La etapa formativa del peronismo

Aún hoy resuenan los ecos de aquel 17 de octubre de 1945. ¿Qué sucedió en esa jornada? ¿Cuáles fueron los significados? Es una pregunta sobre la cual desde la historiografía argentina y extranjera se han escrito infinidad de páginas intentando explicar e interpretar esos hechos. Es difícil encontrar en la historia universal y mucho menos en la historia argentina un paralelo con aquel 17 de octubre.

Muchos historiadores coinciden en que ese día representa la partida de nacimiento del peronismo. En principio se podría estar de acuerdo, pero está claro que el Perón político ya existía desde el 43. También está claro que es en esa jornada que las masas trabajadoras encuentran y reconocen a Perón como su líder, y de esa forma pasan de ser un objeto político prácticamente pasivo a ser un actor político activo. Finalmente, también está claro que el 17 de octubre de 1945 es un parteaguas en la historia argentina: la política nunca volverá a ser la misma. A partir de ese día los conflictos políticos comenzarán a atravesar todas las clases sociales y la oposición, incluida la clase media, que había comenzado con una reivindicación democrática, irá tomando actitudes cada vez más conservadoras en defensa de los intereses de las elites (Torre, 1990: 140).

En la historiografía se han generado innumerables debates que aún continúan vigentes: ¿las masas trabajadoras fueron autónomas o heterónomas? ¿Racionales o irracionales? ¿Homogéneas o heterogéneas? ¿Perón crea el peronismo o el peronismo crea a Perón? ¿Fue un dictador o un demócrata? ¿Era de izquierda o de derecha? Sin dudas, es imposible llegar a una única respuesta a estas y tantas otras preguntas que forman parte de estos debates. Pero son discusiones estériles si no se entiende quién fue Juan Domingo Perón, cuál fue su pensamiento, dónde encuentra sus raíces ideológicas y cuál fue el contexto histórico que le tocó vivir.

 

Juan Domingo Perón: los orígenes

Si bien no está dentro del alcance del presente trabajo ahondar en los aspectos biográficos de Juan Domingo Perón, y aun a riesgo de caer en lugares comunes, es necesario tener presente algo de esta información para entender cuáles son los orígenes de su pensamiento.

Juan Domingo Perón nació en Lobos, provincia de Buenos Aires, el 8 de octubre de 1895,[1] es decir en plena etapa de la “Argentina Oligárquica”, apenas habían pasado cinco años de la Revolución del Parque y faltaban diecisiete para la Ley Sáenz Peña. Su infancia transcurre en Lobos hasta los cinco años, cuando con su familia se muda a la Patagonia, donde vivirá en diversas localidades de Santa Cruz y Chubut. A los nueve años sus padres lo enviaron junto a sus hermanos a Buenos Aires para comenzar con su educación formal, quedando al cuidado de su abuela paterna. En marzo de 1911 ingresó como cadete al Colegio Militar de la Nación, graduándose como subteniente en diciembre de 1913. Su primer destino fue el Regimiento 12 de Infantería con asiento en Paraná, Entre Ríos. En 1917 y 1919, ya con el grado de teniente, fue enviado a intervenir en las huelgas en la compañía inglesa La Forestal. Es a partir de estos primeros contactos con la realidad de las clases obreras que toma una postura crítica al gobierno radical, y en especial al uso del Ejército en la represión de los conflictos obreros. Esta fue una de las principales críticas que desde el Ejército se le hizo al gobierno de Yrigoyen: se acusó al caudillo radical de no distinguir adecuadamente entre Ejército y Policía. Es a partir de esta diferencia que la postura de Perón se acerca más a la corriente de los militares nacionalistas. En 1920 fue transferido como instructor a la Escuela de Suboficiales “Sargento Cabral”, donde tomó contacto con humildes aspirantes que en su mayoría provenían de las clases bajas del país. En 1926, ya con el grado de capitán, fue enviado a cursar en la Escuela Superior de Guerra. En enero de 1929 recibió el diploma de oficial del Estado Mayor.

