Ciencia y cientificismo en la perspectiva de Varsavsky: implicancias en la concepción de políticas de desarrollo científico y tecnológico

En el presente escrito se analizarán las principales perspectivas desarrolladas por el matemático argentino Oscar Varsavsky (1920-1976) en torno de las posibilidades de construcción de una ciencia descolonizada, condicionada y aplicada a las realidades sociopolíticas y sociohistóricas de cada pueblo en América Latina. Lo que impulsa en su texto Ciencia Política y cientificismo (1969) es instalar el debate acerca de aquellas posibilidades señaladas.

El contexto histórico del debate que propone Varsavsky está signado por fuertes cambios. Por un lado, se trata de un período de desarrollo de las ciencias muy acelerado, relacionado con el desarrollo científico tecnológico de Estados Unidos como potencia hegemónica desde la segunda posguerra en adelante. En ese contexto, el paradigma positivista desarrollado por la Epistemología del CÍrculo de Viena, objetivado en el Manifiesto científico universal: el Círculo de Viena (1929), consagró como fundamentos epistemológicos la neutralidad valorativa, el monismo metodológico y formulaciones lógicas objetivas para la “concepción científica del mundo” y la “unificación de las ciencias” (Neurath, 1929, 103). Sobre esta perspectiva es que se funda la concepción de ciencia que promovió el desarrollo de las políticas desde los países centrales occidentales, particularmente en Estados Unidos.

Esta hegemonía en Occidente no sólo implicó una dependencia económica, científico-tecnológica y política de nuestros países latinoamericanos respecto del centro, sino de las propias cosmovisiones de prácticas institucionalizadas que promovieron la reproducción al interior de las sociedades periféricas de las producciones científicas y tecnológicas del centro. Es en ese contexto de fines de los sesenta en que el peso de esta modernización impulsada desde la política exterior norteamericana –transpolada desde el centro a nuestras sociedades latinoamericanas– comienza a ser interpelada por reacciones locales. En ese marco y desde un análisis del campo de la ciencia y su relación con los procesos de dependencia, Varsavsky va a estructurar un pensamiento crítico, procurando reestructurar las políticas de desarrollo científico y las propias prácticas científicas, ligándolas a los propios procesos y necesidades de las sociedades latinoamericanas, para evitar la reproducción de la ciencia hegemónica y comenzar a producir desde nuestras realidades, problemas y necesidades, conocimiento aplicado a esas particularidades. Es necesario destacar en este punto que Varsavsky será uno de los académicos que trabajará en el denominado proceso de reestructuración de la ciencia, impulsada desde el gobierno de facto a partir de 1955. Sin embargo, su posición crítica al desarrollismo, implicada en esa tarea, puede leerse como autocrítica respecto de su posición reaccionaria al gobierno peronista: va a recuperar en esas proposiciones muchas de las propugnadas por las políticas del período 1946-1955.

El positivismo y el empirismo fueron el fundamento epistemológico hegemónico de la construcción y el desarrollo científico de Estados Unidos a partir de la segunda posguerra. Esos cánones de cientificidad implicaban un predominio de procesos lógico-racionales, abstractos, ahistóricos y avalorativos: la sacralización de la ciencia como conocimiento objetivo y cierto de lo existente. Sus consecuencias continúan siendo blanco de fuertes cuestionamientos: el desarrollo de una ciencia desligada de aspectos éticos y un desdoblamiento objetivo que anula particularidades, saberes y procesos de desarrollo socioeconómico endógeno a las sociedades particulares. Universaliza la dominación del centro: “a mí me ha parecido importante insistir en que la actividad revolucionaria conduce a un nuevo tipo de ciencia que no es ‘inferior’ a la ciencia actual, y en que no es obligatorio aceptar los criterios valorativos de ésta, ni conveniente para la misma ciencia. Otros preferirán pasar por alto toda esta discusión metacientífica y ver si hay algo positivo en la propuesta en sí, con las especificaciones que aquí se dan” (Varsavsky, 1969: 4). Es decir, esta correlación presente en el pensamiento de Varsavsky implica considerar los alcances metacientíficos de las proposiciones epistemológicas, o más precisamente, del modo de construir ciencia según determinados cánones. El cientificismo es entendido desde Varsavsky como un supuesto a partir del cual es posible pensar la construcción de ciencia desvinculada de toda implicación política y valorativa, y que refuerza la dependencia de los centros internacionales radicados en los países centrales (Varsavsky, 1969: 12). Cientificista es, por tanto, en el pensamiento de Varsavsky, científicos desprovistos de toda adhesión de su actividad a un proceso político de desarrollo nacional, una práctica altamente burocratizada, con pretensiones de neutralidad, sin mayores finalidades que el desarrollo de una ciencia por la ciencia misma. Es decir, sus prácticas necesariamente reproducirán lo producido en el centro, instituyen una ciencia desprovista de politicidad y por ende la imposibilidad de respuestas a los problemas propios de su sociedad (Varsavsky, 1969).

