La irreverente: cuerpo y política en la producción de la imagen de Eva Perón

La vida y la muerte de Eva Perón son, aún hoy, objeto de construcción de relatos, ficciones y discursos.[1] Eva difícilmente sea igualada por otra u otro en cuanto a las pasiones opuestas y contradictorias que genera. Es en virtud de ello que se presenta este trabajo de reflexión en torno al ser mujer y protagonizar la vida política, guiado por una consigna central: ¿cuál es la relación entre la vida de Eva y su imagen? Cuerpo, fotografía y archivo se entrecruzan y se rozan para dar lugar a una mirada desde la fascinación, abordando la memoria histórica. Se presenta aquí una serie compuesta de fotografías a través de las que se recorre a María Eva Duarte en sus atributos ligados a aquello que incumplía con la norma de su tiempo en su rol político y social y como mujer de esa época. Las imágenes fueron seleccionadas bajo el criterio de representar las características con las que ella se definió en su discurso final, el 1 de mayo de 1952 desde el balcón de la Casa Rosada. Cada fotografía presenta una amplia gama de enunciaciones que se intentará aquí nuclear en torno a la categoría de “irreverencia”, siendo esta, a criterio de quien escribe, la característica que la posiciona como personalidad central para el movimiento feminista en la historia nacional.

 

La fascinación

Eva María Ibarguren, María Eva Duarte, Eva Perón se inscribió en la historia popular argentina como una referente de lo impensado, como quien desconoció límites y desafió un deber-ser. Su figura, plagada de contradicciones, tensiona lo imaginado, lo deseado, lo posible y lo real en la vida política de las mujeres.

Eva participó en política en un momento en el que los derechos civiles y políticos para las mujeres estaban negados. No suficiente, fue referente y protagonista de la vida política nacional en una etapa transicional, llevando adelante la bandera de las mujeres y su necesaria participación. Las tensiones ocurren cuando se analizan los anclajes profundamente conservadores que dirigían la mirada de Eva en torno al género y el lugar de las mujeres en el hogar, así como su función en las tareas reproductivas gratuitas, necesarias para el proceso de industrialización nacional. Sin embargo, las interpretaciones de su discurso también son y fueron desprovistas de sentido contextual y, en algunos casos, desvirtuadas de la realidad y hasta falsas. Araceli Bellota, en su libro El peronismo será feminista o no será nada (2019) trae la historia de la redacción de La Razón de Mi Vida, libro icónico de Eva Perón, en torno a las modificaciones que había sufrido su manuscrito de parte de Juan Perón y Raúl Mendé. Desde ese lugar, la autora expresa la tensión en la que Eva, cercana a su muerte, vio modificada su expresión en torno a lo que hoy llamaríamos pensamiento feminista. Un ejemplo de ello es la siguiente frase eliminada del manuscrito: “séame perdonada esta osadía, pero, a mi criterio, no se puede hablar de justicia social –de justicia en el mundo– mientras permanezca intacto el anacrónico estatuto de la mujer” (Bellota, 2019: 232).

Más allá de lo que fuera escrito o pronunciado, se encuentra la expresión misma de la acción política. El voto femenino, la fundación del Partido Peronista Femenino o el reconocimiento del trabajo doméstico fueron algunos de los lineamientos que hoy nos permiten pensar en cómo la figura de Eva se presenta como contradictoria, incluso para el propio movimiento de mujeres. Esos atravesamientos y contradicciones hicieron de Evita el blanco de innumerables agresiones fundadas en su condición de líder popular, pero más aún, de mujer. Puta, trepadora, bastarda, loca: son esos justamente los insultos misóginos que se escuchaban y se escuchan hoy, cuando despierta las pasiones más acaloradas en los intensos debates sobre su figura.

