Volver a los orígenes: producción, trabajo y unidad nacional

Nos encontramos ante una nueva encrucijada. La situación generada por la propagación del COVID-19 ha mostrado signos que deben ser leídos con profundidad. El cambio de época presenta nuevos desafíos. Inteligencia y prudencia nunca deben faltar, pero, además, se hace indispensable contar con audacia y valentía a la hora de plantear soluciones. Como aconseja el Papa Francisco, hay que pensar el “después” de la crisis humanitaria que provocó el Coronavirus. Más allá de cuál haya sido su origen, abre una oportunidad para reconstruir un mundo más justo. Se debe aspirar a forjar el bien común y a desterrar el peor de los virus, el egoísmo indiferente. Al peronismo, en el gobierno por decisión popular, le corresponde dar respuesta en la Argentina a esta nueva era. El fin de la pandemia obliga a planificar, tal como el Consejo Nacional de Posguerra creado a mediados de 1944 para pensar diferentes soluciones al mundo que iba a surgir tras la conclusión de la llamada Segunda Guerra Mundial.

 

Volver a los orígenes: producción y trabajo

Una buena senda sería retomar los principios que han identificado al Movimiento Peronista desde hace casi ocho décadas. El 3 de septiembre de 2020 –en la planta de una automotriz francesa, en El Palomar, provincia de Buenos Aires– el presidente Alberto Fernández habló de la necesidad de retornar a las raíces fundacionales del peronismo. En ese sentido, señaló que “volver a los orígenes es volver a sentar en una mesa a los que producen, a los que trabajan y al Estado, para que entre todos seamos capaces de poner de pie la economía argentina”. Asimismo, expresó que “uno se siente en una película con una música de fondo maravillosa que es el sonido de la producción, el sonido de las máquinas andando, el sonido de los baúles que se abren y se cierran, mientras los operarios trabajan. Es el mejor sonido que puede tener la Argentina del presente, el ruido de la producción”. Ratificó esa línea el 9 de septiembre, en Quilmes, cuando manifestó: “nosotros venimos a hacer dos cosas: a producir y dar trabajo. Vamos a poner a la Argentina de pie con producción y trabajo”. No es nuevo este anhelo. Desde el discurso de asunción del mando –el 10 de diciembre de 2019– el presidente de la Nación marcó la necesidad de promover un proyecto nacional de desarrollo, basado en la producción y el trabajo, y lo reiteró en cuantiosas oportunidades. Creemos que ahí se encuentra el camino correcto que debe seguirse y en torno al cual debe programarse toda la acción del gobierno.

 

Política exterior independiente: vigencia de la tercera posición

En circunstancias como las actuales –en donde recrudece la contienda entre Estados Unidos y China, cuyo ascenso y pretensiones globales son ya indubitables– aparece como fundamental la defensa de los objetivos patrióticos sin alinearse a ninguna de las potencias que se disputan el dominio material del mundo. La Argentina debe continuar al margen de esos conflictos que le son ajenos. El interés nacional argentino no puede estar subordinado a la estrategia de Estados Unidos –independientemente de quién resulte ganador en los próximos comicios– ni a la de China, que aparecen como las grandes potencias con ansias de influir política, militar, cultural o económicamente en nuestra región. Hay que fortalecer una política exterior independiente –como marca el espíritu de la tercera posición peronista– y que aproveche las ventajas que pueden obtenerse de la puja antes mencionada. En el mismo sentido, Argentina debe aspirar a recuperar su papel en el escenario internacional, siendo fiel a su vocación histórica de labrar la unidad regional. El ineludible contexto de los grandes estados impulsa a trabajar en ese sentido. La tradición diplomática e histórica de la Argentina permite colocarnos en la posición de artífices y protagonistas de una nueva ética de las relaciones internacionales, pregonada por el Papa Francisco.

