Posdata: Cambiemos y el self emprendedor

Lo que retorna es el peso de la historia

Como se señaló en el número 10 de esta revista (Amar, 2019a), Cambiemos apostó a la modelación de un sujeto autogestivo que, a través de sus capacidades y talentos, podía llegar a materializar sus sueños a través del diseño de proyectos de vida propios. Eso se evidencia, por ejemplo, en Escuelas del Futuro (Ministerio de Educación de la Nación, 2017). Ese régimen de subjetivación, que buscó transferir la responsabilidad central de la inserción social en las propias espaldas de los individuos y las comunidades –sin prescindir por cierto de un programa marco de orientación por parte del Estado Nacional–, se enmarcó en el paradigma del self emprendedor.

En realidad, en nuestro país ese régimen de subjetivación no fue una invención política de Cambiemos. Se pueden hallar sus condiciones de producción en las configuraciones discursivas de algunas políticas de Estado desplegadas en los años noventa y principios de dos mil: por ejemplo, en la política nacional sobre Escuela y Comunidad, con énfasis en la promoción de iniciativas solidarias basadas en las metodologías del servicio comunitario y el aprendizaje-servicio (Amar, 2019b). Sin embargo, esta ingeniería social –y su sociología política– adoptó con Cambiemos unos contornos semióticos más precisos, menos difusos, en los laboratorios de los campos de producción simbólica del Estado neoliberal.

 

¿Qué es el self emprendedor?

Según Bröckling (2015), el self emprendedor es un nuevo régimen de subjetivación que interpela a todos los individuos como “empresarios de sí mismos”. Está conformado, según el sociólogo alemán, por una batería de tecnologías sociales y del yo, por una matriz de esquemas interpretativos, por un conjunto de ideas y experiencias que se emplazan en distintas superficies textuales –políticas oficiales, programas empresariales, manuales de procedimientos, publicidades, coaching,[1] nuevas religiones– con el fin de modelar sujetos activos orientados por proyectos, colmados de autoconfianza para la producción y el intercambio de bienes y servicios con calidad total y dirigidos hacia la satisfacción permanente de los clientes. Esto es, con miras a la formación de personas con capacidades para construir, a partir de los propios méritos, sus posiciones en el espacio social.

Para Bröckling (2015), el self emprendedor no es una entidad empíricamente observable, sino el modo en que los individuos son interpelados –y se dejan interpelar– en las últimas décadas. Es un ideal, una figura emergente que no está acabada, que se encuentra en continuo proceso de construcción, y que al mismo tiempo también genera algunas prácticas de oposición o resistencia muy acotadas.

 

Contribuciones del self emprendedor

El self emprendedor contribuye a reforzar el arte de la gubernamentalidad neoliberal. Promueve la competencia extrema, la creatividad, la iniciativa por proyectos, la autogestión, la innovación, la calidad total. Promueve, además, la centralidad de la actuación de los individuos y el tercer sector en el abordaje de los problemas sociales (Bröckling, 2015). Esto lo hace para “gobernar mejor”, como lo señala en términos críticos de Marinis (2007): con eficiencia, eficacia y calidad. Con un nuevo sistema de gerenciamiento del riesgo social, que disminuye las obligaciones económicas y sociales del Estado y aumenta la influencia de las ONG, fundaciones, empresas y voluntarios en la resolución de las demandas de los sectores vulnerables (Alonso, 2010; Feldfeber, Puiggrós, Robertson y Duhalde, 2018).

De esta manera, según la racionalidad política neoliberal, en primer lugar, se lograría contribuir con la disminución del gasto público y el descenso abrupto de los procesos inflacionarios provocados por décadas de agobiante intervencionismo estatal. En segundo lugar, se lograría ubicar al mercado en un punto de equilibrio dado por la plena libertad de la competencia de bienes y servicios, que se expresaría en la estabilidad alcanzada por el mecanismo objetivo de los precios. En tercer lugar, se lograría que el mercado se constituya al fin como el modelo de funcionamiento óptimo para la regulación de la sociedad y el Estado (Foucault, 2016; Bröckling, 2015).

