La autodeterminación nacional

La autodeterminación nacional es un principio democrático fundamental del mundo contemporáneo, y por eso mismo uno de los más atacados, de manera solapada o abierta, por los poderes económicos concentrados a escala global. Si se recorre la historia latinoamericana de los últimos 200 años, se puede advertir la recurrencia y la centralidad de las luchas políticas por la soberanía y la afirmación nacional, así como su contracara: la sujeción de esta región a colonialismos y dependencias sucesivas. En las líneas que siguen, veremos solamente en su raíz este movimiento: la aparición de proyectos nacionales en la etapa de la emancipación.

Los procesos independentistas hispanoamericanos comenzaron siendo guerras civiles en las que se afirmó tempranamente el principio de la soberanía de los pueblos frente al absolutismo de la Corona. Fue una auténtica revolución democrática, pues la nueva doctrina y las prácticas y ejercicios de poder que ella conllevaba, no podían coexistir ni con el diseño imperial imaginado por los borbones para sus vastos dominios, ni tampoco con las realidades jerárquicas y estamentales de la América colonial. Estas cuestiones nos revelan a su vez la dimensión anticolonialista que estaba ínsita en el proceso revolucionario hispanoamericano, puesto que el dominio monárquico no podía reformarse ni modernizarse tanto como para aceptar el autogobierno en estas tierras, ni ponerlas en real pie de igualdad con los territorios metropolitanos, pese al intento de la Constitución española de 1812. Y, al mismo tiempo, la conmoción política en extendidos territorios americanos, con el movimiento de las Juntas, con tumultos y movilizaciones populares urbanas, y con insurgencias rurales, jaqueaba el orden tradicional de los mandones. Ya no podía ejercerse el poder como hasta entonces.

Esa dimensión anticolonialista se afirmó en la guerra civil, que fue transformándose en pocos años en guerra independentista. Junto con el principio de la soberanía popular va generalizándose también el de la soberanía nacional. De lo que se trataba era de disolver el vínculo con la Corona española y construir nuevas sociedades políticas independientes –naciones– allí donde hasta entonces solo había divisiones administrativas coloniales. Claro que se trató de un proceso complejo, diverso y contradictorio, atravesado por los intereses de las distintas capas sociales, las luchas facciosas y las disputas ideológicas. A las divergencias en el seno de las elites patriotas, que dividían a moderados y radicales, hay que sumar el impacto de las movilizaciones populares, que introducían un componente social variable según las regiones y los movimientos concretos: por la libertad personal y colectiva, por el acceso a la tierra y los recursos, contra el tributo y los trabajos forzados, etcétera.

En ese marco de diversidad regional e intereses que colisionaban, lo que aparece más concretamente es una serie de proyectos nacionales para alcanzar la independencia y organizar a las nuevas comunidades políticas, cuyos territorios e identidades todavía no estaban claros. Podemos decir que, en esa etapa primigenia de la historia de nuestros países, la afirmación nacional adviene en medio de una lucha anticolonial. Es una afirmación nacional plural y diversa, pero no con la connotación lavada y conservadora que el neoliberalismo actual asigna al término pluralismo, sino en el sentido de proyectos en competencia, atravesados por intereses de clase y grandes asimetrías regionales. Y con un fuerte componente de movilización popular, en los ejércitos independentistas, en las rebeliones urbanas y en los movimientos campesinos o rurales, que introducían demandas sociales que trastocaba el orden jerárquico ambicionado por las elites. En las variantes más radicales, como el artiguismo, lo nacional y lo popular se presentan en una fuerte combinación, que fue hostilizada no solo por los realistas y el imperio portugués, sino también por los intereses conservadores del bloque patriota.

Las décadas siguientes demostraron que la historia de los colonialismos y del menoscabo a las soberanías no finalizaba con la ruptura del lazo con la Corona española. Y que los intereses de las elites dominantes se orientaron a congelar las jerarquías sociales y a devaluar tanto como fuera posible el impacto progresista de las movilizaciones populares. De este breve análisis queremos resaltar que en nuestra historia la nación está identificada con los proyectos de autodeterminación, con las luchas por la soberanía, con los movimientos populares que la dotan de una dimensión social. Y que, por lo tanto, la combinación de autodeterminación y justicia social es la clave de la cuestión nacional.

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