 

El futuro del trabajo y el movimiento sindical

Las diferentes transformaciones tecnológicas vienen impactando sobre el mundo del trabajo y los sindicatos peronistas deberán tener respuestas creativas para defender con dignidad los intereses de sus representados y representadas. Del mismo modo, se hace imprescindible que esa protección se extienda a las personas pobres, marginadas y excluidas del sistema, como solicita el Papa Francisco. Las nuevas circunstancias obligan a explorar nuevos caminos. La prédica y la acción sindical deben contener las necesidades de los llamados “movimientos populares” o “movimientos sociales”. En ese sentido, es muy auspicioso el lanzamiento en conjunto –en agosto pasado– del Plan de Desarrollo Humano Integral por parte de importantes gremios y de organizaciones de la economía popular. Por su parte, el Estado –en tanto instrumento al servicio del pueblo– tiene la obligación de satisfacer las justas demandas laborales, sin caer en la resignación de aceptar la pobreza, ni concentrarse en políticas meramente asistencialistas. Los planes de ayuda social –que son necesarios ante las urgencias– deben ser pasajeros y provisorios. El gran objetivo de un gobierno peronista debe ser permitir una vida digna a través del trabajo genuino, que produce justicia social y movilidad social ascendente.

 

Desarrollo de la industria de Defensa

Ya que hablamos de “orígenes”, vale recordar la condición militar de la Revolución de 1943 que marcó el punto de partida de la experiencia peronista. Las Fuerzas Armadas argentinas tendrán múltiples retos de cara al nuevo escenario internacional. La nueva etapa plantea la exigencia de rearmar a las Fuerzas Armadas y de desplegar un amplio plan de desarrollo industrial y tecnológico en torno a ellas. El tema productivo tiene vinculación con las Fuerzas Armadas. El ministro del área, Agustín Rossi, en la planta de Fabricaciones Militares de la ciudad sanjuanina de Jáchal, el 4 de marzo de 2020, explicitó sus ansias de “ampliar el desarrollo de la industria para la Defensa”, y aseveró que había que “apuntalar el desarrollo de una industria estratégica para todo país que desea ser un país industrial, que es la industria de la Defensa”, en ocasión de anunciar la fabricación –por parte del Astillero Río Santiago– de dos lanchas que serán destinadas a la Armada Argentina, el 20 de agosto de 2020.

 

Unidad nacional

No es tiempo de división, sino de unidad. A tal fin, es esencial que los argentinos y las argentinas logremos mantener una sólida Unidad Nacional en base a una agenda común fundada en la producción y el trabajo. Del mismo modo, debemos poner fin a la perniciosa auto-denigración que hace décadas agobia al alma argentina. El pueblo argentino no debe perder la esperanza. Nuestra ubicación geográfica y la paz regional vuelven a ser aliados de nuestros intereses. Asimismo, lo es la paz interior, que debe ser fortalecida con una transformación social que combata la pobreza y la indigencia estructurales. Finalmente, alimentan esa fe las riquezas que ostentan nuestro suelo, nuestro mar y, por supuesto, nuestro pueblo. Poseemos suficientes motivos para mirar el futuro con confianza.

 

El centro de gravedad

En sus clases de Conducción Política, Perón trata el concepto de economía de fuerzas y desarrolla la teoría de los centros de gravedad. Esto implica determinar objetivos principales y secundarios. El centro de gravedad de la acción política es el objetivo principal, y allí deben concentrarse las fuerzas. Bajo el seudónimo de Descartes estableció que, tanto en la política como en la estrategia, es menester sacrificar los objetivos parciales y secundarios en beneficio de los comunes y principales. En ese sentido, consideramos que el centro de gravedad del gobierno debería colocarse en la producción y el empleo. A veces sorprende que de los mismos medios de comunicación oficiales desatiendan estas cuestiones y pongan el foco en agendas que se presentan como de “avanzada” pero que, claramente, no conmueven ni satisfacen las demandas de las mayorías populares, preocupadas por la falta de trabajo, el aumento del costo de vida y la inseguridad, especialmente en las zonas más densamente pobladas. Quizá no sean incompatibles ambas agendas, pero el centro de gravedad es uno y hacer hincapié en cuestiones secundarias viola el principio de la economía de fuerzas que plantea Perón en Conducción Política. Además –como advertía el sabio general– “quien pretende alcanzarlo todo, a menudo termina por no lograr nada”.

Se viven y se vienen tiempos muy difíciles. El peronismo tiene, una vez más, una enorme responsabilidad ante el pueblo argentino. Desde sus orígenes, siempre encontró su sentido, no en la proclamación de ideas o en la expresión de deseos, sino en la capacidad de dar respuesta a las necesidades nacionales y hacer efectivos los anhelos populares. Ya desde aquellos días de la Secretaría de Trabajo y Previsión, Perón afirmaba que mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar.

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