Durante su periodo en la Escuela Superior de Guerra comenzó con su producción de textos, que fue muy abundante durante toda su vida. Al concluir su paso por la Escuela Superior de Guerra se lo asignó al Estado Mayor del Ejército, y al año siguiente, en 1930, al Colegio Militar de la Nación para desempeñarse como profesor de Historia Militar: primero fue suplente, pero al cabo de unos meses lo nombraron titular del cargo. Ese año se produce el Golpe de Estado de Uriburu. Perón no tuvo una participación protagónica: se podría decir que fue indirecta. Si bien estaba alineado con los militares nacionalistas, tuvo una mirada crítica hacia la oligarquía conservadora que también formaba parte del entorno de Uriburu y se encontraba más cercano a los justistas. Perón escribió en primera persona su participación en el texto Lo que yo vi de la preparación y realización de la revolución del 6 de septiembre de 1930[2] escrito en enero de 1931. Durante la dictadura de Uriburu, y posteriormente en los dos gobiernos de la Concordancia, no ocupó cargos gubernamentales. Tuvo varios destinos dentro de la órbita del Ejército en Argentina y en Chile. En ese periodo fue ascendido a mayor y volvió a publicar varios trabajos. Uno de ellos, Apuntes de Historia Militar (1932), es de especial interés, ya que en él se puede vislumbrar las raíces de lo que años más tarde sería la Doctrina Peronista.

Entre 1939 y 1941 fue enviado a la Italia de Mussolini para capacitarse. Allí recibió cursos de economía, esquí y alta montaña, y pudo visitar varios países de Europa en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Sin lugar a duda, esa fue una experiencia única para un militar y futuro líder político. A principios de 1941 vuelve a la Argentina, es ascendido a coronel y destinado a Mendoza. Pero en mayo de 1942 nuevamente lo destinan a Buenos Aires a trabajar bajo las órdenes de Edelmiro J. Farrell, y es en ese momento que comienza su actividad con el GOU (Grupo Obra de Unificación). Al año siguiente se produce la Revolución de 1943 que derroca a Ramón Castillo y se le dará a Perón la oportunidad para iniciarse en cargos gubernamentales. Al asumir la presidencia Pedro P. Ramírez, Farrell es nombrado ministro de Guerra y Perón es designado a cargo de la Secretaría del Ministerio de Guerra. En octubre de 1943 interviene en la resolución de conflictos laborales con el gremio de la carne. A partir de esta participación queda en muy buenos términos con los líderes sindicales y esto le permitió obtener un cargo adicional en el Departamento Nacional del Trabajo, que más tarde fue transformado en Secretaría de Trabajo y Previsión, quedando bajo la órbita de la presidencia. Desde allí, Perón pudo implementar una gran cantidad de resoluciones que otorgaban derechos a los trabajadores y las trabajadoras. Conforme aumentaba su cercanía con las masas obreras, también se incrementaban sus enemigos dentro de las elites económicas. Con la renuncia de Ramírez, en 1944, su vicepresidente, el general Farrell, accede a la presidencia. Perón obtuvo el Ministerio de Guerra, la Vicepresidencia –luego de un enfrentamiento político con el general Perlinger– y retuvo la titularidad de la Secretaría de Trabajo y Previsión. En octubre de 1945 el sector afín al liberalismo dentro del Ejército, los conservadores y el ala antipersonalista del radicalismo, con el apoyo de la Embajada de los Estados Unidos, consiguieron presionar al gobierno para que Perón renunciara a sus cargos, logrando su detención. Pero subestimaron la relación que Perón había construido con las masas obreras. El 17 de octubre de 1945 se produjo el hecho inédito en la historia argentina: los trabajadores y las trabajadoras de los sectores fabriles del conurbano de Buenos Aires se volcaron a la Plaza de Mayo a pedir por su liberación y su restitución a los cargos que le habían sido arrebatados. Esa misma noche, desde el balcón de la Casa Rosada, Juan Domingo Perón habló a las trabajadoras y los trabajadores congregados en la Plaza de Mayo, ya no como un intermediario del gobierno militar, sino como su líder. Meses más tarde, ganó las elecciones por amplia mayoría, contra un frente variopinto conformado por liberales, socialistas, conservadores, comunistas y radicales antipersonalistas.

 

El camino intelectual de Perón a través de sus primeras obras

Amado por sus seguidores y odiado por sus detractores, todos coinciden en que Perón fue el político argentino más importante del siglo XX. A partir de su llegada a la presidencia en 1946 su nombre estuvo indivisiblemente asociado a los derechos de las clases postergadas, de los trabajadores y las trabajadoras, y de los sindicatos. Ni los dieciocho años de proscripción que transcurrieron desde 1955 hasta 1973 pudieron borrar de la memoria de las clases trabajadoras el nombre de Juan Perón, y hoy su legado continúa vigente, a casi 50 años de su muerte. Desde el mismo momento en que sus políticas comenzaron a resultar molestas para las elites hegemónicas argentinas, la oposición construyó e impuso la imagen de un Perón frívolo, oportunista y autoritario. Muy por el contrario, el análisis de sus obras y sus discursos –que afortunadamente fueron abundantes– muestra un hombre muy preparado, con una habilidad política enorme y una capacidad innata para leer la realidad nacional e internacional de su tiempo.

