El poder y las redes sociales

Las redes sociales –Twitter, WhatsApp, Instagram, Facebook, YouTube, Pinterest, Tik Tok, entre otras– a las que tenemos acceso desde los diversos dispositivos tecnológicos son una realidad desde hace varios años, a la vez que se van modificando los diversos estudios sobre sus implicancias y alcances en términos políticos, sociales, culturales, económicos, educativos y hasta ideológicos. Los diferentes postulados que conllevan la irrupción de las redes sociales hacen énfasis en conceptualizaciones tales como “nuevas subjetividades” (Sibilia, 2008); “una nueva sociabilidad” (Morduchowicz, 2012); “procesos de aculturación” (De Moraes, 2013); “una nueva espacialidad” (Rovira Sancho, 2013); “empoderamiento ciudadano” (Viché González, 2015); “capacidad de fusionar agendas” (Calvo y Aruguete, 2018); hasta la calificación de “revolución digital” (Waisbord, 2020).

Cabe destacar, antes de hacer un breve análisis, que la ciudadanía posee al menos limitaciones en términos geográficos, educativos, económicos y etarios en el acceso a las redes sociales y a los diversos dispositivos tecnológicos que lo hacen posible, como computadoras y teléfonos celulares. El INDEC informa los índices máximos y mínimos de Bienes de las TIC,[1] incluso en aglomerados de 500.000 y más habitantes: el 82,8% de hogares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires posee computadora, pero ese índice baja al 51,4% en los hogares del Gran Tucumán-Tafí Viejo; la diferencia también se observa en el caso de hogares con acceso a Internet: 96% en CABA y 80,5% en el Gran San Juan. Señala el mismo informe que el mayor uso[2] de las TIC en población de 4 años y más en los hogares –en este caso con el celular– se verifica en Rawson-Trelew, con el 95,4%; y el menor uso en Salta, con el 77,1%.[3] Se agrega en ese estudio que el uso del celular en personas sin instrucción es del 46,3%; el 69,1% en quienes poseen primaria incompleta; el 98,8% en personas con educación superior y universitaria incompleta; y en quienes poseen educación superior y universitaria completa es levemente inferior: 98,4%.

Para analizar las diferencias etarias con las redes sociales damos cuenta de estudios propios: la totalidad de las y los encuestados de 71 y más años en una muestra domiciliaria realizada en el 2017 en el partido de La Plata, provincia de Buenos Aires, señaló que no prestaban atención a las redes sociales a la hora de votar. En las demás franjas etarias, la respuesta de no tener en cuenta a las redes sociales al momento de sufragar fluctúa entre el 41,5% en la franja de 18 a 22 años, y el 72,7% en la de 63 a 70 años (González, 2019).

El acceso a las redes sociales y los dispositivos tecnológicos no es equitativo en nuestra sociedad. Específicamente en el caso de la educación, el escenario se agravó por la pandemia. De acuerdo a un informe de UNICEF, “el acceso a la tecnología y a los materiales necesarios para seguir estudiando mientras las escuelas permanecen cerradas es notablemente desigual”. Agrega Robert Jenkins, jefe de Educación de UNICEF, que “antes de la COVID-19, la educación ya estaba en crisis. Ahora nos encontramos ante una crisis educativa cada vez más profunda y que puede crear aún más divisiones”.

Las situaciones detalladas son la resultante del advenimiento de las redes sociales y de la Internet participativa, que van desde una utopía liberadora o contrahegemónica –empoderamiento ciudadano y fusión de agendas, por ejemplo– a un mayor grado de dependencia en el marco de la concentración mediática, económica e ideológica a nivel supranacional o mundial –procesos de aculturación. Las dos miradas se constituyen desde un determinismo tecnológico que absolutiza a las personas, sin detenerse en las diferencias que se dan al menos en términos económicos, geográficos, educativos y etarios.

Pero hay algo que sí subyace en todos los estudios sobre las redes sociales y la Internet –ya se trate de miradas constituidas desde un romanticismo liberador, o desde la denuncia sobre el agravamiento de la concentración económica-ideológica en pocas manos–: el poder. Si a partir de las redes sociales se constituyen nuevas subjetividades; o si ellas permiten hacernos escuchar; o si nos dan la posibilidad de disputar la creación de agenda con los medios de comunicación tradicionales; o si en realidad terminamos siendo más cautivos del capital concentrado… se trata siempre de relaciones de poder.

En nuestros estudios de campo con encuestas domiciliarias, telefónicas, grupos focales o entrevistas a informantes claves reseñadas en nuestras publicaciones (González, 2017, 2019, 2021) no hay utopía liberadora: los medios de comunicación tradicionales siguen poseyendo su cuota de poder en el entramado relacional con la sociedad, y la ciudadanía lleva a cabo diferentes prácticas con los dispositivos tecnológicos, pero sin lograr un empoderamiento que establezca un contrapoder. En nuestro primer libro damos cuenta de una investigación de cuatro años (2012-2015), analizando el entramado relacional de la comunicación política y, en ese marco, de las y los actores de la política, periodistas y la opinión pública, concluyendo que “este es un cuadro de tensiones y disputas caracterizado por la asimetría de sus actores, en la cual el poder de los medios de comunicación visiblemente se encuentra en una escala superior respecto a los políticos y la opinión pública en cuanto a la posibilidad y la capacidad de establecer mensajes, imágenes y noticias” (González, 2017: 157). Sí evidenciamos una práctica diferenciada de las redes sociales en los tres actores y la potencialidad que ellas entregan a la opinión pública, para convertirse esas herramientas en una interfase entre las y los dirigentes políticos y la ciudadanía, que acerque opiniones, demandas, anhelos y expectativas, obturando a la vez –o al menos poniendo en crisis– el poder que los medios masivos de comunicación se arrogan, ya no como mediadores entre “la política” y “el pueblo”, sino como actores fácticos con sus propios intereses y proclamas. Los resultados de nuestros estudios no son auspiciosos en este sentido. Si bien nuestras investigaciones de campo son en el partido de La Plata, nos permitimos generalizar sus conclusiones, dado que son similares a los registros de prácticas de diversas redes sociales y a su observación al momento del sufragio en diversos países de Latinoamérica.

