El Estado cruje

El Estado materno, no es algo fácil.

El Estado, tal como lo conocemos, es una estructura patriarcal, que, como dice la doctora Diana Lan, es parte del sistema capitalista. Las diferentes configuraciones y orientaciones que puede adquirir el Estado pueden ir desde un Estado mínimo al servicio de los sectores más concentrados, hasta un Estado redistributivo con énfasis en la justicia social. Así y todo, sigue siendo una estructura patriarcal.

El Estado, invención eurocéntrica, fue diseñado para ponerse al servicio de la producción, relegando los esfuerzos estatales por la reproducción –las tareas de cuidados de la vida– a ser solo subsidiarios del sistema productivo o a cargo de las mujeres, como mandato. Es por ello que hablamos de políticas sociales, justamente porque hay que definirlas al interior del Estado, no como políticas públicas llanas, sino con énfasis a “eso” que el sistema le “agrega” a lo productivo para que éste funcione bien.

En estas latitudes, en general en Suramérica, los gobiernos neoliberales redujeron al mínimo sus intervenciones, focalizándolas solo en sectores vulnerables. Esto se da porque no las conciben como derechos, sino como forma compensatoria por las transformaciones necesarias que requiere el sistema hacia la libertad de mercado. Minimiza acciones, achica la población objetivo y desarrolla prácticas patriarcales, clientelares y paternalistas. Solo estarán alcanzadas por esas políticas aquellas personas que el propio sistema defina como damnificadas, asociando el acomodamiento del mercado a un evento catastrófico: se sale a atender la emergencia. El resto de damnificadas y damnificados –directos o indirectos– deberá adaptarse al nuevo sistema obligatoriamente, sin ayuda del Estado, y en eso se juega su capacidad de adaptación. Se instala una cierta épica del héroe en la sociedad, héroe individualista y competitivo. El héroe patriarcal. La realidad pasa por otro lado. La adaptación es prácticamente imposible y las pérdidas para el pueblo son inmensas.

Por el contrario, los gobiernos populares llevaron adelante las políticas sociales como acceso a derechos, las cuales fueron ampliándose hasta instalarse como políticas públicas, de acceso justo y para el pueblo. En nuestro país, educación –ya existente–, salud y jubilaciones con acceso gratuito y equitativo, acceso a la vivienda, entre otros muchos, son emblemas de políticas de sociales que instala el peronismo de mitad del siglo pasado, como políticas de Estado. Ya en este siglo, el gobierno kirchnerista avanza con nuevos derechos, como la Asignación Universal por Hijo y por embarazo.

Sin embargo, aun así, la asignación de recursos para las políticas públicas es otra práctica patriarcal dentro del Estado. Las políticas públicas vinculadas al desarrollo productivo tienen mayores recursos que las políticas públicas vinculadas al cuidado o trabajo reproductivo.

Recién en esta década, impulsado por los movimientos feministas, empieza a cuestionarse la tarea de cuidado de la vida como tarea que no produce riqueza, sin reconocimiento ni remuneración. Hubo dos hechos importantes. Uno en 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner, la implementación de la ley de amas de casa y la moratoria para acceder a la jubilación; y en 2013, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, la ley de trabajadoras de casas particulares.

Hay nuevos temas en la agenda de cuidados. Desde el Encuentro Federal de Hábitat y Territorio, hace unos años, nos propusimos incorporar el acceso a la tierra, a la vivienda y el derecho a la ciudad, como un derecho justamente vinculado al cuidado de la vida. Desde los feminismos populares propusimos que estos nuevos derechos sean pensados y diseñados desde una perspectiva de género, que implica no caer nuevamente en las trampas patriarcales.

En un nuevo ciclo de gobierno popular, en un territorio arrasado por el gobierno anterior, el año pasado tocó el desafío de redefinir las políticas públicas de cuidado. Si en la agenda anterior no habían sido incorporados como temas de una agenda histórica que viene acumulando deudas, como son el género y el hábitat, el nuevo ciclo de gobierno popular las puso justamente en el centro de la agenda, con la creación de ministerios y mesas de articulación gubernamental, tanto en lo nacional como en la Provincia de Buenos Aires.

Sin embargo, la pandemia redefinió prioridades, requiriendo al Estado una asistencia en cuidados de la vida que nunca había realizado, obligándolo a concentrar esfuerzos en la situación emergente y avanzando un poco más lento en otros temas. Hoy las tareas de cuidado se expresan fundamentalmente en todas las acciones que se realizan en pos de las vacunas, como también en los refuerzos que reciben los sectores más vulnerables que se ampliaron dramáticamente durante la gestión anterior, y que se multiplicaron desde que inició la pandemia. También están en las ayudas que reciben muchos de aquellos otros sectores que no habían necesitado antes del Estado.

Esto implica un esfuerzo inmenso que hace crujir al propio aparato estatal. Porque para tiempos normales el cuidado de la vida no estaba tan identificado como responsabilidad del Estado. Y cruje porque no deja de hacer lo que venía haciendo, sino que, en medio de una pandemia, el Estado empieza a sentirse incómodo de sí mismo, empieza a redefinirse, empieza a buscar formas de acción que le eran ajenas.

Queda una amplia agenda para desarrollar una vez que se supere la pandemia. Y quedará un Estado diferente, uno un poco menos patriarcal. Está en nosotras y nosotros aprender a sostenerlo.

Share this content:

Deja una respuesta