Razones para ser peronista

El presente texto es una trascripción de la introducción del libro de Antonio Cafiero: Razones para ser peronista. Medio siglo de escritos sobre doctrina, editado por Sudamericana-COPPPAL en el año 2007.[1]

Si de noche miramos una zona pedregosa teniendo a mano sólo una linterna, muchos rincones escaparán a nuestra vista. De la misma manera, pretender abarcar la compleja y escabrosa realidad política y social con una sola mirada –ideológica o teórica– provoca que buena parte de lo que verdaderamente importa quede oculto a nuestra mirada.

Este libro ensaya una irrupción en un espacio sombrío y prácticamente vacío: expone razones actuales para ser peronista hoy. Nada más lejos de la paleontología que estas páginas. Sí se procura aquí sintetizar la forma en que evolucionó la visión de un viejo militante sobre las ideas que inspiraron e inspiran al movimiento político más importante del siglo XX y de los tiempos presentes. Con ese fin se compilan escritos sobre doctrina elaborados durante más de 55 años de actividad política. Teniendo en cuenta las etapas transcurridas, algunos fueron producidos con entusiasmo y otros con auténtica decepción. Pero el paso del tiempo no les ha hecho perder vigencia, aunque algunas ideas fueron ganando importancia en comparación con otras. Mantengo por eso la firme convicción de que los principios y los valores que el Justicialismo porta desde sus inicios –tales como la dignidad humana o la justicia social– siguen proyectando una luz cenital sobre zonas veladas de la realidad política que hoy nos toca vivir.

Esta publicación obedece entonces a varios propósitos. En primer lugar, busco reafirmar convicciones: aspiro a que los partidarios del peronismo puedan acceder a una cierta versión de nuestra doctrina que ha ido actualizándose con el correr del tiempo. En segundo lugar, pretendo invitar a leerla a jóvenes que aún no han despertado a la vida política, para que puedan saber de primera mano cómo pensamos muchos peronistas. Por último, no pierdo la esperanza de que hasta los antiperonistas más cegados puedan algún día llegar a entender de qué manera las ideas del Justicialismo se desarrollaron coherentemente con los momentos históricos que le tocó vivir: mientras nosotros hemos revisado críticamente buena parte de nuestros juicios y aceptado públicamente nuestras equivocaciones, muchos antiperonistas aún hoy siguen repitiendo casi sin variaciones las mismas insensateces con las que nos amonestan desde hace seis décadas.

Los capítulos están ordenados en forma cronológica, para facilitar en la lectura una apreciación de la evolución secular del pensamiento peronista y la comprensión del contexto en que fueron elaborados. Pero hay además motivos personales. Pese a que el eje doctrinario del peronismo se sintetiza en las “tres banderas”: soberanía política, independencia económica y justicia social, mi profesión –doctor en Ciencias Económicas– y mis cargos públicos inaugurales –fui ministro de Comercio en la segunda presidencia de Juan Perón– explican por qué los primeros textos ponen mayor énfasis en el principio de independencia económica. Con el correr de los años –y de las páginas de este libro–, mis inquietudes se fueron ampliando a las otras dos banderas.

En el último tiempo, en diferentes expresiones literarias, el peronismo se ha puesto de moda. Se han publicado recientemente cientos de libros de historia, economía y sociología, ensayos académicos y biográficos, y hasta novelas y obras teatrales, que de una u otra manera se centran en el peronismo como fenómeno estrafalario a ser explicado. Sin embargo, no sobran los libros que expliquen qué pensamos hoy los peronistas sobre nuestros valores y principios. Si bien históricamente nuestro Movimiento ha dado una importancia fundamental a la elaboración y la difusión de sus ideas, hoy escasean las voces propias que escriban sin complejos la historia crítica de la doctrina peronista.

De hecho, son muy pocas las obras recientes que pretenden analizar en forma amplia la historia de las ideas políticas argentinas. Para colmo, en general las pocas que existen tienden a sistematizar conceptos de personas determinadas o de períodos específicos, no corrientes de ideas que lograron extenderse en el tiempo. El peronismo es una vertiente protagónica del pensamiento nacional que ya ha atravesado más de seis décadas. Es hora de que obtenga su lugar en una historia que merece ser contada.