Ahora bien, ¿cómo se expresan esas contradicciones en el cuerpo e imagen de Eva Perón? Realizar un recorrido de estas tensiones a través de imágenes fotográficas implica reconocer que “la fotografía, al igual que todo sistema de signos, construye representaciones, exhibe valores y creencias que fundamentan prácticas” (Cortés Rocca y Kohan, 1998: 14). La propuesta es entonces indagar en esos sentidos y representaciones, buscando esa Evita irreverente en fotografías. Esta serie se presenta a sí misma como un acto político, un acto enunciativo y denunciativo de la relación entre cuerpo de mujer y figura política. Me sumerjo en imágenes y relatos para descubrir vínculos y emociones, dar luz sobre objetos inanimados y accesibles a la mirada, pero en movimiento, en tanto sucesión de episodios que elijo ordenar de una manera determinada. En palabras de Lila Caimari (2017: 130), “justo ahora que encontré este filón, que estoy entrando en ritmo (archivo: viaje siempre interrumpido). No importa, tengo un botín, aunque esté incompleto. Voy a mirarlo en la oficina, en los huecos. De paso empiezo a rumiar, a pensar ángulos cruces. El proceso está en marcha”.

 

La libertad

Eva expresó en su discurso público final: “He vivido siempre en libertad. Como los pájaros, siempre me gustó el aire libre del bosque. Ni siquiera he podido tolerar esa cierta esclavitud que es la vida en la casa paterna, o la vida en el pueblo natal… Muy temprano en mi vida dejé mi hogar y mi pueblo, y desde entonces siempre he sido libre”.

Las fotografías de la alemana Anne Marie Heinrich, tomadas en 1937 y 1939, etapa en la que Evita perfilaba su carrera de actriz radial y cinematográfica, presentan imágenes sonrientes, seductoras y desprejuiciadas. La primera de ellas (figura 1), tomada en el año 1937, es la de Eva posando, de cabello suelto, con una de sus manos en la nuca y la otra en la cintura. En esa fotografía se la ve sonriendo, con un vestido por arriba de sus rodillas y de brazos descubiertos, posando recostada hacia atrás y una de sus piernas ligeramente levantadas. Imagen seductora y provocadora en la que no mira a la cámara fingiendo la naturalidad de quien es retratada sin saberlo. La segunda (figura 2) fue tomada por la misma fotógrafa en el año 1949 y se llama “Malla y los lunares”. Es una imagen en la que su protagonista, nuevamente sonriendo y con el pelo suelto, posa con un traje de baño sentada contra una pared y con sus dos manos en la nuca. En esa foto se dejan ver sus piernas cruzadas y flexionadas, exponiendo su sensualidad y belleza.

Figura 1

Ambas fotos tratan de mostrar la figura desafiante y atrevida de una mujer, exponiendo su imagen a modo de provocación. Las fotografías muestran instantes artificialmente creados como espontáneos. Su objetivo: mostrarla como una mujer sexualmente atractiva, pero también desprejuiciada y resuelta. Como en un anticipo de su vida posterior, estas dos fotografías traen al hoy la tensión entre sensualidad, sexualidad y política en el cuerpo de una mujer. Es ahí donde atrapa a quien hoy las ve, en la unidad de cuerpo, amor y disputa política.

Figura 2

En palabras de John Berger (2016: 6), “toda imagen encarna un modo de ver”. En el caso particular de estas imágenes, se trata de obras artísticas creadas artificialmente con el fin de generar una reacción. Cuando las vemos, nos situamos en ese momento y nos trae un pasado que nos pertenece, pero en el mismo momento nos parece ajeno, pues esta imagen “sobrevive al objeto representado”. Encarnan un modo de ver, porque trae la experiencia de quien la mira a esta tensión entre quien luego sería Eva Perón, y se presenta contradictoria desde la lógica estereotipada de aquella época entre el deseo, la cosificación y la vida política, como polos irreconciliables en la vida de una mujer. Puta o santa, actriz o Líder Espiritual de la Nación.

