¡Muchachos! Llegó carta de Perón

Cuando la semana pasada mi amigo Pancho Gaitán me envió un email con recortes y documentos, me sorprendí al encontrar allí una carta del General de 1968, cuyo contenido parecería estar dirigido al peronismo de nuestros días.

Para quienes no lo conocen, Pancho Gaitán tiene ya 85 años bien llevados, y es uno de los pocos héroes de la Resistencia Peronista que está con vida y con buena salud física y mental.

En septiembre de 1968, Pancho y Ricardo de Luca, como dirigentes del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), envían a Perón –a través de Raimundo Ongaro– un extenso informe sobre la interna del peronismo y el movimiento obrero. Para ubicarnos, voy a describir brevemente el contexto de época.

1968 fue un año tranquilo para la dictadura de Onganía. Se inician grandes obras, entre ellas El Chocón y Atucha I. El secretario de Gobierno de la dictadura, Mario Díaz Colodrero, declara: “Nada más lejos del pensamiento de la Revolución Argentina que la búsqueda de salidas políticas”.

El centro de gravedad del peronismo seguía siendo el Movimiento Obrero. Las tradicionales internas de dirigentes se dirimían en el control de los sindicatos, de las 62 Organizaciones Peronistas y de la CGT. En marzo de 1968 se produjo un congreso normalizador del cual salieron dos grandes grupos: la CGT de los Argentinos liderada por Raimundo Ongaro, vinculada a los sectores combativos, y la CGT Azopardo, tutelada por Augusto T. Vandor, con su estrategia de pegar y negociar que lo acercaba a los funcionarios de la dictadura.

Otro sector con peso dentro del peronismo desde 1955 hasta esos años era el nacionalista militar que llevaba años anunciando conspiraciones fallidas: el golpe patriótico que finalmente iba a reponer a Perón en el poder.

El delegado de Perón en el país era Jerónimo Remorino, quien falleció en noviembre y fue reemplazado por Daniel Paladino.

La Juventud Peronista tenía hasta allí muy poco desarrollo, y casi siempre vinculado a la estructura de alguno de los gremios.

La juventud universitaria todavía estaba lejos de peronizarse: recién se iniciaban las Cátedras Nacionales que iban a difundir un pensamiento nacional y, por el momento, tibiamente peronista.

A las organizaciones armadas, ERP, FAR y Montoneros, les faltaban dos años para hacer su debut público. Solo las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), luego de una etapa de aprovisionamiento, crearon el destacamento de Taco Ralo, que fue rápidamente desbaratado.

En ese contexto, Perón escribe su carta, fechada en Madrid el 20 de septiembre de 1968. El día antes fallece en Buenos Aires John William Cooke y es detenido en Taco Ralo el grupo de las FAP dirigido por Cacho El Kadri y Nestor Verdinelli.

Voy a extraer de ella algunos párrafos, referidos al rol de los distintos sectores dentro del peronismo, la imperiosa necesidad de estar unidos y el rol del conductor estratégico, que trata de conducir a todos en dirección de los grandes objetivos.

Dice Perón en su carta:

“Queridos compañeros: por mano y amabilidad del compañero Ongaro he recibido vuestra carta del 13 de septiembre, y quedo en claro sobre la información que me hace llegar. (…) Me preocupa el divisionismo reinante del horizonte directivo que, en su conjunto, no puede ser sino un factor de debilidad de nuestro Movimiento. (…)

Desde este mirador a 15.000 kilómetros y fuera de la influencia de los hechos pequeños de la lucha diaria las cosas se ven de distinta manera, porque sólo se ven grandes las cosas grandes y trascendentes. Es preciso que muchos de nuestros muchachos comprendan ciertas cosas y desmonten sus pasiones y obsesiones. (…)

Lamentablemente, en la conducción táctica local ha existido antes la tendencia de dar una determinada línea de pensamiento al movimiento, con lo que se fueron desnaturalizando hombres leales y dispersando esfuerzos, cuando lo más práctico hubiera sido dejar que cada grupo con sus modalidades –manteniendo siempre la disciplina peronista– cumpliera un objetivo determinado aún a disgusto del que ejercía en ese momento la conducción, y que la función efectiva del Comando Táctico hubiese sido la de coordinar todos los esfuerzos en la ‘banda grande’ del Peronismo”.

El párrafo siguiente expone con absoluta claridad el estilo de conducción de Perón que le permitió mantener vigente su Movimiento durante 18 años de proscripciones y persecuciones. Recordemos que en 1968 todavía no existían públicamente las “formaciones especiales” que iban actuar dos años antes de su regreso (1971-1972). Para Perón, los grupos armados van a ser parte del mismo dispositivo de conducción cuyo vértice es el conductor estratégico.

“Todavía se está a tiempo y, en tal virtud, la voz de orden que debe caracterizar este momento es que cada núcleo cumpla su cometido: los tremendistas con sus modalidades; los doctrinarios con las suyas; los ortodoxos con sus reticencias; los de la apertura extrapartidaria con sus contactos; los merodeadores de los cuarteles con sus informaciones alegres; pero entre cada grupo establecer ‘pactos de no agresión’ para no esterilizar los esfuerzos y, al que le tocara jugar decisivamente en el momento oportuno, sumarle el bagaje de los demás, pero en caso alguno atacar a un grupo porque no se identifica con la parcela de lo que hace el otro”.

