Varones, masculinidades y salud desde la perspectiva de género: una agenda pendiente

Desde la conformación de nuestra asociación civil, a fines del año 2018, nos propusimos contribuir a la discusión pública y a la incidencia política alrededor de una serie de tópicos vinculados a posibles políticas de género destinadas a varones y masculinidades, recuperando los aportes teóricos, epistemológicos y prácticos de los feminismos y de las diversidades sexo-genéricas. De esta manera, buscamos abonar a la construcción de lo que consideramos una agenda pendiente en materia de políticas públicas con un enfoque crítico y transformador de las masculinidades.

Es amplio, múltiple y heterogéneo el universo de identidades, subjetividades y corporalidades que expresan su género desde una construcción singular e interseccional de la masculinidad. Concibiendo a la identidad de género como una autopercepción, debemos partir de la disociación entre la identidad masculina y una genitalidad-corporalidad específica. Simplificando, masculinidad no es sinónimo de varón cisgénero, portador de pene y testículos, ya que existen además masculinidades trans, intersex, lésbicas y no binarias, que se construyen y expresan desde otras identidades, expresiones y corporalidades. No obstante, en este breve texto vamos a poner el foco en uno de los sujetos masculinos frecuentemente ausentes en los debates sobre salud pública en general, y sobre salud sexual integral y (no) reproductiva en particular: los varones cisgénero. Creemos que hay un déficit importante en materia de oferta de servicios de salud orientados a esta población, así como una carencia evidente de estrategias orientadas a fomentar su demanda.

La socialización de género en la masculinidad normativa incide en que los varones cisgénero sean criados y educados en el desinterés por las prácticas de autocuidado y del cuidado de otres, lo cual impacta seriamente en las causas de morbimortalidad de los varones –alrededor del 60% de varones adolescentes y jóvenes fallece por causas asociadas a la violencia: lesiones no intencionales, suicidios y homicidios. Esta socialización, además, impacta en una distribución desigual e injusta de los trabajos de cuidados, sobrecargando a las mujeres y feminidades e impactando también de manera nociva sobre su salud y calidad de vida. En síntesis, cuando los varones cisgénero no cuidan de su salud –ni la de las demás– generalmente son cuidados por mujeres que se descuidan a sí mismas, fruto de su socialización para la atención de necesidades ajenas, sobre todo de los varones de su núcleo familiar en el marco de un régimen heterosexual.

De esta manera, la masculinidad normativa se constituye en un factor de riesgo para propios y ajenos que no debería ser desatendido en el marco de una agenda de políticas públicas de salud con perspectiva de género. Sin embargo, el sistema de salud y sus efectores también son parte de la red de actores y prácticas que sostiene, por acción u omisión, este dispositivo de masculinidad insalubre. La apelación e interpelación casi exclusiva hacia las mujeres, fundamentalmente cisgénero, heterosexuales, con capacidad de gestar o madres, en tanto sujetas cuidadoras y agentes aptas para el cuidado de la salud familiar y comunitaria, configura un mandato institucional de masculinidad que naturaliza la ausencia de los varones cis en tanto usuarios del sistema de salud, y refuerza la feminización de los cuidados.

Para generar estrategias de cambio al interior del sistema de salud es fundamental la capacitación de los equipos, incluyendo la perspectiva de género y diversidades en la currícula de formación en salud. Para ello, además, resulta imprescindible que estas problemáticas sean parte de la agenda de políticas públicas en salud de las y los agentes decisores.

Si la construcción social de la masculinidad patriarcal está frecuentemente escindida de las responsabilidades y tareas de cuidado, tanto de uno mismo como de las personas con las que nos vinculamos, resulta estratégico que nos propongamos aportar a identificar, visibilizar y contrarrestar las nocivas consecuencias que la feminización del cuidado tiene para los varones y para el resto de las identidades de género, promoviendo su implicación y responsabilización en dichas tareas.

Algunos de los tópicos a abordar desde estas perspectivas son: derechos a salud sexual y salud reproductiva –corresponsabilidad en el cuidado anticonceptivo, uso de preservativo, vasectomía, preaborto y postaborto–; paternidades –extensión de las licencias por paternidad, control prenatal del cogestante–; cuestionamiento de la división sexual del trabajo de cuidados y domésticos y su democratización; abordajes de la diversidad sexual en salud; impactos de la masculinidad hegemónica en la salud de las mujeres; morbi-mortalidad de varones; consumo problemático de sustancias; salud mental y prevención del suicidio; abordajes integrales de las violencias basadas en género en tanto problema de salud pública y de derechos humanos, incluyendo la oferta de espacios de atención a varones que hayan ejercido violencia.

De igual modo, los abordajes de las masculinidades desde propuestas de educación sexual integral, co-educación o educación no sexista son claves para la problematización temprana de los modelos dominantes de masculinidad y su estrecha vinculación con las violencias inter e intragénero. Al mismo tiempo, son una herramienta central en la construcción de respuestas sensibles y situadas que privilegien la prevención y la promoción de derechos sobre la apelación a respuestas moralizantes, represivas y punitivas.

Apostamos a facilitar la construcción de recursos pedagógicos para el abordaje áulico, institucional y comunitario de las masculinidades con niños, niñas, adolescentes y jóvenes sobre algunos ejes problemáticos, tales como: conductas y prácticas abusivas, acoso escolar, violencias en los vínculos sexo-afectivos, micromachismos, consentimiento y reciprocidad, implicación en el mundo del cuidado –salud, derechos sexuales y (no) reproductivos, paternidades, tareas domésticas, etcétera–, masculinidades y diversidades sexuales-corporales-funcionales.

Los mandatos de masculinidad normativa y sus efectos nocivos sobre la salud de los varones y las demás identidades de género constituyen un problema de salud pública. Ello amerita un Estado sensible y presente, promoviendo el diseño y la implementación de políticas públicas con perspectiva de género y un enfoque crítico y transformador de las masculinidades.

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