“El Puño de Shylock”: Diego Luis Molinari y la política exterior argentina en 1948

“El gobierno de Perón dentro de sus medios intentó quebrar la balcanización económica y política. (…) En 1948 el Senador peronista e historiador Diego Luis Molinari en viaje por Centroamérica declaraba en La Habana la necesidad de establecer el mercado común latinoamericano, la ciudadanía latinoamericana, un Banco único y una moneda común” (Jorge Abelardo Ramos, 1968).

 

En el presente artículo analizaré la política exterior argentina durante el bienio inicial del primer gobierno de Juan Domingo Perón, a partir del accionar que llevó a cabo como uno de sus más conspicuos ejecutores, el pensador y funcionario nacional Diego Luis Molinari. Personaje contradictorio e “impuro”, un análisis superficial podría mostrarlo como un orador grandilocuente y pagado de sí mismo. Pero bajo el velo del antihéroe vehemente, nuestro protagonista se muestra como uno de los nexos silenciados, que unen al viejo radicalismo de cuño yrigoyenista con el naciente movimiento justicialista, un brillante investigador de nuestra historia y un político de gran capacidad operativa.

En los comicios de febrero de 1946 Molinari fue candidato a senador nacional por la Capital Federal y resultó electo. Los senadores que asumen –veintiséis– pertenecen todos al peronismo. Entre estos se destacan Armando Antille, de origen radical, quien tuvo importante protagonismo en los sucesos del 17 de octubre y fue candidato a acompañar a Perón en la fórmula presidencial, y Miguel Tanco, un prestigioso jujeño, también de ese origen. Pero la conducción del bloque pertenece a Diego Luis Molinari, que además preside la Comisión permanente de Relaciones Exteriores y Culto (Galasso, 2005: 418-428).

Las sanciones económicas de Estados Unidos contra la Argentina que habían sido aplicadas durante la guerra fueron levantadas en esa época. En 1947, el presidente Truman reconoció el cumplimiento por parte de nuestro país de los requisitos para su plena incorporación al sistema al sistema interamericano y el gobierno argentino envió representantes a la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad Continental que se celebró en Río de Janeiro (Rapoport, 2012: 384).

La participación argentina en los foros continentales fue necesaria, ya que, como veremos, sus representantes los utilizaron para desplegar posturas opuestas a la agenda estadounidense. Molinari será un actor destacado en estas lides.

A fines de 1947 se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Ocupación, en La Habana. Diego Luis Molinari, que actuó como representante nacional en ella, denunció la política comercial de Estados Unidos dirigida a impedir la industrialización de América Latina, ponderó el estatismo del gobierno de Perón y calificó al capitalismo norteamericano de “telaraña de Shylock” que apretaba el corazón de multitudes hambrientas. El canciller Bramuglia intentó moderar los “desplantes” del senador Molinari, pero igualmente Argentina no firmó el tratado de La Habana, del que saldrá el Acuerdo Internacional de Tarifas y Comercio (GATT). Poco más tarde el Poder Ejecutivo retiró los pedidos enviados al Congreso para ratificar los tratados que crearon el FMI y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. Argentina tampoco adhirió a la FAO ni a la UNESCO (Galasso, 2005: 524).

Dice Miguel Unamuno (1998: 20): “La prédica de Molinari en el campo internacional respondía naturalmente, a los parámetros fijados por el peronismo. (…) En casi todos los foros, Estados Unidos y otras naciones adláteres política y económicamente, predicaban insistentemente, no pocas veces con notable y riesgosa energía, la formación de una organización internacional de comercio y empleo que tendiera a facilitar el tráfico internacional. El interés de Perón era asumir el liderazgo económico de posguerra en los países de América Latina. Molinari fue portavoz de su proyecto de un programa más flexible con ayuda especial y económica de la Argentina. (…) Tuvo el privilegio de difundir la posición nacionalista del país ante el coloso del Norte”.

