a la que se expresaba desde la máxima magistratura nacional, a la que unió, pues, su suerte. Una semana después, sus páginas incluían una apelación políticamente desesperada, que también traducía el desaliento oficialista: sugería a los partidos “definirse”, asumiendo el costo interno de tal decisión. Advertía entonces Cooke, quizá con razón: “Perón ha debido frenar a sus partidarios” (DF, 71, 18-7-1955: “Proponer una tregua no es rendirse”).

Tras la fatídica noche del 31 de agosto –en que Perón pronunció el célebre “cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”, dejando de lado el discurso preparado y los acuerdos previos con su núcleo político más próximo– Cooke reservó el alcance de esas palabras para “los grupos que han aprovechado estos últimos sesenta días para planear complots… y dedicarse al atentado criminal contra humildes hombres que cumplían con su deber de guardar el orden”. Con ello esbozaba un último y con razón desesperanzado llamado a la pacificación, que contrasta fuertemente respecto de un tiempo que ya auguraba la caída del peronismo: “Los sucesos del día 31 de agosto no obstan a que los partidos políticos argentinos puedan convivir pacíficamente… Los opositores tienen la obligación, eso sí, de no alentar a los que procuran fomentar el caos y especular con el desorden. Y los oficialistas, por su parte, deben saber que un adversario del Presidente es digno de respeto mientras no se aparte de las líneas del limpio juego democrático” (DF, 78, 5-9-1955).

 

De frente ante el golpe del 55

Producido el golpe de Estado que derrocó a Perón, DF continuó –hasta la prisión de su director– expresando una identidad de un modo que lo había distinguido del resto de los medios peronistas, y aún dispuesto a seguir jugando, en la hora de Lonardi, la carta de la conciliación nacional. A la par de su condena a la traición manifiesta en las declaraciones del ex vicepresidente Teisaire divulgadas en noticieros cinematográficos,3 Cooke vindicaba la autoridad moral de su palabra aludiendo a la “línea insobornable” que en el pasado los había mantenido “lejos de la adulonería”.4 A fines de octubre, en la Capital Federal, cuando se disponía a viajar a Paraguay para tomar contacto directo con Perón, fue detenido en el domicilio del escritor nacionalista José María Rosa. Poco antes, la nota editorial de DF había dado cuenta del recrudecimiento de la represión y del paso a una oposición más frontal.5

La revista continuó apareciendo semanalmente, en condiciones de precariedad y semiclandestinidad, dirigida por Ramón Prieto,6 hasta diciembre de 1955. En los números que siguieron se buscaba dar cuenta de la situación desatada por los cambios que introducía la “Revolución Libertadora” en la actuación del peronismo proscripto. En los primeros números, para evitar un cruce directo, utilizaba sus tapas para dar cuenta de la situación de “discriminación y despojo” en la que iban cayendo figuras de la escena artística nacional. En el mes de diciembre, buscando aumentar la denuncia y a la vez provocando una confrontación, se comenzó a “reivindicar” al presidente del Partido Peronista encarcelado, Alejandro Leloir, aunque no dejaban de consignar las distancias que los separaban en cuanto a clase y trayectoria militante.

En el número del 26 de diciembre colocan en tapa la imagen del antiguo director de la revista y “Prisionero de guerra de la Revolución”, John W. Cooke, quizá como reivindicación de su referente y despedida ante sus lectores, y a la vez como desafío al gobierno militar. De esa manera se produce la finalización de lo que podríamos llamar la segunda etapa de la revista.

Existe una tercera etapa, breve y en condiciones de absoluta clandestinidad, tras la huida de un grupo de presos de origen peronista de Ushuaia, entre los cuales se encontraba Cooke. Para ese entonces, en Buenos Aires, Héctor Tristán7 y Fermín Chávez8 logran imprimir dos números de una publicación que llevaba el mismo nombre, De Frente, con solo cuatro páginas, celebrando la fuga de Cooke y fijando posición en relación a su pensamiento y ubicación política: “es nacionalista peronista… pero eso sí: Cooke es peronista revolucionario” (Chávez, 1998: 23).

Por último, excediendo nuestro período bajo análisis, en el año 1974 saldría De Frente, con las bases peronistas que consignaba a Cooke como director fundador y se colocaban bajo su estrella.


Bibliografía

Chávez F (1998): John William Cooke. El Diputado y el Político. Buenos Aires, Círculo de Legisladores de la Nación Argentina.

Ranalleti M (1999): De Frente (1953-1956). Una voz democrática y antiimperialista en la crisis final del primer peronismo. En Cuando opinar es actuar. Revistas argentinas del siglo XX, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia.


1 En la próxima entrega se analizará el desempeño de El Líder.

2 De Frente ha sido estudiado por Mario Ranalleti (1999).

3 El editorial de DF firmado por Cooke se titulaba “El asco tiene nombre y apellido”.

4 La nota editorial de octubre está titulada, precisamente, “Nuestra línea insobornable” (DF, 3-10-1955).

5 “Esa fauna de monstruos políticos” (última nota editorial de Cooke), DF, 24-10-1955.

6 Periodista de antecedentes en el peronismo. Actuaba cercano a Cooke con quien se reunirá en Chile el año siguiente integrando el Comando Adelantado. Tendrá una destacada actuación en los años siguientes hasta la conclusión del Pacto Perón-Frondizi. Más tarde se unirá a las filas del frigerismo.

7 Hombre del sindicalismo metalúrgico. El “Worker” tendrá activa participación en las acciones de resistencia y colabora en el CEIPAP.

8 Poeta, historiador y periodista integrado en la “resistencia”. Colaborador del CEIPAP. Escribe con seudónimos en varias publicaciones legales y clandestinas.

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