Para entender a Perón, es importante tener en cuenta que su formación es militar. Por lo tanto, en toda su obra aparecen dos conceptos que son centrales para él y que están íntimamente relacionados. El primero es la defensa nacional: él la ve como un tema que excede lo militar, como una tarea que convoca a toda la sociedad. El segundo es la organización: a lo largo de toda su obra es un tema omnipresente. Perón dice que la organización es la única garantía para perdurar en el tiempo, y que la desorganización inducida por elementos externos es una herramienta de dominación.

En 1932, siendo profesor en el Colegio Militar de la Nación, Perón escribió los Apuntes de Historia Militar. En este libro se condensan los resultados de sus investigaciones en la época de cursante en Escuela Superior de Guerra. Fue escrito con el objeto de sistematizar sus clases en la cátedra de Historia Militar. No fue el primer texto de su producción: ya había escrito trabajos analizando la campaña militar de San Martín en Perú y estudios sobre el frente oriental en la Primera Guerra Mundial. Lo que hay de particular interés en este libro es que va más allá del análisis de los grandes generales de la historia y sus batallas –tema del primer capítulo– para conceptualizar lo que entiende por ‘guerra’. Los capítulos más interesantes son el segundo y el tercero, ya que los conceptos y las ideas volverán a aparecer en sus trabajos posteriores, cuando desarrolle su doctrina política. En el segundo capítulo cita a Karl von Clausewitz, quien afirma que la guerra “es la continuación de la política por otros medios” y la define como “un acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad” (Perón, 1932: 101). En el tercer capítulo incorpora el concepto de “nación en armas” de Colmar von der Goltz. Estos dos generales prusianos de fines del siglo XIX tuvieron una influencia muy importante en Perón.

En el mundo moderno, a partir de la Revolución Francesa, la guerra había dejado de ser una cuestión de estamentos, de ejército contra ejército, para transformarse en la lucha de pueblos contra pueblos. La guerra dejó de ser una cuestión exclusivamente militar, y pasó a ser una cuestión social que afectaba a todo el entramado social y atravesaba a todas las clases. El concepto de nación en armas o guerra total es cuando todos los recursos de una nación están dirigidos al esfuerzo bélico, tal como había sucedido en la Primera Guerra Mundial. La consecuencia más importante de estos cambios es que a partir de allí son los pueblos los que pueden hacer su propia historia. Esta es una idea que reaparecerá a lo largo de la obra de Perón: los pueblos como artífices de su propio destino.

El 10 de junio de 1944, ya como ministro de Guerra, Perón fue invitado a inaugurar la Cátedra de Defensa Nacional en la Universidad Nacional de La Plata. El tema que desarrolló en su discurso fue El significado de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar. En su alocución retomó algunos de los conceptos que había utilizado en sus Apuntes de Historia Militar y los profundizó, dándoles un sentido político, donde se pueden apreciar las cuestiones que lo preocupaban. Perón ya no era el joven oficial profesor de Historia Militar: ya se puede distinguir a un Perón político que ha capitalizado sus experiencias en la Europa de la Segunda Guerra Mundial y su labor en la función pública. Tiene, además, una lectura mucho más certera de la política internacional y del lugar en el que se debería insertar la Argentina.

El discurso se inicia presentando la guerra moderna como un fenómeno social, tal como ya lo había planteado doce años antes en sus Apuntes de Historia Militar. Utiliza la frase, a veces mal atribuida a Julio César: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra” [Si vis pacem, para bellum], como punto de partida. Hace una distinción entre las naciones satisfechas, que son las que poseen todo lo que necesitan para obtener su felicidad, y las naciones insatisfechas, que son las que le falta algo para satisfacer sus necesidades, que pueden ser mercados, materias primas o un papel político. Perón dice que las naciones satisfechas son de naturaleza pacifista y que las insatisfechas, si no pueden lograr lo que necesitan mediante la política, no temerán hacerlo mediante la guerra. Aquí hay dos temas que son centrales en el pensamiento de Perón: el primero es la felicidad del pueblo como objetivo de la política, y el segundo, aunque no lo mencione por su nombre, es la necesidad del imperialismo como forma de obtener el recurso escaso de las naciones insatisfechas. Por otra parte, podemos ver nuevamente la influencia de Clausewitz que ya había esbozado en sus Apuntes de Historia Militar. Prosigue Perón diciendo que la forma de resguardar la vocación pacífica de una nación satisfecha es preparándose para la guerra, y esto es lo que él entiende como Defensa Nacional.