La tercera foto de la presente serie (figura 3) muestra a Eva recostada en un sillón, con un brazo apoyado cómodamente y la mano colgando. No se ve su cuerpo, sólo su cabeza, cara y parte de su torso. En esta fotografía, que aparenta mayor naturalidad aún que las anteriores, se encuentra con el pelo recogido y no ya con una sonrisa, sino que mira fijo a la cámara con una mirada fuerte y seria. Esta imagen se expresa en esta serie como la emergencia de otra dimensión de este personaje, con una transgresión que parece querer hablarnos con la mirada, algo como una enunciación potente que preludia su futuro disruptivo en la escena política. Soy mujer, quiero decir algo.

Esta imagen abre una “desgarradura”, en palabras de Arlette Farge (1991: 11), en “el bosquejo realizado de un acontecimiento inesperado”. Es una huella del pasado que se presenta en esa serie como nuevamente un “personaje ordinario” de la historia, una foto de alguien común en un sillón. “Todo retrato va en busca de una lectura testimonial. (…) Es el imperio de la subjetividad” (Cortés Rocca y Kohan, 1998: 15). En el archivo de la memoria política y emotiva este personaje común nos atrae, porque nos trae lo cotidiano vivenciado por una común, pero que en su relevancia futura construirá una ruptura histórica.

Figura 3

Eva Perón, desde su joven y temprana llegada a la Ciudad de Buenos Aires, perfiló su independencia en uso de su cuerpo de mujer y de su sensualidad. Proveniente de sectores populares e hija no reconocida de un padre ausente, atravesó privaciones que más adelante se constituirían en su superación al resentimiento desde el amor. Se constituyó, así, como una persona que representó todo aquello cuanto podía denostarse en un cuerpo de mujer: pobre, bastarda, sensual y fuerte. Los brazos abiertos, las piernas descubiertas, el pelo suelto y la mirada fuerte son lo central de su figura política: el desafío y la irreverencia.

 

El pueblo

Avanzada la carrera artística de Eva, fundamentalmente en radionovelas, deja atrás las privaciones que travesó desde su infancia, para lograr autonomía y dejar de vivir en pensiones. Tuvo su primera vivienda propia y su autonomía económica. Para el año 1943 no sólo era un personaje ampliamente conocido en la escena artística local, sino que comienza a participar políticamente del sindicalismo y funda la Asociación Radial Argentina (ARA), primer sindicato de trabajadoras y trabajadores de la radio, que luego incluso presidiría. Fue en función de su compromiso político con quienes sufren que se destacó en sus acciones para recaudar fondos para las víctimas del terremoto de San Juan en 1944, y esto la llevó a conocer a Juan Domingo Perón en un acto en el Luna Park a inicios de ese año. Esta sucesión de episodios –en este orden y no otro– es el que encuadra y ubica la figura de Eva en su compromiso social y político. En este sentido, se avanza en este trabajo sobre el segundo de los ejes que presentan tensión y agresión a la figura de Eva Duarte: sus convicciones políticas.

Desde la derecha, algunos sectores progresistas, la izquierda o incluso fragmentos del movimiento justicialista, surge una –a veces soslayada– crítica con un fuerte atravesamiento machista. Se acusa a Eva por su carrera artística: es una persona superficial, y por ende su participación política emerge exclusivamente de su búsqueda de poder acercándose a quien sería luego presidente. Se la acusa de trepadora y de no tener ideales reales en su sensibilidad con el pueblo. Su temprana participación política, a los 23 años, fundando un sindicato e involucrándose en aspectos de la realidad social, da por descartadas esas acusaciones.