 

Desarrollo científico y desarrollo nacional en la perspectiva de Varsavsky

El Positivismo fomenta un orden ahistórico y avalorativo que universaliza el conocimiento: lo torna un proceso conservador. Las sociedades periféricas solo reproducirán las producciones del centro, desconociendo sus propias particularidades. Ese positivismo sacralizado comienza a ser cuestionado por Varsavsky, pues en su análisis político esto conduce a reproducir un sistema, un proceso de dominación política, científica y cultural de las economías centrales en la periferia. El contexto de movilización política en Argentina también condiciona su fuerte posicionamiento respecto a una activa toma de posición contrahegemónica de los científicos nacionales en la construcción de un nuevo paradigma, desde nuestras necesidades y proyectos nacionales particulares. En otro pasaje, afirma Varsavsky: “Dado el carácter francamente ideológico del contenido, es oportuno puntualizar que en toda discusión de este tipo la máxima simplificación que hacerse es considerar cuatro posiciones básicas: ‘Fósil’ o reaccionaria pura; ‘Totalitaria’, stalinista estereotipada; ‘Reformista’, defensora del sistema actual pero en su forma más moderna y perfeccionada, admitiendo las críticas ‘razonables’. Desarrollismo. ‘Rebelde’ o revolucionaria, intransigente ante los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo a fondo” (Varsavsky, 1969: 4). En el debate de la época advierte esas posiciones antagónicas que señalan al mismo tiempo cuatro posiciones epistemológicas diferenciadas. Las reaccionarias y totalitarias impiden un desarrollo del conocimiento científico asociado a una construcción de un proyecto societario desde sus particularidades, sin dependencias de un centro de poder. Las posiciones reformistas y rebeldes en Varsavsky son las verdaderas contradicciones. Desarrollismo o cambio radicalizado y autónomo en la construcción de ciencia, en términos políticos y científicos.

En este punto es necesario detenerse para evidenciar cuál es el nexo que permite a los países centrales controlar y dominar los campos científicos tecnológicos de los países periféricos, y la alta dependencia de recursos que son provistos por múltiples entidades y organismos que condicionan al mismo tiempo las políticas científicas endógenas de cada núcleo de producción científica nacional. En palabras de Varsavsky: “El sistema no fuerza; presiona. Tenemos ya todos los elementos para comprender cómo lo hace: la élite del grupo, la necesidad de fondos, la motivación de los trabajos, el prestigio de la ciencia universal. La necesidad de dinero es general en todas las ramas de la ciencia” (Varsavsky, 1969: 12). Es decir, en la concepción de Varsavsky las sutiles mediaciones a través de las cuales se condiciona la producción científica en los países periféricos están íntimamente ligadas a estos procedimientos, No sólo se trata de una dependencia económica, sino además de un condicionamiento de la agenda científica local respecto de los grandes lineamientos y problemas formulados desde el centro. En suma, se consolida la dependencia científica y tecnológica. Esto es lo que impide el desarrollo científico tecnológico nacional y debe ser radicalmente modificado por una ciencia que enfrente al paradigma positivista dominante y que construya conocimiento y promueva el desarrollo científico de acuerdo con las necesidades particulares de cada sociedad. En cierto modo propone una fuerte descolonización de la construcción de ciencia y tecnología a través de la revisión de aspectos centrales. La dependencia se institucionaliza a través de un sistema de carrera de investigador en la que se reproducen prácticas de una producción asociada a cánones impuestos desde el centro, fomentando la producción de investigaciones más asociadas a la libre voluntad del investigador. Es decir, una práctica científica sin vínculo alguno con un proyecto de construcción política alternativa en el que el conocimiento científico contribuya con los problemas y con el desarrollo científico tecnológico de sus propias sociedades. La carrera de investigador fomenta el acopio de acreditaciones individuales con escaso o nulo impacto en la transferencia en un proyecto integrador más amplio de desarrollo nacional.

En otro texto, no duda en reafirmar lo mencionado, sobre todo el carácter neocolonial de las políticas y prácticas científicas reproductivistas, desprovistas de dirección en una integralidad política de desarrollo mayor. “Al neocolonialismo le conviene sin duda todo lo que sea ciencia pura, básica, teórica, abstracta, hermética, esotérica, inútil. La ciencia aplicada puede tentar a las aplicaciones prácticas. Y aunque eso se evita con medidas financieras, es preferible no estimularlas mucho. La ciencia pura no tiene ese defecto. Produce además resultados antipolitizantes en algunos jóvenes y, por si fuera poco, contribuye con sus modestos descubrimientos al progreso de la ciencia en el país líder, que sí está en condiciones de utilizarla en su momento” (Varsavsky, 1972: 30).

A una política neocolonial de desarrollo científico dependiente le opone un desarrollo de una ciencia dirigida a lo que denomina al servicio del Hombre Nuevo –en la metáfora socialista– pero que enraiza en el proyecto nacional del peronismo. La oposición a esa concepción de ciencia, fuertemente positivista, le opone una ciencia aplicada, particular, impregnada de intersubjetividad, con dirección a la construcción de procesos sociales y políticos ligados a la liberación nacional. Su postura radicalizada lo conduce a enfatizar estas proposiciones.

