López Francés, el forjista realizador y la obsesión por la vivienda

Solo en el Primer Plan Quinquenal se construyeron 350.000 viviendas para obreros de toda la República. En el Segundo, hasta 1955, se llevaban construidas 150.000. Así, los trabajadores que antes vivían en conventillos sucios y hasta diez en cada pieza, comienzan hoy a ser propietarios de su casa y a vivir decentemente” (Juan Domingo Perón, La Fuerza es el Derecho de las Bestias).

 

Durante los últimos días de octubre, los medios de comunicación se dedicaron a relevar noticias que provenían de Santa Elena, Entre Ríos, y de Guernica, Provincia de Buenos Aires. El primer caso estaba vinculado a la familia ruralista Etchevehere, y el segundo, a la toma de tierras por parte de diferentes organizaciones sociales que revela un déficit estructural de la vivienda. El común denominador de ambos sucesos fue la tierra y su tenencia.

El presente artículo tiene como objetivo general redescubrir la figura de quien fuera uno de los mejores intérpretes de la política pública peronista: el olvidado ministro Miguel López Francés.

 

La barbarie y la desigualdad en la Argentina semicolonial

En 1943, cuando irrumpe en escena una Revolución de características nacionales, Argentina gozaba de una independencia formal. Nuestro país era víctima de la larga noche de la semicolonialidad. Tal situación comenzó con las derrotas de Caseros y Pavón y se desarrolló con un tipo de dominación semicolonial que tuvo su metrópolis en Gran Bretaña y su socio local en el bloque conformado por la burguesía comercial y los terratenientes de la Pampa húmeda. De este bloque nace la oligarquía. Argentina era parte tácitamente de los dominios británicos, producto de la dinámica de complementariedad comercial que se había establecido entre ambos países. Siendo Argentina proveedora de materia primas y receptora de productos manufacturados, a este esquema semicolonial se le sumaban las inversiones directas y los empréstitos de cartera. Fue una perfecta geometría de dominación en el momento de ascenso del imperialismo como fase del sistema capitalista. La mera formalidad de la independencia se observa en que Argentina, además de ser complementaria de la economía británica, no controlaba soberanamente el comercio de importaciones, ni el circuito de exportación. Gran Bretaña así se convirtió en el gran arquitecto de nuestra política exterior, influenciando también en las decisiones de la política doméstica.

El imperialismo fue construyendo en la Argentina semicolonial un proceso desigual combinado con el desarrollo territorial. Se pueden identificar zonas de profunda pobreza y de escaso desarrollo, y otras donde el consumo de los sectores altos no tiene nada que envidiar al de sus pares europeos. Esta desigualdad se vislumbraba en el acceso a diferentes derechos, como la salud, donde la esperanza de vida de los sectores populares era menor en relación a la de la oligarquía, o en las condiciones de higiene y salubridad, en general, el acceso al agua potable y, sobre todo, el acceso a la vivienda. En la semicolonia próspera argentina, la inmigración europea impulsada por la oligarquía gobernante traía consigo el germen de una nueva cuestión social a resolver: la vivienda. Miles de hombres y mujeres llegaban en barcos, pasaban por el hotel de inmigrantes y se trasladaban posteriormente a los famosos conventillos, donde las condiciones de hacinamiento eran frecuentes.

La manera de abordar este déficit por parte de los políticos de la vieja Argentina era criminalizando el reclamo. En la Argentina de la oligarquía, la obra pública y la infraestructura estaban orientadas fundamentalmente a la construcción de un relato de opulencia, plazas con estatuas de mármol, museos con piezas de arte costosas: la impronta de una cultura con orientación y sensibilidad francesa desvirtuaba el foco de los problemas urgentes. De esta manera, la cuestión social se criminalizaba y la vivienda era una prioridad de quinto rango que debía resolver el mercado. Ya para este momento la oligarquía habitaba sus palacios por Recoleta y Barrio Norte, cediendo las viejas casonas de zona sur como conventillos. Una ciudad con una lógica de gueto que reflejaba la escasa movilidad social de una comunidad profundamente desigual.

 

López Francés, el forjista pragmático

Tal como dice Fermín Chávez, cuando Perón llegó al poder ya sabía de qué se trataba la planificación. Su meteórico derrotero político, su conocimiento de la estructura estatal, del territorio y de las necesidades sociales de la Argentina, fueron elementos que ya le daban un conocimiento práctico y una experiencia suficientes para encarar su etapa de presidente. Su antecedente concreto vinculado a la planificación fue el Consejo Nacional de Posguerra. Éste coincide con el punto de partida de ascenso político por parte del –hasta ese momento– coronel Perón, quien ya había sido secretario de Trabajo y Previsión y vicepresidente de la Nación al asumir la dirección del Consejo.