Perón continúa con el concepto de “nación en armas o guerra total” de van der Goltz, donde no basta con un ejército poderoso si no hay un pueblo detrás que brinde los recursos desde todas las ramas de la actividad productiva. Perón ve así a la Defensa Nacional como una tarea muy compleja que debe tomar en cuenta todos los aspectos, desde la preparación para el conflicto hasta después de su finalización. Habla de los objetivos políticos, a los que clasifica en positivos, si se trata de mantener lo que se tiene, y negativos, si se trata de conquistar algo nuevo. Pero sostiene que estos objetivos políticos son la expresión directa de la sensibilidad de un pueblo: el pueblo instintivamente sabe lo que necesita y lo que le conviene. La función del gobernante es interpretar esta sensibilidad y concretar estas soluciones que vienen del pueblo. Estos conceptos también son importantes, porque definen la forma en la que Perón entendió a la relación pueblo-gobernante y al liderazgo como conducción. Posteriormente, detalla los roles de la diplomacia, de las fuerzas armadas y de la política interna. A esta última le asigna una gran relevancia y señala que, ante el peligro de una guerra, es necesario dejar las cuestiones internas de lado para enfocarse en el enemigo externo, evitando utilizar la amenaza o el poder del agresor para resolver cuestiones de política interna. Aquí utiliza a modo de ilustración ejemplos de la historia mundial, pero también habla de los perjuicios ocasionados por las grietas en el frente interno en Argentina durante la Guerra de la Independencia y demás conflictos con otras naciones. También menciona los aspectos sociales de la política interna que tienen relevancia para la defensa nacional. Menciona la gran cantidad de casos de ciudadanos que no pueden cumplir con su instrucción militar por no contar con la aptitud física necesaria, debido a problemas de alimentación y enfermedades. Aquí podemos ver que Perón introduce a la justicia social como una clave de la defensa nacional.

El siguiente tema que aborda en su discurso es el de la acción industrial y la defensa nacional. Perón utiliza para ilustrar el crucial papel que desempeña la industria en el esfuerzo bélico el caso de la participación de Estados Unidos en la Primera y Segunda Guerra Mundial, donde el aporte de su capacidad industrial fue decisivo en ambas contiendas. Advierte que la planificación para la actividad industrial no es empresa sencilla, y debe ser anticipada en tiempos de paz. Perón se refiere al caso argentino, señalando como una vulnerabilidad el hecho de no tener una industria pujante y que la economía nacional dependiera de la producción primaria. Aquí Perón criticaba, en primer lugar, el destino de las inversiones de los capitales, tanto argentinos como extranjeros, en actividades de bajo riesgo y altos retornos, muchas veces con garantías del Estado, como algo negativo para el desarrollo industrial, y por ende para la creación de fuentes de trabajo. Además, se refiere a la dependencia que se genera respecto a los países industrializados en el caso de no tener disponibles materias primas, productos terminados o tecnologías durante una crisis que afecte a la Nación. Perón analiza la cuestión industrial, sin dejar de lado los aspectos energéticos, la obtención de materias primas, los estímulos que se deben proveer desde el Estado y las condiciones laborales de los obreros y las obreras. Si bien ve como positivo el periodo de industrialización por sustitución de importaciones que se había dado en la década del 30, considera que no es suficiente para garantizar la defensa nacional. Finaliza este tramo del discurso refiriéndose a la necesidad de implementar una educación técnica de la juventud que acompañe al crecimiento industrial. Podemos ver que, para Perón, el desarrollo industrial era un aspecto central de la política para el desarrollo de la defensa nacional, y sería uno de los pilares de su gobierno.

Es importante destacar que la situación de la Argentina respecto a la industrialización era crítica. Desde la segunda mitad del siglo XIX se había adoptado el modelo agroexportador como forma de inserción en el comercio internacional y se había desarrollado una importante dependencia económica, tecnológica y cultural con el imperialismo de los países centrales. La asociación que se había conformado entre el poder oligárquico local y los capitales extranjeros no sólo se había apropiado de los recursos productivos del país y de su infraestructura de servicios, sino también de los organismos responsables del manejo y del desarrollo de la economía –ver figura adjunta– obturando cualquier posibilidad de desarrollo industrial que compitiera con los capitales foráneos. En la década del 20 esta situación ya había sido advertida con preocupación por algunos sectores dentro del Ejército y por algunos de los pensadores del incipiente nacionalismo, que observaron en esta dependencia agroexportadora –que ya comenzaba a mostrar signos de debilitamiento– y en la importación de manufacturas estratégicas un serio problema para la defensa nacional. Siendo un joven oficial durante la década del 20, Perón conocía muy bien los fundamentos de estos debates respecto a la relación entre la industrialización, la autosuficiencia militar y la defensa nacional.

