Un futuro orientado por el deseo

En busca de proyectos de vida plenos

Cada elección democrática trae un doble entusiasmo. Si por un lado se trata de un momento expresivo de nuestra sociedad, ese momento en el cual las decisiones colectivas, las formas de sentir, pensar y desear se traducen en formas de gobierno, por otro lado, genera un entusiasmo propio de cualquier competencia, de cualquier disputa, el entusiasmo de salir al encuentro con las otras y los otros.

No hace falta explicar el contexto que vivimos. Todos y todas lo conocen, lo viven, lo experimentan en su vida cotidiana. Y también lo han sufrido. Porque la pandemia no dejó a nadie indiferente. Por el contrario, hoy nos encontramos de cara a una nueva vida social y familiar.

Salir de la pandemia –salida que ahora mismo está sucediendo, por lo que tenemos que ser estratégicos– provoca dos acontecimientos vitales: recuperar lo que habíamos perdido o postergado, esa vida que el paréntesis sanitario dejó en suspenso; pero nos enfrentamos a una nueva normalidad, a una nueva vida, a la oportunidad de discutir todo lo que necesitemos, de desmontar los problemas estructurales, ahora sí de una vez y para siempre. No es sencillo. No es inmediato. Pero es inevitable.

Esa vida que deseamos, con la actualidad de lo histórico y la inauguración de un nuevo ciclo de tiempo, incluye una pregunta por las políticas transfeministas y los proyectos de vida plenos, autónomos, deseantes.

 

Parir un mundo nuevo

La búsqueda de autonomía por parte de las personas con capacidad de gestar tiene dos polos, con igual potencia para nuestros proyectos de vida: si de un lado hemos conseguido la victoria sobre la soberanía política de nuestros cuerpos con la ley de IVE, por otro, tenemos que fortalecer a las personas que deciden concebir, parir y maternar. Interrupción o continuidad, no importa cuál sea la decisión, sino que el Estado cuente con las políticas sanitarias que garanticen el proyecto de esa mujer, lesbiana o varón trans. Condiciones para abortar o para parir, condiciones que respeten qué queremos de nuestras vidas y que hagan lugar a nuestro deseo. Después de todo, de eso se trata: vidas impulsadas por el deseo.

Por estos días transcurrió la semana de la lactancia, un momento en el que reivindicamos la dimensión política de amamantar. Pero antes, un momento antes de entrar en ese proceso, tenemos la obligación ética y transfeminista de preguntarnos sobre cómo parir y cómo los modelos médicos corporativos y los mandatos patriarcales nos han sometido a parir de una única forma, con altos niveles de violencia. El modelo médico, medicalizado, corporativo, hegemónico, bajo el disfraz de la técnica –sería mejor decir: la tecnocracia– ha tenido históricamente intervenciones sobre nuestros cuerpos al momento de parir que podemos ubicar como violencia obstétrica: insultos mientras hacemos trabajo de parto; atarnos a una camilla para que nuestros movimientos no los molesten; someternos a anestesias desorbitadas o no anestesiar nuestro dolor cuando lo pedimos; intervenciones sin consentimiento, como rasurarnos, operarnos; o dejarnos solas en un momento que, ya sabemos, es movilizante y revulsivo.

Ante esa habitual violencia obstétrica, hemos planteado un modelo alternativo. Un cambio de paradigma. Se trata de las Casas de Partos, espacios integrados al sistema de salud con características similares a la de un hogar y destinados a nacimientos de bajo riesgo. La persona con capacidad de gestar es asistida por licenciadas y licenciados en obstetricia, por un equipo interdisciplinario y, además, acompañada por quien elija de su entorno. Funcionan en articulación con hospitales de referencia: se instalan a pocas cuadras de ellos y, en caso de haber una complicación, el traslado es inmediato. Se brindan cuidados y asistencia durante la etapa preconcepcional, prenatal, parto y posparto. Presentamos un proyecto en la Cámara de Diputados junto a la Red Argentina de Casas de Partos, para que su creación sea ley.

Parir, y por lo tanto amamantar, son procesos fisiológicos, pero también sociales y políticos, porque los hacemos en comunidad, en relación a otras y otros, y a nuestras condiciones, emociones y deseos.

Tenemos ahí una pregunta sobre cómo se generan los espacios familiares y laborales para hacer lugar al amamantamiento. Sabemos que la leche materna es clave para el crecimiento del cuerpo biológico, pero también el acto de amamantar es fundamental para el vínculo que se juega y se arma en ese contacto, en ese alimento, en esas miradas, en esa calidez y ese encuentro. Estamos hablando también sobre cómo queremos criar, cuáles son las formas, los tiempos y los contextos en los que hacer crecer nuevas vidas y nuevas libertades.

El acompañamiento a la persona que materna debe ser integral. Incluye las relaciones comunitarias, las licencias laborales, las políticas sanitarias, la tribu familiar. Todos los espacios en los que maternamos y amamantamos, todas las personas que son parte de nuestra red vital.

Si algo nos orienta, por sobre todo en el transfeminismo, es el horizonte de autonomía para la construcción de proyectos de vida. La maternidad es uno posible. No es el único, no es obligatorio, pero tampoco está prohibido, ni debemos permitir que sea denostado. Desmontar las miradas moralizantes, desarmar los modelos normativos y hacer lugar a todas las formas de vida, es nuestra tarea.

 

El futuro será transfeminista

Un futuro sensible a los problemas sociales, un futuro real y concreto, un futuro donde vivamos mejor, donde vivamos como queramos, un futuro para todas y todos, y con todas y todos. Ese futuro nos marca el horizonte de nuestro trabajo cotidiano, de los obstáculos que debemos atravesar y las revoluciones por desatar.

En este contexto, el transfeminismo es una vía y una dimensión constitutiva de una sociedad sólida, integrada, inclusiva, honesta y plena. Somos optimistas porque tenemos la fuerza de la historia a nuestro favor, pero sobre todo porque ya lo estamos haciendo. Hemos conseguido dar pasos claves para las mujeres, lesbianas, travestis y trans que hoy ya se viven y se experimentan en nuestra sociedad como parte de una nueva normalidad. Vamos por lo que falta con el compromiso intacto y fortalecido.

Los tiempos que vienen son los que van a estructurar las transformaciones radicales. Cómo queremos vivir, cómo queremos armar nuestros proyectos personales y colectivos, cómo queremos parir, maternar y criar. Cómo queremos hacer unidas y unidos lo nuevo, lo bueno y lo justo.

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