En esa línea se comprende la emergencia de Miguel López Francés, de tradición forjista y ministro de Hacienda del gobierno de Domingo Mercante, quien ocupará un lugar dentro de los malditos y olvidados por el relato oficial. Si se realiza una búsqueda rápida por la web, solo las primeras diez publicaciones hacen referencia de forma sucinta a su obra. Una de ellas es un video realizado por la Universidad del Sur, y los siguientes enlaces de la búsqueda hacen referencia a una calle López Francés en la ciudad de Bahía Blanca.

En la obra FORJA 70 años del Pensamiento Nacional puede verse de forma resumida parte de su obra. Allí se destaca también la formulación del proyecto de planificación desarrollado bajo la forma de Plan Trienal, donde la vivienda era una de las grandes preocupaciones del ministro forjista. De acuerdo con dicho libro, se realizaron 146 barrios obreros, 56 aeródromos y se aumentó en un 700% el presupuesto sanitario.

Como otros ministros, buscó una base de sustentación política generando instancias de discusión en el Poder Legislativo bonaerense. De esta manera intentaba legitimar el plan de acciones del Ejecutivo de la provincia. Al igual que el gobierno nacional, debió reacondicionar la estructura ministerial y burocrática semicolonial. En el caso de la provincia, había que empezar de cero. De hecho, el Ministerio conducido por Mercante tiempo atrás era apenas un Departamento Provincial. De esta manera, una vez elevado a Ministerio, se crearon las subsecretarías de Hacienda y de Economía y Previsión, además de un Consejo Superior de Política Económica. Era necesario emular la experiencia del Consejo Nacional de Posguerra en materia de planificación y para esto también en el nuevo Ministerio se creó una Dirección de Estadística que permitió un piso de diagnóstico para la realización de políticas públicas. La particularidad de las viviendas que se construyeron, como en las otras, era la comodidad que presentaban: lejos de las características de los viejos conventillos, las flamantes construcciones eran amplias, luminosas y saludables. Se rompió así con el paradigma de que los recursos orientados a los sectores populares debían ser de baja calidad.

Los fondos surgían, en primer lugar de la buena administración y de los recursos que generaba la provincia en materia impositiva, redireccionados al consumo y, por otro lado, de una intervención directa de instrumentos de crédito y financieros, entre los que aparecía un Banco Provincia orientado a la inversión y al trabajo, alejado del viejo paradigma semicolonial de la especulación y la entrega. También se creó el Instituto Inversor de la Provincia, direccionado igualmente al fomento de actividades productivas. En esa línea, aparecen también los nombres de otros forjistas, como Arturo Jauretche, presidente del Banco Provincia, y Francisco Capelli, quien se encargó de la política de turismo. Es así que, en una publicidad de la época que anunciaba “usted se paga el viaje, la provincia el hospedaje”, se observa un cambio de paradigma: el acceso masivo de los sectores populares a las vacaciones y a grandes temporadas en diferentes sitios turísticos de la provincia.

Por último, vale mencionar la creación del Instituto Tecnológico del Sur en la ciudad de Bahía Blanca, donde puede observarse también el esfuerzo del peronismo por incentivar la educación orientada a las ciencias duras, como una forma de romper con las disciplinas semicoloniales, diametralmente opuestas al desarrollo de la ciencia aplicada al desarrollo local y a la búsqueda de respuestas concretas.

De esta manera, podemos ver cómo el plan de gobierno del ministro de Hacienda de la provincia entraba en consonancia con el proyecto de país del gobierno nacional, donde la planificación posibilitaba llevar adelante una agenda que ampliaba derechos y generaba mejores condiciones de vida. Además, fue fundamental la creación de circuitos administrativos y herramientas financieras con vocación nacional para reorientar recursos que pudiesen ser volcados a los sectores populares. En ese marco, se destacan la nacionalización de la banca, que en parte permite destinar a la construcción de viviendas dinero que era utilizado anteriormente para préstamos a los sectores acomodados. Fue necesaria una estructura organizativa estatal novedosa, cuya planificación comenzara de cero y abordara los problemas de las mayorías con recetas propias. Al fin y al cabo, la política pública es alcanzar los intereses y las realizaciones populares.

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