Pero también se plantea en el mismo sentido cuál es la forma del vínculo que Eva entabla con los sectores populares a los que representó. En el discurso ya mencionado refiere: “Yo me esfuerzo todos los días por eliminar de mi alma toda actitud sentimental frente a los que me piden. No quiero tener vergüenza de mí ante ellos. Voy a mi trabajo cumpliendo mi deber y a dar satisfacción a la justicia. Nada de lirismo ni de charlatanerías, ni de comedias; nada de poses ni de romances. Ni cuando entro en contacto con los más necesitados podrá decir nadie que juego a la dama caritativa que abandona su bienestar por un momento para figurarse que cumple una obra de misericordia”.

Figura 4

La figura 4 muestra una fotografía extraída de la Muestra del Museo Evita del Archivo General de la Nación. Se trata de una imagen tomada a Eva Perón en el marco de una visita a la colonia de vacaciones de la Fundación Eva Perón. En esta foto se la ve usando un vestido de mangas largas y pañuelo en la cabeza, rodeada de niñas y con una sonrisa espontánea que parece estar al límite de una carcajada. Aparenta ser una fotografía espontánea. Ella sonríe a las niñas, quienes parecen mirarla con admiración y sorpresa. El gesto cálido de una mano en el hombro de una de ellas rompe la distancia y el protocolo de quien podría creerse de otra pertenencia. La imagen evoca cercanía, complicidad y alegría. Es en este sentido que esta fotografía nos trae movimiento, acción. Es una imagen que expone motivaciones, emotividad y práctica, “algo que se asemeja más a una película que se va montando mientras se rueda” (Nazar y Pak Linares, 2007: 214).

Esta imagen expresa en la presente serie la irreverencia en la acción política. Cuerpo de mujer, esposa del presidente, mujer joven, militante. Eva Perón no sólo desafió las nociones en torno a aquello que le correspondía y pertenecía a los sectores populares, como el goce, sino que desafió la forma misma de garantizarlo. No es dar, no es compartir, es crear derechos en simetría. Esta metodología le implicó duras críticas y enemistades, principalmente de otras mujeres, quienes se apropiaron de la asistencia social en torno a las categorías de “beneficencia” y “caridad”, que expresaban otros valores. Eva no sólo fundó nuevos criterios, sino que intentó desarmar aquéllos, pues entendía que perpetuaban la asimetría. Es eso lo que evoca la figura 4: el cuerpo en contacto, la sonrisa cómplice, el pasado común, la solidaridad.

 

El amor y el liderazgo

Ya en el último tramo de su discurso final, Evita expresó: “creo que solamente con fanáticos triunfan los ideales, con fanáticos que piensen y que tengan la valentía de hablar en cualquier momento y en cualquier circunstancia que se presente, porque el ideal vale más que la vida, y mientras no se ha dado todo por un ideal, no se ha dado nada”. La quinta y última imagen de la presente serie evoca dos aspectos: la voluntad política –evocada en fanatismo y liderazgo– y la muerte. En estas dos dimensiones también sería atacada, en vida, y en su cuerpo luego de morir, desterrado, robado, mutilado y convertido en centro de aquello cuanto evoca la imagen de Eva: pasión y odio.

La figura 5 es una fotografía de ese 1 de mayo de 1952, en la que se ve una desmejorada Eva Perón desde el balcón de la Casa Rosada. En la imagen se evidencian nuevamente sus brazos en alto, pero ahora con las palmas abiertas y enfrentadas, en gesto de agradecimiento ante una multitud, pero también de entrega, casi como si expresara que da a quienes están allí aquello que ella es. Detrás, la mirada triste de Perón, con el ceño fruncido y la boca entreabierta, como conociendo la cercanía de la inevitable muerte de su compañera.

