Argentina, Chile e Inglaterra: la disputa por la Antártida

“El sector que disputa y pretende Inglaterra está formado a su vez, por dos sectores, uno de los cuales pertenece a Argentina y el otro sobre el cual hace reclamaciones Chile. Entonces, lo peor que le podría ocurrir a las aspiraciones británicas es que nosotros y los chilenos superemos nuestras diferencias y nos pongamos de acuerdo. Si hiciéramos un frente común en la Antártida, como deberíamos hacerlo en todas las otras cuestiones, nuestros adversarios nos encontrarían unidos y por lo tanto difícilmente doblegables” (Jorge Edgar Leal, 1978).

 

Argentina y Chile, países antárticos

Mientras fantasmas del pasado quieren reaparecer con sus sombras de discordia y enemistad, consideramos esencial recordar que el camino que han marcado nuestros grandes patriotas siempre ha sido de unidad con los pueblos hermanos. El objetivo del presente artículo es realizar un breve repaso de la historia de la política común antártica que Argentina y Chile han llevado adelante y que ha servido para enfrentar las aspiraciones de Inglaterra, una potencia ajena a nuestra región, pero siempre dispuesta a concretar sus afanes imperialistas. Asimismo, entendemos que la estrategia común concordada por argentinos y chilenos a lo largo del siglo pasado mantiene estricta vigencia en la presente centuria.

Argentina y Chile son los dos únicos países del continente americano que realizaron expresos reclamos territoriales, definiendo los sectores pretendidos. Ostentan derecho a la soberanía antártica en tanto naciones sucesoras legítimas de la monarquía española que –desde el siglo XV– consideraba como propias las regiones polares. Al momento de independizarse de España, las nuevas repúblicas americanas adquirieron la propiedad absoluta de todas las tierras situadas dentro de los límites asignados a la monarquía española por medio de Reales Células y otros documentos, lo que se conoció con el uti possidetis iuris: “Como poseéis de acuerdo al derecho, así seguiréis poseyendo”.

 

Inicios del siglo XX: ocupación efectiva de la Antártida y política amistosa argentino-chilena, primeras tensiones con Inglaterra

A comienzos del siglo XX, Argentina y Chile entablaron una negociación diplomática y concertaron una política amistosa de determinación de límites de la frontera antártica. En este mismo período ambos países perfeccionaron sus títulos legítimos sobre el territorio antártico.

Un hito principalísimo en el afianzamiento de la soberanía argentina sobre la región antártica se registró cuando el gobierno del general Julio Argentino Roca se hizo cargo –el 22 de febrero de 1904– de unas instalaciones y de un pequeño observatorio meteorológico y magnético construido por una expedición privada en la isla Laurie, en las Orcadas del Sur. Estos establecimientos conformaron la primera base antártica permanente habitada por seres humanos. También se sumó la creación de la primera oficina de correos que funcionó en la Antártida por disposición de la Dirección General de Correos y Telégrafos de la República Argentina. En esa oportunidad se inició la presencia argentina en el sexto continente y nunca ha sido interrumpida. Por consiguiente, la continua ocupación argentina es la más antigua y permanente del continente antártico. Durante cuarenta años la República Argentina fue el único ocupante permanente del continente Antártico, hecho que constituye un valioso título que legitima su reivindicación de soberanía en la zona. A su vez, la presencia continua del Estado argentino en la Antártida lleva ya casi ciento veinte años, récord que muestra bien a las claras la firmeza de la vocación austral de nuestra Patria. El sector antártico es parte inseparable e irrenunciable del territorio nacional.

Por su parte, en el caso chileno se dio una situación similar. En 1906 el Ministerio de Relaciones Exteriores de aquel país proclamó públicamente los derechos antárticos y se perfeccionaron los títulos mediante actos de ocupación efectiva, administración, reglamentación y actividad político-diplomática.

La afirmación de los derechos argentinos sobre su sector antártico generó el enojo del Imperio Británico y hubo intercambios diplomáticos a causa de esas acciones. El Reino Unido se atribuía la soberanía sobre las islas Orcadas del Sur y protestó por los actos realizados por el gobierno argentino.

