La comunidad

I. En La comunidad organizada –obra que tiene su origen en el discurso pronunciado con motivo de la clausura del Primer Congreso Nacional de Filosofía, suceso que se desarrolló en la ciudad de Mendoza entre el 30 de marzo y el 9 de abril de 1949– Juan Domingo Perón efectúa un recorrido por el pensamiento occidental, citando a personalidades de la talla de Hesíodo, Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Thomas Hobbes, René Descartes, Baruch Spinoza, Jean-Jacques Rousseau, Immanuel Kant, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Charles Darwin, Karl Marx o Martin Heidegger, entre otros; denuncia la crisis de valores que afecta al mundo como resultado de un desarrollo tecnológico que anula al individuo, porque no está acompañado por un desarrollo similar de carácter espiritual, y como resultado de un desarrollo estatal que produce el mismo efecto, porque está basado en la ejecución de un proceso de “insectificación”; cuestiona la manifestación extrema del individuo y la manifestación extrema del Estado; considera que la comunidad debe servir a cada individuo y, a su vez, que cada individuo debe aportar algo a la comunidad; y propone la construcción de una forma específica de comunidad: la comunidad organizada.

II. Esa comunidad debe ser una comunidad de personas. “Nuestra comunidad tenderá a ser de hombres y no de bestias” (Perón, 1974: 75). Tales personas, por su parte, deben tener una “alegría de ser”. “Ni la justicia social ni la libertad, motores de nuestro tiempo, son comprensibles en una comunidad montada sobre seres insectificados, a menos que a modo de dolorosa solución el ideal se concentre en el mecanismo omnipotente del Estado. Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia. Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa” (Perón, 1974: 70). Y esa “alegría de ser” debe constituir la consecuencia de la realización individual y la realización comunitaria. “Esta comunidad, que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta torre con la noble convicción de Spinoza: ‘Sentimos, experimentamos, que somos eternos’” (Perón, 1974: 75).

III. La comunidad –que para Max Weber, en Economía y sociedad, consiste en una relación social que se apoya en el sentimiento afectivo o tradicional de sus partícipes, y para Saúl Taborda, en Esquema de nuestro comunalismo, consiste en un grupo humano que se caracteriza por una continuidad de acción que liga un pasado con un presente– exhibe el carácter de una comunidad democrática en el caso de la “comunidad organizada”. “Lo que caracteriza a las comunidades sanas y vigorosas es el grado de sus individualidades y el sentido con que se disponen a engendrar en lo colectivo. A este sentido de comunidad se llega desde abajo, no desde arriba; se alcanza por el equilibrio, no por la imposición. Su diferencia es que, así como una comunidad saludable, formada por el ascenso de las individualidades conscientes, posee hondas razones de supervivencia, las otras llevan en sí el estigma de la provisionalidad; no son formas naturales de la evolución, sino paréntesis cuyo valor histórico es, justamente, su cancelación” (Perón, 1974: 50). Por otro lado, esta comunidad no puede apoyarse en el materialismo ni en el individualismo que no contempla los intereses ni las necesidades comunes. “Es justo que tratemos de resolver si ha de acentuarse la vida de la comunidad sobre la materia solamente o si será prudente que impere la libertad del individuo solo, ciega para los intereses y las necesidades comunes, provista de una irrefrenable ambición, material también”. “No creemos que ninguna de esas formas posea condiciones de redención. Están ausentes de ellas el milagro del amor, el estímulo de la esperanza y la perfección de la justicia” (Perón, 1974: 74).

IV. La idea de una comunidad democrática que rechaza el materialismo y el individualismo y, por ello, la ausencia del amor, la esperanza y la justicia, reaparece cuando Carla Wainsztok –en Gramáticas y cartografías del sur– habla de las “comunidades” que se “inventan”, se “articulan”, se “crean”, se “recrean” y se “expresan” con “distintas lenguas” en el “sur”, en las “orillas” y en los “límites”. Aquí, corresponde resaltar que, en el discurso wainsztokiano, la noción de “comunidad” se encuentra asociada a las nociones de “transmisión” y “generación”. En otros términos, la noción de un escenario que posibilita la constitución de los sujetos se encuentra asociada a la noción de un acto creativo que tiene como presupuesto la práctica de un diálogo libre e irreverente, y a la noción de una circunstancia cultural que tiene como condición previa la coparticipación de un conjunto de influencias, experiencias y esperanzas, aunque no se coincida totalmente desde una perspectiva cronológica. Desde su óptica, tales apreciaciones coinciden plenamente con los rasgos centrales de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños: una comunidad de Estados, en lugar de individuos, constituida mediante la Declaración de Caracas, en la ciudad de ese nombre, el 3 de diciembre de 2011, con el objeto de: reafirmar el derecho internacional y, en particular, los propósitos y los principios de la Carta de las Naciones Unidas; condenar el colonialismo y la ocupación militar; prohibir el uso de la fuerza; promover la solución pacífica de las controversias; defender el Estado de Derecho, los Derechos Humanos, la democracia y la pluralidad cultural; respetar la soberanía, la integridad territorial y la autodeterminación de los pueblos; ratificar la no injerencia en los asuntos internos de cada país; reconocer los aportes políticos, económicos, culturales y morales de los pueblos indígenas y afrodescendientes; reducir las desigualdades sociales; favorecer la integración política, económica, social y cultural de América Latina y el Caribe; y proyectar una voz concertada en las reuniones y en las conferencias internacionales de alcance global; entre otros.

V. Veintiséis años después, en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional –libro que tiene su génesis en el discurso pronunciado con motivo de la inauguración del 99° período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, hecho que se produjo en Buenos Aires, el 1 de mayo de 1974– Juan Domingo Perón otorga a la comunidad organizada un sentido más preciso. Así, recalca que el ser humano es el principio y el fin de la comunidad. “El hombre es principio y fin de la Comunidad Organizada, por lo que no puede haber realización histórica que avasalle la libertad de su espíritu. No hay organización posible si el hombre es aniquilado por un aparato externo a su propia existencia”. “La Comunidad Organizada no es, por lo tanto, una comunidad mecanizada donde la conciencia individual se diluye en una estructura que no puede más que sentir como ajena” (Perón, 1984: 69). Enuncia que la “comunidad organizada” debe corresponder a una democracia social. “La vida política de la sociedad argentina del futuro ha de realizarse en comunidad organizada. Propongo que esa comunidad organizada configure la democracia social” (Perón, 1984: 83). Y, finalmente, establece que tres elementos deben estar presentes en ella: una conducción centralizada, una ejecución descentralizada y un pueblo organizado libremente. “La comunidad organizada debe conformarse a través de: una conducción centralizada en el nivel superior del gobierno, donde nadie discute otro derecho que el de sacrificarse por el pueblo; una ejecución descentralizada y un pueblo libremente organizado en la forma que resulte más conveniente a los fines perseguidos” (Perón, 1984: 72).

 

Referencias

III Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo y XXII Cumbre del Grupo de Río (2011): Declaración de Caracas.

Perón JD (1984): El Proyecto Nacional. Mi Testamento Político. Buenos Aires, El Cid-Fundación para la Democracia en la Argentina.

Perón JD (1974): La comunidad organizada. Buenos Aires, Secretaría Política de la Presidencia de la Nación.

Taborda S (1994): Esquema de nuestro comunalismo. En La argentinidad preexistente, Buenos Aires, Docencia.

Wainsztok C (2018): “Gramáticas y cartografías del sur”. Movimiento, 6, noviembre.

Weber M (1998): Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. México, Fondo de Cultura Económica.

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