Estas fueron las palabras de Molinari en las Sesiones Plenarias de las Naciones Unidas sobre Comercio y Empleo: “Llegamos aquí con el pleno convencimiento de que estamos frente a la posibilidad de una tercera guerra mundial. Es inútil que queramos tapar el cielo con un harnero. Vale la pena meditar con este profundo sentido de responsabilidad cívica y personal sobre cuál ha de ser nuestra posición frente a los problemas que aquí han de resolverse… Estamos, pues, frente al capitalismo. ¿Esta es una carta que tiende al planeamiento de la economía de la Paz, o que contempla el ordenamiento de una economía de preguerra? (…). El último y conocido discurso del general Perón, nuestro presidente, promoviendo una campaña de paz y desarme espiritual en el universo, fija nuestra posición… En la estructura del mundo actual, al parecer dividido en dos posiciones irreconciliables, se nos ofrecen tres tipos de organización económica, a las cuales tendremos que ajustarnos: el de la organización capitalista, de base individualista; el de la organización totalitaria, a base de control dictatorial de la economía; y el de la organización socialista, a base del esfuerzo armónico de principios, que no parecen ser contradictorios. Ningún país encuadra, al ciento por ciento, dentro de cada una de estas fórmulas, pero es evidente que, puesta en marcha la cláusula cuarta, parecería que la proa tajante del movimiento correspondiese, tal como está proyectada, a la organización capitalista individualista de los pueblos y del mundo. Y para nosotros, los argentinos, esto no es posible. Y no lo es porque tenemos de la economía y la sociedad una concepción integral… Este es el concepto fundamental de la revolución del 4 de junio de 1943, guía del proceso que, en este instante, se está desenvolviendo en mi país… En primer término, hemos nacionalizado el control de la moneda, del crédito, de los cambios. El Banco Central, institución privada sui generis, según su famosa acordada de la antigua Corte Suprema de mi país, es ahora un Banco Central de la Nación, es decir, del pueblo argentino… Es inútil hablar de economía en función de progreso si no se tiene el control monetario de esa economía. ¿Cuál es el programa monetario del mundo? Desde 1875 hasta 1914 todos los pueblos de la tierra, en acción constante, lograron unificar el sistema monetario. La guerra de 1914 rompió esa unidad, que no se restableció después. La guerra de 1939 halló al mundo en esta penuria y agitación. En virtud de circunstancias que no debo analizar en este momento, pero sí habrá que analizarlas en una conferencia monetaria mundial, el mundo entero vive bajo el signo monetario del dólar. Debido a una desarticulación, que ahora no analizo, la mayor cantidad de metálico disponible en el mundo se encuentra en una fortaleza de los Estados Unidos de América. Problema gravísimo. Es inútil hablar de comercio internacional si no se da agilidad a la moneda para que, por su valor intrínseco y extrínseco, llene las funciones que debe cumplir en el intercambio de los productos y servicios. No se puede reunir la totalidad del oro en una sola mano sin que el comercio languidezca, los pueblos sufran y la humanidad desespere de días mejores. El punto de partida es, pues, el acuerdo de ayuda mutua entre las dos grandes naciones industriales del mundo. (…) A ello se deben los dos planes en vigor y en ejecución: el plan Marshall, recordado por el presidente de Francia; y el plan Molotov. Uno fundado en la economía de tipo monetario; otro en la de tipo natural o de trueque. Nadie podrá mostrarse indiferente ante este propósito universal de reconstrucción. Que cada uno cargue con la responsabilidad que le incumbe en las etapas que tendrán que cumplirse para llegar a la última finalidad. Mientras el plan Marshall y el plan Molotov se realizan, ha habido, ciertamente, en la modestia de nuestros recursos, en las posibilidades reducidas de la República Argentina, un plan, que es el plan Perón. En virtud de la organización económica actual de la Argentina, los oligopolios financieros y económicos internacionales no juegan ni jugarán ningún rol dentro de nuestra economía. Los precios internacionales, que no son más que precios de pizarras, ya no pueden ser controlados por los oligopolios y por los acuerdos de conferencias internacionales, financieras y económicas. (…) Nosotros aplicamos nuestra fórmula consagrada: ‘Economía de pueblos en cooperación sobre bases compensadas, con igualdad de tratamiento’” (Molinari, 1952).

Las donaciones argentinas fueron de más de medio millón de toneladas de trigo y 5.000 toneladas de carne que representaban 312.000.000 pesos que, agregados al valor de otras ayudas, constituyeron un importe de 318.000.000 pesos: 95.000.000 dólares de la época. La Argentina había otorgado créditos por valor de 1.151.000.000 de dólares, según Molinari. En algunas ocasiones se acordaron a través del Banco Central –Bélgica, Checoslovaquia–, en otras oportunidades a través del IAPI –España, Chile, Bolivia, Finlandia, Francia, Rumania e Italia. La conformación del IAPI había sido clave para poder otorgar buena parte de los empréstitos, porque de lo contrario las ganancias obtenidas habrían terminado en manos de los grandes pulpos internacionales, en lugar de vincular al país que otorga empréstitos, sabiendo que los cobrará tarde, mal o nunca. “¡El puño de Shylock apretaría el corazón de las multitudes hambrientas del universo! A través del IAPI ha sido posible dar inversión productiva al capital que allí se reunió, porque rescatamos toda la deuda externa, adquirimos los ferrocarriles, el sistema telefónico, construimos nuestra flota mercante…” (Molinari, 1952).

Recuperar la figura de Molinari, con sus aciertos y miserias, es apostar a comprender la trayectoria política e intelectual de un pensador de cuño nacionalista; formado en el radicalismo, pero heredero de Manuel Ugarte; conspirador e ideólogo opositor durante la “década infame”, en la que abjuró de la pertenencia partidaria a la UCR, pero nunca de su identidad yrigoyenista; partidario de la revolución de 1943, tras la que trabó una relación muy particular con Perón, de oscilante apoyo en los primeros años y consecuente lealtad luego; estadista de excelente formación académica y a la vez dirigente acostumbrado a las transacciones propias de la política diaria, fue ideólogo y hacedor.

 

Referencias

Ramos JA (1968): Historia de la Nación Latinoamericana. Buenos Aires, Peña Lillo.

Galasso N (2005): Perón. Tomo I. Buenos Aires, Colihue.

Rapoport M (2012): Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003). Buenos Aires, Emecé.

Unamuno M (1998): “Prólogo”. En Diego Luis Molinari. Parlamentario e Historiador. Buenos Aires, Círculo de Legisladores.

Molinari DL (1952): Discursos pronunciados en las sesiones plenarias de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Empleo. La Habana, 2 de diciembre de 1947-22 de marzo de 1948. Buenos Aires.

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