 

Despojos del self emprendedor

El self emprendedor –al conferir todo el peso de los éxitos y fracasos sociales a las decisiones, elecciones y esfuerzos de las personas– termina por cincelar, según Byung Chul-Han (2015), un sujeto auto-explotado que busca denodadamente, a través del trabajo full life, el logro de una posición privilegiada en la estructura social. Como estos lugares sociales son, por lo general, inaccesibles para los grupos y las clases con menores recursos, la mayoría de los creyentes en estas nuevas ideologías carismáticas de salvación se quiebran, se fracturan, se caen, se “infartan el alma”. Lo que queda de ellos, según este filósofo coreano, es el punto de pasaje de las ansiedades y las depresiones de la época: el cansancio crónico. Lo que queda de ellos, según Sennett (2000), es el sentimiento de estar a la deriva, a la intemperie, sin la protección de los programas de seguridad social del viejo Estado de Bienestar. Como se muestra, por ejemplo, en Guasón, un film dirigido por Todd Phillips que narra la pasión de Arthur Fleck: un muchacho con problemas mentales que sufrió continuas humillaciones en la escuela y en el barrio, y que sólo quiere hacer reír a la “grafitiada” Ciudad Gótica de principios de los años 80. Sin medicación y sin empleo, sin posibilidad de sostener sus endebles lazos sociales, sin la cobertura universal de la seguridad social del Estado de Bienestar, en el contexto de avance de un Estado neoliberal que comienza a regular la desregulación social, el delirio de Fleck rebota y encarna en una posibilidad: la violencia del Guasón. Esa violencia desquiciada, que continúa con la búsqueda de reconocimiento social, pero por otros medios, no se dirige en ningún momento hacia la construcción de un nuevo orden político y social más justo, capaz de redimir las injusticias colectivas padecidas. Esa violencia desarticulada, que logra incluso tomar el estatuto de la masividad, no cuenta con una brújula para apuntar con toda su potencia contra el núcleo de las desigualdades sociales. Estalla, grita, condena y mata, se hace éxtasis y luego se apaga.

Este es uno de los malestares culturales actuales, que no logra ser trascendido, como bien lo señala Bröckling (2015), con las estrategias de oposición que tienen a la impotencia, la ironía y la resistencia pasiva como sus formas más visibles.

 

¿Entonces?

Para pintar nuevas formas de resistencia y superación del orden social neoliberal se necesita construir nuevas formas de existencia. Es decir, es necesario poner en el centro nuevamente a un proyecto político capaz de redefinir las relaciones entre el Estado, la sociedad y el mercado. Esto requiere, además, el diseño de un nuevo régimen de subjetivación, capaz de interpelar a los ciudadanos como constructores y promotores de lazos políticos, que son a su vez lazos sociales, afectivos, solidarios. Esa trama de política, sociedad, afectividad, cuidado de sí y de los otros debería no sólo estar contenida en las políticas públicas –con nuevos discursos, con nuevas palabras, ideas, conceptos y experiencias, con nuevos dispositivos y modos de intervención social– sino también debería permear y activarse en cada rincón de la vida social. En las familias, las escuelas, los medios de comunicación, las empresas, los sindicatos, los complejos científicos, los juzgados, las cárceles.

El arte de un gobierno en clave progresista o nacional-popular debería trabajar sobre la doble existencia de lo social: sobre los campos y las instituciones, sobre las estructuras cognitivas y corporales. No sólo en y desde las esferas burocráticas del Estado y las instituciones sociales, sino fundamentalmente en y desde los territorios; en y desde sus relaciones y prácticas sociales más capilares. Es un trabajo a largo plazo. Muy arduo. No es lineal. Pero hay que hacerlo. Porque, como decía Pierre Bourdieu, “lo que el mundo social ha hecho, el mundo social, armado de este saber, puede deshacerlo. Lo seguro, en todo caso, es que nada es menos inocente que el laissez-faire: si es verdad que la mayoría de los mecanismos económicos y sociales que están en el origen de los sufrimientos más crueles, en especial los que regulan el mercado laboral y el mercado escolar, son difíciles de frenar o modificar, lo cierto es que toda política que no aproveche plenamente las posibilidades, por reducidas que sean, que se ofrecen a la acción, y que la ciencia puede ayudar a descubrir, puede considerarse culpable de no asistencia a una persona en peligro” (Bourdieu, 1999: 559).