La acción comercial, económica y financiera son los siguientes temas que tocó Perón en su discurso. Desde el punto de vista del comercio, destacó la importancia de elegir como socios comerciales a los países menos susceptibles de entrar en conflicto, y de tener en cuenta la posibilidad sufrir bloqueos en épocas de crisis. Respecto a la economía, propuso estudiar los circuitos productivos para que pudieran rendir al máximo en tiempos de guerra, que las fuentes de riquezas pudieran ser coordinadas con los países aliados y que las fuerzas de trabajo pudieran ser distribuidas de manera racional. Respecto a las finanzas, Perón citó a Napoleón: “El dinero hace la guerra”, y a Van der Goltz: “Para hacer la guerra se necesita dinero, dinero y más dinero”. Dijo Perón que las finanzas sanas durante épocas de paz asegurarían las reservas necesarias para la guerra y que era necesaria una previsión de la financiación de la deuda contraída, ya que sería una carga para el Estado durante largos años. Perón le otorgaba mucha importancia a la economía como factor crítico de la defensa nacional.

Perón cierra su conferencia remarcando que la guerra es un fenómeno social y, como tal, todos los sectores deben estar preparados para esa eventualidad. Ve a la organización como la parte más importante, que está presente en cada tópico que aborda. Son muy significativos los conceptos que Perón utiliza, la lógica que construye –va de los simple a lo complejo– y en especial las nuevas dimensiones que da a la categoría “defensa nacional”, que deja de ser un patrimonio exclusivo de las fuerzas armadas para pasar a ser un tema que atraviesa a toda la sociedad y a todos los espacios temporales: los periodos de guerra, pero en especial los de paz. Los nacionalismos surgen a partir de una idea defensiva, por eso la defensa nacional es un tema central: los nacionalistas en los países periféricos discuten con el imperialismo y la dependencia. Perón fue nacionalista, el tema de la defensa nacional lo preocupa y va más allá, dándole una nueva mirada. Fue un marco conceptual que aplicó durante sus mandatos como presidente.

El 2 de diciembre de 1943 Perón dio otro discurso muy significativo, en ocasión de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Este nuevo organismo, sucesor del Departamento de Trabajo, que dependía directamente de la Presidencia de la Nación y que tuvo a Perón como primer titular, fue el inicio de una nueva forma de concebir las relaciones laborales por parte del Estado argentino. Perón comienza hablando del deber social del Estado en la defensa de quienes sufren y quienes trabajan. Considera que el Estado no puede permanecer ajeno al tema de las relaciones laborales, que hasta ese entonces había sido considerado como problema entre dos partes. El Estado debía tomar un rol activo como regulador de las actividades sociales e intervenir en los conflictos entre el capital y el trabajo, y continúa su discurso refiriéndose a las asociaciones sindicales. Plantea que no puede haber una carencia de ellas. Es decir que se opone al principio expresado con la “Ley Le Chapelier” de 1791, uno de los fundamentos de la libertad de empresa del Estado liberal que prohibió las asociaciones gremiales durante la Revolución Francesa. Propone la organización como un imperativo de las asociaciones de trabajadores y trabajadoras, para superar la etapa del sindicalismo anárquico que sólo sirve como resistencia. Finalmente, habla de la necesidad de efectuar reformas laborales que serían revisadas por un Consejo de Superior de Trabajo y Previsión, conformado por representantes de los diversos sectores de la producción, de las organizaciones obreras y del Estado. Es en este discurso que vemos un cambio en el paradigma de las relaciones laborales, con un Estado presente en su rol de mediador entre el sector patronal y el obrero. También vemos presente el tema de la organización, que estuvo presente a lo largo de toda su obra, y su oposición a los fundamentos liberales en las relaciones laborales. Como veremos más adelante, las asociaciones libres y un Estado presente que actúe como mediador también fueron centrales para la construcción del pensamiento peronista.