En una encuesta realizada en mayo de 2021, el 76% de la población señaló que la obligatoriedad de que múltiples labores y tareas debieran desarrollarse en forma virtual conllevó un mayor uso de redes sociales. Pero verificamos que el 36% de las personas las utilizó para comunicarse con familiares y amigos o amigas; un 14% para informarse de las noticias; un 8% para estudiar; un 2% para compartir informaciones; y un 35% para varias cosas. Menos del 4% refiere que utilizó las redes sociales para producir sus propios contenidos. En varios grupos focales realizados obtenemos los mismos resultados: son escasas las voces que constituyen a los dispositivos tecnológicos como “lugares” desde donde dan a conocer sus proclamas, opiniones o demandas. La potencialidad de esas tecnologías queda subsumida en irrelevantes prácticas del nosotros y nosotras, la ciudadanía común. Esto lleva a la pregunta de Foucault (1992: 89) sobre si “nuestra dificultad para encontrar las formas de luchas adecuadas” proviene “de que ignoramos todavía en qué consiste el poder”.

Esto resalta el rol de la educación para analizar, criticar, contraponer, desentrañar, develar: llegar a entender y a comprender que la posibilidad que entregan los dispositivos tecnológicos de “darnos a conocer” en la esfera virtual puede conllevar sentires, proclamas y reclamos, y no solamente la liviana puerilidad del sentir mundano y cotidiano.

Como muestra el gráfico 1, en la encuesta de mayo de 2021, ante la pregunta si confía más en las redes sociales o en los medios de comunicación para informarse sobre política, casi 7 de cada 10 personas afirmó: “en los medios de comunicación”. En una pregunta similar sobre el Coronavirus, más de 6 de cada 10 consultados y consultadas confía más en los medios, 27% en las redes sociales y 12% señala que es indistinto. En el gráfico 2, en la misma encuesta, cuando preguntamos a qué sectores los acercan las redes sociales, poco menos de la mitad (45%) señala a los medios de comunicación; 2 de cada 10 personas a los dos sectores; 17% resalta que las redes sociales los acercan a las y los políticos; mientras que otro 17% destaca que no tiene llegada a ningún sector.

Gráfico 1. Confiabilidad en medios o redes sociales

Gráfico 2. A usted le parece que a partir de las redes sociales tiene más llegada…[4]

En tiempos de redes sociales, de la Internet participativa, de diversidad de dispositivos tecnológicos que deberían allanarnos el camino para vincularnos con actores, espacios de poder e instituciones, seguimos entregándonos a un poder fáctico como son los medios de comunicación tradicionales: “empresas” que jamás han sido la interfase traslúcida y desinteresada entre el poder político y el pueblo, sino que han sabido convertir ese lugar en un depositario de intercambios, favores y prebendas, y, generalmente, no a favor del pueblo.

 

Bibliografía

Calvo E y N Aruguete (2018): Medios tradicionales y fusión de agenda en redes sociales. Inmediaciones de la comunicación, 13-1.

De Moraes D, I Ramonet y P Serrano (2013): Medios, poder y contrapoder. Buenos Aires, Biblos.

Foucault M (1992): Microfísica del poder. Madrid, La Piqueta.

González GF (2017): Comunicación política, periodistas, políticos y la opinión pública. Definiciones, conceptos e investigación de campo. La Plata, Periodismo y Comunicación.

González GF (2019): Comunicación política y redes sociales. La Plata, EDULP.

González GF, compilador (2021): Comunicación y política reloaded. Las redes sociales en contexto de pandemia. La Plata, EDULP.

Morduchowicz R (2012): Los adolescentes y las redes sociales. México, FCE.

Rovira Sancho G (2013): De las redes a las plazas: la Web 2.0 y el nuevo ciclo de protestas en el mundo. Acta Sociológica, 62.

Sibilia P (2008): La intimidad como espectáculo. México, FCE.

Viché González M (2015): El empoderamiento de los ciudadanos Internet. Revista Internacional de Pensamiento Político, 10.

Waisbord S (2020): Epílogo: lecciones para la investigación en comunicación política. En Democracia en digital: Facebook, comunicación y política en Costa Rica. Costa Rica, UCR.

 

Gustavo F. González es director del Centro de Investigación y Capacitación en Estudios de Opinión Pública (CICEOP, FPyCS-UNLP).

[1] Tecnologías de la Información y la Comunicación.

[2] Concepto que trabajan los indicadores del INDEC

[3] Todos estos datos son para la población de aglomerados de 500.000 y más habitantes.

[4] La fuente de ambos gráficos es una encuesta telefónica de mayo de 2021. Cantidad de casos: 929. Sistema IVR. Resultados ponderados. Lugar de realización: Partido de La Plata. CICEOP, FPyCS, UNLP.

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