En otro pasaje, plantea un orden de prioridades: “No es que el hombre nuevo no deba conocer determinados resultados científicos. Siempre es mejor saber una cosa que ignorarla. Hasta aprender latín es útil, pero esa es una actitud académica irreal. En la realidad los recursos son escasos, el tiempo no alcanza para todo y hay que elegir, dar prioridades. Si se piensa que en vez de latín podría enseñarse cómo funciona una economía socialista, se ve que no hay una neutralidad ideológica entre ambos temas de estudio” (Varsavsky, 1972: 28). La propia planificación de los contenidos implica un direccionamiento hacia la consolidación de un proyecto político o a otro. La promoción de un proyecto descolonizador implica promover cambios en la concepción fuertemente positivista y avanzar sobre la neutralidad valorativa.

Es inescindible en Varsavsky la ideología de la construcción de ciencia. Y más aún, la práctica científica contribuye a reproducir un orden o a transformarlo, por lo que las políticas deben definir esa construcción para consolidar proyectos de independencia en todos los campos y dirigir acciones a transformaciones sociales que atiendan las desigualdades en la sociedad.

 

Conclusiones

Desde lo ya expuesto, es importante sintetizar entonces cuál es la perspectiva política de Varsavsky respecto de los problemas planteados y sus proposiciones, para luego mencionar algunos puntos concordantes con la concepción de políticas de desarrollo científico y tecnológico del peronismo durante el período 1946-1955.

Lo central en el pensamiento de Varsavsky, en este punto, es que a cada estadio de desarrollo de una sociedad le corresponde un determinado estadio de desarrollo científico y tecnológico. Esto es consecuente con la matriz de análisis de las teorías desarrollistas de la época, pero en un sentido crítico en ese enfoque que invierte, adjudicándole a la ciencia descolonizada un rol central en la consolidación de procesos de desarrollo socioeconómico y de liberación social y nacional de nuestras sociedades latinoamericanas o periféricas.

La ciencia es producida en los países centrales. En una sociedad neocolonial, necesariamente vinculada a una inserción en la internacional como productora de bienes primarios, se construye una dependencia científica y tecnológica de los países centrales, promoviendo una reproducción del conocimiento y de la producción científica. Los procesos de exportación de científicos de la periferia al centro son marcados. Toda la inversión en la formación de recursos humanos se pierde y se transfiere a la economía de recepción. Un segundo tipo de sociedad es la desarrollista, que fomenta el despliegue del sector secundario de la economía, mediante sustitución de importaciones, pero al mismo tiempo eso implica una dependencia económica de los países centrales. En otras sociedades los objetivos de las políticas de ciencia y tecnología están fuertemente condicionados por el mercado, como así también la incorporación directa de tecnología de las economías centrales.

Finalmente, el tercer tipo de sociedad, que es la que propugna el autor y con especial énfasis en su concepción de desarrollo científico y tecnológico: el socialismo nacional. Para este tipo de sociedad, la economía debe ser planificada, promoviendo el desarrollo industrial en áreas de estratégicas, pero en base a la definición de un proyecto de desarrollo nacional desde las políticas del Estado. Al mismo tiempo, estas políticas deben estar asociadas a promover el desarrollo de la sociedad. Es en este punto que plantea la necesidad de diseñar e implementar políticas desde una concepción de ciencia aplicada a la producción de tecnología con establecimiento de metas nacionales y sociales de la actividad (Varsavsky, 1972).

Curiosamente, aquel que había criticado al gobierno peronista y participara activamente de las políticas de ciencia y tecnología del gobierno de facto desde 1955, en los sesenta y setenta plantea la necesidad de formular e implementar políticas científicas que tiendan al desarrollo socioeconómico y de áreas estratégicas de la producción, planificadas por el Estado nacional y con aplicación directa en acciones de transformación macroestructurales. Al respecto, tomando en consideración que la dirección política e ideológica de un gobierno se visibiliza en la materialidad de sus políticas, es necesario destacar las acciones del gobierno de Juan Domingo Perón de 1946 a 1955 en esta materia. Durante ese período, la creación de áreas del Estado ligadas a ciencia y tecnología asociadas a los proyectos de desarrollo nacional con un fuerte sentido nacional y social, fueron una constante y, desde ellas, la planificación intersectorial asociada al desarrollo científico fue un lineamiento fundamental de la estrategia de desarrollo del gobierno. Perón en 1949 instituye el Ministerio de Asuntos Técnicos; en 1950 se crea la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA); y en 1954, el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA), asociando ciencia, desarrollo socioeconómico y estrategias de defensa nacional, en idéntico sentido en que Varsavsky lo propondría en 1972.

 

Bibliografía

Neurath O y otros (1929): “La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena”. Redes, Revista de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología, 9-18, Buenos Aires, junio, 2002.

Varsavsky O (1969): Ciencia, Política y Cientificismo. Buenos Aires, CEAL.

Varsavsky O (2006): Hacia una política científica nacional. Caracas, Marqués de Ávila.

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