El 9 de abril de 1949, Juan Perón, ya convertido por el voto popular en presidente de la República Argentina, fue invitado a cerrar el Congreso de Filosofía que se desarrollaba en la Universidad de Cuyo. En esa oportunidad, Perón dio un discurso en el que presentó otro concepto fundamental de la doctrina peronista: la Comunidad Organizada. Posteriormente se convertiría en una de sus principales obras impresas. Si bien hay consenso entre los historiadores y las historiadoras sobre el hecho de que Perón tuvo colaboración en la elaboración de este texto, se cree que hubo aportes, sobre las ideas generales de Perón, de figuras de la talla de Nimio de Anquin, Carlos Astrada, Hernán Benítez, Ireneo Fernando Cruz y Arturo Enrique Sampay. El libro La Comunidad Organizada está compuesto por veintidós capítulos en los que hace un recorrido histórico y un repaso filosófico de la civilización occidental, que abarca desde la cultura greco-romana hasta nuestros días. Toma las principales ideas de los grandes pensadores,[3] señala cuál fue su aporte a la construcción de nuestra civilización y discute con ellos. Para Perón el objetivo principal del ser humano es la felicidad, y lo analiza sobre los ejes de lo material y de lo espiritual. Habla de la “insectificación” como la pérdida de confianza del individuo y la sensación de inferioridad frente al gigante externo. El materialismo intransigente lleva a la sustitución de la porción espiritual en el resentimiento y el desencanto ante la insectificación, a la náusea. En esta exposición podemos ver algunos de los principales rasgos que Perón muestra a lo largo de su obra: por una parte, la felicidad como el gran anhelo del hombre y, por otra parte, la armonía entre lo material y lo espiritual como medio para lograrla. Luego expone su idea del rol del Estado. Critica al liberalismo que fomenta el individualismo amoral que lleva al egoísmo y al marxismo que promueve el colectivismo atomizador que lleva a despersonalizar al ser humano. Perón toma una postura diferente cuando dice: “Lo que caracteriza a las comunidades sanas y vigorosas es el grado de sus individualidades y el sentido con que se disponen a engendrar en lo colectivo” (Perón, 1949: 50). Y concluye que al sentido de comunidad se llega desde abajo, no desde arriba, y por equilibrio, no por imposición. Ve en la comunidad organizada un cambio de paradigma que puede devolver al ser humano su fe en lo individual, en lo familiar y en lo colectivo. Perón denuncia una crisis de las ideas democráticas: sostiene que esta crisis es materialista, causada por los deseos insatisfechos de una cultura que se ha establecido sobre los derechos y no sobre las obligaciones. La forma de devolver al ser humano su absoluto, es decir, el sentido de la vida, es una comunidad donde el individuo pueda aportar al bien general. Una comunidad donde el individuo pueda encontrar la justificación de su existencia. La respuesta que propone Perón es la vuelta a la armonía entre el progreso material y los valores espirituales.

La Comunidad Organizada es un proyecto de civilización alternativo al liberalismo y al comunismo, que busca salir del modelo dependiente en el que se desarrolla la Argentina como país periférico. Es además un sistema social de construcción del poder que afirma la necesidad de una sociedad justa y democrática, que tiene sus bases en las organizaciones intermedias libres del pueblo, como condición necesaria para la realización del individuo. Y finalmente es un modelo geopolítico internacional que propone una tercera posición frente al individualismo liberal y al colectivismo comunista, a los cuales considera como sistemas agotados. “Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de realización del ‘yo’ en el ‘nosotros’, apuntamos la necesidad de que ese ‘nosotros’ se realice y se perfeccione por el ‘yo’” (Perón, 1949: 75). Plantea así una nueva relación dialéctica entre el individuo y la comunidad, en la que no se puede realizar el uno sin la otra, ni viceversa, y el vehículo que permite esta relación son las organizaciones intermedias libres que confluyen en el Estado.

El estudio de estos textos y discursos de Perón dan una somera idea sobre cómo fue el desarrollo del pensamiento político de Juan Perón y los elementos que se incorporan a su idea de la defensa nacional. Idea que cobra mucho sentido cuando analizamos los contextos históricos de dependencia frente al imperialismo que plantean las potencias imperialistas y las elites dirigentes a partir de mediados del siglo XIX. También podemos apreciar claramente cómo es la evolución del Perón militar al Perón político, y finalmente al Perón estadista.

 

Las fuentes de la doctrina justicialista

Hemos visto a través de algunos de sus escritos cómo fue la evolución del pensamiento político de Perón hacia la doctrina justicialista, desde una mirada comunitaria de la defensa nacional hasta arribar a una visión integral de la comunidad organizada como proyecto político. La siguiente pregunta es: ¿cuáles son los factores que influyen en Perón? ¿Cuáles son las fuentes en las que se nutre la doctrina justicialista?

Sin lugar a duda, Perón fue un ávido lector, con una sólida formación en historia, filosofía y política. Entre sus principales fuentes podemos encontrar las siguientes.