Figura 5

A quienes vemos esta imagen nos resulta inevitable recorrerla en sus detalles y, nuevamente, en movimiento. Sabemos que en los siguientes momentos Eva y Perón se darán aquel mítico abrazo que quedará inmortalizado en una fotografía en la que el rostro de ella se funde en el pecho de él. Esta imagen no es sólo la que nos adelanta a la muerte, sino que es también la de uno de sus grandes discursos. Es la imagen de la palabra vívida y la política activa, la de otra dimensión de la mujer Eva Perón: el liderazgo. El liderazgo político de Eva no necesitó cargos, y sufrió adversidades pese a la tenacidad de quien se sabía representante de los sectores populares y las mujeres. No ocupó formalmente cargos públicos, ni políticos, y aún sin ello emergió como una figura destacada y denostada de la política nacional.

En esta imagen y en este aspecto, Evita se corre de la figura ligada a atributos de la femineidad en torno al cuidado de niñas, niños y personas que sufren, como rol exclusivo. Ya no es quien restaura dolores: es ahora también quien arenga, propone, discute y debate, quien guía la acción de hombres, no sólo de mujeres. Es quien combate. Allí su nueva irreverencia.

La mirada detallada a la fotografía trae además una contradicción central: la tensión entre los signos de fortaleza y de debilidad. La tez pálida, la delgadez, la dificultad en permanecer erguida, junto con la fortaleza de sus rasgos y gestos con los que enuncia aquello que dice. Quien observa se sumerge en esa contradicción para dar luz a otro aspecto mitificado de la figura y la imagen de Eva Perón: la resistencia. Allí, en su última irreverencia, evoca casi como una burla final a quienes dirán que las mujeres somos el sexo débil.

 

Consideraciones finales

En estas líneas se ha desarrollado una serie compuesta por fotografías desplegadas en función a dos criterios centrales: la irreverencia y el último discurso de Eva Perón desde los balcones de la Casa Rosada. El principal objetivo de esta construcción es exponer en la práctica la tensión entre cuerpo femenino y política, desde una perspectiva epistemológica feminista. Se trata de evidenciar una red de significados machistas y clasistas por los que la imagen de Eva como figura del feminismo es aún una discusión acalorada en el movimiento.

Sostengo entonces que son las críticas a la imagen de Eva Perón las que el movimiento feminista deberá adoptar para saberla propia. La noción de irreverencia emerge como enunciación de actos sistemáticos de rebeldía desde los que podemos leer a Eva Perón. Una mujer que se hizo a sí misma desde otras y otros, desde su pasado, y que aún hoy representa en el imaginario social las experiencias de amor y odio más extremas.

Desde las brujas de la inquisición hasta las feministas actuales, lo impensado y lo disruptivo fue objeto de condena de ajenos y ajenas, y de adhesión de propias. Nada nuevo en este caso. Es entonces que me pregunto: ¿podemos olvidar su cuerpo de mujer cuando analizamos su rol histórico? ¿Cuál es la resignificación del sentido que podemos lograr cuando imágenes y cuerpos se mezclan y rearman? ¿A quién le pertenece la imagen de Eva si al reordenarse no puede volver a contarse su historia? ¿Podemos cambiar el sentido histórico de un personaje a través de sus imágenes?

 

Bibliografía

Bellota A (2019): El peronismo será feminista o no será nada. Buenos Aires, Galerna.

Berger J (2016): Modos de ver. Barcelona, Gustavo Gil.

Caimari L (2017): La vida en el archivo. Goces, tedios y desvíos en el oficio de la historia. Buenos Aires, Siglo XXI.

Cortés Rocca P y M Kohan (1998): Imágenes de vida, relatos de muerte. Buenos Aires, Estudios Culturales.

Farge A (1991): La atracción del archivo. Valencia, Alfons el Magnanim.

Nazar M y A Pak Linares (2007): “El hilo de Ariadna”. Políticas de la Memoria, 6/7.

 

Anni Engelmann es licenciada en Trabajo Social, docente (UBA), trabajadora de la Justicia de la CABA, feminista y militante sindical.

[1] Este artículo fue elaborado en base al trabajo final del Seminario “Cuerpo y Archivo” de la Maestría en Estudios y Políticas de Género (UNTreF).

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