En 1906, Argentina y Chile comenzaron las negociaciones a fin de concertar un acuerdo para establecer los límites entre ambos territorios antárticos y empezaron a identificar intereses comunes en la región. Además, se alentó la exploración conjunta de la Antártida y un procedimiento común entre ambos Estados para perfeccionar sus títulos soberanos (Pinochet de la Barra, 1984: 73). Las conversaciones prosiguieron en los años subsiguientes. Los gobiernos sudamericanos habían tomado conocimiento de las intenciones inglesas de anexar la Antártida americana. La reacción de Argentina y Chile coincidió en la conveniencia de hacer valer los derechos de ambos en contra de la pretensión británica. Debido a esa situación se reanudaron las negociaciones, a fin de establecer una línea limítrofe antártica (Pinochet de la Barra, 1984: 77). Entretanto, el Imperio Británico emitió Cartas Patentes –documentos legales emitidos por monarcas que otorgan derechos o títulos– en 1908 y 1917. El Reino Unido manifestó a través de estos instrumentos sus pretensiones en el Atlántico Sur. Las denominó “Dependencias de las Islas Malvinas” (FIDS, Falkland Islands Dependencies Survey, por sus siglas en idioma inglés). Éstas incluían la Tierra de Graham y las islas Georgias del Sur, Orcadas del Sur, Shetlands y las Sandwich. De acuerdo a la voluntad del British Empire –y estas circunstancias lo confirman palmariamente– las Islas Malvinas y la Antártida eran componentes de una misma entidad.

 

La pugna antártica de los años 40 y 50: Argentina y Chile contra el Reino Unido

En los inicios de la década de 1940, Argentina y Chile profundizaron las negociaciones en torno a la cuestión antártica. De esa época proceden las principales declaraciones conjuntas con respecto al reconocimiento mutuo de soberanía sobre sus sendos territorios. Esa misma época fue testigo de diversos enfrentamientos –en buena medida derivados de la superposición de reclamos territoriales– entre Argentina y Chile contra el Reino Unido. Al respecto, es dable observar que el reclamo británico comprende en su totalidad el argentino, la mitad del chileno y que entre el argentino y el chileno se yuxtapone el menor espacio de los tres. Tal circunstancia y otras derivaron en la formulación de una posición común entre Argentina y Chile contra la sostenida por el Imperio Británico.

Nuevos hechos acaecidos mientras se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial llevaron a ambos países sudamericanos a intentar nuevamente la definición de los límites territoriales y planificar acciones en territorio antártico para consolidar sus reclamaciones y posicionarse frente al enemigo común inglés. A tal efecto, Argentina y Chile reforzaron su política antártica. En ese contexto, en 1940 se creó en Argentina la Comisión Nacional del Antártico. Tuvo a su cargo la centralización de todos los asuntos relativos a los intereses argentinos en la Antártida y la realización de un estudio integral del estado de sus problemas (Vairo, 2019: 75). Por su parte, ese mismo año Chile empezó la segunda etapa de su política antártica nacional –la primera había tenido lugar a inicios del siglo XX– y en marzo de 1942 la Comisión Antártica Chilena fue instituida.

Según Fontana (2018: 150), al gobierno argentino le preocupaban las intenciones expansionistas del Reino Unido y temía una usurpación en la Patagonia. En ese contexto, Argentina llevó adelante en 1942 una campaña a la Antártida. La delegación a bordo del buque ARA 1° de Mayo inspeccionó la Península y efectuó actividades científicas, técnicas y de exploración. Asimismo, los marinos argentinos izaron la bandera nacional, colocaron placas conmemorativas y enterraron cilindros sellados con las actas del reclamo soberano en la isla Decepción (Facchin, 2019: 14). Estos actos de reafirmación de soberanía nacional generaron un nuevo conflicto con Gran Bretaña. A inicios de 1943, al conocer la expedición argentina, los ingleses enviaron al crucero HMS Carnarvon Castle. Retiraron la bandera argentina y otros distintivos. Días después los objetos fueron devueltos en la embajada británica en Buenos Aires, junto con una nota en la que demostraban “sorpresa” por el accionar argentino (Fontana, 2018: 144). Mientras que con Inglaterra todo era tensión y disputas, entre Argentina y Chile existía un espíritu de colaboración (Fontana, 2018: 150). Entre 1943 y 1945, el Reino Unido efectuó un operativo naval secreto llamado Operation Tabarin, cuyo objetivo fue acrecentar la presencia británica en el Atlántico Sur. Informes del Foreign Office dieron cuenta de “actos de transgresión” argentinos. Debido a que la contienda internacional ocupaba al Imperio Británico en otras regiones del planeta, la presencia argentina en el Atlántico Sur comprometía los intereses ingleses. Por tal motivo, el Reino Unido organizó el establecimiento de bases y la destrucción de banderas y objetos argentinos (Dodds, 2002: 14).