  1. La “cuestión social”. Siendo un joven oficial de infantería, Perón fue destinado al Regimiento 12 de Paraná. Allí, según su propio relato, vio por primera vez las miserias de las clases subalternas y el gran contraste entre los estratos sociales de un país que había sido destinado a la producción primaria de alimentos. Entre 1917 y 1919, siendo teniente, a Perón le tocó prestar servicio en el Norte de la provincia de Santa Fe durante las huelgas en la Compañía británica La Forestal. Allí toma contacto por primera vez con la dura realidad de los trabajadores explotados por los capitales extranjeros. Fueron épocas de gran convulsión social. El gobierno de Hipólito Yrigoyen tuvo al principio una actitud conciliadora hacia las protestas obreras, pero los temores que se generaron con la Revolución Rusa en la oligarquía y en los influyentes capitales extranjeros, enquistados en el Senado y en las corporaciones económicas, aumentaron la presión sobre él y provocaron un cambio de actitud: ordenó reprimir con dureza a los trabajadores a partir de 1919 en las protestas obreras de la “Semana Trágica”, la “Patagonia Rebelde” y posteriormente en La Forestal. Es en este contexto que Perón tuvo su primer acercamiento a la problemática de las clases trabajadoras y junto con otros militares criticó al gobierno radical, porque creía que el ejército no debía reprimir a trabajadores.
  2. La formación militar. Hemos visto cómo Perón toma desde su cátedra de historia militar los conceptos de guerra total y nación en armas de Van der Goltz y de Von Clausewitz, para formar su idea de defensa nacional sobre la cual construirá su proyecto de comunidad organizada. En la época de Perón se dieron grandes cambios dentro de las Fuerzas Armadas. En primer lugar, la corporación militar cobró relevancia como un actor cuasi-político, ante el debilitamiento de la influencia de los partidos políticos. Los militares eran vistos como el principal factor para mantener el orden establecido históricamente por la oligarquía ante los reclamos sindicales y la falta de respuesta de los partidos. En segundo lugar, dentro del ejército se comenzó a gestar una incipiente industrialización fomentada desde el Estado. En la década del 20, el general Enrique Mosconi establece la petrolera estatal YPF. En esa misma década, el coronel Luis Vicat pronunció un importante discurso titulado “Defensa nacional industrial”, donde destacó la necesidad de industrializar el país y los riesgos de depender de las exportaciones de la producción primaria sin contar con las industrias necesarias para abastecer al país de productos elaborados. Militares como Mosconi, Vicat, Marambio, Savio, Baldrich y Sarobe formaban parte de la corriente nacionalista industrialista del ejército e influyeron de manera decisiva en el pensamiento del joven oficial Perón.
  3. La Doctrina Social de la Iglesia. En 1891 en Papa León XIII publicó la encíclica Rerum Novarum donde condensó la preocupación de la Iglesia Católica por el avance del liberalismo sobre la cuestión obrera. Específicamente, lo que preocupaba a la Iglesia eran los cambios en las relaciones entre el capital y el trabajo a partir de la Revolución Industrial, lo que había llevado a profundizar las desigualdades sociales. Cuarenta años más tarde, en 1931, el Papa Pio XI retoma los contenidos expuestos por León XIII en una nueva encíclica, llamada Quadragesimo Anno. Estos documentos papales conforman los fundamentos de lo que se conoce como doctrina social de la Iglesia, que trata temas que son centrales para el peronismo, tales como la justicia social, la crítica al liberalismo y al marxismo, la concepción del ser humano en todas sus dimensiones y un “tercerismo” frente a las dos posiciones ideológicas que considera equivocadas. Para cuando Perón comienza su carrera política, los escritos de monseñor Miguel de Andrea ya se encontraban muy difundidos en la prensa nacionalista de los años 30, y a partir de 1945 Perón se encuentra muy cercano a sacerdotes de la corriente socialcristiana, como los padres Filippo y Benítez.
  4. Los nacionalismos. Como se ha mencionado, Perón tuvo una gran influencia de la corriente nacionalista industrialista del ejército, pero no fue la única desde los nacionalismos. También la corriente nacional popular influyó decisivamente en él. Los cuadernos del grupo FORJA ya circulaban entre algunos oficiales del ejército desde 1936 y Perón los conocía. Además, para 1943 ya circulaban los libros de José L. Torres y de Raúl Scalabrini Ortiz entre los oficiales del GOU. Los principios básicos del nacionalismo popular fueron incorporados al peronismo: el historicismo, la posición antioligárquica, el antiimperialismo y la esperanza en el pueblo como artífice de su destino. Desde el nacionalismo popular se puede reconocer los antecedentes de la “justicia social” y la “independencia económica”, que configuraron dos de las tres “banderas” peronistas. La influencia del nacionalismo restaurador no fue tan importante en Perón, sino solo en los puntos de coincidencia que refieren a la intervención del Estado en la economía y en las reivindicaciones antiimperialistas.
  5. Otras influencias. También se pueden encontrar influencias de otros movimientos nacionales de Latinoamérica en el periodo formativo del peronismo. Por ejemplo, en Brasil de Getulio Vargas (1930-1945), en México de Lázaro Cárdenas (1936-1940) y en Bolivia de Toro y Busch. En estos gobiernos latinoamericanos también aparece la crítica al capitalismo liberal y al comunismo, el concepto de “independencia económica”, la denuncia a las oligarquías, la importancia del desarrollo de la industria pesada y la estructuración del sindicalismo, que son elementos que forman parte del peronismo.

