Educación inclusiva = aulas heterogéneas

Partimos de reconocer que la educación inclusiva se encuentra garantizada a partir de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Nuestro país adhiere a dicha Convención a través de la ley 26.378 del año 2008, otorgándole estatus supra legal. No obstante, en el año 2014, a través de la ley 27.044, la Convención adquiere jerarquía constitucional, quedando al nivel de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y otros pactos internacionales. De este modo, el Estado garantiza el derecho de las personas con discapacidad a la educación, derecho que podemos consensuar que busca la ausencia de discriminación y la igualdad de oportunidades. Al hacerse efectivo este derecho, podemos pensar que las personas con discapacidad ya no quedan excluidas del sistema de educación general y que los niños y las niñas con discapacidad no quedan fuera de la enseñanza primaria y secundaria gratuita y obligatoria. Se propone dentro de ese mismo contexto que se realicen los ajustes necesarios razonables en función de las necesidades individuales y que se presten los apoyos pertinentes personalizados.

Ahora bien, cuando pensamos en una educación inclusiva, debemos pensarla dentro de una sociedad también inclusiva que atienda y aloje la diversidad. La escuela –tal como la pensamos tradicionalmente– mantuvo un mandato homogeneizador, utilizando la educación para lograr “integrar” a la cultura nacional a poblaciones con importantes diferencias sociales, económicas, culturales, y demás. Esta búsqueda de homogeneidad serializaba, arrasando de este modo con las diversidades.

Si bien es correcto pensar en la universalización de la educación y la igualdad de oportunidades, debemos hacerlo dentro de un sistema en el cual haya espacio para lo diverso. ¿De qué hablamos cuando hablamos de educación inclusiva? ¿La educación inclusiva significa solo el derecho a acceder a una enseñanza gratuita y obligatoria? ¿La educación inclusiva significa solo recortar el horario de jornada escolar, disminuir contenidos u otorgar una vacante para concurrir con integración? No, la educación inclusiva significa que todos los niños y todas las niñas aprendan juntos, con independencia de sus características personales, realizando los ajustes razonables necesarios para que la integración sea posible.

La escuela es el espacio por excelencia de sociabilización. El aula debe ser pensada como espacio heterogéneo, donde la diversidad tenga lugar y en donde cada uno de los alumnos y cada una de las alumnas puedan progresar acordes a su potencial real. La educación inclusiva debe partir de reconocer las diversidades, aceptarlas y otorgarles una valoración positiva.

Pensar a la discapacidad como parte de la diversidad humana y a la sociedad como espacio heterogéneo nos enriquece a todos. Un mundo diverso es riqueza pura. Aceptarlo nos regala la posibilidad de ser mejores y más “humanos”.

 

Marina Argañaraz es licenciada en Trabajo Social (UBA), integra las Juntas Interdisciplinarias de Evaluación de la Discapacidad (GCABA) y el Equipo de Salud Mental (suplente) del Hospital General de Agudos Doctora Cecilia Grierson.

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