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Argentina consolidó su presencia en la Antártida. Durante la presidencia del general Perón se implementó una destacable política en esa dirección. Contemporáneamente, y a raíz de la negociación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), Argentina y Chile acercaron posiciones con el objeto de incluir las islas del Atlántico Sur y la Antártida en ese tratado. La negociación por su ámbito de aplicación espacial generó tensiones. La delegación argentina, a cargo del canciller Juan Atilio Bramuglia, presionó para que se incluyeran la Antártida y las Islas Malvinas, lo que ponía en tensión a la alianza anglo-estadounidense, debido a que Gran Bretaña no estaba dispuesta a debatir sus posesiones americanas (Morgenfeld, 2010).

Entre 1947 y 1948, Argentina y Chile desarrollaron una profunda actividad diplomática en lo que respecta al asunto antártico y ratificaron –a través de sendas declaraciones conjuntas firmadas en esos años– el reconocimiento recíproco,[1] ya establecido en 1941, de soberanía sobre los territorios reclamados que no se superpongan con la petición del otro. Este fuerte acercamiento entre Argentina y Chile se explica en el contexto de tensión que ambos países sudamericanos sostuvieron en aquellos tiempos con el Reino Unido.

En 1947, el incremento de las capacidades navales de Chile generó preocupación en Londres. En el mismo contexto, durante el verano de 1948 el Reino Unido envió una serie de notas por la reiterada presencia argentina en la región antártica. Ante ello, el gobierno peronista envió una flota de mar a la Antártida compuesta por ocho buques con más de 3.000 hombres que recorrieron distintas islas, como Decepción, Orcadas y Livingston. Este acontecimiento motivó nuevas protestas por parte del Imperio Británico (Vairo, 2019: 80). Con la intención de aplacar las tensiones, las autoridades de los tres Estados acordaron una Declaración tripartita en 1949. A través de ese documento, Argentina, Chile y Gran Bretaña se comprometieron a no enviar barcos de guerra y a no efectuar demostraciones navales en la zona de conflicto. Pese a lo establecido, los conflictos continuaron en la década siguiente.

En 1952 se produjeron los sucesos de mayor hostilidad entre Argentina, Chile y el Reino Unido. Una fuerza británica intentó ocupar la posesión argentina en Bahía Esperanza, pero fue repelida por la delegación argentina. El Reino Unido reaccionó y ordenó un desembarco en la Isla Decepción, detuvo a varios soldados argentinos e incluso destruyó posesiones argentinas y chilenas en el verano de 1953. Un tiempo después el nivel de confrontación entre Argentina e Inglaterra alcanzó un punto tan alto que hasta se llegó a hablar de “guerra abierta” entre ambas naciones (Fontana, 2018: 256). En 1955, la tensión del British Empire contra Argentina y Chile derivó en la interposición de demandas por parte del Reino Unido contra ambos países sudamericanos ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por la soberanía en la Antártida. En esa oportunidad, los ingleses pretendieron el reconocimiento de sus títulos y el rechazo a los reclamos argentinos y chilenos (Ferrada Walker, 2015). Las demandas fueron archivadas debido a que Argentina y Chile no aceptaron la jurisdicción de la Corte Internacional.

Los acontecimientos aquí evocados aceleraron las negociaciones del Tratado Antártico que “congeló” los reclamos de soberanía sobre la zona y finalmente fue suscripto en 1959. Fue, por un lado, producto del acuerdo entre la Unión Soviética y los Estados Unidos –quienes querían evitar todo tipo de conflicto por la región antártica– y, por el otro, sirvió para estancar los conflictos derivados de las superposiciones de reclamos territoriales entre Argentina, Chile y el Reino Unido.

Potencias foráneas a nuestra región, pero con oscuros intereses, aquí promueven y anhelan la división entre argentinos y chilenos. A tal fin, alimentan la desconfianza y la rivalidad, aquende y allende de la Cordillera de los Andes. Esas maniobras espurias deben ser contrarrestadas. Las rencillas del pasado son malas consejeras y no nos representan. Debemos ser fieles a nuestros grandes patriotas. Hay que concretar el acuerdo y el frente común que solicitaba el general Jorge Leal. El paradigma de una política de armonía y fraternidad entre Argentina y Chile debemos encontrarlo en el abrazo que se dieron los generales San Martín y O’Higgins en el glorioso campo de Maipú, luego de la trascendental victoria que consolidó nuestra común independencia. Ese gesto de amistad fue refrendado 135 años después por Juan Domingo Perón y Carlos Ibáñez del Campo, y debe ser eternamente el símbolo de la unión de nuestros pueblos.

[1] Existen también reconocimientos recíprocos entre otros Estados. Principalmente, es el Reino Unido quien ostenta situaciones similares con los otros Estados reclamantes. Tiene un acuerdo con Australia y Nueva Zelanda; otro con Francia y uno igual con Noruega (Puig, 1960: 57).

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