 

Bibliografía

Alonso LE (2010): “El avance del neocomunitarismo y el discurso de lo no gubernamental: asociacionismo y crisis del Estado de Bienestar”. En La comunidad como pre-texto. En torno al (re)surgimiento de las solidaridades comunitarias. Barcelona, Anthropos.

Álvaro D (2020): “Coaching ontológico, vida buena y neoliberalismo”. Página 12, Sección El País, 4-1-2020.

Amar HM (2019a): “Fragmentos de un discurso amoroso. La arquitectura discursiva de la política educativa de Cambiemos”. Movimiento, 10.

Amar HM (2019b): Estado, Escuela y Comunidad en la Argentina neoliberal (1993-2001). La configuración discursiva de una política educativa nacional. Rosario: Prohistoria.

Bourdieu P (1999) : “Postscriptum”. En La miseria del mundo. Buenos Aires, FCE.

Bröckling U (2015): El self emprendedor. Sociología de una forma de subjetivación. Santiago de Chile, Universidad Alberto Hurtado.

Chul-Han B (2015): La sociedad del cansancio. Buenos Aires, Herder.

Feldfeber M, A Puiggrós, S Robertson y M Duhalde (2018): La privatización educativa en Argentina. Buenos Aires, CTERA.

Foucault M (2016): El nacimiento de la bio-política. Curso en el Collége de France (1978-1979). Buenos Aires, FCE.

Marinis P (2007): Comunidad, globalización y educación: algunas reflexiones acerca de la “desconversión de lo social”. Buenos Aires, FLACSO, material de cátedra.

Ministerio de Educación de la Nación (2017): Escuelas del futuro. Buenos Aires.

Sennett R (2000): La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona, Anagrama.

Película: Guasón. Director: Todd Phillips. Protagonistas: Joaquín Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Bill Camp, Frances Conroy, Brett Cullen. Estreno: 2019.

 

Se agradece la lectura atenta de este texto al profesor Guillermo Bianchi (UNTREF).

Hernán Mariano Amar: Programa de Estudios Posdoctorales (UNTREF), doctor en Ciencias Sociales (FLACSO), magíster en Ciencias Sociales con Mención en Educación (FLACSO), especialista en Políticas Educativas (FLACSO), licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), profesor de Ciencias Sociales (ISPSA), coordinador académico del Programa Interuniversitario de Doctorado de Educación (UNTREF-UNLa-UNSAM), docente-investigador en carreras de grado (UNTREF) y posgrado (UNTREF, UNLP).

[1] Daniel Álvaro afirma que el coaching ontológico es una de las corrientes de coaching más populares en Argentina. Este sociólogo argentino sostiene, además, que el coaching ontológico es la única escuela de coaching de origen sudamericano, y que entre sus fuentes teóricas se encuentran las obras de Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Ludwig Wittgenstein, John Austin y las investigaciones del biólogo Humberto Maturana. Según Álvaro, el coaching ontológico trabaja sobre el (auto)diseño de los sujetos para que puedan enfrentarse a los nuevos desafíos del contexto actual con altos niveles de competitividad, productividad y eficiencia. Para lograr la meta de la “vida buena”, esta técnica de producción del éxito personal se apoya en una serie de valores –autoinvención, responsabilidad, operatividad, rentabilidad, entusiasmo, bienestar– que se ajustan a los componentes normativos del nuevo tipo de subjetividad exigido por el capitalismo neoliberal (Álvaro, 2020).

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