Alejandro A. Lanusse en su libro Mi Testimonio reflexiona amargamente sobre esa estrategia de Perón que lo acorraló y obligó a levantar la proscripción del peronismo y dar elecciones en 1973: “Las posibilidades de Perón antes del retorno consistían –en síntesis– en constituir un gran frente electoral opuesto al GAN. (…) Asimismo, podía buscar la interrupción del proceso de institucionalización, indirectamente, por medio de un golpe militar, o directamente, provocando una situación de insurrección popular o decretando la abstención revolucionaria”.

En los párrafos siguientes, el General sigue reiterando la necesidad de la unidad del peronismo en todas sus ramas y expresiones, incluyendo a otros sectores del campo popular: “La revolución que libere a nuestro país del imperialismo y que libere al Pueblo de la dictadura (…) necesita de todos, no sólo de una parte de nosotros los peronistas. Es preciso entonces que una vez por todas dejemos las facciones, las ‘trenzas’, los sectores, etcétera, que nos han llevado hasta ahora a esfuerzos parciales, circunstanciales y divergentes cuando no antagónicos. (…)

Mi experiencia me dice que en los 25 años que viene actuando el peronismo, todos sus éxitos revolucionarios en el gobierno y en la oposición se han afirmado solamente en la unidad y solidaridad de todos los peronistas y sus organizaciones. (…)

La pasión y el encono a que nos conducen los hechos diarios de la lucha entre nosotros mismos no debe enceguecernos hasta el límite de desviar el ataque de nuestro enemigo, para dirigirlo contra nuestra misma gente que, buena o mala, será siempre mejor que el gorilismo, que en estas circunstancias es el realmente favorecido. (…)

Si la masa está unida y constituye casi la unanimidad en el peronismo, ¿cómo podrá explicarse un día que sus dirigentes no hayan tenido la grandeza indispensable para sacrificar sus intereses personales o de círculo, en holocausto de la causa que es de todos? (…)

Es por eso que he impartido las instrucciones correspondientes para ajustar la organización del movimiento peronista, buscando la unidad de su rama sindical y la estructuración orgánica funcional de su rama política, a fin de poder encarar una conducción congruente y efectiva”.

El texto de la carta es mucho más largo. Solo extraje algunos párrafos que creo sustanciales y útiles para cualquier etapa de la lucha en la que se encuentre nuestro Movimiento Nacional que ya tiene 75 años de vida.

Cuando le pregunté a Pancho Gaitán en qué consistía el informe que ellos habían enviado desde el MRP, me respondió: “hablábamos sobre todos los puteríos internos… y Perón nos respondió con un: ‘sí, sí, me quedó en claro la información… pero déjense de joder, y hagan lo suyo sin pelearse con el que tienen al lado’”.

Seguramente no era esa la respuesta que Pancho y sus compañeros esperaban. Desde su sector “combativo” habrían querido un castigo verbal más claro hacia los colaboracionistas que coqueteaban con los militares. Pero Perón –como alguna vez dijo– siempre hizo de “padre eterno”. En ese momento tenía a Ongaro, que a mi juicio fue lo más parecido a un santo que dio el movimiento obrero, y del otro lado tenía a Vandor y a Alonso que “jugaban a la mancha con las liebres”.

El 8 de septiembre de 1973, frente a todos los grupos juveniles reunidos en Gaspar Campos, volvió a explicar cuál es el rol del conductor: “A mí se me presentan todos los días esas fracciones divididas: ¡que éstos son traidores! Y los otros, que los traidores son los otros, y yo siempre les digo lo mismo. Todo el que viene dice: sí, pero nosotros tenemos razón, sí, tal vez, a lo mejor sí, pero yo no soy juez ni estoy para dar la razón… Yo estoy para llevarlos a todos, buenos y malos. Porque si quiero llevar solo los buenos, voy a quedar con muy poquitos [risas], y en política con muy poquitos no se puede hacer mucho. (…)

Es decir que esto tiene una hermenéutica de la cual no se puede salir, porque si no es ir al fracaso. Hay otros que tienen otra misión, bueno… Que la cumplan ellos. Esta es mi misión. Como digo, es la más ingrata de todas, porque muchas veces llega un tipo al que yo le daría una patada y le tengo que dar un abrazo. Pero la política es así, es un juego de ductilidad, tolerancia y paciencia. ¡Pero qué paciencia hay que tener! Y, si no, no hay que meterse en esta, ¿no? [risas]”.

Creo que su mensaje, que nunca pierde actualidad, está muy claro: “si quiero llevar solo los buenos voy a quedar con muy poquitos, y en política con muy poquitos no se puede hacer mucho”.

Aunque cada uno de nosotros –me incluyo– pensemos que el bando de los “buenos” es el nuestro, está demostrado empíricamente que “los buenos” podemos estar cómodos coincidiendo entre nosotros. Pero para enfrentar a un imperio cada vez más fuerte hace falta reunir una fuerza cada vez más grande y más fuerte.

 

Aldo Duzdevich es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad: Los montoneros que se quedaron con Perón.

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