Algunos autores señalan las influencias europeas en la formación del peronismo, lo cual generó un largo debate historiográfico sobre su presunto fascismo. Estos autores se sustentan en la misión oficial que lleva a cabo Perón entre 1939 y 1941 a la Italia de Mussolini, más que en cuestiones fácticas concretas. Hoy los historiadores y las historiadoras, más allá de su orientación política, concluyen que el peronismo no fue una versión vernácula del fascismo europeo. Los argumentos son que fascismo fue un fenómeno netamente europeo; que el peronismo no presenta los elementos que se dieron en el surgimiento de los fascismos; y que el peronismo es un movimiento ante todo democrático cuya base de sustentación fueron las clases obreras, mientras que en el fascismo lo fueron las clases medias. Por lo tanto, se puede afirmar que las influencias europeas fueron despreciables en la génesis ideológica del peronismo.

 

Conclusiones

Hemos visto cómo se desarrolla en sus inicios el pensamiento de Perón, el cual continúa desplegando y afirmando a través de los años y los cambios de coyuntura internacional hasta su muerte en 1974.

La doctrina peronista buscó ser una tercera opción frente a las alternativas que proponían las ideologías de los dos grandes bloques a mediados del siglo XX: una nueva propuesta revolucionaria que rompía con el paradigma materialista posterior a la Revolución Industrial y que buscaba la armonía o el equilibrio entre los valores espirituales y el progreso material. Una armonía que se encuentra presente a lo largo del todo el pensamiento de Perón: la armonía entre lo individual y lo colectivo, entre la cooperación y la competencia, que solo se puede lograr dentro del concepto de comunidad organizada.

La visión de Perón no fue un Estado omnipresente, sino uno formado por la confluencia de las organizaciones intermedias libres para mediar en la puja distributiva. Un Estado donde el líder no es un jefe o una jefa, sino un conductor o una conductora. El jefe manda, el conductor persuade. El rol de la conducción fue fundamental para Perón, ya que –según decía– era necesario superar los caudillismos. Según él, es la conducción la que crea movimientos y es la organización la que vence al tiempo. Armonía, organización y conducción son tres conceptos que Perón, tal vez por su formación militar, considera fundamentales para establecer una nueva ética política superadora que ofrece una alternativa a las ideologías dominantes de la postguerra.

Justicia social, independencia económica y soberanía política son las llamadas “tres banderas” del peronismo y de alguna manera condensan la esencia de la doctrina que Perón desarrolló a través de su obra escrita y de sus discursos. Bien podríamos decir que Perón no inventó nada nuevo: su gran mérito fue tomar elementos ya existentes y darles nuevas formas y nuevos contenidos. A pesar de haber transcurrido casi medio siglo de su desaparición, aun nos sigue interpelando como comunidad y como nación.

 

Bibliografía

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Torre JC (1990): La vieja guardia sindical y Perón. Buenos Aires, Sudamericana.

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[1] Esta es la fecha oficial que figura en la documentación. Sin embargo, existe una polémica respecto al lugar y fecha de nacimiento de Perón. Todo indicaría que nació el 7 u 8 de octubre de 1893 en la localidad de Roque Pérez. Norberto Galasso (2005) e Hipólito Barreiro (2000) se inclinan por esta fecha.

[2] Perón escribió sobre las revoluciones militares que le tocó vivir en 1930, 1943 y 1955. En el caso particular de sus memorias de septiembre de 1930, fueron publicadas como apéndice en las propias memorias del general José María Sarobe en 1957. Posteriormente, se publicaron los relatos de Perón de estas tres revoluciones en 1963 bajo el título de Tres revoluciones militares.

[3] Perón refiere allí a Sócrates, Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Descartes, Hobbes, Spinoza, Vico, Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Kant, Fichte, Comte, Spencer, Darwin, Hegel, Marx, Berkeley, Bergson, Schelling, Heidegger y Kierkegaard, entre otros.

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