Dos actitudes peculiares conspiran contra este objetivo. En primer lugar, algunas versiones –favorables o desfavorables– parecen encontrar la verdad absoluta de las ideas del Justicialismo únicamente en los escritos de Juan Perón, asumiendo implícitamente que la doctrina peronista es algo que puede cristalizarse en el tiempo y que no tiene necesidad de actualizarse ni de revisarse. Se pierde así la oportunidad de evaluar el aporte que para la política nacional y para varias generaciones de argentinos tuvieron revistas y folletos que diversas agrupaciones peronistas editaron durante décadas, y obras de pensadores de la talla de Raúl Scalabrini Ortiz, Pablo Ramella, Arturo Jauretche, Ramón Carrillo, John William Cooke, Juan José Hernández Arregui o Rodolfo Puiggrós. Hoy cuesta encontrar publicaciones que transmitan ideas con la profundidad que tenían los libros de esos y otros autores. El discurso actualmente predominante se basa casi exclusivamente en diagnósticos o descripciones de programas, y los documentos políticos suelen guarecerse tras montañas de cifras y rivalidades circunstanciales, rehuyendo al debate sobre valores y principios. Así, rápidamente pierden vigencia y resultan irrelevantes con el paso del tiempo.

En segundo lugar, en tanto el Justicialismo nunca buscó encuadrar sus ideas en corrientes ideológicas consideradas académicamente respetables –como el marxismo o el liberalismo–, la academia tendió a responder la afrenta asumiendo que el peronismo nunca tuvo ideas que merecieran un estudio serio.

Los textos que componen este volumen buscan demostrar que el peronismo no es precisamente un movimiento sin doctrina. Lo que no tiene es una ideología cerrada, y eso tal vez confunde a los politólogos enfermos de asepsia política.

Además, la globalización operada a través de los mercados tiende a disolver las culturas locales y las nacionalidades. Sin embargo, los justicialistas seguimos creyendo en la Nación como categoría histórica. Es a partir de nuestra propia identidad desde donde pensamos y obramos, y esto, tan elemental y sensato como parece, es algo que a veces genera confusiones en los estudios de televisión y en las aulas universitarias.

El peronismo siempre ha buscado definirse a partir de lo que ha elegido enfrentar en cada tiempo –aunque en definitiva se tratara de diversas versiones del neoliberalismo y el materialismo–, pero a la vez se ha afirmado sobre lo que lo sustenta: un humanismo trascendente. Esto en parte ha caído en el olvido, y por eso se ha empobrecido el debate político.

Para el peronismo, el ser humano no es sólo un ciudadano, es una complejidad multifacética, un ser único e irrepetible que trasciende el mundo en que vive. Por eso el Justicialismo defiende ante todo el respeto a los derechos humanos. Nuestra construcción ideal alrededor de la persona humana vertical, trascendente, habla de la existencia de derechos que hay que respetar y fortalecer para que la vida merezca ser vivida. Para los justicialistas, los derechos humanos no se detienen en lo jurídico institucional, pues también hay derechos sociales, económicos, culturales y hasta espirituales que los constituyen, porque el ser humano es sujeto de necesidades complejas. Esa es nuestra diferencia con versiones individualistas o materialistas sobre los derechos humanos que no parten de esta concepción integral de la persona.

Por la misma razón, para el Justicialismo la democracia no es sólo pluralismo político, sino más bien debe concebírsela como una multiplicidad de cuestiones que se refieren también a otros fenómenos, distintos a la política, que hacen a la justicia y la dignidad humana. Por eso es necesario avanzar hacia una sociedad donde cada persona se sienta sujeto en el quehacer de la comunidad que integra. Esta visión de la democracia, si bien es cercana a algunas versiones marxistas, no supone la generalización del conflicto social. Lo que postula es la necesidad de ampliar el debate público, provocando una revisión periódica y sistemática de todas las estructuras de poder social, con el afán de impulsar un consenso democrático que busque permanentemente consagrar la justicia y la libertad para todos.

Lejos de las visiones –materialistas– que consideran que los diferentes intereses sociales son inconciliables, y de aquellas –neoliberales– que pretenden unanimidad en los asuntos de debate público, para el peronismo la lucha es parte inescindible de la democracia con justicia social. No nos concebimos como un dique de contención de los conflictos, sino como un canal profundo y generoso que ha nacido para irrigar a toda la estructura social con la energía de las demandas postergadas. Por eso conformamos y conformaremos la columna vertebral del Movimiento Nacional.

La vigencia de estas y otras reflexiones me ha llevado a proponer la publicación de estas páginas. Siempre he preferido la pregunta abierta por el futuro que la respuesta cerrada, las proyecciones y las propuestas que los diagnósticos inmodificables. Por eso he impulsado insistentemente la creación de institutos, cursos y publicaciones para la capacitación política.

Siento orgullo por las ideas que profeso, y obviamente preferiría que cada día sean más los argentinos que las compartan. Pero me daría por satisfecho si su difusión por este medio aportara a un debate serio al que todos debemos sumarnos si queremos ser verdaderos protagonistas de nuestro destino.

[1] El índice del libro puede ser consultado en http://www.peronlibros.com.ar/content/cafiero-antonio-razones-para-ser-peronista.

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